COMUNICACIONES BREVES de SPECT cerebral con 99mTc-HMPAO se observan pequeñas zonas focales de hipoperfusión diseminada en gran parte de la corteza cerebral, de predominio en regiones anteriores, patrón compatible con demencia vascular (Fig. 2). Consideramos de vital importancia en el manejo de pacientes con elementos demenciales frontales realizar una correcta evolución clínica, y la utilización de estudios imaginológicos (TAC, RM) y estudios de flujo sanguíneo cerebral, como la SPECT cerebral. L. Gámez-Morales a, A.M. Suárez-Conejero a, E.J. Infante-Velásquez b, J. Bender b, R. González-Torres a Recibido: 18.12.01. Aceptado: 26.01.02. a Servicio de Neurología. Hospital Universitario Carlos J. Finlay. b Centro Internacional de Restauración Neurológica (CIREN). Ciudad de La Habana, Cuba. Correspondencia: Dr. Lorenzo Gámez Morales. Servicio de Neurología. Hospital Universitario Dr. Carlos J. Finlay. Ave 31 y 114. Marianao. Ciudad de La Habana, Cuba. E-mail: erduy@neuro.sld.cu BIBLIOGRAFÍA 1. Brunn A. Frontal degeneration of the non-Alzheimertyperevisited.Dementia1993;4:126-31. 2. Clark AW, Manz HJ, White CL 3rd, Lehmann J, Miller D, Coyle JT. Cortical degeneration with swollen chromatolytic neurons: it is relationship to Pick disease. Neuropathol Exp Neurol 1986; 45: 268-84. 3. Caselli RJ, Windebank AJ, Petersen RC, Komori T, Parisi JE, Okazaki H, et al. Rapidly progressive aphasic dementia and motor neuron disease. Ann Neurol 1993; 33: 200-7. 4. Pickut BA, Saerens J, Marien P, Borggreve F, Goeman J, Vandevivere J, et al. Discriminative use of SPECT in frontal lobe-type dementia versus senile dementia of the Alzheimer type. J Nucl Med; 1997: 38: 929-34. 5. De Figueiredo RJ, Shankle WR, Maccato A, Dick MB, Mundkur P, Mena I, et al. Neuralnetwork-based classification of cognitively normal, demented, Alzheimer disease and vascular dementia from single photon emission with computed tomography image data from brain. Proc Natl Acad Sci U S A 1995; 92: 5530-4. 6. Gustatson L. Clinical picture of frontal lobe degeneration of non-Alzheimer type Dementia 1993; 4: 143-8. 7. Lund and Manchester Groups. Clinical and Neurophatological criteria of fronto-temporal dementia. J Neurol Neurosurg Psychiatry 1994; 57: 406-18. Síndrome de Rett: descripción clínica y diagnóstico diferencial El síndrome de Rett (SR) se considera actualmente como un trastorno del neurodesarrollo [1-4], cuya prevalencia se sitúa en 1/10.00015.000 niñas nacidas vivas [5-7]. El diagnóstico suele ser difícil, ya que comparte características con varias enfermedades psiquiátricas, neurológicas y degenerativas. Si bien se describió por primera vez en 1966, su reconocimiento interna- 698 cional como entidad nosológica no aconteció hasta 1983 [8] y no se definieron claramente sus características clínicas hasta 1988 [9]. Todo ello, junto con su baja prevalencia, ha dificultado la identificación de las pacientes y podría explicar por qué se han comunicado tan pocos casos en Latinoamérica. Estimamos que en Uruguay existen entre 100 y 160 portadoras de SR, cifra que se reduce a menos de 40 (26-39) si consideramos solamente a las niñas menores de 15 años [10]. Presentamos este caso con el objetivo de contribuir a la difusión del trastorno y discutir los diagnósticos diferenciales desde la psiquiatría de niños y adolescentes. Se trata de una niña de 6 años y 6 meses, con peso y talla en el percentil 10 (P10), con microcefalia (perímetro cefálico 48 cm, -2DE), miembros superiores hipotróficos, no utiliza las manos, y sus movimientos son estereotipados: junta las manos en la línea media y frota los dedos índice y mayor, extendidos de una mano sobre la palma de la otra. Estos movimientos desaparecen durante el sueño y aumentan en situaciones de estrés. La marcha es atáxica, con dificultades para mantener el equilibrio. Lenguaje verbal ausente, no comprende ni cumple órdenes simples, contacto ocular conservado. Se queja frente al alejamiento de su madre, con evidencia de mínima conducta de apego. No demanda atención y no interactúa. No colabora al vestirse, ni en su aseo personal. Presenta bruxismo y frecuentes episodios de hiperventilación, seguidos por apneas. Concilia bien el sueño, tiene buen apetito y no se alimenta por sus medios. Nunca logró el control esfinteriano. Antecedentes familiares y personales: producto de la sexta gestación, nació por cesárea a término, con un peso de 4.500 g (por encima del P97) y perímetro cefálico (PC) de 36 cm (P97). Las pautas madurativas son normales el primer año de vida, e inicia la marcha a los 14 meses. Desde entonces, se produce un enlentecimiento del desarrollo y la pérdida progresiva de algunas conductas motoras adquiridas y del lenguaje. A los 2 años y 11 meses presenta peso y talla en el P10, microcefalia (PC 47cm, -2DE). Hiperventilación frecuente. No responde a su nombre, no habla y no coge objetos. Presenta ataxia, hiperextensibilidad e hiperpasividad. Se realizan los siguientes estudios: ecografía renal, ecocardiograma, tomografía axial computarizada de cráneo, fondo de ojo, potenciales evocados auditivos, visuales y somatosensitivos, todos normales. El electroencefalograma (sueño inducido) muestra actividad epileptógena focal derecha de moderada intensidad, que en ocasiones adquiere un aspecto generalizado. En el estudio genético no se hallaron anomalías numéricas ni estructurales, tanto en autosomas como en cromosomas sexuales. Fórmula cromosómica: 46 XX. El estudio cromosómico es normal y coherente con el fenotipo femenino. Se trata de una niña con un perímetro cefálico normal al nacer y un desarrollo adecuado en el primer año de vida. Desde entonces, muestra un retraso del crecimiento y enlentecimiento, con posterior detención del desarrollo. Pierde las habilidades sociales y comunicativas adquiridas, se detiene su desarrollo cognitivo y se instala en un retraso psicomotor agudo, con un lenguaje expresivo y receptivo gravemente afectado. Merece destacarse la pérdida de las habi- lidades manuales previamente adquiridas y el desarrollo de estereotipias manuales particulares que, en el caso de esta niña, recuerdan el movimiento de las agujas de tejer. Tiene atrofia muscular distal, una marcha atáxica y mala coordinación motora del tronco y los miembros. Microcefalia adquirida evidente desde antes de los 3 años de vida. Presenta, además, episodios de apneas e hiperventilación, bruxismo y actividad epileptógena demostrada en el EEG. Con la paraclínica realizada no se hallaron lesiones encefálicas, ni de los órganos sensoriales, ni signos de enfermedad degenerativa. El estudio genético fue normal. Se establece, por tanto, diagnóstico de síndrome de Rett. Los criterios considerados necesarios para el diagnóstico, junto con los de apoyo y de exclusión, fueron propuestos por el Grupo de Trabajo para los Criterios Diagnósticos del Síndrome de Rett, en 1988 [9]. Se tomaron los criterios necesarios para la inclusión del SR, por primera vez, en la versión IV de la Clasificación multiaxial del Manual diagnóstico y estadístico de las enfermedades mentales (DSM-IV), en 1994 [11]. Nuestra paciente cumple todos los criterios diagnósticos del DSM-IV y la mayoría de los criterios de apoyo. Entre estos últimos, las excepciones son la ausencia de trastornos vasomotores periféricos y de cifoescoliosis. Debemos tener en cuenta que esta paciente tiene menos de 7 años y no se espera que presente estos signos a esta edad. No muestra ninguno de los criterios de exclusión. Se trata de una forma típica del trastorno. El SR se incluye en el DSM, junto con el trastorno autista, el trastorno desintegrador infantil y el trastorno de Asperger, dentro de los trastornos profundos del desarrollo, caracterizados por una alteración grave de la interacción social y de las habilidades comunicativas, y un patrón estereotipado de comportamientos, intereses y actividades claramente inadecuados respecto al nivel de desarrollo o la edad mental del niño [11]. No sorprende que en el proceso diagnóstico de estas niñas suela plantearse la duda respecto a los otros trastornos del grupo. Las alteraciones precoces de la interacción social evocan el autismo infantil [12]. El trastorno desintegrador infantil comienza entre los 2 y los 10 años de edad en un niño hasta entonces normal. Podría decirse que se trata de un trastorno autista de inicio tardío. La enfermedad de Asperger se caracteriza por el fallo en el uso pragmático del lenguaje, aunque no muestra retraso grave del desarrollo cognitivo, ni del lenguaje verbal en la esfera formal [11,13]. Por otra parte, todos estos trastornos son más frecuentes en varones, y en ninguno de ellos se observan disminución del PC, ataxia, apraxia, estereotipias manuales, bruxismo, ni el patrón ventilatorio característicos del SR. El deterioro cognitivo siempre forma parte de este síndrome. De hecho, las niñas con SR parecen tener un patrón cognitivo similar al de las niñas con retraso mental profundo sin SR, pero manifiestan menos conductas comunicativas [14,15]. Por lo tanto, el retardo mental es otro diagnóstico diferencial. Aunque en el SR se observa la pérdida de funciones entre el primer y el quinto año de vida, después se advierte una estabilización, circunstancia que lo diferencia de la mayor parte de las enfermedades neurodegenerativas de la niñez [2,6,16]. El SR también debe diferenciarse de las REV NEUROL 2002; 34 (7) COMUNICACIONES CORRESPONDENCIA BREVES enfermedades secuelares a una agresión pre, peri o posnatal del sistema nervioso central y de las debidas a otras enfermedades genéticas. Algunos autores cuestionan la clasificación del SR dentro de los trastornos generalizados del desarrollo [1,17]. En cualquier caso, creemos que la importancia radica en identificar el síndrome. En la medida en que avancemos en el conocimiento de sus características clínicas, etiopatogénicas y evolutivas, podremos confirmar o modificar su ubicación en la nosografía. S. Borges-González a, N. Rodríguez-Perrett b, M. Ferrando-Pollak c Recibido: 16.01.02. Aceptado: 28.02.02. a Residente de Psiquiatría de Niños y Adolescentes. Ex-Asistente del Dpto. de Farmacología y Terapéutica. b Profesora Adjunta. c Residente de Psiquiatría de Niños y Adolescentes. Clínica de Psiquiatría de Niños y Adolescentes. Centro Hospitalario Pereira Rossell. Facultad de Medicina. Montevideo, Uruguay. Correspondencia: Dra. Silvana Borges. Centro Hospitalario Pereira Rossell. Clínica de Psiquiatría de Niños y Adolescentes. Bv. Artigas, 1550. Montevideo, Uruguay. E-mail: sborges@montevideo.com.uy BIBLIOGRAFÍA 1. Narbona J. El síndrome de Rett como un trastorno de la hodogénesis. Rev Neurol 1999; 28: 97-101. 2. Naidu S. Rett syndrome: natural history and underlying disease mechanisms. Eur Child Adolesc Psychiatry 1997; 6 (Suppl 1): 14-7. 3. Leonard H, Fyfe S, Dye D, Leonard S. Familial aggregation in Rett syndrome: what is the evidence for clustering of other disorders in families of affected girls? Am J Med Genet 1999; 82: 228-34. 4. Vanhala R, Korhonen L, Mikelsaar M, Lindholm D, Riikonen R. Neurotrophic factors in cerebrospinal fluid and serum of patients with Rett syndrome. J Child Neurol 1998; 13: 429-33. 5. Hagberg B. Rett syndrome: Swedish approach to analysis of prevalence and cause. Brain Dev 1985; 7: 277-80. 6. Van Acker R. 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En respuesta a la comunicación del Dr. F.E. León-Sarmiento et al [1] sobre nuestro artículo publicado en REVISTA DE NEUROLOGÍA [2] cabe decir que la denominación ‘signo de Babinski’ no constituye una aportación en el mismo;como todos los que practicamos la neurología clínica sabemos, se trata de un epónimo que ha descrito, durante más de 100 años, la respuesta plantar extensora del grueso artejo al rozar el borde externo del pie [3]. Signo de Babinski es la denominación que le dan el 85,9% de los autores con trabajos publicados en revistas indexadas en MEDLINE (PubMed), hasta noviembre del 2001, a dicha respuesta. En un 4,4% de artículos los autores se refieren a él como reflejo de Babinski (entre ellos se incluyen León-Sarmiento et al); un 3,8% utilizan alternativamente, en un mismo trabajo, los términos de signo y reflejo de Babinski; en muy pocos aparece la denominación de respuesta de Babinski (0,96%), y en los restantes no se emplean epónimos y se prefiere el término de respuesta extensora del grueso artejo o respuesta plantar extensora (4,9%) (de este análisis hemos excluido 21 artículos por razones de idioma o no disponibilidad de la fuente). La semiología neurológica es especialmente rica y el uso de epónimos ha sido motivo de no pocos debates, de ahí que en muchos casos sea preferible no utilizarlos. J. Babinski no le dio su apellido al fenómeno que había descrito, REV NEUROL 2002; 34 (7) fueron las generaciones de investigadores que le siguieron quienes reconocieron el valor semiológico de esta respuesta. Claro está que sus aportes a las ciencias médicas fueron más allá de este hecho, pero sin lugar a dudas es uno de los epónimos más conocidos, y en nuestra opinión un merecido homenaje a un gran maestro. El uso de signo, reflejo o respuesta de Babinski no cambia el significado que nos ha sido legado por muchas generaciones. La comunicación del Dr. León-Sarmiento et al [1] tiene la cualidad de estimular el debate, pero hubiese sido mucho más clara de haber precisado las referencias originales de tal descripción y no una autorreferencia, que podría crear confusión [ 4]. Su propuesta motiva a realizar otro análisis, que difícilmente puede resultar convincente en una sola página, pero lo fundamental es que no aporta nada nuevo. Habría que mencionar entonces a Boticelli, Da Vinci, Remak y muchos otros de variadas ramas del saber que han sido minuciosos observadores de la respuesta plantar, y tal vez hasta proponer un nuevo epónimo; pero eso ya es otro artículo. Por ahora el signo de Babinski en cualquier idioma tiene el mismo significado para todos. No queda claro a qué se refieren León-Sarmiento et al cuando escriben textualmente que ‘...el concepto de neurona motora superior e inferior ha sido reevaluado...’ [1]. ¿De qué forma puede influir tal reevaluación en las definiciones y criterios diagnósticos vigentes de las enfermedades neuromusculares? Hablar de ‘patologías erróneamente catalogadas aún’, para hacer referencia al síndrome de Guillain-Barré, y lo que denominan ‘polineuropatía crónica inflamatoria desmielinizante’, que en realidad es la polirradiculoneuropatía crónica inflamatoria desmielinizante [5], nos parece erróneo. Las manifestaciones principales en estos pacientes se deben precisamente a la afectación de varias raíces nerviosas, y no sólo a la disfunción de troncos nerviosos periféricos. Los pacientes con signos clínicos de afectación del sistema nervioso central con estos diagnósticos son excepcionales, y si llegan a ser especialmente llamativas en algún caso, debe valorarse otro diagnóstico. Los autores mencionados citan dos referencias bibliográficas en su artículo que no están relacionadas con el tema que se discute (v. refs. 7 y 13) [1]; y con la intención de dar crédito, según ellos, a lo que fue denominado por su autor ‘signo de Babinski’, citan nuevamente otra autorreferencia que tampoco constituye un artículo fuente para fundamentar tal planteamiento (v. ref. 15) [ 1]. La definición de síndrome piramidal referida por León-Sarmiento et al describe una condición bastante polémica denominada síndrome piramidal ‘puro’, y que prácticamente sólo se ve en el laboratorio experimental [6]. En humanos existen muy pocos casos bien documentados de síndrome piramidal ‘puro’ [7-9], y casi todos progresan hacia cierto grado de espasticidad, hiperreflexia osteotendinosa, y aparece ‘nuestro’ signo de Babinski. El cuadro al que llamamos comúnmente síndrome piramidal en el humano es el resultado de la disfunción de fibras correspondientes a diferentes tractos, por el carácter no selectivo de las lesiones vasculares o de otro tipo; el término piramidal se utiliza indiscriminadamente en las fuentes bibliográficas para referirnos a veces a fibras corticospinales. Cua- 699