¡FELIZ NAVIDAD!... Desde hace unos años, la Navidad ya no me agarra desprevenido. Al principio, cuando empecé a trabajar en la UM, me resultaba bastante difícil digerir un examen colocado el 22 de diciembre, por ejemplo, o el 27... No es que ahora me encanten los tropiezos de este tipo (el 28, ¡Día de los Santos Inocentes! me tocó examinar este año), pero ya no me lo tomo casi a la tremenda, como al principio. La fórmula que encontré es sencilla –lo importante suele estar ahí, a la vista del que quiera encontrarlo- y apareció mientras leía por enésima vez cómo fue el nacimiento de Jesús. (El evangelio hay que “rumiarlo”, dice con toda razón Benedicto XVI: masticarlo muchas veces, hasta que en un momento... ¡divino eureka!). Leí en el de san Lucas que, justo cuando María estaba a punto de dar a luz, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando que se hiciera un censo... (Pero, ¿cómo es posible?, ¿justo ahora?...) Y José, como procedía de Belén, fue hasta allá desde Nazaret, junto con María... (¿Te fijaste en el mapa? ¡140 kilómetros! a lomo de burro o en carreta, una mujer embarazada de 9 meses...) Seguí leyendo: cuando llegó el momento de traer al mundo al Redentor, María lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre de animales (con olor a animales y etcétera), porque no encontraron otro lugar... ¿El creador del cielo y de la tierra en semejante sitio?... En pocas palabras, la primera Navidad fue una sucesión de contrariedades, de imprevistos desconcertantes y, por el modo en que sus protagonistas reaccionaron frente a ellos, una lección inagotable. Por eso, cuando en estas fiestas de Familia hay alguna complicación inesperada, me sirve mucho hacer el viaje NazaretBelén acompañando a la Virgen y a José. Si me viene la tentación de quejarme por hache o por be, trato de ofrecer a Dios esa pequeñez, y sonreír y no hacer más drama... Algunas veces me sorprende un cierto misticismo, que me lleva a desear un poco más de paz para meditar, para que estos días no se vayan como el agua entre los dedos, con tanto trabajo, con tanto estudio, con estos imprevistos... Entonces, mirando el pesebre caigo en la cuenta de que por ahí no viene la cosa: viene por el lado de aceptar con alegría lo que Dios dispone y trato de no hacerles caso a esas íntimas resistencias tan hábilmente disfrazadas. La experiencia me enseña que es ahí cuando te empieza a llegar la Paz. Y otra cosa: el nacimiento de Jesús es un momento privilegiado para sacarle el polvo al alma. Sólo hay que meterse dentro de uno y, con toda sinceridad, reconocer que aquí, y allá, y en aquel recoveco, hay inmundicia para limpiar; después, acercarse arrepentido a Jesucristo, que perdona por medio del sacerdote, y hablar, y recibir el perdón y escuchar como nunca: ¡Jesús nace en ti, Feliz Navidad! P. Jaime Fuentes El 30 de noviembre, Benedicto XVI firmó su segunda encíclica, “Spe salvi”, sobre la esperanza cristiana. Reproduzco el comentario que publiqué en El País el 2-XII, para animarlos a leerla. La pueden encontrar en: www.vatican.va PREGUNTAS Y RESPUESTAS ESENCIALES Ayer leí de un tirón la segunda encíclica de Benedicto XVI, “Spe salvi”, sobre la esperanza cristiana.: “‘En esperanza fuimos salvados’, dice san Pablo a los Romanos y también a nosotros”, comienza el Papa su carta. La lectura fue un verdadero deleite, un disfrute que reclama una segunda, una tercera y varias sesiones más: con atención, volviendo a meditar cada frase, con ánimo de estudio. Sus 77 páginas (28 en formato PDF) proceden de quien ha sido calificado como “el mejor intelectual del actual momento histórico” (A. Llano) y sólo así, en actitud de meditación, puede ser abordada su carta. En la mitad de su escrito el Papa, usando una didáctica transparente, hace este resumen: “A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los periodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra (...) Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. En este sentido, la época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una política fundada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor que sería el verdadero ‘reino de Dios’”. La encíclica recorre la historia del pensamiento que ha pretendido en vano colmar la esperanza del hombre ignorando a Dios. Benedicto XVI ha estudiado a Bacon, a Engels, a Marx, a Lenin. Dialoga con Kant, con Adorno, con Horchkheimer... Los critica con autoridad porque los conoce a fondo. Y utiliza la interrogación retórica para dar respuestas cabales a cuestiones graves: “¿Cómo ha podido desarrollarse la idea de que el mensaje de Jesús es estrictamente individualista y dirigido sólo al individuo? ¿Cómo se ha llegado a interpretar la “salvación del alma” como huída de la responsabilidad respecto a las cosas en su conjunto y, por consiguiente, a considerar el programa del cristianismo como búsqueda egoísta de la salvación que se niega a servir a los demás?”. Hace también esta pregunta clave: “La vida eterna, ¿qué es?”. Responde interrogándose a fondo: “¿De verdad queremos esto: vivir eternamente? Tal vez muchas personas rechazan hoy la fe simplemente porque la vida eterna no les parece algo deseable. En modo alguno quieren la vida eterna, sino la presente y, para esto, la fe en la vida eterna les parece más bien un obstáculo. Seguir viviendo para siempre –sin finparece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas, aburrido y al final insoportable”. ¿Qué pasa después de la muerte, qué nos espera? O, mejor dicho, ¿Alguien nos espera? ¿Hay un juicio, un premio y un castigo? ¿Existe el purgatorio? ¿Hay relación entre mis actos del más acá y mi destino en el más allá? A estas preguntas esenciales que no suelen hacerse, o que muchos contestan con un “para mí que” arrogante en su apariencia modesta, “Spe salvi” responde serena y hondamente, desde la fe que es en sí misma esperanza y usando la razón: un logro excepcional. ÚLTIMA MISA EN LA UM Será el VIERNES 21, a las 13.25. Daremos gracias a Dios por el año 2007. Están invitados todos los profesores, alumnos y familiares, y cuantos trabajan en la UM. SITIO RECOMENDADO http://www.unav.es/iae/publicaciones.htm El Instituto de Antropología y Ética de la Universidad de Navarra coordina la docencia de las asignaturas de Antropología y Ética que se imparten en cada una de las Licenciaturas de la Universidad. El objetivo principal de esas materias es integrar los conocimientos científicos específicos en el entorno de la visión cristiana acerca del mundo, de la vida humana y del medio social. Como consecuencia inmediata, parte del equipo de profesores del Instituto investiga el origen histórico y la naturaleza de las confrontaciones entre la fe, la ciencia y la cultura, que están presentes en las diversas áreas de conocimiento. Desde 1999, el Instituto organiza Simposios Internacionales sobre Fe cristiana y Cultura contemporánea, dirigidos principalmente a los profesores de la Universidad de Navarra y de otras universidades. En el SITIO RECOMENDADO se encuentran en formato PDF las Actas de esos Simposios, que han tratado sobre estos temas: - Fe y Razón Comprender la Religión Idea cristiana del hombre Trabajo y espíritu Cristianismo en una cultura postsecular ¿Ética sin Religión?