La responsabilidad social por encima de la empresa Antonio Argandoña Enero de 2010 Las empresas tienen muchas responsabilidades que ejercen a través de las personas que son sus propietarias, que las dirigen, o que trabajan en ellas. En principio, toda organización humana es responsable de sus decisiones y de las consecuencias que es razonable esperar de ellas, o que un buen gestor debería esperar de ellas. El listado de responsabilidades debe ser, pues, muy largo. Y algunas de esas responsabilidades, que las empresas asumen voluntariamente frente a la sociedad o frente a sus stakeholders, constituyen su Responsabilidad Social Corporativa. Ahora bien, hay un viejo principio ético que dice que, como regla general, nadie está obligado a lo imposible. Por tanto, puede ocurrir que una empresa lleve a cabo acciones que tengan consecuencias, pero que no pueda hacer frente a las responsabilidades que se derivan de esas consecuencias, porque se salen de su marco de actuación. En esos casos, ¿deja, pues, de ser responsable? En el mundo económico esto ocurre frecuentemente con lo que llamamos efectos externos o externalidades. Éstas son las consecuencias, positivas o negativas, de la actuación de una empresa que no se reflejan en las relaciones desarrolladas a través del mercado. Por ejemplo, si una empresa reduce el precio de sus productos, seguramente recibirá más pedidos, aumentará sus ventas, quizás tenga más beneficios (o menos), generará más empleo,… pero todas estas acciones tienen lugar a través de sus relaciones habituales en el mercado, es decir, de sus contratos con los clientes, proveedores, trabajadores,… Éstos no son efectos externos. Pero supongamos que la empresa aumenta su volumen de producción y que esto genera más contaminación; ésta perjudica a sus vecinos, pero esto no tiene lugar a través de sus relaciones de mercado: los vecinos no firman un contrato con la empresa, sino que reciben directamente su perjuicio. Éste es un efecto externo, negativo en este caso, pero puede haber también efectos externos positivos: la investigación de una empresa puede aumentar el conjunto de conocimientos de otras empresas, con las que no tiene relaciones de mercado. ¿Es responsable una empresa de la contaminación que produce, o de los efectos beneficiosos de la investigación que lleva a cabo? Sí, claro: es responsable de todos los efectos que se derivan de sus actuaciones. ¿Puede hacer algo para evitarlo? A menudo, sí: puede, por ejemplo, reducir su volumen de producción, o introducir tecnologías más limpias, o llevar a cabo acciones directas para limpiar la atmósfera, el agua o la tierra, o puede compensar a la comunidad local a la que perjudican sus emisiones de contaminantes,… Esto parece claro en una empresa grande, con poder de mercado, es 1 decir, que genera beneficios extraordinarios, parte de los cuales puede dedicar a sus actividades anticontaminación. Pero habrá empresas que no podrán hacerlo, probablemente porque son pequeñas, no tienen recursos ni conocimientos para cambiar su tecnología o compensar a los perjudicados, o se encuentran sometidas a una fuerte competencia que no les deja desviar recursos a esos usos. ¿Significa esto que esas empresas no son responsables? A veces este problema se presenta de un modo más general: una empresa puede tomar acciones para evitar el calentamiento global, pero sus resultados serán insignificantes, si la gran mayoría de empresas, en el mismo país y en los demás, no hace nada en este sentido. ¿Tiene sentido que una organización malgaste sus energías en hacer algo que va a ser inútil? ¿Tiene sentido que un pescador limite sus capturas, si los demás no lo hacen, o que una central eléctrica se pase a tecnologías más limpias, si todas las demás siguen contaminando, y si lo siguen haciendo los demás sectores productivos, como el transporte, la distribución o la industria productora de cemento? Nuestra tesis es que esas empresas tienen una responsabilidad, pero no pueden ejercerla por sí solas: necesitan la colaboración de otras empresas, del mismo sector o de otros sectores, de las autoridades y aun de toda la sociedad. Algo parecido ocurre cuando el maestro de un alumno díscolo se da cuenta de que no puede educarlo adecuadamente sin la colaboración de sus padres: tiene una responsabilidad, pero no exclusiva; la ha de compartir. Y si sus padres no colaboran, sabe que, probablemente, su acción estará condenada al fracaso. Pero esto no le exime de su responsabilidad: debe asumirla, hacer lo que pueda, y seguir pidiendo la colaboración de los padres. Por eso el título de este artículo habla de la responsabilidad social por encima de la empresa, que la empresa debe sentir como propia, pero que no puede asumir por sí sola. Habitualmente, ese escalón superior será la autoridad o el regulador. Ante un caso de contaminación, por ejemplo, una solución es que el gobierno establezca un impuesto sobre las industrias contaminantes o sobre el uso de recursos perjudiciales, para frenar su uso; o una subvención para descontaminar (abaratando, por ejemplo, las tecnologías que contaminan menos); o estableciendo un límite a la cantidad de contaminación que la industria puede producir; o una combinación de varios de esos medios. Estas soluciones permiten canalizar la responsabilidad de las empresas. Pero no la eliminan. Si, por ejemplo, el gobernante no toma las medidas oportunas, las empresas deben hacer frente a sus responsabilidades, reclamando quizás aquella intervención del gobierno, o sustituyéndola con acciones voluntarias. Éstas últimas no siempre son posibles: si hay muchas empresas en el sector, la buena voluntad de algunas para reducir la contaminación puede verse contrarrestada por las demás, que aprovecharán la situación para seguir contaminando, adquiriendo una ventaja sobre sus competidores más responsables. ¿Qué debe hacer una empresa responsable ante situaciones como las que hemos planteado? En primer lugar, cumplir la ley y las regulaciones. Si esto no es suficiente, debe promover lo que podríamos llamar la “responsabilidad social del sector” o del conjunto de empresas de un país, defendiendo y proponiendo mejores regulaciones o medidas contra la contaminación y su aplicación generalizada o sugiriendo otras acciones (por ejemplo, campañas a favor de la energía limpia, o para la sensibilización de los consumidores, o investigaciones que permitan solucionar mejor esos problemas en el futuro). 2 Las empresas no están obligadas a hacer lo imposible, o a llevar a cabo acciones responsables que no sirvan para nada. Pero esto no significa que no puedan ejercer sus responsabilidades de otro modo, por encima de su propio nivel. 3