REALISMO O REALIDAD ESCÉNICA La sociedad actual vive a la búsqueda y captura de sus realidades. El hombre de prestigio, el galán, el príncipe azul de los años 80, no es un bello romántico, no es un poeta idealista, tampoco un radical revolucionario. Es un triunfador, es un hombre realista asentado y preciso. Pero sí, por favor, "ligth", que guste a todos. Al teatro le ocurre lo mismo, es un galán, que, por triunfar en nuestra sociedad, tiene todas las posibilidades de convertirse en un mausoleo de copias y copistas, desconectado de la realidad intensa y dramática que la sociedad vive. La razón: el consumismo escénico, la naturaleza light, y los vicios escénicos del lenguaje naturalista, se alejan notablemente de la interpretación o la copia de la realidad. Europa vive en una realidad escénica profundamente formalista y edulcorada ante este fenómeno, que no es exclusivamente teatral, sino un mal de la sociedad actual; existe una resistencia o reducto donde el hacer escénico rompe los lenguajes caducos y construye nuevas propuestas escénicas con libertad, llenas de creatividad pero profundamente inmersas en la realidad. Heiner Müller, en sus obras, se distancia formalmente de cualquier interpretación realista, sus textos están llenos de anacronismos, de subjetivismo, pero contradictoriamente la realidad bulle a borbotones. Las imágenes salen de sus páginas, cargadas del patético drama que la sociedad contemporánea vive, asaltando al lector o espectador. Existe una visión cruel del hombre y de su sociedad, que avanzan de forma imparable a la destrucción, si no física, sí de sus valores éticos. Heiner Müller, ante todo, es un hombre que vive de lleno en la sociedad actual, que asume su problemática y contradicción. Ahí nace su desgarrada obra. La duda está en el aire y yo no la voy a definir, pero sí voy a formular la pregunta: ¿Dónde está el realismo? ¿Quizás en esa copia formal del sentimiento humano, que invade los escenarios, o en la transgresión del lenguaje que provoca en el espectador una impresión profundamente real? La razón quizás está, más que en el resultado, en el compromiso que el creador tiene con su época. Este teatro, o resistencia escénica, no parte siempre de literatura dramática, existen propuestas escénicas que parten de conceptos, ideas o investigaciones en curso. En este sentido, cabría citar los trabajos de Esteve Grasset con Arena Teatro, en especial el recién presentado en Madrid, "Callejero", los espectáculos del belga Jan Lawers con Needcompany, las investigaciones del Mickery Theater de Amsterdan, encabezado por Ritsaert Ten Cate en el proyecto "El teatro más allá de la televisión", o las propuestas del desaparecido grupo inglés lmpact Theater. En general, se puede hablar de una convulsión, más que de un movimiento o tendencia, en la que la actitud crítica del creador ante la realidad le impide realizar un teatro naturalista. El teatro como parte de la sociedad está afectado de sus mismos males, y la ética de creador implica llevar al teatro otros lenguajes, capaces de convulsionar a un público cada vez más adocenado y deseoso de un consumo escénico fácil. Estos nuevos lenguajes, o mejor, su búsqueda continua, se hacen imprescindibles a la hora de montar una obra de Müller o de realizar un teatro crítico en la sociedad actual. No se trata de alardes epatantes, tampoco del laboratorio de experimentación encerrado en sí mismo, sino de crear situaciones que permitan al público entrar en un estado de percepción único en función de la obra y sus contenidos. La transformación de los contenidos, necesariamente, conlleva una transformación formal y, posiblemente, un cambio de las estructuras de producción. © Carlos Marquerie Primer Acto 226 (1989) Texto: