La familia como agente educativo

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Rocío García Limón
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La familia como agente educativo
Como dijo el presidente de la Federación de Escuelas Waldorf, Christopher
Clouder: “Necesitamos buenos educadores, es decir: profesores y padres.”
La familia esta en un momento de profundo cambio, debido principalmente a la
incorporación de la mujer al mundo laboral, al distanciamiento entre el lugar de trabajo
(y estudio en muchos casos) y el domicilio y debido también a los nuevos tipos de
familia (monoparentales, divorciadas, separadas, reestructuradas…). La transformación
se puede observar no solo en su composición, sino en su finalidad y funciones. En el
pasado, la familia tenía la necesidad de enseñar a los hijos como comportarse dentro de
la sociedad, de darle una formación en valores. El niño debía aprender aptitudes
fundamentales como hablar, asearse, obedecer a los mayores, distinguir a nivel primario
lo que está bien de lo que está mal… Todo ello conforma lo que se conoce como
‘socialización primaria’. Cuando la familia se ocupaba del desarrollo de la personalidad
y afectividad del niño, la escuela podía ocuparse de enseñar. Como dijo Juan Pablo II,
“La familia es la base de la sociedad y el lugar donde las personas aprender por vez
primera los valores que les guían durante toda su vida”.
En la actualidad, la familia y su labor socializadora atraviesan por una indudable
crisis que constituye un problema para la escuela y sus docentes. Esta crisis se muestra
en la delegación de la función socializadora sobre otras instituciones. La escuela actual
–y los docentes- ya no pueden efectuar sus tareas pasadas: impartir conocimientos y
desarrollar roles y competencias, sino que se les demanda unas funciones para las que
no está preparada y que no puede ejercer, como los “elementos de formación básica de
la conciencia social y moral de los niños […] que antes era llevaba a cabo en el seno de
la familia”. La familia es el lugar donde el niño aprende a vivir en comunidad con
actitudes de respeto, servicio, fraternidad y afecto, y esto es irremplazable. “La familia
debe ser una escuela donde los padres y los hijos puedan reflexionar y aprender juntos”.
Debido a esta delegación de funciones, para la cual la escuela no está preparada, el
profesor ha pasado de ser una figura respetable a ser una figura cuestionable. El docente
esta encargado en la actualidad de enseñar a los alumnos unos valores que la familia ‘no
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tiene tiempo (ni ganas) de enseñar’, y esto crea problemas (y contradicciones) en el
desarrollo de los alumnos. La familia y la escuela son dos agentes socializadores que
deben trabajar en conjunto, de otra manera, el pleno desarrollo de los niños no será
posible. Para ello hay una serie de pautas que deberían ser tomadas en consideración:
Aumentar el tiempo en familia y el tiempo de interacción con una actitud positiva y
atención hacia el otro. Fomentar la comunicación familiar tratando temas tabú que hoy
día siguen existiendo en nuestra sociedad. Y por último y no por ello menos importante,
promover la madurez y responsabilidad de los hijos, ya que estos viven “bajo la
sobreprotección de los padres”. Pero para ello, anteriormente “es imprescindible que
alguien en la familia se resigne a ser adulto” como bien dice Fernando Savater.
Otro de los factores que influyen en el éxito escolar de las nuevas generaciones
es el ‘arbitrario cultural’ (Bourdieu y Passeron). La escuela hace una selección de
conocimientos ya que todo no se puede enseñar. Esta selección está mucha mas cerca de
las clases altas que de las clases mas bajas. Por esto, la distancia entre la cultura de la
familia y la de la escuela supone un problema para los estudiantes, especialmente los de
clase baja, para los cuales el lenguaje (capital lingüístico) y los temas que se tratan en la
escuela (capital cultural) no están para nada relacionados con su vida cotidiana. Por otro
lado, el interés de los alumnos también está relacionado con el nivel cultural de las
familias, ya que si el alumno ve que lo que aprende es útil, le motiva a seguir
aprendiendo. Pero por el contrario si el niño ve que lo que aprende no le sirve o que en
su familia no saben lo que es, el niño no tendrá nunca motivación por seguir
aprendiendo.
Para concluir me gustaría citar a James Cook: "Tenemos los ingredientes
necesarios aquí: estudiantes excepcionales y dedicación del profesorado. Pero no
podemos hacerlo sin colaboración." Esta cita muestra el interés de los docentes y de los
mismos alumnos por aprender, pero muchas veces, el papel de la familia es lo que
desmotiva tanto a profesores como a los mismos alumnos, ya que estos no se involucran
ni participan en la educación de sus hijos.
Rocío García Limón
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BIBLIOGRAFÍA
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Arís Redó, N. (2008). Familia y escuela: dos agentes socializadores que deben ir
a una.
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