¿ Por qué hay gente que lleva paraguas cuando no llueve? Es algo que nunca he entendido. Los días lluviosos y húmedos en los que el estado de ánimo decae hasta llevarte a experimentar unas sensaciones deprimentes y lúgubres, esos mismos días después de la tormenta, mucha gente camina entre la humedad del aire cubierta con un paraguas. Creo que sienten miedo, que están débiles, que no confían lo suficiente en ellos, se esconden bajo el techo en señal de protección, una protección invisible. Uno de esos días mientras yo caminaba, sin paraguas, por la calle mojada arrastrando mis pantalones por la acera, la humedad se fue haciendo mucho más presente llegando a convertir las finas partículas de aire en unas pequeñas gotas de lluvia que empezaron a caer sobre mí, recorriendo lentamente los rasgos de mi rostro. Sentí como si me acariciaran con un pincel convirtiéndome en algo nuevo, tanto para los demás como para mí, en un cuadro donde el pintor ponía al desnudo sobre mí todos sus sentimientos más secretos, los inconfesables. El tiempo pasaba lánguidamente, como si se tratase de un reloj apenas sin pila que se mueve lentamente por miedo a no poder dar un paso más. Las gotas iban creciendo en volumen y bajo el asombro del resto de paseantes yo permanecía inmóvil bajo la melancolía que me producía la lluvia. Me apetecía quedarme allí escuchando el sonido de los coches, de la gente que corría a refugiarse en los portales, no quería perderme el mínimo detalle. Mientras yo tenía los ojos cerrados todo el resto de mis sentidos se había agudizado llegando a sentir en mí una seguridad, mayor que otras personas poseedoras de la mayor riqueza si la sabes utilizar, porque hay personas que no la saben utilizar, creen que sí, pero no es cierto. Yo, en ese momento, sabía y me sentía llena de vida a pesar de ser uno de los días en los que no tienes ganas de vivirla, podía olerlo todo: el perfume de la mujer que había pasado a mi lado, el humo de los coches... incluso mis mejores recuerdos. Seguía yo bajo la lluvia cuando percibí que bruscamente me privaban de la vida que me regalaba cada gota de agua que caía sobre mí, me lo arrebataron de repente, sin darme tiempo a despedirme, sin aprovechar, sin recoger una prueba para guardar en mi memoria, sin quererlo todo se fue. Cuando reaccioné abrí los ojos y lentamente fui inclinando mi cabeza hacia el cielo, tenía sobre mí una capa azul oscura, pero no era el color del cielo, no, no lo era. A continuación noté cómo dejaban caer algo sobre mis hombros, enseguida una sensación de calor y bienestar me arropó, alguien se fijó en mí cuando estaba bajo la lluvia. Volví mi cabeza hacia la derecha y descubrí a un chico de piel oscura con cara de preocupación que clavaba sus ojos negros en mi mientras me decía algo que yo no lograba entender, ¿cómo era posible que hace unos momentos yo tuviera todos los sentidos al máximo y ahora no lograra descifrar las palabras inquietantes que salían de su boca? Ese chico había venido a impedir que la lluvia calara tan adentro en mí que pudiera causarme un malestar, sin conocerme, sin pedirle ayuda, sólo porque vio que yo necesitaba a alguien. Me cubrió con su abrigo sin pensar en que acabaría mojado por el roce de mi piel y me techó con su paraguas. Era diferente a mí no solo por el color de su piel, ni por su idioma, yo nunca hubiera podido hacer eso, ya sabéis, no suelo llevar el paraguas en esos momentos en los que el cielo está gris, pero no deja caer las lágrimas que guarda. No me gustó que me cortaran mi sueño bajo la lluvia pero en cuanto sentí el calor que envolvió mi cuerpo supe que la ayuda era necesaria, a veces hay que ayudar aunque no te lo pidan, solamente porque sabes que hay alguien que te necesita, sabes que tienes que hacerlo, es uno de los sentimientos que el pintor puso sobre mí cuando las gotas me cubrían. Creo que a la gente que lleva paraguas cuando no llueve les pasa exactamente lo mismo, necesitan hacerlo.