INSTITUTO HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA fundado por san Juan Bosco y por santa María Dominica Mazzarello N. 929 Un gracias prolongado en el tiempo Estamos en el umbral de la celebración de los 140 años de la primera profesión en el Instituto acaecida el 5 de agosto de 1972 y desde todas las Inspectorías llegan noticias sobre la preparación de este importante aniversario. Por ello deseamos llegar a cada una de vosotras, queridísimas hermanas, para compartir el agradecimiento y la alegría de pertenecer a una “familia religiosa que es toda de María” (cfr. Cron I 305), monumento vivo del gracias de don Bosco a la Auxiliadora. Con María estamos llamadas a vivir nuestra vocación transformando cada instante de nuestra existencia en un gozoso himno de adoración y de alabanza para ser, hoy, signo de los bienes celestiales ya presentes en este mundo (cfr. C 8). El nombre expresa la identidad de la persona, lo que se es y también lo que se puede llegar a ser con la gracia de Dios. Nuestro nombre de Hijas de María Auxiliadora define nuestra identidad y nos invita a confrontarnos con los elementos típicos de la espiritualidad siempre actual de nuestros orígenes, que encontramos sintetizada de forma autorizada y auténtica en nuestra Regla de vida. Estamos celebrando el 30º aniversario de la aprobación de las Constituciones renovadas. Lo que es para nosotras una llamada a considerarlas como “pacto de nuestra alianza con Dios”, guía segura hacia la santidad y proyecto de vida que orienta y sostiene la plena realización de la misión educativa heredada de nuestros Fundadores a favor de la juventud. Por un don del Espíritu Santo Don Bosco y la Madre Mazzarello respondieron a los no fáciles desafíos que también entonces se planteaban a la vida religiosa. La confrontación con las necesidades educativas de los jóvenes y el descubrimiento de la preciosa herencia carismática de nuestros Fundadores son luz para nosotras en este 140º aniversario de la fundación del Instituto, que tendrá una solemne conclusión precisamente el próximo 5 de agosto. En Mornese, el primer núcleo de profesas estaba formado por mujeres abiertas; con experiencias de vida dura, sólida, pero no todas habituadas a la vida comunitaria, a un mismo estilo de oración, incluso de concepción de vida religiosa; sin embargo vivían el “milagro” de la unidad de espíritu que posibilitaba la superación de tensiones e incomprensiones. El gran corazón de María Dominica, la atención a las hermanas, los pequeños gestos cotidianos, creaban un ambiente donde se podía expresar la caridad paciente que todo lo perdona, confía en todos, todo lo soporta y nunca pierde la esperanza (cfr. 1 Cor 13, 7). La lógica que guía los inicios del Instituto es la del grano de mostaza, ya que la semilla crecerá y se convertirá en un árbol grande: las Hijas de María Auxiliadora se consagran a Dios en fidelidad a las Constituciones vividas con serenidad y coraje en el quehacer ordinario de la vida cotidiana y en la misión apostólica. Dejándose guiar por el Espíritu en un camino de crecimiento y de purificación, María Dominica y las primeras hermanas fueron en la Iglesia “personas cristiformes, prolongación de una especial presencia del Señor resucitado” (VC 19). Y la Iglesia las acoge por medio de la benevolencia y paternidad del Obispo de Acqui monseñor Giuseppe Sciandra (cf Cron I 316). Ya el Papa Pablo VI, hablando a las FMA en la celebración del primer centenario del Instituto, recordaba las grandes expectativas que la Iglesia tenía sobre nuestra Familia religiosa: «¿Sabrá vuestra Congregación responder a las grandes expectativas de la Iglesia en la hora atormentada que vivimos? Quisiera que cada una respondiera quedamente en su corazón: “Haré todo lo que pueda”. Y añadía: «A las muchas preguntas solo hay una respuesta, que explica la extraordinaria fecundidad del pasado y asegura infaliblemente a vuestro Instituto su vitalidad para el porvenir: la santidad. Si sois santas, hay muy poco ya que decir.» (Anexo a las Constituciones, p. 292-293). Hoy la Iglesia y los jóvenes esperan todavía esta profecía de santidad de cada una de nosotras. Es importante reconocer continuamente en el quehacer diario de la vida la llamada de Dios para poder vivir en estado permanente de escucha, para ir a lo esencial, liberándonos de muchas formas que merman el impulso vocacional y hacen poco atractiva para las jóvenes nuestra vida consagrada. Hoy como ayer Sentimos la necesidad de expresar en lo cotidiano el encanto y la frescura de los orígenes que dieron impulso y fecundidad a nuestra historia, de poner con mayor decisión a Dios en el centro de la vida y de la misión, de arraigarnos en la Palabra escuchada y anunciada sin compromisos y sin quedarnos en el umbral del Evangelio. El Sínodo de los Obispos que tendrá lugar en el mes de octubre sobre el tema La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, afrontará uno de los grandes desafíos de la Iglesia al que como FMA no podemos sustraernos. Se trata de contemplar dos aspectos íntimamente unidos, que se completan recíprocamente: la finalidad de la nueva evangelización es la transmisión de la fe cristiana a las nuevas generaciones. En este contexto creemos que el paso más importante es evangelizar nuestra vida de FMA, la vida de toda la comunidad educativa para que sea profecía que prepare al Señor un pueblo bien dispuesto (cfr. Lc 1,7): el de las jóvenes y los jóvenes a nosotras confiados, en los escenarios mundiales en continuo y profundo cambio cultural, social y político. Son nuestras comunidades las que en la Iglesia deben ponerse en camino para llevar a la humanidad fuera del desierto, hacia el lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida en plenitud (cfr. Instrumentum Laboris – La nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristina n. 8). Nuestras Constituciones nos invitan a vivir con y como María la bienaventuranza de los creyentes (cfr. C 44). En ella se funda nuestra existencia, pero también la renovación y el crecimiento del Instituto. De pequeña semilla de mostaza se ha convertido en un árbol grandioso, gracias a la fe de muchas FMA plenamente felices en su opción vocacional, animosas y serenas, incluso en medio de muchas dificultades. La próxima beatificación de sor María Troncatti es un luminoso testimonio. Esta gran misionera con frecuencia escribía en sus cartas: «¡Cada día soy más feliz de mi vocación religiosa misionera!». La experiencia de las Veríficas trienales, ya celebradas en muchos contextos, se manifiesta como un tiempo favorable de relanzamiento del carisma salesiano y de la pasión educativa, cada vez más compartida no sólo entre nosotras, sino también en nuestros ambientes con todos los que se interesan por la educación: es una experiencia única vivida en espíritu de familia, con la vitalidad y la alegría de sentirse implicados en primera persona en el camino de las Inspectorías y del Instituto. Una fidelidad que continúa Miremos hacia adelante con fe y esperanza para continuar realizando el sueño de don Bosco sobre nuestro Instituto: ser el monumento vivo de su gratitud a la Auxiliadora y su gracias prolongado en el tiempo (cfr. C 4). Vivir nuestra identidad es la mejor preparación y el don más hermoso que podemos hacer a don Bosco en el camino hacia el bicentenario de su nacimiento. El film Maín, la casa de la felicidad, que en breve estará disponible en las Inspectorías, presenta de nuevo con sencillez, frescura y serenidad el perfil y el camino espiritual de santa María Dominica Mazzarello. La casa constituye la metáfora que expresa el corazón grande y generoso de Maín, capaz de acoger con amor tierno y fuerte a las niñas necesitadas de casa, a las hermanas y a todas las personas que Dios les confía. Con la belleza y el arte del lenguaje cinematográfico se expresa la alegría, la pasión por Dios y el amor ardiente que habita en el corazón de María Dominica. Mediante este instrumento comunicativo podremos reflexionar también sobre nuestro ser FMA, don de esperanza para el mundo, casa abierta para acoger sobre todo a los jóvenes. La próxima publicación del fascículo informativo “Con i giovani sulle vie del mondo”, a cargo del Instituto, es otro regalo para compartir, para dar a conocer cada vez más el rostro actual de nuestra Familia religiosa y su expansión en el mundo. Sintámonos unidas, en la solemne celebración del 5 de agosto, y renovemos nuestra fidelidad a Dios por los jóvenes y las jóvenes. Demos gracias al Señor por las hermanas que harán su primera profesión y la profesión perpetua, por todas las que celebrarán los varios aniversarios: 25, 50, 60, 70, 75 y 80 años de profesión. Os saludamos con las mismas palabras de Santa María Dominica Mazzarello: «Ánimo, pues, trabajad con entusiasmo por Jesús y estad seguras de que todo cuanto hagáis y sufráis será recompensado en el Cielo. Estad siempre alegres en el Señor.» (C 16,5-6) Roma, 13 de julio de 2012 Con afecto, La Madre y las hermanas del Consejo