La religión de los modernos Araceli Damián* Tomo el título de uno de los quince capítulos del libro Vuelta de Siglo (editorial Era, México, 2006), de Bolívar Echeverría (BE), uno de los pensadores marxistas críticos más importantes de nuestro tiempo. Ecuatoriano de origen y naturalizado mexicano, BE ha contribuido enormemente al entendimiento del momento histórico que vivimos, entre cuyas características principales están las constantes convulsiones políticas y sociales (que durante el siglo pasado desataron guerras mundiales y genocidios de todo tipo), algunas de las cuales continúan y se agudizan en el presente siglo, y la enorme incertidumbre sobre el futuro del planeta mismo (provocado por un modelo modernizador depredador del medio ambiente). Este capítulo en especial nos da elementos para comprender, hasta cierto grado, el proceso de decadencia y banalización de lo político, cuyo contenido último contemporáneo es la defensa, a ultranza, de la modernidad “realmente existente”, mediante un discurso fundamentalista, basado en los principios del libre mercado que supuestamente deben regir lo económico y lo social (la “mano invisible” del mercado). BE da cuenta de que este fundamentalismo de mercado, no es en esencia distinto a los fundamentalismos religiosos, y que ante “el fracaso de esta modernidad ‘realmente existente’... (el fundamentalismo) ha terminado por encaminar a las sociedades transformadas por esta modernidad hacia un abandono desilusionado de aquello que debió haber sido la línea principal del proyecto de la modernidad ...(que hubiese llevado) a sustituir la actualización religiosa de lo político por una actualización autónoma, es decir, propiamente política, de lo político” Ejemplos del fundamentalismo de mercado los tenemos a diario, basta mencionar el reciente reporte del Banco Mundial (2007), dado a conocer la semana pasada, que dedica en esta ocasión a la agricultura. En este documento se intenta, como ya es costumbre, presentar la política económica del gobierno mexicano como llena de virtudes (liberalización de los precios de los productos agrícolas, programas compensatorios para los más pobres, combinados con apoyos a la educación y la salud; eliminación de subsidios, el Tratado de Libre Comercio). No obstante, ni el propio Banco logra ocultar el fracaso en el que se encuentra la agricultura mexicana, a pesar de las reformas realizadas en la década de los noventa. Además del casi insignificante porcentaje que el PIB agrícola representa del total nacional, muestra que con todo y las reformas económica, entre 1990 y 2000, un cuarto de la población entre 15 y 24 años de edad había abandonado las áreas rurales; la pobreza se había incrementado y se observaba un aumento en el número de personas viviendo con menos de un dólar. La recomendación del Banco es, por supuesto, continuar con el proceso de modernización, que aunque no beneficie a los pobres ni a los pequeños productores, según el organismo generará empleos (en un futuro casi inimaginable). La etapa de la escasez absoluta (cuando la técnica no “dominaba” las fuerzas de la naturaleza), señala BE, “la que retira el derecho a la vida a todas las capas más bajas de la población mundial, es, desde hace siglos ya, una escasez artificial”. Pero mientras que en la era de la escasez absoluta era necesario un pacto mágico con un Dios, cuando ésta se vuelve artificial (gracias al avance tecnológico) se convierte en una condición básica de la reproducción de la riqueza social. “La escasez (artificial) no es la consecuencia de un fracaso del capitalismo, sino todo lo contrario, el resultado de su triunfo”, concluye BE. La migración, el estancamiento económico, el desempleo, la pobreza, son por tanto triunfos del mercado libre, y no síntomas de su derrota. México es prototipo del triunfo del fundamentalismo del mercado, que permite que la mano invisible del nuevo Dios, coloque enormes cantidades de dinero en los bolsillos de banqueros beneficiados por los fobaproas; por la venta ilegal de grandes empresas rescatadas con fondos públicos; por la concesión indebida de actividades productivas que deberían llevar a cabo empresas nacionales (como PEMEX o CFE), y del patrimonio nacional. El libro de Bolívar es complejo, pero a la vez escrito en un lenguaje sencillo, que permite que lectores de distintas disciplinas se adentren en temas de fundamental relevancia y actualidad. Su contenido rescata el trabajo de 20 años de estudio sobre el marxismo, la especificidad del desarrollo capitalista, sobre todo América Latina e incluye una propuesta de cambio. BE tiene la esperanza de que todavía podemos detener la barbarie global. Esta esperanza posiblemente se la ha brindado su participación en las luchas sociales, sobre todo en el movimiento estudiantil global de los años sesenta. A pesar del evidente fracaso que tuvo el movimiento en su intento de instaurar una forma social más justa, BE no ha traicionado su pensamiento crítico. A diferencia de muchos de los que estuvieron inmersos en ese aleccionador y contradictorio proceso, tenía ya una sólida formación filosófica crítica. Su participación en el movimiento inició en Alemania, pero llegó a México en pleno 1968. Por tanto, pertenece a la generación a la cual el maestro Adolfo Sánchez Vázquez dedica su famoso libro titulado Ética, que según aclara en el prefacio a la edición española publicada en 1978, le generó la necesidad de “poner un texto de ética a la altura de esa juventud estudiantil que, aquí y allí, daba tan pródigamente lecciones de moral”. En Vuelta de Siglo BE nos ofrece, una vez más, valiosos elementos para una renovación moral. *El Colegio de México, adamian@colmex.mx