Año XVII.-Nám. 591 30 Mayo 1918. CRÓNICA COSMOPOLITA Los progresos de la Cosmogonía. — Teorías modernas acerca del origen y formación de los mundos. ESDE que el hombre existe, se ha formado su idea acerca del mundo en que vive. Durante muchos, muchísimos siglos, la contemplación de los astros y de sus movimientos, el espectáculo que ofrecen la atmósfera con sus tempestades; el mar con su oleaje y sus mareas; la tierra con sus terremotos y volcanes, en unos lugares, con sus ríos impetuosos y sus nevadas montañas en otros; ya presentando bosques poblados de fieras y de misterios, ya inmensos arenales desiertos; la sucesión ordenada de días y noches y de las estaciones en el año; las fases periódicas de la vegetación, y, en suma, todas las manifestaciones de la naturaleza con sus rigores y con sus beneficios, sugirieron en la mente de los humanos la idea de que el mundo era vasto campo de acción de seres superiores, ma'éficos unos, bienhechores otros, en lucha continua para dañar al hombre ó para protegerle. A medida que la humanidad fué adquiriendo más conocimientos acerca de la naturaleza, el concepto y la acción de los seres superiores se fué reduciendo y concretando y adquiriendo, por el contrario, más extensión el concepto del universo, hasta llegar, por una parte, en la teogonia griega, á la representación antropomórfica de los dioses que gobernaban el mundo y regían los destinos de los hombres, y por otra, en el Génesis, á la ¡dea del monoteísmo y á la explicación del or gen y formación del mundo. Continuándolos progresos de los conocimientos humanos, todos los adelantos realizados se han reflejado en el concepto que acerca del origen y constitución del Universo se va formando el hombre, y así ha nacido, como ciencia, la Cosmogonía, la cual, tomando los datos que le suministra la Astronomía física y las verdades matemáticas descubiertas por la mecánica celeste, va procurando descifrar los misterios que aún envuelven el origen, formación y evolución de los mundos. Es curioso y muy interesante hacer un resumen de las diversas etapas por que ha pasado la ciencia cosmogónica en estos últimos tiempos, pues corresponden perfectamente á las vicisitudes por que han pasado las teorías físicas y químicas acerca de la constitución de la materia y de las leyes que la rigen. * K^nt supuso que la materia debió, en su principio, hallarse reducida á un grado extremo de división, pero no completamente uniforme, y, atrayendo las partículas más gruesas á las más pequeñas, fuéronse formando lentamente masas de consideración. Así se originaron las estrellas. Nuestro Sol, por consiguiente, debió su origen á un mecanismo de e^ta clase; pero, con la circunstancia de que los elementos que lo formaron, al caer hacia el centro de atracción, se perturbaron unos á otros en su moviuiienio, produciéndose desviaciones laterales, de suerte que el choque, al llegar al núcleo, hubo de ser más ó menos tangencial, motivando así la nitación de la masa. Algún tiempo después, Laplace, sin conocer la hipótesis de Kaut, expuso su famota teoría en que se explica la formación de los sistemas planetarios partiendo también de una nebulosa, pero de un modo muy disilnto que el desarrollado por Kant. El geómetra francés no consideraba, como el filósofo alemán, la evolución de un medio enrarecido y en reposo para llegar después á los movimientos que presenta nuestro mundo solar actual. La nebulosa de Laplace eia una masa esférica de gases, á muy alta temperatiiia y que se extendía hasta los limites extremos de nuestro sistema pianelaiio, girando sobre sí misma al par que se contraía. De este modo, todos los movimientos que sucesivamente fuesen presentado después las diferentes porciones de la nebulosa, debían de ser consecuencia de la rotación inicial del conjunto y tendrían que ser directos, es decir, en el mismo sentido que la rotación general. Explicada la formación del Sol, de los planetas y de los satélites de éstos partiendo de la nebulosa originaria, todos estos distintos elementos del sistema planetario, habrían de girar en el mismo sentido. Y, en efecto, cuando á fines del siglo xvili expuso Laplace su sistema del mundo, todos los astros entonces conocidos, pertenecientes á nuestro mundo solar, se hallaban dotados de movimiento de rotación directo. Desgraciadamente, algunos años después, se descubrió que los satélites de Urano y de Neptuno, giran en sentido retrógrado. Además, según las teorías de Laplace, los planetas deben girar más rápidamente que sus satélites respectivos y, sin embargo, está perfectamente demostrado que Pobos, el primer satéliie de Marte, efectúa su revolución en un período tres veces más corto que el empleado por su planeta en hacer su rotación y el borde interior del anillo de Saturno manifiesta análoga anomalía. A pesar de estos hechos eu contradicción con la teoría de Laplace y de otros descubrimientos posteriores que hubieran asombrado al sabio francés, su teoría es la que, en conjunto, explica mejor que otra alguna el origen y formación de los mundos. Además, la hipótesis de Laplace ha sido el punto de partida de notabilísimos trabajos que van poniendo más en claro cada día la constitución del universo, pues apoyándose en dicha hipótesis Lord Kelvin, Croll, Wolf, Roche y otros sabios, han abordado el problema de la condensación del Sol, de la formación de los anillos, de la rotura y estabilidad de éstos, y últimamente, Jorge Darwin ha estudiado la cuestión de las mareas aplicadas á la formación de los satélites. Faye, en 1884, exiuso una teoría que es un perfeccionamiento de la de Laplace, teniendo, sin embargo, de común con la de Kant, la suposición de que los torbellinos intervie-