Capital extranjero y definiciones políticas

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CAPITAL EXTRANJERO Y DEFINICIONES POLITICAS
Marcelo Ramón Lascano
Precisamente cuando el clima inversor no muestra perspectivas seductoras para la
inversión externa en el país, sobre todo debido a desinteligencias con las autoridades como
sucede en el caso de compañías operadoras de servicios públicos, desde el vértice del poder
político y económico se exhorta a capitalistas extranjeros a invertir en la Argentina,
subrayándose, con razón, la existencia oportunidades que si duda existen. Sin embargo,
cierta renuencia parece constituir, en general, una indisimulada respuesta.
El tema de la inversión externa constituyó, entre otros, uno de los aspectos
debatidos en agosto pasado en el encuentro organizado por el Grupo Fénix. Se buscó no
sólo rescatar experiencias nacionales y comparadas de singular valor para tomar decisiones
sobre el particular, sino también para aprovechar, al mismo tiempo, la ocasión para
formular recomendaciones dirigidas a magnificar los resultados de las mismas y destacar la
necesidad de ajustar los enfoques a una estrategia maximizadora, en lugar de asumir
decisiones parciales, casi por definición cargadas de incógnitas y de efectos limitados o
contradictorios, inclusive en los ámbitos ecológico y externo.
A veces algunos espíritus desprevenidos, o también mal avenidos con la verdad,
desconfían de las estrategias como apéndices necesarios para la acción, porque las
confunden con planificaciónes que disgustan sus preferencias, lo cual no es
necesariamente correcto. Los criterios selectivos lo que buscan es explotar racionalmente
las oportunidades con adecuado rigor técnico, habida cuenta que las políticas de atracción
de inversiones siempre suponen algún costo, sobre todo en términos presupuestarios si se
traducen en gastos gubernamentales o en exenciones fiscales, aunque resulten
potencialmente recuperables con el tiempo
Corresponde a las autoridades seleccionar actividades para optimizar resultados
Teniendo en cuenta la experiencia recogida durante años, parece interesante
subrayar que antes de convocar a eventuales interesados, la Argentina debería seleccionar
rigurosamente actividades y espacios que respondan a un programa de largo plazo
que vincule nuestros intereses permanentes y necesidades actuales con los requerimientos
del futuro. Así resultó la experiencia Frondizi hace medio siglo. Doscientos cincuenta
proyectos de envergadura y con objetivos específicos, junto con la creación del INTA, EL
INTI, EUDEBA, EL INSTITUTO DE CALCULO EN LA UBA y otras tantas instituciones
de verdadera envergadura, constituyeron los polos de atracción y los interesados de toda
laya entonces sí invadieron el país.
Brasil desde hace tres o cuatro décadas, con independencia de estilos y de origen de
los gobiernos hizo exactamente lo mismo. Hace treinta años era un fuerte importador de
petróleo. Tras una rigurosa e ininterrumpida estrategia hoy está en el umbral del
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autoabastecimiento. Embraer, junto con Petrobras, otra suerte de nave insignia en la región,
conquistó el mercado de aviación civil y militar internacional, contándose entre las cuatro o
cinco empresas mundiales fabricantes de aeronaves. Los científicos brasileros avanzan, sino
no lo lograron ya, en el proceso de enriquecimiento del uranio y de cierre del ciclo de
combustible. Es útil recordar que hace veinte años la Argentina había logrado lo mismo y
se había posicionado entre las grandes potencias, con avances significativos en el campo de
la cohetería, de los satélites. y de combustibles especiales.
Al igual que Chile, la expansión territorial y la conquista de nuevos mercados no se
logró en Brasil apelando a enfoques meramente comerciales, sino con éstos pero
respondiendo a un fuerte y estructurado compromiso gubernamental, que por definición es
político. Sin hacer ruido, Chile está cerca de negociar un significativo acuerdo comercial
con China, al igual que como lo hizo con los EEUU. Brasil, tampoco distraído, pronto
alcanzará, carretera mediante, el Océano Pacífico cruzando sin sobresaltos el territorio
peruano para expandir su producción y comercio en el área del Pacífico. Para colmo, ahora
negocia con Venezuela y con España, vía Repsol, negocios en la Argentina sin que se sepa
que rol desempeña el gobierno, aunque este en juego un bien estratégico, llamado petróleo
y sus derivados.
El presupuesto del Pentágono y la política científica e industrial y de servicios de
vanguardia tecnológica, están estrechamente conectados en la experiencia norteamericana y
los criterios no siempre responden a definiciones comerciales. Están subordinadas a
estrategias nacionales de largo plazo que a veces nada tienen que ver con la estadística y la
contabilidad que susurran en los oídos de muchos de nuestros líderes, que parecen olvidar
que son disciplinas, respetables, pero definitivamente auxiliares. La herramienta para ello
es una programación presupuestaria que no deja nada librado al azar.
Después de estas breves pero elocuentes referencias, se impone, entonces, dar vuelta
el orden de los conceptos que parecen hegemonizar las decisiones argentinas. Para no
seguir perdiendo posiciones, parece indispensable que sean nuestras autoridades las que
definan las prioridades y que una vez reconocidas éstas que inviten con rigor técnico a
quien les plazca, pero que por favor eviten los errores del pasado para empezar a recuperar
los espacios perdidos por extravíos intelectuales onerosos y arraigados. No hace falta ser
una superpotencia para idear y concretar el futuro. Es necesario imaginación creadora y una
fuerte y segura convicción acerca de adonde ir.
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