El precioso tesoro del espíritu de familia

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INSTITUTO HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA
fundado por san Juan Bosco
y por santa María Dominica Mazzarello
N. 928
El precioso tesoro del espíritu de familia
El clima suscitado por la Fiesta de la Gratitud en el ámbito mundial, expresión
significativa del espíritu de familia, ha puesto de manifiesto de modo maravilloso la
riqueza de nuestra Familia religiosa. La fiesta ha sido como un manantial que ha hecho
brotar el bien presente en cada uno de nosotros, en los jóvenes que han sido sus
protagonistas y en las personas que aman la misión educativa salesiana e invierten en
ella, con convicción y pasión, energías y capacidades.
El gracias que nos hemos intercambiado, queridas hermanas, ha hecho resplandecer la
belleza de un carisma que a lo largo de los 140 años de vida del Instituto ha mantenido
el frescor de los orígenes y, al mismo tiempo, se ha mostrado capaz de aceptar los
nuevos desafíos de la Iglesia y de la sociedad, especialmente los relacionados con las
generaciones jóvenes.
La gratitud también acompaña nuestro camino de fidelidad a Dios y a la misión que Él
nos confía y cuya urgencia he subrayado en la circular anterior.
La fidelidad a la vocación se vive en una comunidad que sabe mantener brillante el
espíritu de familia, enfrentándose resueltamente a las corrientes contrarias a este valor.
Quien da gratuitamente sabe amar, está dispuesta a alimentar el espíritu de familia
propio del carisma, que tiene sus orígenes en el Espíritu Santo y en el corazón de
nuestros Fundadores.
Sobre este valor quiero entretenerme con vosotras. Juntas, también nos ponemos en
sintonía con el VII Encuentro Mundial de las Familias que se tendrá a Milán del 30 de
mayo al 3 de junio de 2012 y que gozará de la presencia del Papa Benedicto XVI.
La familia, incluso en las dificultades con las que se encuentra, sigue siendo el lugar
donde nace, crece y madura la vida y donde los nobles deseos de los jóvenes pueden
encontrar una respuesta concreta.
La Iglesia se interroga sobre la familia.
La Iglesia, en particular en estos últimos tiempos, quiere hacerse cada vez más cercana a
la familia. Está a la escucha de sus potencialidades y de sus fragilidades. La rápida
transformación del tejido social y cultural ha llevado en numerosos contextos a una
concepción eficientista, utilitarista e individualista de la vida, poniendo en peligro el
equilibrio de la propia familia, creando conflictos y problemas que inciden
negativamente sobre los hijos y sobre la sociedad.
Por esto la Iglesia considera oportuno y urgente reflexionar sobre el valor de la familia
en su belleza, en sus posibilidades para ser espacio de esperanza y camino de futuro en
el contexto social y eclesial.
Hoy es difícil, pero no imposible, que la familia recobre su identidad. La condición es,
como subraya a menudo Benedicto XVI, que redescubra la experiencia del amor fiel
como faro que ilumina el itinerario en la búsqueda del verdadero bien de cada persona,
de la sociedad, de las jóvenes y de los jóvenes.
Se cuestiona el amor auténtico. Este tiene que ser revalorizado por lo que realmente es
según el proyecto de Dios: un amor que exige ponerse a disposición del otro con el
valor de la gratuidad y de la reciprocidad.
A este respecto, el santo Padre, recordando una reflexión de Juan Pablo II, subraya que
la familia así entendida es "el lugar de la "humanización" de la persona y de la
sociedad" (Exhortación Apostólica Christifideles laici, n. 40) y por eso mismo lugar
insustituible, donde se construyen la justicia y la paz.
En mis numerosos encuentros en varias partes del mundo, percibo la aspiración de que
la humanidad se convierta realmente en una gran familia donde todos cooperan
poniendo el propio ladrillo para que, como quería Pablo VI, se construya la "civilización
del amor”.
Es una prospectiva audaz, pero necesaria, especialmente si se piensa en las generaciones
jóvenes, que viven en un tiempo en el que a menudo es difícil esperar, en el que a veces
el vacío existencial se hace dramático y desesperado.
Queridas hermanas, en la Iglesia y como Iglesia, nos sentimos interpeladas
enérgicamente a creer con todas nuestras fuerzas que es posible reconocer en la familia
sus recursos de amor, su capacidad de testimoniar la unión entre el amor y el sentido de
la existencia humana y de la historia, siempre iluminada y guiada por Dios.
Esto también supone para nosotras el compromiso de no ceder ante formas difusas de
pesimismo, de desconfianza, de desaliento. Al contrario, como consagradas salesianas,
sentimos en el corazón la necesidad de hacer emerger el bien precioso de la familia,
lugar insustituible y privilegiado en el que se experimenta el amor incondicional y fiel,
donde florece la vida, crece y se madura en la libertad y en la capacidad de hacer
opciones humanizadoras.
El CG XXII nos invita a "asegurar una atención particular a las familias, sobre todo a
las parejas jóvenes, y colaborar con ellos para que sean cada vez más conscientes que
las propias tareas educativas, eclesiales y sociales" (cfr. Actas CG XXII, n. 40). La
Programación del Consejo general para este sexenio, acerca del 3er camino de
conversión, prevé el compromiso de "una formación a y sobre la familia a la luz de la
antropología cristiana."
La crisis económica que está implicando a muchas partes del mundo, las objetivas
dificultades del momento histórico, las conflictividades intergeneracionales, la
incertidumbre ante el futuro no afectan la razón de ser de la familia que sigue siendo,
aunque sea con más dificultades, el punto de equilibrio social y el principal recurso para
el anuncio del evangelio.
Ella, con el testimonio y la comunicación de experiencias constructivas, es sujeto de
evangelización, de irradiación y de atracción hacia los valores que constituyen el
fundamento de la vida humana y cristiana.
Don Bosco y la Madre Mazzarello emplearon todos sus recursos para que los jóvenes
pudieran convertirse en presencias significativas y propositivas en la Iglesia y en la
sociedad como buenos cristianos y honrados ciudadanos.
El primer lugar donde se lleva a cabo esta finalidad es el entorno familiar con su clima
de confianza, con sus valores "no comerciables" y la posibilidad de hacer nacer y
madurar verdaderas vocaciones.
En este sentido es importante el testimonio de la vida consagrada experimentada en la
fidelidad y en la alegría, para que los padres vean que la vocación es un regalo de Dios
y que también puede llegarles a sus hijos (cfr. Benedicto XVI, Discurso en la apertura
del Congreso Eclesial de Roma, el 6 de junio de 2005).
Para todas nosotras y para las comunidades educativas es un desafío importante de la
nueva evangelización. Advierto que tiene que apoyarse en una seria y serena reflexión
sobre nuestro modo de vivir el espíritu de familia, comprobando si nuestras
comunidades tienen el rostro de un corazón que acoge con amabilidad, si cada una es
una casa donde se respira un clima de confianza y alegría capaz de implicar a las
jóvenes, a los jóvenes y a los colaboradores hasta el punto de favorecer el nacimiento de
vocaciones salesianas (cfr. C 50) como lo han querido nuestros Fundadores.
El espíritu de familia característica de cada una de nuestras comunidades
Las Constituciones nos recuerdan que "Nuestra comunidad, reunida por el Padre,
fundamentada en la presencia de Cristo Resucitado y alimentada por El, Palabra y Pan,
es llamada a servir al Señor con alegría, en un profundo espíritu de familia, y a trabajar
con optimismo y solicitud por el Reino de Dios, segura de que el Espíritu actúa ya en
este mundo. Procura formar «un solo corazón y un alma sola», cumpliendo el
mandamiento nuevo por el que se nos conoce como discípulos de Jesús.” (C 49).
El carisma, don del Espíritu que es fuente de comunión, vive y se expande si se
comparte en un clima de armonía que nosotros llamamos con lenguaje salesiano espíritu
de familia, el tesoro más grande y típico de nuestra Familia religiosa. El secreto de su
fecundidad en el tiempo y en los diversos contextos geográficos.
Hoy, en muchas partes del mundo, se advierte la falta de la casa y de la familia, la
ausencia de padres y madres que con sabiduría, amor y equilibrio sepan indicar a los
jóvenes caminos de auténtica libertad y plenitud de vida y sean testigos creíbles de
esperanza.
No solo en el mundo, sino también en nuestras comunidades, a veces, se sufre por la
falta de este espíritu. El individualismo, que tiende a difundirse, constituye una amenaza
para las familias, pero también amenaza con debilitar nuestros ambientes comunitarios.
En el encuentro con muchas hermanas y a través del conocimiento de muchas
situaciones comunitarias, percibo un profundo deseo, casi una aguda nostalgia de un
clima que desde los orígenes ha caracterizado nuestra vida común.
Estoy totalmente convencida de que revitalizando el espíritu de familia podremos ser
comunidades felices y fecundas desde el punto de vista vocacional. Podremos constituir
una clara invitación: "Venid y veréis" que es fuente de revisión, de sana inquietud y de
despertar de la llamada que se guarda en el corazón de las generaciones jóvenes.
Es necesario volver con valor y con una mirada renovada constantemente a los
manantiales, redescubrir caminos nuevos de reconciliación y comunión, interrogarnos
cada vez no solo sobre el significado de ser familia, sino sobre qué testimonio damos de
nuestro modo de vivir como familia fundada no sobre la carne y sobre la sangre, sino
sobre la fuerza de la fe y sobre la fraternidad en Cristo, (cfr. C 36).
A lo largo de la historia del Instituto, muchas de nuestras hermanas, han vivido con
sencillez y decisión valores insustituibles, que han hecho acogedoras las comunidades:
comunión de fe y de oración, afecto recibido y correspondido con corazón puro,
sencillos gestos de humanidad ofrecidos con gratuidad, participación sincera en alegrías
y sufrimientos, acogida cariñosa en las relaciones interpersonales, la convergencia y el
compartir en la misión.
Queridas hermanas, el espíritu de familia así entendido dilata el corazón hasta las
dimensiones de Dios. Son las dimensiones del amor y de la misericordia, del perdón, del
corazón abierto incondicionalmente a todos, del compromiso de vencer con la oración y
con la ayuda de María Auxiliadora sentimientos de celos, de individualismo, de
arribismo, de activismo. Aspectos sobre los que hay que vigilar constantemente porque
no solo podrían impedir la comunión, sino incluso destruirla.
La experiencia de familia, la necesidad de relaciones sanas y auténticas son exigencias
que sentimos dentro de nosotras y que si no se orientan bien y se basan en el espíritu del
evangelio pueden suscitar conflictos y también frustraciones; pueden provocar incluso
recelos, faltas de confianza, divisiones.
En este sentido, es fácil caer en juicios poco constructivos sobre personas y
comunidades. Cuando pienso en el espíritu de familia no entiendo ciertamente una
realidad en la que no haya desalientos y dificultades. Me refiero a comunidades en
continua construcción, donde sombras y luces se entrelazan continuamente hasta
convertirse en comunión. "Esta comunión de vida, enraizada en la fe, en la esperanza y
en la caridad, se convierte, además, en respuesta a las exigencias íntimas del corazón
humano y lo dispone a la entrega apostólica”. (C 49).
Las comunidades auténticas no son las que no tienen limitaciones, sino aquellas en las
que, como diría la Madre Mazzarello, no se hacen las paces con los propios defectos.
Si advertimos dinámicas que ponen en peligro la comunión, mirémoslas con sinceridad
y con valor y hagamos nuestra la palabra de Jesús: "Para que sean perfectos en la unidad
y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has
amado a mí." (Jn 17,23).
Ser testigos del amor como Jesús lo entiende, nos compromete a dar un paso
importante: la confianza recíproca, "cueste lo que cueste”, incluso el martirio si fuera
necesario. Cada día, en primera persona, estamos llamadas a optar por lo que alimenta
el clima de familia.
Jesús está con nosotros y nos sustenta en este arte no siempre fácil, pero maravilloso.
¿Estamos dispuestas a poner cada día un ladrillo para construir la casa del amor de Dios
donde se respira un auténtico aire de familia?
Es un desafío que todas queremos asumir como posibilidad de renovar la pasión
educativa y misionera, haciendo que vuelvan a nuestras comunidades los tiempos de los
corazones abiertos, del compartir profundo entre nosotras y con las jóvenes y los
jóvenes, con quienes recrear ambientes familiares, llenos de valores humanos y
cristianos. (Actas CG XXII, n. 23).
Hagamos que resuene en nuestro corazón la voz de nuestros Fundadores que nos dicen:
"Amaos como hermanos. Quereos, ayudaos y soportaos como hermanos. Prometedme
que os querréis como hermanos" (MB XVIII 502); y de la madre Mazzarello: " Mis
amadas hijas, os recomiendo que os améis y os tratéis siempre con caridad; soportaos
mutuamente los defectos y avisaos unas a otras, pero siempre con caridad y dulzura ",
(Carta 37,3).
Querernos, ser irradiación del amor en los sencillos gestos de cada día son condiciones
que no solo construyen familia, sino que son manantial de alegría profunda.
En unas buenas noches en la Casa generalicia, con ocasión de la Fiesta de la Gratitud,
he hecho una propuesta que comparto con todas vosotras: cuando nos unimos en la fe y
en la caridad para pedir algo, Dios siempre nos escucha. En este año, en el que
celebramos el 140° de fundación del Instituto, puede concedernos el don de muchas y
santas vocaciones si nos empeñamos en hacer más auténtica la comunión en el espíritu
de familia.
Por eso os invito a dar calidad a la oración personal y comunitaria, pero sobre todo a
vivir la caridad evangélica en los pensamientos, en las palabras, en los gestos, a cuidar
la vida sacramental, sobre todo la Reconciliación y la Eucaristía, en la que se
fundamenta y se renueva nuestro vivir juntas para la misión (cfr. C 40).
Para mí es un motivo de profunda alegría que nos sintamos unidas en este camino de
luz, de responsabilidad, de relaciones cordiales entre de nosotras y abiertas a las
exigencias de la misión.
La nuestra es una familia que siempre se renueva porque la sostiene la presencia de
Jesús resucitado y de María Auxiliadora, dispuesta a ayudarnos a encontrar los caminos
más adecuados para llegar a ser signos y testimonio del amor de Dios a las jóvenes y los
jóvenes.
El espíritu de familia
expresión típica de cada comunidad educativa
El espíritu de familia del que hacemos experiencia en nuestras comunidades se irradiará
inevitablemente donde vivimos la misión que nos ha sido confiada.
Se trata de un tesoro y de un desafío que también se ha de considerar como
comunidades educativas llamadas a educar a las nuevas generaciones.
Una comunidad que educa en el estilo salesiano, enriquecido por el valor de la
amorevolezza típica del espíritu de familia, es respuesta concreta a las expectativas, a
veces tácitas, de muchas jóvenes y de muchos jóvenes que buscan una presencia que
acoge, ama, valoriza; una presencia que también sabe exigir infundiendo confianza y
esperanza.
Don Bosco y la madre Mazzarello en su experiencia apostólica han puesto en primer
plano a la comunidad como lugar privilegiado de la educación. También tiene que ser
así hoy para nosotras.
Soy consciente de la complejidad ante la que nos encontramos. A veces nos arrastran
plazos apremiantes, programas obligatorios, la necesidad de llevar adelante muchas
cosas urgentes. Todo esto no tiene que absorber nuestros recursos hasta el punto de
transformar nuestros ambientes en lugares exclusivamente organizados, sobre el modelo
empresarial. Sería debilitar la savia carismática del ambiente salesiano que, incluso
respetando las nuevas exigencias sociales, también tiene que conservar hoy su frescor
que engendra a alegría, santidad, fecundidad vocacional y misionera.
La comunidad de las FMA es una presencia fundamental que, dentro de la comunidad
educativa, se convierte en animación espiritual y carismática. De esta manera implica y
responsabiliza a todos los miembros, a partir de cada una de las FMA cualquiera sean su
servicio, su edad y su condición de vida (cfr. Actas CG XXII, n. 32).
Cada uno de nuestros ambientes educativos puede apostar, junto a adultos y jóvenes,
que es posible vivir el espíritu de familia en la amorevolezza y en la alegría, expresión
de un corazón que ama, de una preparación atenta a toda la persona, de un diálogo
abierto, sereno y humilde, del compromiso de trabajar juntos para hacer especialmente
concretas perspectivas de futuro y de esperanza para los jóvenes más pobres en ideales,
los más débiles, difíciles y alejados ( cfr. Líneas orientadoras de la misión educativa de
las FMA, n. 66).
De este modo también podemos ser apoyo para las familias en la difícil tarea de educar,
siendo ellas las primeras y las principales responsables de la formación de los hijos.
El espíritu de familia, vive y se alimenta de pequeñas cosas y de grandes ideales.
De pequeñas cosas: palabras de bondad, confianza, encuentros ocasionales y formales,
sencillez en las relaciones, la “palabrita al oído”, la alegría compartida. Y de grandes
ideales: para que en nuestros ambientes haya un centro de atracción hacia el que todo
converge: la presencia viva de Jesús.
Es Él quien da sentido a nuestro pensar, trabajar, planear, esforzarnos juntos para
transmitir a los jóvenes vida y esperanza.
Como en Valdocco y en Mornese "el aire de la familia" se debería compenetrar con "el
aire de Dios" y los valores no solo deberían enseñarse, sino que deberían respirarse a
pleno pulmón en el ambiente.
Con confianza y paciencia, sigamos dando lo mejor de nosotras mismas para que el
amor sobre el que se basa nuestra misión tienda hacia una meta cada vez más alta.
No nos cansemos de trabajar en reciprocidad con las laicas y los laicos para mantener
vivo el carisma de don Bosco y de la madre Mazzarello.
Como nos recuerda el Proyecto Formativo: En un mundo con frecuencia dividido y
animado por la lógica de la concurrencia, en contacto con familias afectadas por
conflictos y privaciones, nuestras comunidades educativas pueden ser un signo
profético, en cuanto llamada a la responsabilidad educativa en relación con los hijos,
testimonio alentador del proyecto de comunión al que toda persona está llamada, válido
apoyo en los momentos de prueba” (Proyecto formativo FMA, 29).
Pidamos a María el don de vivir con alegría y confianza la comunión entre nosotras y
con todos los que deciden cuidar de la educación de las jóvenes y de los jóvenes. Con
ellos y por ellos demos un nuevo color a nuestras comunidades: el rostro del amor
gratuito como nos lo da Dios. Que sea un rayo de luz que inunde la vida cotidiana y la
contagie en círculos concéntricos cada vez más amplios.
Sentidme siempre en comunión profunda.
Roma, el 24 de mayo de 2012
Aff.ma Madre
Nuevas Inspectoras 2012
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Inspectoría “Sagrado Corazón”
Sor María Beatriz Navarro
ECU
Inspectoría “Santa Teresina”
Sor Maria Carmelita Conceição
Prorroga por un año
BMT
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Inspectoría “Mater Ecclesiae”
Sor Elizabeth George T.
ING
Inspectoría “Corazón Inmaculado de María”
Sor Isabella Suja
INS
Inspectoría “María Auxiliadora”
Sor Man Wai Monica Liu
Proroga per tre anni
CIN
Europa
Inspectoría “S. Juan Bosco”
Sor Jana Kurkinová
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