Buenas obras Texto Bíblico: Mateo 5.13-20 La luz encuentra en las buenas obras su resplandor más pleno. Sobre la identidad del cristiano, Cristo nos enseña: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.» La frase nos da un interesante pista acerca de la forma que podemos dejar que esta luz brille delante de los hombres. Una parte esencial de nuestro llamado es el dedicarnos a las buenas obras. El mensaje conjunto de las Escrituras con respecto a este tema es abrumador. Considere algunos de los siguientes pasajes: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.» (Ef 2.10), «presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras.» (Tit 2.7), «quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.» (Tit 2.14) , «Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras.» (Tit 3.8). El discípulo debe estar ocupado en las buenas obras que Dios ha preparado para él. «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras» (He 10.24) «manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras.» (1 Pe 2.12) La totalidad de estos pasajes, y muchos otros, señalan que el discípulo debe estar ocupado en las buenas obras que Dios ha preparado para él. Estas buenas obras tendrán la misma diversidad que tuvo el ministerio de Jesucristo en la tierra. Lo importante no es la manera específica en que se llevan a cabo estas obras, sino el entender que son la manifestación de un deseo profundo de bendecir a los que están a nuestro alrededor, de hacerles bien, porque a nosotros se nos ha hecho bien. No existe en esta actitud el deseo de «enganchar» a las personas para nuestro grupo, ni de convertirlos a nuestra religión. Más bien es el anhelo de revelar que seguimos a un Dios cuyo deleite es bendecir. Indudablemente estas obras señalarán que pertenecemos a otro reino. Las buenas acciones no existen para que la luz se vea, sino que la presencia de la luz revela el origen divino de las buenas obras que realizamos. Es decir, la luz no tiene que convocar a una reunión para explicarle a los demás que ella es luz. La luz encuentra en las buenas obras su resplandor más pleno. Debemos notar, además, que las más auténticas obras espirituales llevarán a las personas a glorificar al Dios que está detrás de esas obras, del mismo modo que ocurrió en el ministerio del Cristo. «Señor, abre nuestros ojos para ver las obras que tú has preparado de antemano para que andemos en ellas. Qué en el día de tu regreso nos puedas encontrar plenamente ocupados en hacer el bien a todos los que están a nuestro alrededor, para que los hombres glorifiquen solamente tu nombre. Amén.»