Cultura 35 30 octubre 2011 Crítica literaria Miquel Àngel Violan Quim Valls: amor y humor como escuela de vida He aquí un autor que se dispara: Quim Valls. Su último libro, Buenas noches y buena suerte, está teniendo una excelente acogida. Hace prever un largo recorrido literario para este profesor de casi 52 años, que —como él dice humorísticamente— «aparenta 51 y medio». Entre los muchos méritos que atesora Quim Valls figura ser un exitoso profesor de matemáticas. Pero también el hecho habitual de utilizar el amor por el trabajo y el humor en su ejecución como cimientos de su escuela de vida. De su estilo y talante. En su libro Buenas noches y buena suerte invita al lector a matricularse en la denominada «universidad nocturna de la buena suerte». Se trata de imaginar lo que quieres conseguir. Creerlo para crearlo. De eso se ocupará el cerebro durante toda la noche. ¿Cómo? A través de la activa colaboración del subconsciente, el frenético baile de las neuronas que sugestionadas por nuestros deseos se entrecruzan y armonizan para favorecer nuestra meta. Es impresionante el poder de la sugestión. Ella puede crear las condiciones para alcanzar lo que queremos, siempre y cuando nosotros lo deseemos inten- Periodista y escritor. Dirige y presenta «Les Bones Obres», el suplemento de libros del programa «El Mètode Guardiola: Valors en Joc» que Ràdio Estel emite semanalmente JOAQUIM VALLS Buenas noches y buena suerte. Viena ediciones, 2011, 192 pág. samente y nos ejercitemos en pedirlo disciplinada e intensamente. ¿Cómo? Escribiendo nuestros deseos cada día... y dejando que el subconsciente ejecute las órdenes mientras dormimos. Quim es también un perspicaz interpretador de la letra de los demás, lo que denominamos grafología. De hecho, de esta habilidad ha hecho un instrumento de transformación profesional tal y como nos explica en su libro anterior Buenos días y buena letra. Esto se denomina grafotransformación. Según Quim Valls, la caligrafía refleja nuestro carácter. Por tanto, si cambiamos nuestra caligrafía, cambiamos nuestro carácter. El efecto es al mismo tiempo una causa. Es lo que defiende, por ejemplo, el budismo cuando estimula el hecho de sonreír. Aunque no nos sintamos felices, si nos obstinamos en sonreír un buen rato, acabaremos sintiéndonos felices. ¿Sorprendente? No del todo. Modernamente los científicos han comprobado la veracidad de esta tesis: que el efecto se puede convertir al mismo tiempo en causa de un nuevo efecto. ¡Comprobadlo! Vuestros colegas os lo agradecerán. Quim Valls ha añadido últimamente a su vida la faceta de radiofonista bajo el sugestivo título de «Escola de vida», un espacio que se emite cada sábado de 15 a 16 horas en la programación de Ràdio 4. Un programa que dirige y por donde pasan aquellos autores que tienen algo que decir sobre el crecimiento personal y que lo han reflejado en sus libros. Precisamente los libros son un mundo extremadamente próximo para el buen Quim, empresario y emprendedor por naturaleza. Lee un montón de ellos cada semana. La suya es, pues, una cultura enciclopédica, de donde brotan amenas síntesis de conocimientos ajenos que él alinea y resume con sus grandes dotes de pedagogo. He aquí el perfil de un hombre empeñado en hacer del humor y el amor la fórmula del éxito en la vida. Poco a poco y, con buena letra, soñando un poco cada noche las nuevas realidades deseadas. Disfrutándolas antes y después. Crítica cinematográfica La generosidad de los que tienen un don ANOTHER YEAR DIRECTOR: Mike Leigh. INTÉRPRETES: Jim Broadbent, Lesley Manville, Ruth Sheen, Peter Wight, Oliver Maltman, Karina Fernandez. Drama. 129 minutos. Reino Unido, 2010. Another Year («Un año más») es una nueva muestra del humanismo de Mike Leigh que realiza un elogio al amor sencillo de un matrimonio de sesentones, curiosamente Tom y Gerri, que viven su vida abriendo su casa a aquellos que se acercan. El film, como es habitual en este director en sobresalientes actuaciones con una fenomenal dirección de actores, es una narración entrecortada y sorprendente marcada por una iluminación que destaca el paso del tiempo y las estaciones. Así, nos encontramos con una propuesta en la que llegamos a reconocer el valor de la gente sencilla que ha encontrado la paz y la búsqueda de los que andan tras ella. Mike Leigh sigue, pues, profundizando en las relaciones humanas, especialmente en las familiares, como hizo en la magistral Secretos y mentiras (1996) donde una joven negra buscando a su madre biológica fue a conocer un curioso hogar donde junto a la limitación y la miseria humana emergía el deseo de encuentro y comunicación. Claves que también desarrolla en la desestructurada familia de Todo o nada (2002) donde sus miembros terminan por apoyarse unos en otros asumiendo sus debilidades y ofreciendo sus fortalezas. La narración se estructura en cuatro capítulos que corresponden a las estaciones y que hace especialmente explícitas en las salidas del matrimonio a un huerto don- de vemos reflejados los matices de cada tiempo que a su vez traslada al itinerario de las relaciones personales. El prólogo nos ofrece un anticipo temático señalando la dificultad de la comunicación y el problema de la soledad. Como contraste nos muestra un hogar formado por una pareja entrañable —estupendos Jim Broadbent y Ruth Sheen— que acogen a un grupo de amigos bastante rotos por el aislamiento y el fracaso Peio Sánchez Director del Departamento de Cine del arzobispado de Barcelona vital, geniales las interpretaciones de Lesley Manville (Mary) y de Peter Wight (Ken). Por si fuera poco a esta casa de acogida se incorporará un adusto y seco David Bradley (Ronni) que ha perdido a su esposa en medio del desastre familiar y al hijo de la pareja, Joe, que es interpretado por Oliver Maltman, que acaba de encontrar pareja en una inspirada Karina Fernandez en el papel de Katie. El modelo del matrimonio protagonista es un referente de experiencia de amor donde desde la sencillez de lo cotidiano —una comida, el trabajo juntos en el jardín o el silencio compartido— se nos muestra una experiencia de comunicación y reconocimiento del otro. Desde la gratuidad ellos acogen a la gente perdida de su entorno de amigos, conscientes del poder de la escucha. Allí acude la histérica Mary, que arrastra la frustración intentando conducir su vida hacia un desastre que parece inevitable. Por allí pasa un desarbolado Ken, alcohólico y desahuciado de sí mismo. Pero en medio de la ciudad impersonal y deshumanizante está aquel islote de salvación, donde se pueden sentar a la mesa, recibir un abrazo o dormir la borrachera en el sofá. La figura de la nueva y más joven pareja, Joe y Katie, representan el futuro de la familia. Cuando hay un hogar detrás, un modelo, es posible intentarlo. Ellos son un signo de esperanza. Aunque la propuesta de Leigh para nada es ingenua, sabe bien de la fragilidad, de los deseos insatisfechos y de la tristeza radical. Algo que representa bien Ronnie, el hermano viudo de Tom. Acompañamos a los personajes en sus bajadas más allá de las apariencias, así las imágenes retratan el dolor de sus almas y las palabras resaltan la deriva del sentido. Sin embargo, hay razones para el optimismo. No todo está perdido. Es posible amar y ser amado y si no es posible al menos se puede encontrar un hombro donde reclinar la cabeza. Por eso esta tragicomedia ofrece una buena y veraz dosis de esperanza donde los héroes podemos ser cualquiera de nosotros.