DESCUBRIR LOS VALORES PRESENTES EN NUESTRA CULTURA Los Laicos Misioneros que, enviados por nuestra Iglesia que vive en España, estamos o hemos estado en diferentes momentos de nuestra vida colaborando para que la fe en Jesucristo llegue hasta el último rincón de la tierra, queremos aportar a nuestra Iglesia de origen alguna de las riquezas que, cada uno de una manera, hemos ido descubriendo allí donde hemos sido enviados. En este sentido nos ha parecido importante recordar algo que es fundamental en todo misionero, que es resaltado por múltiples documentos del magisterio eclesial, y que el documento Laicos Misioneros, publicado por la Comisión Episcopal de Misiones en 1997, presenta como aspecto esencial en la formación y en el actuar del Laico Misionero. 1 Se trata de la inculturación, que tiene como primer paso el descubrir los valores y las semillas del Reino presentes en cada cultura, o, como dice la Gaudium et Spes en el número 44, "auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro tiempo". Cuando los misioneros vamos a otro país, que puede tener otra lengua, pero que siempre tiene otra cultura, nos planteamos, en primer lugar, conocer el modo de pensar, de expresarse, de vivir, de sus gentes. Nos esforzamos por profundizar en lo que para ellos es más importante y en lo que estos valores influyen en sus costumbres y en su forma de vida. De hecho, este es uno de los aspectos que más huella dejan en el misionero, ya que la mayoría, cuando retornan a nuestro país, manifiesta que es mucho más lo que han recibido que lo que han dado. Aún más, cuando escuchamos el testimonio de un misionero, enseguida nos damos cuenta de si ha entrado o no en el alma de ese pueblo. Si sólo o principalmente presenta los defectos y problemas del pueblo al que se ha dirigido, entendemos que ha hablado mucho y escuchado poco, no ha sido capaz de descubrir la presencia de Dios en aquel pueblo. Los obispos Latino Americanos, reunidos en Puebla (México) en 1979, recogiendo la amplia doctrina de los diferentes documentos del Concilio sobre el laicado, resumían el papel del laico en la Iglesia y en el mundo con la siguiente frase:" hombre de Iglesia en el corazón del mundo y hombre del mundo en el corazón de la Iglesia " 2 . Queremos fijarnos aquí en esta segunda parte. El Laico, metido en su vida ordinaria en el corazón de la sociedad en que vive, tiene a su alcance mayor facilidad para descubrir los valores nuevos que se van despertando en ella. La sociedad no siempre camina al mismo ritmo y en la misma dirección que la Iglesia, y la Iglesia tampoco camina al mismo ritmo y en la misma dirección que la sociedad. Esto no tiene por que ser negativo. Dios está presente en el corazón de cada hombre, las semillas del Verbo están en todas las culturas, y, de alguna manera, son una invitación a la Iglesia para descubrir nuevas riquezas del Evangelio. 3 Se trata pues de que los Laicos tenemos que traer al corazón de la Iglesia los valores y las inquietudes del mundo; para enriquecerla, para escuchar mejor la voz de Dios, y para ayudarle a conocer las preguntas y elaborar las respuestas. Es importante abrir los ojos para descubrir todo lo bueno, que lo hay. Actitudes Para esta misión son importantes algunas actitudes misioneras: valoración, respeto, escucha, diálogo... 4 En primer lugar es muy importante valorar al otro. Hay que reconocer que el otro, adulto como yo, tiene su estilo de vida y toma sus decisiones con la misma capacidad y responsabilidad que yo, aunque puedan ir en dirección contraria. Cuando calificamos al otro como inconsciente, irresponsable o manipulado, estamos poniendo las bases para la incomunicación o la imposibilidad del diálogo. El otro, con el mismo derecho, puede pensar lo mismo de nosotros. Además, ya que se trata de descubrir los valores de la cultura de nuestro entorno, hace falta un esfuerzo consciente y deliberado de buscarlos, tratando de situarse con la mayor imparcialidad posible, ya que la tendencia humana hace que creamos que lo bueno es lo que ponemos nosotros y que todo lo malo viene de los demás. Se trata de ser conscientes de que la cultura de nuestra sociedad, como todas las culturas, está en permanente cambio. Nuestra sociedad es cada vez más pluricultural y plurireligiosa. Se necesita por tanto un esfuerzo para separar el envoltorio cultural de los que transmitimos el mensaje evangélico, del mensaje evangélico mismo; dicho de otra manera, hay que esforzarse por "descolonizar las propias prácticas pastorales, para que el mensaje evangélico se haga presente con los menores condicionamientos de la cultura portadora" 5 Por otra parte, hace falta una actitud receptiva por parte de la Iglesia. Hace falta apertura a la escucha. Hay que situarse en la actitud del caminante, del que sabe donde está la meta, pero aprovecha todas las vicisitudes del camino para su crecimiento. Hay que situarse ante el mundo como un lugar teológico, en lugar en el que Dios habla al hombre y a su Iglesia. Como dice el Concilio en Apostolicam Actuositatem n° 7, "todo lo que constituye el orden temporal tiene un valor propio, puesto por Dios en ello ". También es importante aprender a estar en una Iglesia menos fuerte, más minoritaria y humilde, cercana a la gente, abierta al diálogo, y al servicio, sobre todo, de los más pobres. Descubrir los valores Podemos analizar nosotros qué valores descubrimos en nuestra sociedad, pero esta es sobre todo una tarea a realizar entre todos, porque el entorno de cada uno es limitado. Sería de una riqueza increíble un trabajo de búsqueda y análisis de lo positivo, de los nuevos y antiguos valores presentes en la sociedad en que vivimos, realizado con la aportación de muchos, no solo ni principalmente expertos, que, partiendo de las bases, culminase en un documento que no fuese legislativo ni de crítica, sino de reconocimiento de valores y agradecimiento a Dios que reparte sus dones entre todos los hombres, sin distinción de raza, credo, nación, etc. En todo caso consideramos que, para cualquier trabajo pastoral o de evangelización, es muy importante conocer a qué hombre nos dirigimos, qué valores y defectos tiene. Pero comenzando por los valores, porque si comenzamos con los defectos, no comenzamos por ver las semillas de Dios en su vida. A modo de simple lista para empezar a caminar, queremos presentar alguno de los valores que descubrimos en nuestro entorno: - Diálogo - Participación - Valoración del otro - Redefinición del papel del hombre y la mujer - Riqueza de la diversidad - Solidaridad - Ciencia, tecnología y ecología - Sentido y defensa de la justicia y de los derechos del hombre No tengáis miedo Como decía Juan XXIII, "Abrid las ventanas, que entre aire fresco". No tengamos miedo al cambio. Los valores nuevos que Dios nos comunica a través de las diferentes culturas, también de nuestro entorno, no nos cambian la fe ni el Evangelio. Sólo nos acercan un poco más a la riqueza de Dios, al que, desde nuestra pequeñez, nunca podremos abarcar del todo. Hasta los confines de la tierra Para finalizar, recordar lo que dice el decreto "Ad Gentes" a las comunidades cristianas en el núm. 37: "La gracia de la renovación en las comunidades no puede crecer si no dilata cada una los espacios de la caridad hasta los confines de la tierra, y no siente por los que están lejos una preocupación similar a la que siente por sus propios miembros". Así pues, desde nuestra experiencia de Laicos Misioneros invitamos a nuestras Iglesias a abrirse a la misión "Ad Gentes", a dar desde nuestra pobreza 6, a compartir nuestra fe y nuestra cultura y enriquecernos con la riqueza de otras culturas y de otras Iglesias, esto forma parte de lo que llamamos "Comunión entre Iglesias". José María López Bandera y la Coordinadora de Asociaciones de Laicos Misioneros Madrid, 13 de noviembre de 2004