El condicionamiento clásico en la vida real Texto 1 Si un perro puede aprender a salivar al oír una campana, usted también. De hecho, probablemente haya aprendido a salivar ante el sonido de un timbre que indicaba la hora de comer, por no decir nada de cuando escucha las palabras tarta de chocolate, observa deliciosas fotografías de alimentos en revistas u oye la voz que le llama diciendo, “¡la cena está lista!. (…) El condicionamiento clásico desempeña un papel muy importante en las respuestas emocionales a objetos, personas, símbolos, acontecimientos o lugares. Puede explicar por qué nos conmovemos si volvemos a ver el patio de nuestro colegio, o al ver la bandera de nuestro país o escuchar la música de los juegos olímpicos, ya que estos lugares, objetos y situaciones se asociaron en el pasado con sentimientos positivos. Muchas técnicas publicitarias, lo sepan o no sus creadores, se basan también en los principios que inicialmente demostrara Pavlov. En un estudio, unos universitarios vieron diapositivas de un bolígrafo azul o beige, mientras la mitad de ellos escuchaba la banda sonora de una película americana y la otra mitad música tradicional de la India (el experimento asumía razonablemente que la música de la película americana resultaría más atractiva para los jóvenes estadounidenses). Cuando más tarde se les pidió que eligieran uno de los dos bolígrafos, tres cuartas partes de los que habían escuchado música americana elegían el bolígrafo del color que se había presentado junto a esta. A la inversa, tres cuartas partes de los que escucharon la música india eligieron el bolígrafo de distinto color al presentado con la música (Gora, 1982) En términos de condicionamiento clásico, la música funcionó como estímulo incondicionado de las respuestas internas de agrado o desagrado y los bolígrafos pasaron a ser estímulos condicionados que producían respuestas parecidas. Ahora se sabe por qué los anuncios de televisión suelen emparejar los productos con música, personas atractivas y otros sonidos e imágenes agradables. No solo las emociones positivas pueden estar condicionadas clásicamente, también lo pueden estar las reacciones de desagrado y sentimientos negativos como el miedo. Se puede aprender a tener miedo de casi cualquier cosa si se asocia con algo que produzca miedo, sorpresa o vergüenza. Sin embargo, los seres humanos están biológicamente predispuestos a mostrarse especialmente susceptibles a ciertos miedos adquiridos. Es mucho más fácil condicionar el miedo a las arañas, serpientes o a la altura, que a mariposas, flores o tostadoras (Öhman y Mikena, 2001) (…) El condicionamiento clásico también puede explicar cómo aprendemos a que nos gusten o disgusten muchos olores y sabores. En el laboratorio, los investigadores han enseñado a los animales a rechazar olores y alimentos emparejándolos con drogas que provocan nauseas u otros síntomas desagradables. Un investigador entrenó a babosas para que asociaran el olor a zanahorias, que habitualmente les gusta, con un producto químico de sabor amargo que detestan, con lo que pronto aprendieron a evitar el olor de las zanahorias (Sahley, Rudy y Gelperin, 1981) (…) Los tratamientos médicos, a causa del condicionamiento clásico, pueden producir una reacción de malestar o el alivio de los síntomas por razones no relacionadas de ninguna manera con el tratamiento en sí mismo. Por ejemplo, los enfermos de cáncer se enfrentan al problema de generalizar las reacciones desagradables al tratamiento de una gama más amplia de estímulos. La nausea y el vómito que producen la quimioterapia a menudo se generaliza a la consulta en que se administra, a la sala de espera, a las batas de los médicos y enfermeros y al olor al alcohol. (…) Algunos enfermos de cáncer también desarrollan una respuesta de ansiedad condicionada frente a cualquier aspecto asociado a la quimioterapia. En un estudio, los pacientes que bebían un refresco de lima-limón antes de las sesiones, desarrollaban respuestas de ansiedad ante él. Incluso experimentaban ansiedad si el refresco se les ofrecía estando en casa y no en la clínica (Jacobsen y cols., 1995) Por otro lado, algunos pacientes sienten que se reduce su miedo y ansiedad cuando toman placebos. Los placebos pueden ser sorprendentemente poderosos, y cuanto más sofisticados o impresionantes son, más fuertes son sus efectos psicológicos. (…) ¿Por qué funciona el placebo? Los psicólogos cognitivos subrayan el papel de las expectativas, pero los conductistas dirían que el placebo funciona porque la consulta en la que se administra la medicación, la bata blanca del médico, las píldoras e inyecciones se convierten en estímulos condicionados del alivio de los síntomas, ya que son estímulos que se han asociado en el pasado con medicinas auténticas (Ader, 1997, 2000). Las medicinas son estímulos incondicionados y la mejoría que aportan es la respuesta incondicionada, los placebos asociados con ellas adquieren la capacidad para elicitar reacciones parecidas, es decir respuestas condicionadas. Psicología, Wade y Travis. Ed Pearson Preguntas 1.- Esquematiza, utilizando todos los conceptos necesarios, el funcionamiento de condicionamiento del placebo explicado en el texto. 2.- Trabajo en grupo: Cada grupo debe trabajas un caso. Desarrollarlo, indicar todos los elementos necesarios para explicar cómo se ha producido el condicionamiento, esquematizarlo y presentarlo en clase. 2.2.- Explica cómo podrías condicionar a los lobos para que no atacasen a las ovejas. 2.3.- Explica cómo condicionarías a alcohólicos la aversión al alcohol, sabiendo que puedes utilizar una sustancia que produce nauseas. 2.4.- Explica el condicionamiento hacia el olor a gasolina (que le produce ansiedad, sudores, temblores, etc) que se puede dar en una persona que ha tenido un fuerte accidente de coche. Texto 2 En la actualidad por tanto, muchos psicologoa mantienen que lo que aprenden en el condicionamiento clásico no es solamente una asociación entre dos estímulos que ocurren próximos en el tiempo, sino más bien la información que un estímulo transmite sobre otro; por ejemplo, si se produce un sonido es probable que ha continuación venga la comida (Davey, 1992)