TEMA MÉDICO N° 37 EN TIEMPOS DIFÍCILES, NUESTRO CUERPO SE QUEJA “Me siento mal pero el doctor no me encuentra nada”. Esta expresión seguramente le resulte conocida. Pudo haberla escuchado de algún familiar, amigo o incluso podría pertenecerle a usted mismo. Sucede que frecuentemente, síntomas que aparecen en nuestro cuerpo no responden a un determinado trastorno orgánico evidenciable a través del examen físico efectuado por el médico, pruebas de laboratorio o estudios por imágenes. ¿Qué es un trastorno funcional o síntomas funcionales? En ocasiones, un órgano presenta algún tipo de alteración en su forma de funcionar sin presentar un correlato o alteración morfológica. Por esta razón los síntomas derivados son denominados a veces funcionales, dado que no responden a alteraciones estructurales del órgano sino a un trastorno en su función. A modo de ejemplo: existen síntomas del aparato digestivo (sensación de pesadez o plenitud luego de la ingestión de alimentos, aparición de dolores o sensación de disconfort abdominal) los que podrían agruparse bajo la denominación de dispepsia o alteración de la digestión, que pueden responder a contracciones o distensión del tubo digestivo, sin que podamos detectar una lesión evidenciable. En estos casos, el examen médico y los estudios del tubo digestivo suelen ser totalmente normales, siendo la aproximación terapéutica más frecuente el tratamiento sintomático (dirigido a los síntomas y no a la causa) indicándose antidispépticos. ¿Estos síntomas son siempre funcionales? Definitivamente NO. La misma sintomatología puede responder a una alteración funcional o a una lesión orgánica. Por eso, siempre debe 1 consultar al médico si los mismos persisten aún si aparecen en forma errática. Su médico de cabecera es quien mejor puede determinar el origen orgánico o funcional de cada cuadro clínico, pues, además de su pericia profesional cuenta con el conocimiento de su historia clínica, antecedentes personales y el contexto en el que aparece la sintomatología. ¿El tratamiento sintomático es la solución definitiva de los cuadros funcionales? En ocasiones si. En muchos casos, detrás de estos síntomas existen factores desencadenantes los que a pesar de no ser orgánicos pueden ser tratables si los buscamos y reconocemos, mejorando la sintomatología. ¿Cuáles pueden ser los factores desencadenantes de estos síntomas funcionales? El stress y ciertos estados anímicos (ansiedad, conflictos, frustración, depresión), pueden ser generadores de síntomas. Muchos autores han definido el stress de diferentes maneras. Si embargo, una forma relativamente simple y evocadora lo define como “el estado que resulta cuando en determinado momento se espera de uno más de lo que uno puede dar”. Las contracturas musculares, los dolores de cabeza, las alteraciones del sueño y la vigilia, son los síntomas más reconocidos. Estos no son exclusivos, a veces el stress se manifiesta con otros síntomas que alarman por hacer sospechar enfermedades orgánicas. La constipación o la diarrea, como alteración del ritmo evacuatorio, aumento o disminución del apetito con el consecuente aumento o disminución de peso, el insomnio o sueño excesivo, los dolores musculares erráticos, la debilidad, la apatía, la irritabilidad, las erupciones cutáneas etc. 2 ¿Más que una falsa alarma? Además de la alarma resultante de sentirse potencialmente afectado por una enfermedad, los síntomas resultantes de estos estados emocionales pueden persistir a pesar del tratamiento sintomático, siempre que no se aborde la problemática de base. El desafío está en reconocerlos. Muchas personas desfilan por muchos consultorios en busca de la “medicación sanadora” con repetida frustración y discontinuidad de su vida habitual, cuando podrían beneficiarse si se abordara correctamente lo que está detrás de esos síntomas. ¿Me está mandando al psicólogo? No necesariamente. Por supuesto que en algunas ocasiones se requiere de un tratamiento psicoterápico para superar ciertos estados anímicos. Muchas veces reconocer el desencadenante da una sensación de reaseguro que constituye el primer paso para desplazar los síntomas del cuerpo. Ya no es un “no se qué me pasa o no se qué tengo”. Existen diversas conductas que pueden ayudar a combatir el stress y ciertos estados de ánimo. ¿Qué hacer? Consultar al médico de cabecera y ayudarlo a que nos ayude: lograr confianza mutua. Realizar actividad física, es siempre beneficiosa para nuestra salud física y psíquica. Efectúe varias comidas en el día, con porciones moderadas. Sea creativo para no llegar por la noche a su casa y vaciar la heladera con atracones y comidas copiosas. Intente levantarse 15 minutos antes: permite comenzar el día más distendidos y no a las apuradas. Tener un hobbie, mascotas y/o plantas para dedicarles un espacio de su tiempo. Técnicas de relajación: combinan la respiración profunda que garantiza una buena oxigenación con la distensión de los músculos. Un cerebro bien oxigenado y que percibe el bienestar de la relajación muscular está mejor preparado para percibir 3 positivamente la realidad problemática. Hay muchas técnicas, pero conviene confiar en las científicamente demostrables. Técnicas cognitivas: son métodos de tratamiento psicológicos articulados por expertos. Intentan reestructurar el pensamiento de quien sufre, para que aprenda a interpretar adecuadamente las situaciones que le producen malestar Hidroterápia: el agua, a presión y temperatura adecuadas, es un elemento relajante. Las terapias en baños termales han vuelto a ponerse de actualidad. Dedíquese en algún momento del día a escuchar música, normal, instrumental y sin estridencias. Separe el trabajo de su vida personal. Aprenda a comunicar sus problemas: háblelos con gente de su confianza, contribuye a aliviar tensiones internas. Rompa la monotonía: la rutina es una situación que acompaña a la tensión emocional y genera insatisfacción y aburrimiento. Busque cosas diferentes que hacer cada día. Evite automedicarse. Los tiempos que corren a un ritmo vertiginoso, extremadamente competitivos y con potenciales problemas de toda índole, muchas veces son difíciles. Y el cuerpo se queja. Nosotros mismos podemos contribuir a que no sean aún más difíciles de sobrellevar. 4