LA IGLESIA EN LOS PRIMEROS SIGLOS 1. POR QUE LAS PERSECUCIONES. A lo largo del siglo I a.C. los romanos fueron consolidando su poder a lo largo de la cuenca del mar Mediterráneo. En un territorio tan amplio, los centros de poder e influencia eran las ciudades. Desde el anuncio de Pablo y los apóstoles, el cristianismo era una religión urbana, porque se fue trasmitiendo por los puertos y caminos principales. En estas ciudades, los que acogían mejor el mensaje eran los pobres, los esclavos, las mujeres y los niños, que se veían recibidos por una comunidad, frente a la indiferencia y selectividad que promovían la sociedad romana y los cultos oficiales. Pero sobre todo, encontraban una FE PERSONAL, algo totalmente distinto al vacío Y lejanía que podían ofrecerles las creencias que conocían. JESUS, EL SALVADOR, era descubierto como el DIOS CERCANO Y PERSONAL. Los cristianos rechazaban una religión reservada para grupos cerrados de iniciados. Sus exigencias morales se oponían al desprecio de la vida humana, al laxismo sexual, al afán de lujo y del dinero que marcaban la sociedad imperial. Rechazaban también el relativismo religioso. No querían tener uno más entre los otros cultos ni aceptaban la divinización del estado. Esta es la explicación de la persecución contra los cristianos, pero también la del atractivo que ejercía para los habitantes del imperio. Cuando comenzaron a formar grupos minoritarios importantes, fueron vistos como una secta venida de oriente, de costumbres distintas. La chismosería popular los acusó de ateos, de tener cultos abominables (al asno, a un bandido ajusticiado en la cruz), de practicar el incesto (por llamarse "hermanos"), de antropófagos (oían hablar del "cuerpo y sangre"). En definitiva, eran vistos como supersticiosos irracionales, detestables y peligrosos. Las objeciones de sabios y políticos se dirigían más bien a acusarlos de pobres hombres ignorantes y pretenciosos, de malos ciudadanos (estaban contra las costumbres y el servicio militar), de tener una doctrina contra la razón (encarnación). Hubo sin embargo entre los cristianos quienes se dedicaron a hacer serias defensas o apologías del cristianismo y para eso se valían de la filosofía griega. Así es como comenzó a elaborarse la primera teología. 2. PERSEGUIDOS Y MARTIRES Durante trescientos años hubo diversos tipos de persecuciones, locales o generales, fundamentadas en leyes relativas, pero también tuvieron períodos de paz religiosa. Se habla de las "catacumbas", cementerios romanos. No es cierto que ahí celebraban el culto ni se refugiaban, porque estaban registradas. Lo que ocurrió es que veneraban el lugar donde enterraban a sus mártires, que significa "testigos". Tampoco es cierto que buscaban el martirio, sino que daban testimonio de su fe y se identificaban con Jesús en la cruz y el sufrimiento, porque creían que resucitarían con su señor. En el año 313, los emperadores Constantino y Licinio decidieron una política de libertad religiosa. El documento es una carta que se llama tradicionalmente "Edicto de Milán". Devolvieron a los cristianos sus edificios y fueron considerados a la par de cualquier ciudadano, pero muy pronto se rompió el equilibrio, esta vez a favor del cristianismo. Los mártires habían dado testimonio de Jesús. Fue así en los primeros siglos, pero también siguió y sigue siendo así cuando frente a cualquier poder totalitario, hombres y mujeres son testigos de la libertad de conciencia, del ejercicio del derecho a creer en Dios y rendirle culto tanto privado como público, individual como comunitario. Carta al gobernador de Bitinia Yo, Constantino Augusto, así como yo, Licinio Augusto, reunidos felizmente en Milán para discutir de todos los problemas relativos a la seguridad y al bien público, hemos juzgado que debíamos ante todo regular, entre otras disposiciones destinadas a asegurar, según nuestro juicio, el bien de la mayoría, aquellas en las que reposa el respeto a la divinidad, o sea, dar a los cristianos, como a todos la libertad y la posibilidad de seguir la religión que han elegido, para que todo cuanto hay de divino en la celestial morada pueda ser benévolo y propicio a nosotros mismos y a todos cuantos se halan bajo nuestra autoridad. Por eso hemos creído, con un designio saludable y recto, que había que tomar la decisión de no rehusar esta posibilidad a nadie, de que se adhiera con toda su alma a la religión de los cristianos o a la que crea más conveniente para él, a fin de que la divinidad suprema, a la que rendimos un homenaje espontáneo, pueda atestiguarnos todo su favor y su benevolencia acostumbrada. Así, pues, conviene que sepas que hemos decidido, suprimiendo por completo las restricciones contenidas en los escritos enviados anteriormente a tus oficinas sobre el nombre de los cristianos, abolir las estipulaciones que nos parecen totalmente contrarias y extrañas a nuestra mansedumbre, y permitir en adelante a todos los que estén determinados a observar la religión de los cristianos que lo hagan libremente y por completo, sin verse inquietados ni molestados./.../ ( 1). 3. CRECIMIENTO DE LA IGLESIA Si Constantino reconoció a la Iglesia, Teodosio el Grande (391) convirtió el cristianismo en religión oficial. Así se impuso el calendario cristiano, se modificó la legislación sobre el matrimonio, se liberalizó la condición de los esclavos posibilitando su libertad, se introdujo medidas humanitarias en el trato a los presos, se luchó por reducir el abandono de recién nacidos y el infanticidio así como la lucha de gladiadores, la Iglesia dispuso de edificios públicos y se construyeron basílicas. Se dan dos fenómenos en esta época: la expansión en latitud del cristianismo por el imperio, desde Siria en Oriente hasta Bretaña, através de toda Europa, junto con otra expansión que podemos llamar en profundidad, con el florecimiento del monacato. Los monjes eran cristianos que no querían caer en una fe mediocre. Hubo obispos que adoptaron el estilo de vida de la corte, así como muchos que se bautizaban por conveniencia. Así como en las comunidades se introducía el "espíritu del mundo", algunos buscaron "huir del mundo", yéndose a vivir a lugares solitarios para dedicarse a la oración, la ascesis y el trabajo manual, ya sea solos o en comunidad. Este modelo fue puesto como ideal para los presbíteros (sacerdotes) de Occidente, de donde deriva la obligación del celibato, mientras que este no se da en Oriente. Al crecer enormemente la Iglesia, hubo de buscarse una organización para asegurar la unidad y garantizar la fidelidad al mensaje del Evangelio. El asegurador y garante era el Obispo (Epí-skopo: el que ve por una comunidad). Los Obispos se reunían en concilio para tomar determinaciones en común. Poco a poco fueron jerarquizándose según la importancia de las ciudades donde residían. Entre ellos reconocían la primacía de honor del Obispo de Roma, sucesor de Pedro. 4. LA INICIACION CRISTIANA Para formar parte de la Iglesia había que pasar varias etapas: Converso: Era el candidato al que se daba una primera enseñanza y se averiguaba sobre su reputación. Catecúmeno: Se le admitía a la Iglesia con la señal de la cruz e imposición de la sal, pudiendo participar de la primera parte de la misa. Se sometían a la disciplina de la misa y del secreto. Competente: Se le inscribía como candidato al bautismo, hacía el retiro cuaresmal (40 días) y participaba de una catequesis especializada. El Domingo de Ramos se le trasmitía el Credo y en Semana Santa debía recitarlo públicamente. Neófito: Recibía el bautismo (baptisterio), iba en procesión al templo vestido de blanco, participaba de la eucaristía y en los ocho días siguientes recibía una instrucción sobre el significado práctico de lo que acababa de vivir. 1 Transmitida por Lactancio, De morte persecutorum, 48. Fiel: Dejaba las vestiduras blancas y formaba parte de la asamblea de fieles a las ocho días del bautismo. 5. CONCILIOS Y PADRES DE LA IGLESIA Hemos hecho referencia a las reuniones de Obispos. En los siglos IV y V hubo serias polémicas en la Iglesia. Por ejemplo un sacerdote llamado Arrio enseñaba que en la Santísima Trinidad, el Hijo es inferior al Padre, el Verbo es una criatura del Padre creada de la nada, más perfecta que las demás creaturas, y que el Padre lo adoptó como Hijo. El Concilio de Nicea (año 325) solucionó doctrinalmente el problema, con palabras que hasta hoy decimos en el Credo: el Verbo es engendrado, no creado, es de la misma naturaleza del Padre, es Dios verdadero. Nestorio, Patriarca de Constantinopla, separaba en Cristo dos naturalezas, una humana y otra divina, por eso a María no se le podía decir madre de Dios, sino de Jesús. El Concilio de Efeso defendió el realismo de la Encarnación (año 431). A las desviaciones de la fe se llama herejías y a la fijación de la fe, dogma. El Credo, que es la síntesis de lo que la Iglesia cree, fue fijado en el Concilio de Constantinopla (año 381). Los grandes defensores de la fe son conocidos como los Padres de la Iglesia. Estos brillaron tanto en la Iglesia de Oriente (San Atanasio, San Juan Crisóstomo), como en la de Occidente (San Jerónimo, San Ambrosio de Milán, San Agustín).