INTRODUCCIÓN Introducción al Debate de Actualidad: Las ciudades del Siglo XXI Ponente: Carlos Hernández Pezzi Cargo: Presidente Institución: Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España El debate público en estado puro a muchos le produce desconfianza, a otros les acrecienta su interés, pero en todo caso el formato de mesa redonda y el tamaño de esta sesión permiten discutir sin necesidad de acudir a presentaciones de imágenes, la ausencia de power-point sobrecargados de datos y cifras -, permiten la posibilidad ser y estar más atentos con el lenguaje, más precisos con la definición y mejor articulados con la palabra. Por ello, para los que ya habéis estado en otras ediciones del CONAMA y para los que repetimos en el papel de alentar en esta edición el foro local, es un honor tener la oportunidad de coincidir otra vez en la tarea de fijar cuáles son los acuerdos del lenguaje a los que tenemos que llegar para encarar la actual crisis ambiental. La crisis del lenguaje viene determinada por el decaimiento de determinados paradigmas. Si durante la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI, el paradigma del urbanismo como solución a los problemas humanos entró en crisis, ahora en el frontispicio de la respuesta sostenible a la crisis producida por el cambio climático. La sostenibilidad como elemento de la práctica social ha pasado a estar presente en los grandes debates relacionados con este tema. Ahora, sin embargo, y muy probablemente, estamos ante el anticipo de una matización sobre ese paradigma. La sostenibilidad como tal concepto va dejando paso a la noción más amplia, que incluye el fenómeno de la energía y al ámbito del urbanismo sostenible energético en el que el suelo va a trasformarse en un concepto muy importante para entender cómo va a ser la ciudad del siglo XXI. Para hablar del nuevo modelo de ciudad hay que tratar la regeneración de las ciudades, no tanto en el contexto actual de preocupación por la crisis económica, sino en el contexto de gobernar la situación de la misma, de producir el gobierno de sus necesidades y consumos energéticos y de evitar el modelo caduco del despilfarro, que es el que nos ha conducido hasta este escenario. Los representantes municipales están ante el reto de encarar en directo esta crisis, y eso supone hacer frente al desafío energético en el entorno de las ciudades. En primer lugar las principales gestiones municipales en materia de energía deben estar encaminadas a la recuperación de todos los productos materiales que se desechan y que se mantienen en el ámbito local. Si extendemos nuestra noción sobre lo que significan los recursos en el entorno municipal, podemos alcanzar un consenso estimable sobre lo que debemos hacer para aplicar y generar energía en los municipios donde antes se despilfarraba o no se utilizaba con la suficiente eficacia. Esta energía no es sólo de recursos naturales y materiales, no solo es una energía exclusivamente entendida desde el punto de vista ambiental, sino que se trata de una energía social positiva que las ciudades tienen que mantener. A través de la manera en que se decida cómo gobernar esta crisis y liderar los problemas estaremos definiendo las vías para salir de ella sin cometer los errores que nos han llevado a esta situación. Ni Al Gore, ni los altos mandatarios europeos, ni siquiera el propio gobierno central va a resolver estos problemas, ni van a alumbrar la salida desde lo local. Los problemas humanos y urbanos, juntos, deben solucionarse dentro del seno de las ciudades, siendo esta una responsabilidad que tendremos que asumir durante generaciones, porque durante generaciones hemos acumulado en las ciudades la energía necesaria para la evolución de la humanidad hasta hoy. Las ciudades del siglo XX han padecido y producido unos efectos muy indeseables, pero también han ido configurando una conciencia a través de la sociedad civil, representada en sus ámbitos de más cercanía que son los ayuntamientos. En estos ámbitos, la colaboración con los territorios de influencia de las ciudades y los grandes arcos de mayor densidad de población, conurbaciones y ejes económicos, tienen en las ciudades sus mayores recursos sistémicos. En Europa, los dorsales económicos y territoriales tienen una influencia potencial de las ciudades cuya huella y repercusión en la actualidad es cada vez mayor. Además el municipalismo es en el sitio donde se condensan mayores oportunidades para trabajar en las políticas que ahora nos atañen y que tornan ahora transformadas en las ciudades del siglo XXI. La razón es que las ciudades contienen y utilizan cotidianamente - bien o mal - los ingentes recursos energéticos que necesitan para funcionar, para albergar y producir, para vivir. La renovación de los recursos energéticos ambientales y sociales es la tarea de este siglo y se va a hacer desde las ciudades. La nueva ciudad no va a ser construida por arte de magia, ni a través de las torres estelares que están proliferando por toda nuestra geografía, ni mucho menos a través de los grandes distritos financieros proyectados en los últimos tiempos, que ahora están inmersos en la crisis. Tampoco vendrán a ayudar las grandes promociones inmobiliarias fracasadas por la avaricia, la intensa sobre-valoración de activos y patrimonios y la especulación que se han puesto en muchas de ellas, en el período reciente de la acumulación inmobiliaria. La ciudad del siglo XXI surgirá de suelo, del agua, del aire, del ruido, del clima, y de las potencialidades que saquemos a la luz en estas materias, que tanto tienen que ver con el buen gobierno de la energía. En España se han construido más viviendas de las que se necesitaban. Un parque de un millón unidades de viviendas vacías espera su alquiler o su puesta en venta, pero lo que hace falta es que se usen, que no despilfarremos el esfuerzo de lo construido. Este problema ha repercutido, entre otros, en el origen del desfase entre oferta y demanda, al retraso acumulado dentro de los programas de protección oficial y del Plan Nacional de Vivienda y Rehabilitación porque ha impedido satisfacer una demanda muy necesaria de vivienda pública. La clave no sólo está en las ciudades y en las energías, sino también en el cambio de modelo, de cultura y de actitud ante el ambiente como objetivo de toda la ciudadanía del mundo, entendida como un colectivo entrelazado: Un cambio de nuestros modelos de comportamiento desde el despilfarro a la responsabilidad, un proceso para producir la energía suficiente para mantener las ciudades en el siglo XXI en un orden de mejor calidad, un orden responsable y solidario que no altere los equilibrios de los acosos climáticos en los que hemos vivido precariamente hasta ahora. Ese es el reto; las ciudades lo deben liderar desde la acumulación y el buen uso de energía colectiva y del incremento crucial de la sostenibilidad ambiental.