De las elecciones británicas a la perspectiva del “Brexit” Por Yann Basset (*) La victoria del Partido Conservador del Primer Ministro David Cameron en las pasadas elecciones generales del 7 de mayo en el Reino Unido volvió a agitar el espectro del “Brexit”, es decir de la posible salida del país de la Unión Europea. Esta perspectiva ha sido evocada en varias oportunidades a lo largo del primer mandato de Cameron, y su consolidación en el 10 Downing Street la hace más posible, sobre todo ahora que podrá gobernar sin el concurso de los liberalesdemócratas, que mantenían posiciones pro-europeas en el gabinete. Paradójicamente, son los mismos conservadores británicos que insistieron en los años 1970, con el Primer Ministro Edward Heath a la cabeza, para que el Reino Unido entrara en la entonces Comunidad Económica Europa. El éxito comercial del bloque acabó en esa época con las tradicionales prevenciones británicas que siempre habían visto con suspicacia los aspectos marcadamente supranacionales de la integración europea. La tentativa de promover un bloque alternativo en claves más clásicamente intergubernamentales, junto con los países escandinavos, había dado pocos resultados y la integración británica al bloque podía leerse como un movimiento natural auspiciado por la economía de mercado y el bloque occidental en el marco de la guerra fría (lo que de paso, hacía los laboristas algo más reticentes en esta época). Los desencuentros entre el Reino-Unido y la Comunidad reaparecieron con mayor ímpetu en los años 1980, con el gobierno de Margareth Thatcher. Thatcher nunca pudo ver en la construcción europea otra cosa que una costosa burocracia, y pataleó todo lo que pudo para limitar la contribución financiera británica, en un momento en que la Alemania de Kohl, y la Francia de Mitterrand, por distintas razones, promovían una mayor integración y ponían las fundaciones de la futura unión económica y monetaria. A partir de este momento, los conservadores británicos aparecieron en franca ruptura con la integración, quedándose como el único gran partido político de gobierno de derecha en no integrar el Partido Popular Europeo, mientras los laboristas se acercaban cada vez más a sus homólogos continentales en el seno del Partido Socialista Europeo. En particular, los conservadores lograron mantener al Reino Unido apartado de la construcción de la moneda única. Las prevenciones de los conservadores aumentaron con una opinión pública que como en todo el continente, giró recientemente hacia posiciones más euroescépticas por la incapacidad de la Unión a adoptar una respuesta coordinada frente a la crisis económica. Ahora bien, David Cameron es un hombre pragmático que sabe que el Reino Unido tiene poco que ganar con el Brexit (ya obtuvo muchas concesiones que le han significado una rebaja sustancial de los costos tanto financieros como de coordinación de la membresía), y potencialmente mucho que perder (después de todo, la Unión Europea sigue siendo el primer mercado mundial, y un socio comercial indispensable para el Reino Unido). Su insistencia en el tema es antes de todo una estrategia de política interna que consiste en aprovechar el sentimiento anti-europeo, y evitar su radicalización en un voto nacionalista del United Kingdom Independence Party, que amenazaría las bases conservadores. Sin embargo, esta estrategia bien podría volverse en contra del Primer Ministro. Aunque solo obtuvo 2 curules por el modo de elección mayoritario, el UKIP ya es el tercer partido del país con casi un 13% de los votos, que vienen del partido conservador. Los tories lograron mantener sus apoyos electorales únicamente porque recuperaron de los liberalesdemócratas lo que perdieron a manos del UKIP. Para completar el panorama, añadamos que el otro gran vencedor del escrutinio fue el Scottish National Party, que barrió en todas las circunscripciones de Escocia con una única excepción (y que de paso, contribuyó así a la derrota de los laboristas, que tenían más fuerza en Escocia que los conservadores). Los escoses son mucho más apegados que los ingleses a la Unión Europea, y para muchos, el hundimiento del referendo sobre la independencia de Escocia suponía una suerte de compromiso con el gobierno británico: Escocia se quedaba en el Reino Unido, pero el Reino Unido se queda en la Unión Europea. Si este compromiso implícito se rompe, la perspectiva de un nuevo referendo sobre la independencia de Escocia quedara abierta, esta vez, con mayor probabilidad de éxito. En conclusión, la victoria de Cameron lo deja paradójicamente en una posición difícil entre los nacionalismos inglés y escocés, que salen ambos fortalecidos de las elecciones, y el tema del Brexit se ha vuelto una peligrosa manzana de discordia entre ellos propiciada por el mismo David Cameron. (*) Director del Observatorio de Procesos Electorales (OPE) de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario.