Discurso Diciembre de 2006 La pobreza en el campo mexicano ha llegado a niveles verdaderamente dramáticos. Quien quiera ver la condición socioeconómica deprimida y tan deplorable en que se encuentran las comunidades del medio rural, no tiene más que acercarse ahí sin cerrar los ojos o sin cubrirlos con el velo de la indiferencia y la insensibilidad. Sólo quien no quiera ver, por su incapacidad para percibir la desgracia humana o porque no le conviene advertir los resultados de una política que ha golpeado severamente a las mayorías, y en especial a los campesinos, podrá dejar de reconocer que la situación del campo mexicano es ya insostenible. Las cifras y los datos reconocidos, a la mano de quien tenga la voluntad de constatarlos, no alcanzan para representar la tragedia social que tiene manifestaciones alarmantes en hambre, desnutrición, enfermedades, mortalidad y migración de las poblaciones rurales. ….. Apenas ayer, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), reconocía que México figura como uno de los países de América Latina donde ha aumentado la pobreza rural y el desempleo, a la vez que cayeron los niveles de protección social. Según el informe, el país además mantiene elevados índices de desigualdad que, sumados a los anteriores indicadores, hacen urgente elevar el actual ingreso y establecer políticas para su mejor distribución. Sólo en el penúltimo año del gobierno de Fox, los pobres en el campo crecieron en un millón de personas. En los años recientes han ocurrido hechos que por previstos no han sido menos desafortunados: Entre los más graves, figura la supresión de aranceles en la mayoría de los productos agropecuarios, fijada por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) a partir del primero de enero del 2003, y la inminente apertura total en 2008 cuando habrán de suprimirse todos los aranceles, lo cual pondría en una situación aún más difícil a los productores rurales mexicanos. Habría que añadir aquello que en el campo se percibía como el desinterés del gobierno federal por el fomento agropecuario y el desarrollo rural, y que en realidad no ha sido sino la aplicación de un modelo de desarrollo que viene desde los años ochenta, en el que los campesinos hemos resultado los grandes perdedores. ….. Hemos venido luchando durante muchos años para que la agricultura sea un modo digno de vida para las familias del campo. Hemos venido luchando para que nuestro país recupere su soberanía alimentaria, para que los habitantes de la ciudad dispongan de alimentos baratos y de buena calidad; para que la industria tenga materia prima suficiente y genere empleos bien remunerados. Hemos venido luchando por los derechos y la cultura de los pueblos indios. Hemos venido luchando para impulsar una política de desarrollo social y económico que nos permita seguir siendo campesinos, porque estamos convencidos que la desaparición del modelo de producción campesina sería un golpe más para la soberanía del pueblo mexicano. ….. Como una primera medida para empezar a resolver la situación del campo mexicano tenemos que obligar al gobierno a entender la necesidad de revisar al apartado agropecuario del TLCAN, buscando la suspensión inmediata de la apertura total de la agricultura programada para 2008 y la renegociación del capitulo agrícola para lograr su cancelación total o modificación profunda. Y tenemos que trabajar por un profundo consenso que nos permita lograr el reemplazo de las actuales políticas agropecuarias con políticas de soberanía alimentaria que favorezca a los pueblos y no a los monopolios. Nuestra Constitución, la soberanía del pueblo de México y el interés de la nación están por encima del TLCAN, de los intereses extranjeros y de las grandes corporaciones. La salvación y revaloración del campo mexicano exige como condición ineludible, si bien no suficiente, el freno a la competencia desleal de las importaciones agropecuarias derivadas del TLCAN y de las leyes agrícolas estadunidenses. Ningún aumento presupuestal ni cambio en las políticas hacia el campo tendrán efecto ni sentido si no se hace frente urgentemente a las nocivas, inicuas, desleales e ilegítimas prácticas comerciales norteamericanas que violan nuestra Constitución, las reglas internacionales de comercio y el propio espíritu del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Tenemos que convencer a nuestros legisladores en el Congreso de la Unión para que expidan un decreto que instruya al Ejecutivo Federal para que inicie un proceso de renegociación del apartado agropecuario del TLCAN con los gobiernos de los Estados Unidos y Canadá a partir de los mandatos de la Constitución y de la Ley de Desarrollo Rural Sustentable. Para que la suspensión provisional y la renegociación del apartado agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte tengan sentido, se requiere la reorientación de las políticas internas a través de la formulación, por un lado de un programa emergente y de un programa de largo plazo de cambios estructurales para salvar y revalorizar el campo mexicano en un mercado abierto, justo y realmente competitivo, con base en los mandatos constitucionales y de la Ley de Desarrollo Rural Sustentable. Por otra parte, es necesaria la construcción de un nuevo sistema financiero al servicio del desarrollo rural que permita contar con recursos suficientes y accesibles a la gente del campo, lo cual implica el incremento sustancial del presupuesto federal destinado al sector. Considerando que a la fecha no se ha resuelto el rezago de miles de expedientes agrarios y que muchos de ellos, por su gravedad, representan un alto riesgo de inestabilidad social en varias regiones del país y que el gobierno no ha instrumentado medidas para resolver con justicia viejas demandas de tierras, se debe dar prioridad a la solución inmediata de todos los expedientes agrarios y la asignación de una partida especial para la compra de tierras. Igual o más importante aún que los montos presupuestales para el sector rural lo representan los aspectos cualitativos del presupuesto rural. El presupuesto rural debe estar concretamente orientado al impulso y fortalecimiento de la producción agroalimentaria para el mercado interno, a la reducción de la dependencia alimentaria, a equilibrar la balanza comercial, a disminuir las asimetrías entre tipos de productores y regiones, a proteger y promover el empleo rural, a impulsar una agricultura sustentable y la conservación de los recursos naturales y a combatir la pobreza rural También debería establecer una distribución equitativa de los recursos entre las entidades federativas en función del número de productores, población rural, superficie agropecuaria y forestal, valor de la producción y grado de marginación; Y es necesario instrumentar una serie de medidas que tienen que ver con la simplificación de reglas de operación, requisitos y trámites para solicitar apoyos; tiempos mínimos para la aprobación o rechazo de solicitudes; autorización automática en caso de no respuesta; asignación prioritaria de apoyos vía organizaciones económicas y sociales de productores y mediante la presentación de proyectos productivos integrales. Hasta ahora, el gobierno federal se ha preocupado por atender las presiones y las exigencias del mercado, la sociedad y el gobierno de Estados Unidos en materia de inocuidad y calidad agroalimentaria. En cambio, para los consumidores mexicanos únicamente ha existido la importación y distribución de alimentos dañinos, transgénicos, contaminados, chatarra y de desecho. No podemos imaginar un medio ambiente sano, rico y diverso mientras las corporaciones y las prácticas productivistas sigan teniendo a nuestra tierra como su botín. El futuro del campo es el futuro de México. No podemos imaginar un México libre, próspero y soberano con la agricultura nacional hecha pedazos, con nuestra alimentación entregada al extranjero. No podemos pensar en justicia y bienestar mientras las comunidades rurales se sigan debatiendo en la miseria y las familias campesinas sigan desgarrándose por la emigración. Nadie debe seguir pensando que es mejor para el país un campesino integrado al desempleo, o al subempleo en el mejor de los casos, en los centros urbanos nacionales o en el extranjero. Eso nunca será mejor que un campesino entregado a la producción y cuidado de su tierra y utilizando los recursos que son de todos los mexicanos, y que deben servir principalmente a quienes con su trabajo los reproducen y multiplican. Hoy, como nunca antes, es la hora de los campesinos mexicanos. Ahora, más que nunca, llegó el momento de poner remedio a la crisis profunda del campo mexicano.