CONFLICTOS PUBLICOS

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CONFLICTOS PUBLICOS
Enrique Ogliastri (2007)
¿Cómo resuelven en su comunidad, y en su país, los conflictos públicos? Se distinguen
tres procedimientos distintos: mediante el sistema legal, mediante la confrontación
abierta (se resuelven los conflictos a través del relativo poder que tengan las partes), o
mediante la negociación (concertando los intereses de todos) Esto tiene importantes
implicaciones para el desarrollo de nuestras sociedades.
Resolver un conflicto público por medio de las leyes se vive en países donde funciona el
sistema judicial y donde el derecho protege a los ciudadanos de posibles abusos del
Estado. Esto ocurre solamente en las democracias consolidadas, y aún allí las
limitaciones son muchas. En algunos países las leyes no se cumplen: el Estado es muy
débil o no hay contrapeso al poder del gobierno ejecutivo. Cuando no hay verdadera
representación pública de intereses, nadie se siente representado ni le rinden cuentas. Se
personaliza el sistema y se vuelve corrupto. La justicia no está capacitada, no es confiable
ni justa. Muchos conflictos públicos sobrepasan la esfera de las instituciones particulares
y no tienen quien los dirima. El excesivo formalismo legal hace lento el sistema,
ingobernable al país, estanca a la sociedad. Los recursos de amparo, de petición, a la
corte constitucional o al referendo dejan de ser excepcionales. Infortunadamente no son
muchos los países donde el derecho puede llegar a su ideal de regular la sociedad y
resolver automáticamente los conflictos públicos.
Resolver el conflicto público mediante el poder o la fuerza es característico de culturas
con tradiciones autoritarias como las latinas, en las cuales desde muy temprano los niños
han aprendido a relacionarse con sus padres y hermanos mediante la autoridad de quien
manda por ser mayor, o al predominio de gritos, amenazas, y acciones de confrontación
directa. En este entorno se busca el control del ejecutivo y del Estado, máximo poder
social, sin balance con los poderes legislativo y judicial y sin respeto por mayorías ni por
minorías. Se recurre al modelo “clientelista” donde los privilegios de la decisión estatal
se venden por unos votos o apoyo político personalizado. La confrontación es así el
mecanismo más utilizado por todos los grupos políticos y sociales, y esto supone
instancias de manipulación de recursos para intimidar y obligar a ceder a la contraparte:
recursos armados (policiales o de ejércitos ilegales), propaganda y opinión pública,
acciones públicas legales o ilegales de desestabilización, y otras formas de autoritarismo
que replican a escala pública lo que se aprendió en la casa, el imperio de la fuerza sobre
la razón o la justicia.
Ha resurgido el caudillismo (de derechas o izquierdas), modelo autoritario que se basa en
el contacto directo y masivo entre el pueblo y el líder, personalizado y enfocado en el
control de los medios, del congreso, de los recursos económicos del Estado, del ejército
(o grupos radicales de bravucones sin escrúpulos que intimidan con la acción directa,
legal o no, con armas o sin ellas) y hasta apoderándose del sistema judicial.
La negociación puede ser la alternativa civilizada y democrática para resolver un
conflicto público, pero frecuentemente requiere un mediador que concilie y facilite un
largo y complejo proceso de concertación. El conflicto se resuelve así mediante un
acuerdo que hacen las partes, lo que trae integración y paz social. Pero las malas
negociaciones de conflictos públicos pueden destruir valor, todos pierden.
Un proceso negociado eficaz y democrático busca intereses comunes y soluciones no
excluyentes. Cuando la negociación está excesivamente dominada por alguna de las
partes, los demás tienen poca cabida y el ajuste e integración de intereses no creará
mucho valor total, no será óptimo para la sociedad. Los procedimientos de la nueva teoría
de la negociación (como “paquete de negociación” y “encaje de intereses”) se orientan a
obtener la prioridad de cada uno para crear valor conjunto. Cuanto mejor negociada la
concertación de un conflicto público habrá mayor integración de todos los intereses, que
encajarán en soluciones con mayor valor social. De ello depende cada vez más nuestro
futuro.
Enrique.Ogliastri@incae.edu
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