LA GRAN DIVERGENCIA. LA NO –EUROPA ANTES DE 1800: Conclusiones La gran divergencia. La no-­‐ Europa antes de 1800. CONCLUSIONES Rafael Barquín Gil Departamento de Economía Aplicada e Historia Económica Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) Contenido CONCLUSIONES ............................................................................................................... 2 1 RAFAEL BARQUÍN GIL (Economía Aplicada e Historia Económica. UNED) | UNED 2014 LA GRAN DIVERGENCIA. LA NO –EUROPA ANTES DE 1800: Conclusiones CONCLUSIONES Desde hace ya bastante tiempo, es un hecho comúnmente aceptado por los ciudadanos de casi todo el planeta que la economía de libre mercado “funciona”, y que los modelos planificadores, interventores, estatistas, comunistas o como quiera llamárseles conducen a la miseria. En lo que no existe tanto consenso es en por qué las cosas son así. Más aún: si se piensa despacio, hay unos cuantos motivos para esperar que una economía planificada funcione mejor. El libre mercado (que no suele ser muy “libre”) es más “democrático” en el sentido de que todas las decisiones descansan en la soberana voluntad de una masa de votantes anónimos, los consumidores. Pero del mismo modo que en el mercado político los votantes cometen errores, tampoco deberíamos esperar que las decisiones sean siempre acertadas en el democrático y libre mercado de bienes y servicios. En realidad, nadie lo cree: todos aceptamos como inevitable que el libre mercado haga “tonterías” como pagarle millones de euros a futbolistas alelados mientras hay gente que no encuentra trabajo o que tiene que vivir de la caridad de parientes o asociaciones benéficas. Frente a todas estas desventajas la planificación ofrece soluciones que parecen más razonables. Si nuestra ley constitucional dice que todo el mundo tiene derecho a una vivienda y un trabajo, ¿por qué no ordenar a los poderes públicos que hagan viviendas en las que trabajen los desempleados? No sólo es una cuestión social, sino que también es mero sentido común: hay recursos sin emplear –parados– y necesidades no cubiertas –casas– . ¿Por qué no relacionarlos? La razón por la que este tipo de soluciones son inviables a gran escala estriba en que la economía no es un asunto de dinero, sino de personas. Y un sistema económico, lo mismo que un sistema político, funciona bien cuando la gente toma decisiones de forma responsable. Tomar decisiones exige, en primer lugar, tener libertad para elegir. Pero también implica un horizonte más o menos conocido y reglas para establecer la responsabilidad de unos y otros. En fin, tomar decisiones es complicado. Y todos tenemos una tendencia natural a no hacerlo, a delegar en otros nuestra propia responsabilidad. Lo malo es que los que toman decisiones por nosotros, ya sea porque les dejamos o no nos dejan, actúan de acuerdo a sus propios intereses. E incluso cuando dicen no actuar de este modo, incluso cuando sinceramente creen que 2 RAFAEL BARQUÍN GIL (Economía Aplicada e Historia Económica. UNED) | UNED 2014 LA GRAN DIVERGENCIA. LA NO –EUROPA ANTES DE 1800: Conclusiones no actúan de este modo, en el fondo lo hacen así. Hacia el año 1200 el nivel de desarrollo de las grandes civilizaciones, China, India, Islam, Bizancio y Europa, era más o menos el mismo. Seguramente habría que distinguir países y regiones dentro de cada una de esas civilizaciones: Bagdad mejor que La Meca; Pisa mejor que París. Pero resulta difícil pronunciarse sobre en cuál de los mejores lugares de cada civilización era preferible vivir. Sin embargo, desde entonces los niveles de bienestar de esas cinco civilizaciones (menos Bizancio, y más Japón) se fueron separando. Es decir, habría habido un proceso de divergencia económica. En una primera fase el aspecto más destacado pudo haber sido la perdida de posiciones del Islam frente a las demás. Sin embargo, al final lo realmente sobresaliente fue la divergencia europea. A mi juicio, este proceso se explica porque los europeos tenían más libertad para elegir y tomar decisiones de forma correcta. Por supuesto, en modo alguno esto significa que fueran verdaderamente libres y responsables de sus actos. Ni siquiera creo que tan notables virtudes ciudadanas se puedan reconocer hoy en día en nuestras sociedades. Pero dentro de las grandes limitaciones que implica la vida moderna, como la antigua, y a pesar de lo muy deficiente que es la inteligencia, los europeos eran un poco más libres. Y lo eran porque podían hacer cosas que otros pueblos no podían hacer. Y las podían hacer porque aquí los poderosos no eran tan poderosos. La Historia económica de la No-­‐Europa, como la de Europa, se escribe como una triste sucesión de imposiciones de los gobernantes sobre los gobernados. Sensu contrario, la prosperidad material (e intelectual) es un fiel reflejo de la libertad. La China medieval es un ejemplo acabado de cómo la gente sabe salir adelante cuando no la dicen lo que debe hacer. Los chinos tenían un problema muy serio con los bárbaros de las estepas del Norte. Para resolverlo construyeron la mayor obra de ingeniería civil de todos los tiempos, la Gran Muralla, que tampoco impidió invasiones recurrentes (aunque muchas menos de las que hubiera habido sin ella). Esta fuerte desventaja podría haber llevado a China a convertirse en una tierra desolada. Y, en ocasiones, lo fue. Pero quizás como consecuencia de su propia debilidad, los chinos adquirieron pronto una libertad básica: la de cultivar la tierra por sí mismos y para ellos mismos. Cualquiera que haya sido la presión fiscal todo indica que era mucho menor que en cualquier otra parte civilizada del planeta. La tierra se repartía de forma generosa entre los hijos 3 RAFAEL BARQUÍN GIL (Economía Aplicada e Historia Económica. UNED) | UNED 2014 LA GRAN DIVERGENCIA. LA NO –EUROPA ANTES DE 1800: Conclusiones varones y, básicamente, cada campesino cultivaba lo suyo, y llevaba el excedente al mercado, donde los comerciantes vendían cosechas o manufacturas con relativa libertad. Visto desde nuestra perspectiva todo esto parece muy poca cosa. Parece aún menos si se contempla en el marco de un Estado autoritario. Pero es mucho más de lo que existía en el resto del mundo, y fue suficiente para que China fuera durante muchos siglos un buen lugar para vivir, y la punta tecnológica y científica del mundo. El caso contrario al de China es el Islam. Las imposiciones de los poderosos venían desde mucho antes de la aparición de Mahoma, pero la nueva religión las fue incorporando, así como otras procedentes de ámbitos diversos. Esto era posible porque el islam era una religión de leyes que, con el tiempo, acabó siendo un gigantesco aparato regulador. Por supuesto, las leyes son necesarias. Son muy útiles cuando sirven para regular nuestras relaciones y el ejercicio de nuestra propia libertad. Pero cuando se convierten en un instrumento de los poderosos la ruina está asegurada. Y es que, en realidad, la religión no era el verdadero problema, sino el ejercicio autocrático del poder. Al contrario que en China, la presión fiscal sobre los campesinos libres (había esclavos) era asfixiante. Eran tantas y tan diversas las rentas que recaían sobre ellos que la misma noción de propiedad estaba desvirtuada. Los campesinos debían pechar con las cargas de unos Estados omnímodos que, además, ni siquiera les garantizaban la paz y la seguridad. Los representantes locales de esos Estados actuaban como simples parásitos. La razón por la que los Estados islámicos eran tan poderosos, tan autocráticos, se encuentra en que carecían de contrapoderes. Y precisamente la existencia de estos es la característica esencial de Japón y, aún más, de Europa. El más absoluto de los monarcas absolutos de Europa era un mero aprendiz de absolutismo frente al menos absoluto de los sultanes de Asia. En parte, esto era debido a la existencia de la Iglesia, que ostentaba un monopolio independiente de la Verdad. Pero seguramente más decisivo fue el hecho de que en Europa, como en Japón, se logró consolidar una verdadera nobleza. Es decir, una clase social de guerreros que tenían derechos sobre una tierra que podían legar a sus hijos. Los aristócratas no eran mejores que los monarcas, pero jugaban un papel importante al impedir que estos se hicieran demasiado poderosos. Además, y al menos teóricamente, estaban interesados en la buena marcha de sus explotaciones pues lo 4 RAFAEL BARQUÍN GIL (Economía Aplicada e Historia Económica. UNED) | UNED 2014 LA GRAN DIVERGENCIA. LA NO –EUROPA ANTES DE 1800: Conclusiones que hicieran o dejarán de hacer quedaría para sus hijos. En fin, la nobleza no era, ni mucho menos, la mejor solución; pero era una solución. En China no había nobles, pero no eran necesarios. Aquí los campesinos eran libres para tomar decisiones económicas; y, además, tenían un gran poder político a través de las revueltas. Un poder confuso, pero lo bastante efectivo como para poner al emperador en su sitio. En muchos aspectos el sistema chino de campesinos libres era muy superior al europeo de clérigos, nobles y reyes (y burgueses) enfrentados unos con otros. Pero tenía dos desventajas. En primer lugar, era muy caro en términos humanos. Las revueltas campesinas se llevaron por delante la vida de millones de personas. En segundo lugar, nunca cuestionó el sistema político como tal, y por tanto no alentaba su evolución. China no siempre fue un imperio, pero no había alternativa a la idea del imperio. A la larga, la avanzada China de los grandes inventos se fue quedando atascada porque las instituciones fueron incapaces de cambiar. ¿Y la India? Realmente, es un caso singular. Un sistema político y económico de inspiración islámica se implantó sobre un territorio de mayoría hindú, lo que explica la pervivencia de instituciones extrañas al islam, como el sistema de castas y la nobleza zamindar. La impresión general es que la India logró hasta el siglo XVII una prosperidad basada en elementos no muy diferentes de los de la China del siglo XVIII: estabilidad política, comercio regional y cierta capacidad para la innovación agrícola. Pero, al fin, el Estado y la guerra acabaron pesando demasiado, y el país se sumergió en el caos. La expansión europea de los siglos XV a XVIII lo explica casi todo en algunos lugares, y casi nada en otros. En los primeros vivía poca gente, y en los segundos mucha, de modo que para el conjunto de la humanidad, y antes de la Revolución industrial, este proceso explica más bien poco. Los europeos somos mucho menos importantes de lo que nos creemos. Las civilizaciones precolombinas fueron derrotadas por los españoles debido a su más que evidente retraso tecnológico; y la población fue diezmada debido, fundamentalmente (pero no exclusivamente), a las enfermedades “guardadas” durante siglos en el “reservorio” euroasiático. Las consecuencias del comercio negrero sobre África fueron igualmente terribles. América se convirtió en una parte de la civilización occidental, con más o menos peculiaridades según el tipo de colonización y la pervivencia de elementos indígenas. 5 RAFAEL BARQUÍN GIL (Economía Aplicada e Historia Económica. UNED) | UNED 2014 LA GRAN DIVERGENCIA. LA NO –EUROPA ANTES DE 1800: Conclusiones Sobre el comercio europeo con Asia anterior a 1750, o incluso 1800, lo más importante que se debe decir es que su importancia ha sido muy exagerada. El comercio marítimo verdaderamente relevante fue el intraeuropeo de granos y materias primas que permitió el desarrollo urbano de muchas ciudades costeras. Este comercio era muy débil en el Índico. No obstante, existía un tráfico relevante de manufacturas textiles, especias y otras mercaderías que, sin tener el atractivo del anterior, tenía efectos económicos importantes en algunas regiones. Parte de ese comercio, el que enlazaba la India con Europa por África, así como ciertas rutas dentro del propio Índico, fue controlado por los europeos. Las consecuencias de ello, siempre pequeñas con relación al conjunto, fueron básicamente positivas tanto para Europa como para el conjunto de Asia. Sin ser, ni mucho menos, lo más relevante, esos tráficos supusieron un flujo de metal precioso hacia Asia, sobre todo plata. También supuso la aclimatación de nuevas plantas cultivables, como el maíz. La plata (como el maíz) procedía de América, de modo que alrededor de este metal se construyó el primer gran circuito mundial de la historia de la humanidad. Pero, por supuesto, esto no significa ni remotamente que estemos ante una economía globalizada. Ésta no se cincela con plata, sino con productos más humildes, como el algodón, el arroz o el trigo. El puzzle de la gran divergencia, tal y como fue definido por Pomeranz, Frank y otros, apareció hace más de una década como una visión alternativa a los trabajos entonces dominantes de Landes y Jones, y que hoy continúan otros como Acemoglu o Fergusson. Lo cierto es que el potencial “revolucionario” de aquella visión alternativa era bastante reducido. En la práctica, todo se reducía a discutir sobre los supuestamente más elevados niveles de vida de una parte de un país, China, con respecto a Gran Bretaña. Este debate es tan pequeño como estéril. Probablemente Europa (o Gran Bretaña) era algo más rica que China (o el Valle bajo del Yangtsé). Pero, ¿qué se demostraría si fuera al revés? La cuestión relevante es por qué la Revolución industrial tuvo lugar en Europa, y no en China, India, Turquía, México o Japón. Y por qué Europa conquistó el mundo. Y la respuesta más inmediata es sencilla: Europa era mucho más “moderna” que esas civilizaciones. La “distancia” era más o menos diferente en cada caso, pero era clara con todos sus competidores ya desde 1700. Y esa ventaja no sólo venía determinada por la superioridad militar o marítima, sino, y sobre todo, por la solidez de unas instituciones menos coercitivas que permitían el 6 RAFAEL BARQUÍN GIL (Economía Aplicada e Historia Económica. UNED) | UNED 2014 LA GRAN DIVERGENCIA. LA NO –EUROPA ANTES DE 1800: Conclusiones desarrollo económico, el pensamiento técnico-­‐científico y la crítica política; por supuesto, con limitaciones. Lo que en este curso hemos visto no han sido los logros europeos, sino los fracasos de los no-­‐ europeos. Bien entendido que esos fracasos ni fueron generales ni realmente determinan nada. Si Europa no hubiese existido quizás los países que ahora tildamos como “fracasos” hoy los consideraríamos “éxitos”. Pero eso es algo que nunca sabremos Claro que tampoco es importante. Al fin, la Historia Económica no es, o no debería ser, una carrera de caballos. Sería bueno contemplar todo esto de la gran divergencia con cierta distancia. Los europeos llegaron a un determinado sitio antes que otros pueblos. Muy bien. Pero ese sitio no es una meta, ni la culminación de un proyecto conjunto de la Humanidad o de Dios. Tampoco ese lugar es un gran designio histórico pergeñado en un monasterio del Tíbet, o en un cuarto cerrado de una casa de Macondo. Sólo es un tiempo y un lugar. La Historia es el relato de lo que hicieron nuestros antepasados; todos los cuales, hoy, duermen a dos metros bajo tierra. Como también nosotros lo haremos algún día. ¡Afortunadamente! 7 RAFAEL BARQUÍN GIL (Economía Aplicada e Historia Económica. UNED) | UNED 2014