Informe - Observatori del Deute en la Globalització

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Observatori del Deute en la Globalització/
EL PAPEL DEL CRÉDITO COMO INSTRUMENTO PARA FOMENTAR EL
DESARROLLO
FRANCESC MASDEU Y DANIEL GÓMEZ. Observatorio de la Deuda en la Globalización.
Julio de 2012
1. Introducción
El objetivo de este estudio es analizar la idoneidad de la utilización del crédito como
herramienta para el fomento del desarrollo de las comunidades y los pueblos empobrecidos.
Este es un tema que no deja indiferente a ninguna de aquellas instituciones y personas que
promueven el desarrollo y que ha encendido debates muy intensos entre las voces defensoras
y detractoras del crédito como un instrumento de palanca para salir de la pobreza.
En el caso español, históricamente el crédito ha ido de la mano de la Ayuda Oficial al
Desarrollo (AOD), ya que normalmente se ha prestado en unas condiciones financieras más
favorables que las que otorgaba el mercado, lo que permitía que el crédito se contabilizara
como AOD, aunque se ofrecía condicionado a la compra de bienes y servicios españoles. Con
todo, con la reforma del año 2010 del FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo), que era el principal
valedor de este tipo de créditos, en estos momentos no todo crédito otorgado desde las
administraciones públicas contabilizará como AOD, si no que sólo lo hará si, además de estar
en mejores condiciones financieras que las del mercado, se hace de manera desligada a los
intereses comerciales españoles, lo que lo hace menos atractivo. Además, la actual crisis
financiera por la que pasa el Estado español hace que no sea posible otorgar créditos a
intereses inferiores a los que él, a su vez, es capaz de obtener para financiarse, para no
aumentar el déficit público. Esto hará que cada vez se den menos créditos dentro de la AOD.
Con todo, el debate que aquí se quiere hacer va más allá de la idoneidad o no de la
herramienta crediticia como pieza de la ayuda internacional. El debate que aquí se propone es
analizar si el crédito como tal es un buen instrumento para fomentar el desarrollo, más allá de
si termina o no contabilizándose como AOD.
Así, en base a la teoría del desarrollo sobre el acceso al crédito, algunas voces defienden que
éste es la clave para poder alcanzar el desarrollo económico, ya que sólo mediante el crédito
es posible favorecer procesos de desarrollo entre las poblaciones. En cambio, otras ven el
crédito como una herramienta que genera dependencia y endeudamiento, y que lleva a
dinámicas de crecimiento insostenible, tanto en lo referente a recursos ambientales como
financieros. ¿Cuáles son los argumentos de unos y otros? ¿En qué se basan para defenderlos?
¿Se trata de posiciones totalmente irreconciliables?
Al mismo tiempo, y a medida que hemos ido describiendo las diferentes argumentaciones,
hemos querido tener una mirada especial hacia la situación de las mujeres, a fin y a efecto de
conocer si el crédito es un instrumento que ayuda o no a reducir la feminización de la pobreza.
Así, hemos querido averiguar si, merced al acceso al crédito, han cambiado las relaciones de
poder y la reducción de las desigualdades entre hombres y mujeres. A pesar de ser
conscientes de que no hemos obtenido todas las respuestas que hubiéramos querido en este
ámbito, creemos que es necesario hacerse estas preguntas e integrar la perspectiva de
género, a fin de valorar con más acierto el papel que juega el crédito como instrumento para
fomentar o no el desarrollo.
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Así pues, en primer término, esta investigación hace una mirada histórica de los instrumentos
crediticios que se han empleado hasta ahora en España para fomentar el desarrollo en los
países empobrecidos, para saber cuál es la realidad en nuestro país. En segundo lugar, se
presentan las principales posiciones a favor y en contra del crédito a partir de la búsqueda
bibliográfica, teniendo presente la perspectiva de género. Por último, en las conclusiones se
hace un resumen de los principales argumentos de unos y de otros y damos nuestra opinión al
respecto.
2. Uso histórico del crédito en el Estado español por fomento del desarrollo
Así, desde el año 1976 hasta finales de 2010, los créditos FAD se configuraron como el
instrumento de cooperación financiera por excelencia. Estos se otorgaban en condiciones
financieras concesionales (que les permitía ser considerados AOD). Al mismo tiempo, se
otorgaban condicionados a que los recursos se destinaran, en parte o totalmente, a la compra
de bienes y servicios provistos por empresas españolas. Los créditos FAD se concibieron, pues,
como un instrumento que pretendía unir dos objetivos que, para muchas organizaciones de la
sociedad civil, académicos e instituciones internacionales, eran contrapuestos, e incluso
irreconciliables: la ayuda al desarrollo y la promoción de la internacionalización de la empresa
española.
La ayuda ligada, como la que proveía el FAD, entre otros inconvenientes, impide al país que la
recibe disponer de libertad de contratación para la ejecución de los proyectos, ya que esta
contratación está limitada a los proveedores de servicios y bienes (generalmente empresas
privadas o públicas con ánimo de lucro) del país donante. Así, los créditos FAD estuvieron
tradicionalmente ligados a la compra de bienes y servicios españoles, de modo que el proyecto
a financiar debía contar con la participación de una empresa, privada o pública, española.
Además, el hecho de responder al objetivo explícito de la internacionalización de las empresas
del país donante supuso que, en muchas ocasiones, los intereses comerciales hubieran pasado
por delante de las necesidades de desarrollo de los países receptores (Gómez Gil, C., GómezOlivé, D. y Tarafa, G., 2008). En estos casos parece claro que quien tomaba las decisiones
sobre la idoneidad de conceder un crédito tenía como prioridad la rentabilidad del negocio
(eficiencia y sostenibilidad financiera) más que la búsqueda de un beneficio social de la
población receptora (concesión del crédito como medio para aliviar la situación de pobreza).
Por tanto, se podría afirmar que en la mayoría de los casos, este tipo de crédito no pretendía
favorecer el empoderamiento de las comunidades receptoras, ni tampoco la mejora de la
posición social y económica de las mujeres.
De hecho, diferentes instituciones como el Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE (CAD),
han reclamado de forma reiterada la eliminación de la ayuda ligada como instrumento de
cooperación, ya que esta "quita valor y eficacia a la lucha contra la pobreza". La ayuda ligada,
afirman, "incrementa el coste de los bienes y servicios entre un 15 y un 30%, y hasta un 40%
o más en el caso de la ayuda alimentaria" (ODI, 2008). Por su parte, el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha denunciado que "a la hora de trabajar por la reducción de
la pobreza, no todo el dinero tiene el mismo valor, ya que una parte importante de lo que se
declara como ayuda al desarrollo no lo es, sino que vuelve a los países ricos en forma de
subsidios y contratos que benefician a sus grandes empresas. Todo esto tiene relación con la
práctica de "atar" las ayudas o transferencias financieras a la adquisición de bienes y servicios
de los países donantes, que es la forma más notoria de arruinar de forma encubierta la eficacia
de la ayuda" (PNUD, 2005). A pesar de todo lo anterior, el Estado español se mantuvo al
frente de los países de la OCDE con mayor porcentaje de ayuda ligada hasta 2006 (Gómez Gil,
C., Gómez-Olivé, D. y Tarafa, G., 2008).
Por otra parte, el Fondo para la Concesión de Microcréditos para Proyectos de Desarrollo Social
Básico en el Exterior (FCM) constituía hasta 2011 el segundo pilar de la cooperación financiera
española. El FCM se creó en 1998 para "fomentar las microfinanzas en los países en desarrollo
como instrumento de lucha contra la pobreza". El objetivo era ofrecer y dar soporte en
servicios microfinancieros a sectores económicos y sociales que, o bien no tenían acceso al
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sistema financiero tradicional, o bien éste no satisfacía adecuadamente sus necesidades. La
principal herramienta del FCM era la aportación de recursos, mediante préstamos y asistencia
técnica, a instituciones microfinancieras locales o estatales en los países del Sur.
Después de décadas de crítica por parte de la sociedad civil, y con la obligación que establecía
la Ley de gestión de deuda externa (Ley 38/2006) de presentar a las "Cortes Generales un
proyecto de ley que regule el FAD", la reforma fue presentada en el Parlamento español el 6 de
noviembre de 2009. El proceso de reforma dio lugar, a lo largo de 2010, a la creación de dos
nuevos instrumentos:
a) el Fondo de Internacionalización de la Empresa Española (FIEM) que, sin contabilizar como
AOD, está ligado a la compra de bienes y servicios españoles y que utiliza la herramienta
crediticia como herramienta para fomentar el desarrollo;1
b) el Fondo de Promoción al Desarrollo (FONPRODE), un fondo de cooperación financiera, que
contempla el crédito, con recursos de AOD, pero de manera totalmente desligada a los
intereses comerciales españoles. Así, con cargo al FONPRODE se emplearán tres de las seis
modalidades que contempla y que tienen un carácter crediticio2. Estas tres son: las
aportaciones a determinados fondos en instituciones financieras internacionales, las cuales
otorgarán créditos a los países receptores, las aportaciones a programas de microfinanzas, tal
y como se venía haciendo con el FCM, y la concesión de créditos, préstamos y líneas de
financiación en términos concesionales y con carácter no ligado a los estados.
3. Argumentos sobre el uso del crédito en el desarrollo: oportunidades y
peligros
La conveniencia del uso del crédito como una herramienta para fomentar el desarrollo suscita
debates muy interesantes, con claras posiciones a favor y en contra. El sentido de este
apartado es precisamente el de mostrar cuáles son los argumentos de unas y otras para
afirmar que el crédito es o no es un buen instrumento para erradicar la pobreza de la gente
más empobrecida.
Argumentos de las voces defensoras del crédito
Los principales argumentos de aquellas personas e instituciones que defienden el crédito como
una buena herramienta para fomentar el desarrollo de las comunidades más empobrecidas se
podrían resumir en cinco, que son: (1) garantizar un desarrollo sostenible, social y económico
de aquellas personas que han accedido al crédito, ya sean mujeres u hombres, (2) permitir
que sea el mercado la plataforma desde donde erradicar la pobreza; (3) más eficacia; (4)
mejor eficiencia, y (5) apoderar a la parte beneficiaria .
Si nos fijamos en el uso histórico del crédito en España como instrumento de palanca para el
desarrollo hasta el 2010 se contaba principalmente con dos mecanismos de claro carácter
crediticio: los créditos otorgados por el Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD) y el Fondo de
Concesión de Microcréditos (FCM).
Uno de los principales argumentos entre las que defienden el uso del crédito para erradicar la
pobreza recae en el simple hecho de que 'llegando a las personas más empobrecidas' se
establecerá una trayectoria de desarrollo social y económico sostenible animada por la
propia población empobrecida (Bateman, M. y Ha-Joon, C., 2009). De esta manera, sólo por el
hecho de llegar a la gente empobrecida, mediante el crédito se producirá un círculo virtuoso
que hará que las personas empobrecidas rompan con el círculo de la pobreza, por sí mismas.
Desde este marco, se ve el crédito como un instrumento poderoso de inclusión financiera que
1
Para ampliar información sobre este mecanismo se recomienda leer la investigación que se ha elaborado desde el
ODG sobre Apoyo a la Internacionalización donde se desarrolla más ampliamente en qué consiste el FIEM.
2
Para ampliar información sobre el FONPRODE se recomienda leer la investigación sobre este mecanismo que se ha
llevado a cabo desde el ODG.
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permite llegar a sectores de población a los que no se llegaría de otra manera3. Conceder un
crédito al que no se tiene acceso por otros medios quiere decir "creer en esa persona" (crédito
viene de la palabra creer), "confiar en sus posibilidades" (Boneta, M., 2005). Así, el crédito
impulsará el desarrollo de la sociedad, ya que este ayuda a disminuir las desigualdades
sociales y garantiza la democratización, la participación y que los sectores económicamente
más débiles de la economía tengan acceso a recursos económicos. En este sentido, quién tiene
acceso al crédito y lo controla, tiene la capacidad de aumentar la productividad y los ingresos,
y con ellos desarrollar y mantener su poder y su hegemonía. Desde este punto de vista, la
situación económica de las mujeres puede mejorar mediante el acceso al crédito, y otros
recursos financieros, ya que permite que estas diversifiquen, amplíen y mejoren la calidad de
la producción y generación de ingresos. Este hecho, tiene efectos directos sobre sus familias
en tanto que es posible que contribuya tanto a la reducción de la pobreza como una mejora
futura de sus hijas e hijos. El acceso al crédito pues representa un medio y no un fin en sí
mismo, ya que la mejora económica está directamente vinculada a la capacidad de generar
bienestar y mejorar la calidad de vida familiar. Pero el acceso al crédito, no sólo mejora la
situación económica de las mujeres, y por extensión la de sus familias, sino que tiene otros
impactos positivos que estarían en la línea de la mejora de la autoestima femenina,
autonomía, generación de nuevas oportunidades y capacidades de éstas en la participación de
la toma de decisiones familiares e incluso comunitarias. Dentro de esta lógica, lo que es válido
para las personas, sean mujeres u hombres, también lo es para todo un pueblo o un país, ya
que obtener crédito significa que te den la posibilidad de llevar a cabo aquellos proyectos
sociales y económicos que no podrías hacer sin esta ayuda externa.
Desde esta visión, el mercado es quien debe hacerse cargo de erradicar la pobreza, ya
que éste, a través del crédito, es la mejor plataforma para reasignar las condiciones óptimas
de vida para los pobres del planeta. Así, se quiere combatir la pobreza y mejorar la calidad de
vida de colectivos de muy bajos recursos a través de mecanismos de mercado, de medios
comerciales, alejándose de las metodologías tradicionales basadas en las políticas públicas y /
o en la subvención y la filantropía (Moreno, JA, 2011). La utilización del crédito para fomentar
el desarrollo fomenta proyectos que son autosuficientes económicamente sin la necesidad de
ofrecer ayudas públicas a las organizaciones. Fundamentalmente, se asume que las personas y
pueblos empobrecidos, merced al crédito, establecerán y expandirán todo tipo de proyectos
generadores de ingresos, asegurando así su escape permanente de la pobreza. Esta nueva
forma de hacer frente a la pobreza y el subdesarrollo acepta el enfoque que determina el
neoliberalismo sobre la aplicación indiscutible de las fuerzas del mercado y de la iniciativa
privada empresarial (Bateman, M. y Ha-Joon, C., 2009).
Además, las que defienden el crédito lo hacen porque es más eficaz ya que supone un
aumento del nivel de ingresos lo que facilita salir de la pobreza, tal y como parece que ha
sucedido con los clientes del programa Share en la India (Boneta, M., 2005). De esta manera,
se defiende que quien accede a los créditos puede insertarse en el mercado y obtener una
fuente de ingresos sostenible. Según Gutiérrez Nieto, las personas pueden realizar inversiones
para mejorar sus capacidades productivas y de generación de ingreso, adquiriendo
instrumental para el trabajo agrícola o de manufactura, aumentando las posibilidades de
acceso al mercado o cualquier otra mejora en su economía familiar o de pequeña empresa
(Gutiérrez Nieto, 2000). Este mismo argumento lo encontramos en el otorgamiento de crédito
a los Estados. En este sentido se defiende que es fundamental que los países pobres puedan
acceder a crédito subvencionado dado que para muchos de estos países el crédito es la única
manera de poder desarrollar inversiones en infraestructuras básicas que son cruciales para su
desarrollo. Por ello, fijar un límite máximo al crédito es dificultar el acceso a un instrumento
que puede serles muy útil para su propósito de desarrollo (Alonso, A., 2010).
Al mismo tiempo, quien defiende el crédito lo ve como un instrumento de mejor eficiencia,
es decir, que gracias a él se optimizan mejor los recursos para obtener un determinado
resultado. Aquí la idea clave estaría en el hecho de saber que como ese dinero debes
3
Cita encontrada en el portal de la Cumbre Mundial del microcréditos, a:
http://www.cumbremicrocredito2011.es/?page_id=517
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devolverlo esto hace que te esfuerces más en la elección de los recursos que tienes que
emplear y, por tanto, acabes haciendo que el proyecto sea más eficiente. En este sentido, la
innovación tecnológica se ve como una aliada para mejorar la eficiencia de los proyectos
financiados a crédito (Marbán, R., 2011).
Finalmente se defiende el crédito porque es un instrumento que hace protagonista a la
comunidad receptora, rompe con la cultura del donativo y la dependencia, fomenta la
autonomía y la autoestima de las personas beneficiarias, que se convierten en las únicas
responsables de su futuro. El crédito, dicen, establece una relación de igual a igual, alejada de
los paternalismos. Así, el crédito evita continuar con los males de la donación como son
reproducir una visión asistencialista y fomentar el mínimo esfuerzo por parte de las
beneficiarias. En este marco, es relevante la consideración del crédito como una herramienta
que constituye una vía de empoderamiento económico y social para las mujeres, ya que
éstas son las que terminan obteniendo la mayoría de los créditos que se dan (Boneta, M.,
2005). Así, merced al acceso al crédito las mujeres pueden obtener recursos propios que
permiten garantizar oportunidades para la igualdad de derechos, al hacerse real el papel que
pueden jugar en la economía informal y formal. Así, se defiende que el crédito es un recurso
importante para que las mujeres puedan evolucionar desde el autoempleo marginal a la
microempresa, y de ahí, a la pequeña empresa. (Karremans J. y Chaves M, Crédito, 2003).
Argumentos de las voces detractoras del crédito
Por otra parte, son cada vez más las voces críticas con el uso del crédito como herramienta
para fomentar el desarrollo. Los tres grandes argumentos que esgrimen las contrarias a la
generalización del crédito como herramienta de erradicación de la pobreza son que (1) a largo
plazo no reduce la pobreza, o incluso representa un obstáculo a la lucha contra ésta; (2)
genera deuda, y (3) responde a un modelo económico de desarrollo neoliberal basado en la
mercantilización y bancarización de la sociedad, teniendo en cuenta sólo como trabajo y
producción lo que se lleva a cabo en las relaciones de mercado.
El primer argumento de las detractoras del uso del crédito es que a largo plazo no hay
ninguna evidencia de que éste, por sí solo, contribuya positivamente a la reducción
de la pobreza (Bekerman, M., 2009) y al desarrollo económico de las sociedades. Incluso, en
algunos casos puede dificultar el proceso al eximir de responsabilidades a los propios
gobiernos que no impulsarán las políticas económicas necesarias para erradicar la pobreza. La
idea de que el crédito puede acabar con la pobreza, dicen, ofrece una visión del mundo muy
optimista en que la única diferencia entre una mujer pobre de Bangladesh y un director de
empresa es el acceso al capital (Duflo, E., 2010). Por el contrario, si se toman como referencia
los países que más han crecido en los últimos treinta años, como son China, Taiwán, Corea del
Sur, Tailandia, Malasia y Vietnam, entre otros, se ve claro que las microcrofinanzas no han
jugado ningún papel en su desarrollo. De hecho, si estos países han reducido la pobreza ha
sido porque han estimulado sus economías implementando una serie de intervenciones
políticas de inversión coordinadas desde el Estado con las instituciones financieras (Bateman,
M. y Ha-Joon, C., 2009). Según estas voces, el papel del Estado es imprescindible en la
reducción de la pobreza a largo plazo.
En este sentido, el Grupo Consultivo de Ayuda a la Población Pobre (CGAP) ha reconocido que
los pocos estudios publicados sobre los impactos de los microcréditos sólo han sido capaces de
demostrar resultados a corto plazo y que aún no se sabe si el microcrédito u otras formas de
microfinanzas, a largo plazo, están ayudando a las personas a salir de la pobreza 4. Asimismo,
en contra de quien afirma que para luchar contra la pobreza sólo hay que crear las
oportunidades para que las personas empobrecidas puedan crear sus propios negocios, se
evidencia que no todas las personas que piden créditos son emprendedoras, sino que la mayor
parte de los créditos se utilizan para suplir deficiencias temporales de las economías
domésticas, incrementar su capacidad de consumo o efectuar pagos antes de recibir ingresos
4
Cita encontrada en el portal del CGAP: "Does Microfinance Help Poor People?", En:
http://www.cgap.org/p/site/c/template.rc/1.26.11415/
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(Bauchet et al, 2011). Los niveles de pobreza en la mayor parte de los contextos donde se
desarrollan los programas de créditos, obligan a las mujeres a participar de estos con el fin de
generar ingresos que, muy a menudo, van dirigidos, y así garantizan, los gastos familiares.
Esta incorporación no hace más que aumentar la carga laboral de las mujeres, a una doble o
triple jornada. En estos casos, el acceso y participación de las mujeres en los programas de
crédito no ha tenido en cuenta los obstáculos y desigualdades históricas que han excluido a las
mujeres de los sistemas financieros. Por lo tanto, si la situación de partida de las mujeres ha
sido desigual respecto a la de los hombres en el momento de acceder al crédito en igualdad de
condiciones y oportunidades (discriminación en la educación, capacitación, contratación,
derecho a la propiedad...) este acceso no hará más que aumentar las desigualdades sociales y
de género ya existentes.
Por otro lado, también se critica que, de entre las que pueden hacer uso del crédito para
promover nuevos proyectos empresariales, lo que en realidad termina sucediendo es que con
el crédito en realidad se promueve una economía plegada de pequeñas empresas que dificulta
la generación de beneficios de escala. Así, el resultado final es que cada empresa tiene muy
pocas probabilidades de sobrevivir dentro del mercado. En este marco, poner el énfasis en el
crédito y la capacidad de emprendimiento tiene como único efecto la saturación de la economía
local de productos simples y servicios consumidos localmente, lo que lleva a una caída de los
precios y de los ingresos, y por tanto incluso a un empobrecimiento aún mayor de la población
(Bateman, M. y Ha-Joon, C., 2009; Bateman, M,. 2010).
El segundo argumento esgrimido por las voces contrarias al uso del crédito para promover el
desarrollo es que éste, per se, genera deuda y, por tanto, exige un retorno que no siempre
se podrá efectuar. En este sentido, basta recordar la crisis financiera en el Estado de Andhra
Pradesh (India) en 2001, cuando muchos clientes no pudieron pagar las elevadísimas tasas de
interés de los préstamos, lo que llevó a muchas familias a la ruina, y en algunos casos al
suicidio (Vives, A., 2011). También se han conocido cientos de miles de suicidios en
Bangladesh de personas desesperadas porque no podían devolver las deudas contraídas. A raíz
de ello, en estos países y en otros como Nicaragua, Pakistán y Bolivia han surgido
movimientos contra la devolución de préstamos inadecuados (Gómez Gil, C., 2011), que no
sólo no ayudan a salir de la pobreza sino que pueden eliminar esta posibilidad en el futuro
(Martín, JM, 2011).
De este modo, el endeudamiento hace mucho más vulnerables a quienes menos tienen, agrava
su precaria situación y acentúa sus necesidades de comida, educación, salud básica o atención
social, ya que al asumir un crédito se exponen a una mayor inestabilidad social. Si no se
satisfacen unas necesidades básicas, el crédito genera una sumisión a las inclemencias sociales
y hace que las personas deudoras dediquen su vida a devolver las deudas, entrando en un
círculo vicioso en el que se devuelven las deudas para volver a endeudarse en el futuro
(Gómez Gil, C., 2005). En Perú, el 69% de las familias urbanas más pobres tienen su propia
empresa. En la India, Pakistán o Nicaragua la proporción se sitúa en torno al 50%, mientras
que en los países de la OCDE la proporción es del 12%. Y en las regiones agrícolas de estos
países, la proporción es aún más importante. Así, el mínimo contratiempo deja a las familias
en una situación extremadamente vulnerable, ya que toda la estructura de seguridad social a
la que estamos acostumbrados en los países enriquecidos es inexistente (Duflo, E., 2010). En
los países empobrecidos la gran mayoría de las familias pobres ya están muy endeudadas y
este hecho no las ayuda a salir de su situación de pobreza, sino que más bien la agrava.
Además, el crédito contribuye a la caída de los precios, los salarios, los beneficios y las
condiciones de vida de las clases trabajadoras en los países en vías de desarrollo, ya que la
entrada de nuevas personas empresarias conlleva una disminución de las ganancias per cápita
y / o la intensificación del trabajo debido a la reducción de las ganancias marginales. Cuando
las empresas entran en quiebra el crédito se devolverá a través del embargo de propiedades,
un mayor endeudamiento o el desvío de los flujos de otros ingresos (remesas, pensiones, etc.)
para pagar la deuda. Si la mayoría de empresas entran en quiebra, como es el caso, los
individuos quedan atrapados en una pobreza aún más severa de la que sufrían antes de
acceder al crédito (Bateman, M. y Ha-Joon, C., 2009).
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En este punto también queremos preguntar hasta qué punto el uso del crédito por parte
de los Estados empobrecidos les ayuda a garantizar las condiciones de desarrollo
integral entre su gente. El hecho de que la gran mayoría de países empobrecidos hayan
optado por financiarse mediante un uso excesivo del crédito internacional, combinado con un
uso ineficiente, cuando no ilegítimo por parte de las élites, los ha llevado a unos niveles de
insostenibilidad financiera que, muchas veces ha supuesto llegar a situaciones límites como la
suspensión de pagos. Esto les ha obligado a reestructurar sus deudas con la comunidad
internacional, a cambio de aplicar Planes de Ajuste Estructural (PAEs) promovidos (por no
decir impuestos) para las instituciones financieras internacionales (FMI, BM...). Todo ello les ha
impedido cubrir los derechos básicos de las poblaciones porque se han visto obligados a
priorizar el pago de las deudas contraídas. En este sentido, nos preguntamos si no es más
lógico que los Estados busquen otras vías de financiación como podría ser implementar un
conjunto de políticas fiscales progresivas que les permitan recaudar los impuestos necesarios
para garantizar el bienestar de su población. De este modo, si el Estado cumpliera con su
función social de redistribuidor de la riqueza seguramente la población más empobrecida no
debería verse obligada a acceder al crédito para intentar cubrir sus necesidades más básicas.
Al mismo tiempo, hay que tener muy presente que el sobre endeudamiento de los Estados, y
la consecuente aplicación de los PAEs para aligerar la carga de la deuda, ha tenido un impacto
diferenciado sobre las mujeres. En efecto, los PAEs han puesto el acento en el mercado y en el
ámbito de la producción remunerada, ignorando las actividades no remuneradas y tareas de
reproducción que histórica y culturalmente han llevado a cabo principalmente las mujeres. La
consecuente aplicación de los PAEs, con el fin de aliviar la deuda, ha tenido impactos directos
en el desmantelamiento del Estado del Bienestar, donde las desigualdades de género se han
visto agravadas, situación que ha provocado una crisis en la economía de cuidado no
remunerado5. Así, al desmantelar o privatizar los servicios públicos (característica de las
políticas de austeridad generadas a través de los PAEs), el Estado se desentiende de sus
responsabilidades sociales y las deriva al espacio familiar, en definitiva, se transfieren los
costes de los mercados al hogar. Y es en el hogar donde la gran mayoría de las mujeres se ven
obligadas a asumir de nuevo las funciones básicas que el Estado ha dejado de hacer. Como
aquellas actividades no remuneradas nunca han tenido un valor en el mercado, el Estado
tampoco asume ningún tipo de contraprestación económica. Es así, como una vez más las
mujeres se ven obligadas a asumir una nueva carga de trabajo y a responsabilizarse, e incluso
sustituir, el trabajo que el Estado de Bienestar ha dejado de hacer.
Es en este marco que se defiende, como tercer argumento, que la generalización del
crédito en realidad responde a un modelo económico basado en la mercantilización y
la bancarización teniendo en cuenta sólo como trabajo y producción lo que se lleva a cabo en
las relaciones de mercado. La idea de que el crédito es la mejor herramienta para acabar con
la pobreza está íntimamente relacionada con el neoliberalismo. Mediante el énfasis en el
emprendimiento individual, el modelo del crédito es de gran utilidad para la ideología
neoliberal que justifica así la no intervención en el mercado y la eliminación de políticas
redistributivas y de fortalecimiento del Estado del Bienestar (Bateman, M. y Ha-Joon, C.,
2009).
Pero los impactos económicos y sociales del crédito están en cuestión, ya que representan una
profundización en las políticas de bancarización de la población, promoviendo el mercado como
solución a la pobreza y des-responsabilizando a los Estados en sus obligaciones en materia de
derechos humanos. La transformación de la pobreza en deuda se apoya en un darwinismo
social por el cual aquellas personas que están peor lo están porque no han querido salirse
mediante un crédito. Esta es la esencia del neoliberalismo, por el que toda aquella persona que
quiera puede prosperar en una economía de mercado (Gómez Gil, C., 2005). Bajo esta
ideología, se traslada la responsabilidad a la ciudadanía, expandiendo la idea de que la persona
pobre es responsable de su pobreza, negando las causas estructurales del problema (Red
5
La economía de cuidado hace referencia al trabajo no remunerado que se realiza mayoritariamente dentro del hogar
y que está relacionado con el mantenimiento de la vivienda, los cuidados a otras personas (tanto en el hogar como en
la comunidad), al mantenimiento de la fuerza de trabajo remunerada. Esta categoría de trabajo, a pesar de estar
completamente invisibilizada, es de fundamental importancia económica en una sociedad, ya que la economía del
cuidado está directamente relacionada con el sostenimiento y sostenibilidad de la vida humana.
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¿Quién debe a quién?, 2006). A través del crédito el sistema financiero ha descubierto un
nuevo segmento de mercado, que además está dispuesto a pagar altas tasas de interés. Lo
que se pretende con el crédito no es fortalecer los sistemas de ayuda existentes en las
sociedades del Sur, sino introducir la lógica capitalista, aunque sea a través del endeudamiento
y aunque la mayoría de los economistas consideren el sobre endeudamiento uno de los
principales mecanismos del empobrecimiento. Lo que se pretende es crear microempresas,
que, con pequeñas cantidades de dinero, funcionen con el mismo esquema de inversiónganancia que las grandes empresas (López, L., 2005).
En este sentido, para críticos como Carlos Gómez Gil el endeudamiento de la población más
pobre no puede presentarse como la solución a los problemas de la pobreza y el subdesarrollo
en el mundo. Más bien, se trata de un proceso de extensión de la economía bancaria y
financiera entre los sectores más pobres, los cuales habían sido históricamente excluidos
(Gómez Gil, C., 2005). Para muchos es un modelo de negocio dirigido a ámbitos a los que
frecuentemente no llega el mercado o sólo llegan empresas tradicionales o informales, casi
siempre de manera deficiente y a menudo en condiciones abusivas (Moreno, JA, 2011), como
es el caso de los movimientos especulativos de destacadas instituciones microfinancieras que
han obtenido beneficios multimillonarios de sus supuestas actividades filantrópicas en favor de
los pobres (Gómez Gil, C., 2011). En este sentido, hay que considerar que en muchos casos el
crédito también ha generado "costes colaterales" a las mujeres con mayores cargas de trabajo
y de estrés debido a que éstas deben hacer frente al pago de las cuotas crediticias, dificultando
la administración en el uso de su tiempo (tiempo ya escaso causado por la división sexual del
trabajo y la doble jornada que realizan muchas mujeres), generando así efectos colaterales
negativos en las personas que dependen de ellas. Así pues, se evidencia que el simple acceso
al crédito no resulta suficiente para combatir la feminización de la pobreza: se necesitan crear
intervenciones integrales que promuevan las responsabilidades compartidas tanto en el
espacio público como privado (hogar - comunidad).
Además, el crédito resulta un elemento de fuerte desestabilización social ya que se crean
nuevas obligaciones, privadas y colectivas, por parte de las personas receptoras: los créditos
exigen necesariamente garantías para el futuro pago, como pueden ser animales, bienes
agrícolas o familiares (Gómez Gil, C., 2011). No se tiene en cuenta el coste social que el
crédito representa, lo que se pretende es cambiar la mentalidad comunitaria para una
mentalidad capitalista. Para Lola López las entidades o instituciones que promocionan el
crédito no conocen o no respetan las estrategias locales y las redes sociales tradicionales;
destruyen los sistemas propios como los tontin, promueven comportamientos individualistas, y
sustituyen los sistemas de protección comunitarios por la comercialización de los servicios
(López, L., 2005). No sólo eso, sino que basar el desarrollo de una comunidad en la
emprendeduría individual mina la experiencia compartida, la confianza y la buena fe, la
solidaridad local, la comunicación interpersonal, el voluntariado (Bateman, M. y Ha-Joon, C.,
2009). Y en última instancia destruye la economía local sostenible y las propias trayectorias de
desarrollo, al tiempo que institucionaliza la pobreza y el subdesarrollo (Bateman, M. 2010). En
los casos de empresas puestas en marcha a través de créditos concedidos a mujeres, éstas
están estrechamente vinculadas con actividades domésticas y / o de autoempleo, actividades
frecuentemente enmarcadas en el sector no estructural de la economía (economía informal).
Así, la participación femenina en los sistemas crediticios no resulta ser una verdadera palanca
de cambio para la igualdad de género, sino que contribuye a perpetuar la marginalización de
las actividades económicas desarrolladas por las mujeres y por tanto, tiene el peligro de
aumentar aún más las desigualdades en términos de participación diferenciada entre hombres
y mujeres en la economía.
Algunas voces incluso plantean la inmoralidad de enriquecerse a base de la gente más
empobrecida. Para Martí Boneta, no se entiende que la banca convencional no deje de mejorar
los resultados año tras año, sin aumentar su valor añadido (Boneta, M., 2005) y Antonio Vives
apunta que la gran mayoría de instituciones financieras sólo se preocupa de que se devuelvan
los créditos, con elevados intereses alegando grandes riesgos y elevados costos de
transacción, una grave irresponsabilidad cuando se trata de clientes con poca educación
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financiera. Sin embargo, las elevadas tasas se deben al poder de casi monopolio de algunas
entidades financieras (Vives, A., 2011).
4. Conclusiones
En este artículo hemos repasado brevemente las argumentaciones a favor y en contra del uso
del crédito como herramienta de desarrollo.
Como hemos visto, algunas voces defienden la idoneidad del crédito como instrumento
eficiente y eficaz para fomentar el desarrollo de los países empobrecidos. Desde este punto de
vista, el acceso al crédito es fundamental para los países empobrecidos ya que para muchos de
ellos el crédito es la única manera que tienen para desarrollar inversiones en infraestructuras
básicas que son cruciales para su desarrollo. Por otra parte, se defiende que el crédito es una
herramienta que empodera a las personas empobrecidas y las hace protagonistas de su propio
devenir. Desde este punto de vista, la situación económica de las mujeres puede mejorar
mediante el acceso al crédito, y otros recursos financieros, ya que permite que éstas puedan
obtener recursos propios que permitan garantizar oportunidades para la igualdad de derechos.
La defensa del crédito también se encuentra en el hecho de que rompe con la cultura del
donativo y la dependencia, fomenta la autonomía y la autoestima de las personas
beneficiarias, que se convierten así en las únicas responsables de su futuro. En definitiva, las
personas que defienden el crédito lo hacen porque creen que el mercado es el medio a través
del cual se erradicará la pobreza, ya que éste es el único que puede garantizar un desarrollo
sostenible a largo plazo, desde el punto de vista económico y social.
Por otro lado, también hemos podido ver que aquellas voces críticas con el crédito denuncian
que, a largo plazo, no hay ninguna evidencia de que éste, por sí solo, contribuya positivamente
a la reducción de la pobreza. De hecho, desde esta visión se considera que el único
instrumento válido para lograr este objetivo es el Estado y que, por tanto, hay que dejar que
sea éste quien impulse las políticas económicas necesarias para erradicar la pobreza. Al mismo
tiempo, se defiende que dado que el crédito genera deuda per se, éste exige un retorno que
no siempre se podrá efectuar. Este hecho todavía puede agravar más la situación de pobreza
de partida en que se encuentran, tanto la población como sus propios Estados. En este
sentido, se ha visto como un sobre endeudamiento familiar puede suponer la pérdida de lo
poco que se tenía. Asimismo, también se ha observado como un sobre endeudamiento estatal
puede suponer el desmantelamiento de su estado social. Esto agrava las desigualdades de
género, ya que las mujeres se ven obligadas a sustituir el trabajo que el Estado deja de hacer.
Desde esta perspectiva se evidencia que el simple acceso al crédito no resulta suficiente para
combatir la feminización de la pobreza, ya que para ello es necesario crear intervenciones
integrales que promuevan las responsabilidades compartidas tanto en el espacio público como
privado. En definitiva, las voces detractoras del crédito ven que su generalización responde
íntimamente a la implementación del neoliberalismo. Desde esta visión se defiende que lo que
se pretende con el crédito no es fortalecer los sistemas de ayuda existentes en las sociedades
del Sur, sino introducir la ideología neoliberal que justifica la no intervención en el mercado y
la eliminación de políticas redistributivas y de fortalecimiento del Estado del Bienestar, con las
cargas que ello supone, como se ha visto, para las mujeres.
Por lo tanto, se puede afirmar que detrás del debate sobre la conveniencia o no del uso del
crédito como mecanismo de empoderamiento y / o para combatir la pobreza lo que se
esconde, en realidad, es un debate sobre el modelo económico y social que se defiende.
Siendo así, y dado que la eficacia del crédito como herramienta para fomentar el desarrollo no
es tan clara, creemos que hay que defender el papel que puede jugar la AOD en forma de
donación, aunque conociendo sus limitaciones (sobre todo por el papel que juegan otros
mecanismos que generan anticooperación). En efecto, creemos que la AOD en forma de
donación desligada puede jugar un papel mucho más adecuado para restituir la situación de
injusticia y de desigualdad social en que se encuentran las poblaciones empobrecidas,
especialmente las mujeres, ya que se trata de recursos que se pueden destinar sin ánimo de
lucro y que se pueden orientar específicamente a las personas y comunidades más
empobrecidas. Creemos que la generalización del crédito puede anular las políticas de
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cooperación internacional, ya que extiende la idea de que el mercado es más eficiente para dar
respuesta a los problemas sociales y debilita a los Estados como agentes que pueden fomentar
el desarrollo de la gente. El uso del crédito olvida las verdaderas causas de la pobreza, al
tiempo que convierte a las personas empobrecidas en responsables de su situación. En
cambio, la AOD en forma de donación puede fomentar la solidaridad y restituir el expolio que
los países enriquecidos han hecho históricamente, y continúan haciendo, sobre los pueblos
empobrecidos.
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