LA HISTORIOGRAFÍA CHILENA ACTUAL POR LEOPOLDO MONTENEGRO Una visión panorámica de la historiografía chilena de los últimos diez años del siglo XX y de los primeros años del XXI, está marcada también, en lo societario, por las vicisitudes de la transición a la democracia, y muestra: a) una coexistencia entre distintas tendencias historiográficas, todas las cuales tienen un espacio de elaboración y difusión ganado en la escena pública , y todas, sin excepción, se ubican en el nicho académico universitario, lo que no implica necesariamente que la profesión cumpla los estándares internacionales del oficio (AUGUSTO SALINAS, 1994), esta tendencia anterior tampoco significa automáticamente una mayor llegada de la producción historiográfica a un gran público lector, es más persiste como rara la situación de que alguna obra histórica sea un éxito editorial popular; c) se consolida y amplía la producción historiográfica sobre Chile de autores no nacionales, especialmente anglosajones, y también puntualmente argentinos y europeos; d) se hace más visible la presencia de la tendencia de la nueva historia social chilena, que concentra los mayores debates y búsquedas de nuevos enfoques y perspectivas, todo lo cual la sitúa como una fuente importante de reflexión crítica del que hacer historiográfico, requisito clave para el desarrollo futuro del mismo, especialmente en Chile (LUIS OSSANDÓN, 2004). LOS CONSENSOS ALCANZADOS POR LA HISTORIOGRAFÍA A INICIOS DEL SIGLO XXI Es necesario a nuestro juicio, en este escrito, proceder a intentar sacar algunas conclusiones, tratar de detectar algunos resultados de la evolución analizada en los otros artículos de esta serie sobre historiografía chilena. Con respecto al primer punto enunciado al principio, en relación a la historiografía así llamada académica en Chile, pero también en las otras corrientes, vemos se consolida en los veinte últimos años la influencia de la escuela histórica de los annales, y sus distintos desarrollos, pero también queda la impresión de la existencia de una acuerdo tácito acerca de una concepción historiográfica común –fruto de la evolución de la disciplina en el siglo XIX y XX-, un piso historiográfico colectivo sobre el cual afirmarse, independientemente del origen edad o ideología, de quien efectúa la investigación o escribe de historia: se ha avanzado en un paradigma común para los historiadores del siglo XXI, en los planos metodológico, historiográfico y epistemológico1. En lo metodológico parece ser que la conciencia de la confluencia necesaria y actualizada de los conceptos de ciencia de una parte y humanidades de la otra, en los estudios historiográficos, da cuenta cabal de las dos subjetividades -y de la relación dialéctica que debe haber entre ellas-, que comprenden el conocimiento histórico: agentes históricos e historiadores. Esto se asocia a una nueva forma de erudición que reconoce un progreso enorme en las fuentes para el estudio de la historia. Porque, y más allá del necesario oficialismo de éstas, se suman otras diversas fuentes, como los restos escritos y no escritos de la 1 Una sistematización de estas ideas en “Manifiesto Historia a Debate” en http:/www.archivo-chile.com 1 cultura material, la iconografía, grabaciones, discografía, información digital y oral, de carácter plural que el historiador debe considerar y valorar con objetividad. Se trata entonces de operar con una metodología que sea capaz de incorporar las necesarias innovaciones a la disciplina, vale decir originalidad de los temas (género, subalternos, poscoloniales y otros) e investigaciones que superen, en una síntesis, la dicotomía entre el conocimiento construido en base a las fuentes trabajadas por el historiador y el conocimiento como fruto de fuentes que no aporta directamente el historiador, originado en estudios ensayísticos, ideas e interpretaciones (SERGIO GREZ, 2005). En lo que se relaciona a la interdisciplinariedad es ya de acervo común la idea fortalecer la historia como disciplina en su propia comunidad de estudiosos. Vale decir superar la fragmentación y absorción por otras disciplinas, y relacionarse con las otras ciencias, sociales y naturales, sin perder la especificidad de la ciencia histórica. Se ha avanzado hacia una idea nueva de que se debe adoptar un enfoque global para la investigación histórica, proponiendo líneas mixtas de estudio en cuanto a fuentes y temas, métodos y especialidades; incorporación a la historia general de los paradigmas especializados más innovadores; combinar enfoques cualitativos y cuantitativos; articular presente y futuro, en espacios y escalas diversa. En lo historiográfico, es conciencia común proceder también a estudiar el historiador. Este, en tanto productor de conocimientos, es posible ubicarlo en escuelas, tendencias y corrientes historiográficas, y por lo tanto se avanza en el desarrollo de la disciplina, en la medida que existe una diversidad y una capacidad de enfrentar los nuevos desafíos teóricos que implica tal pluralidad. En este sentido vale la pena considerar como un hecho positivo la globalización, esto porque la red de internet, por ejemplo, ha significado el acceso a fuentes bibliográficas antes ni siquiera imaginadas, al mismo tiempo que las fronteras de las historiografías nacionales han sido rotas por comunidades horizontales de historiadores que intercambian permanentemente puntos de vistas y resultados de investigaciones. Hay que estar preparados para el necesario relevo generacional, ya que nuevos y más preparados contingentes de historiadores se aprestan a enfrentar plenamente los desafíos de la disciplina en las nuevas condiciones. En lo epistemológico al parecer también se ha venido construyendo un consenso de que el historiador no puede ser arrinconado a la opción entre trabajo empírico y ejercicio teórico, y ser empujado a la condición de proveedor de datos sin capacidad de de poder terminar el proceso de trabajo teórico, que va desde el trabajo de archivos hasta la creación y difusión de síntesis y relatos, de manuales a de estudio a monografías, en la sociedad y en la política. El compromiso del historiador está relacionado con la opción esencialmente ética de ser una conciencia crítica del pasado para la educación y formación de las nuevas generaciones. El historiador tiene entonces el desafío de enfrentar desde la disciplina y como ciudadano los grandes temas y valores de nuestro tiempo como la igualdad, la paz la democracia y la defensa de los derechos fundamentales. La última reflexión conclusiva con respecto a aquellos elementos que han pasado a ser del sentido común de la historiografía contemporánea se relaciona con el hecho de que el historiador estudia el pasado ubicado en su presente, y al mismo tiempo entiende el presente por su pasado. Pero el real desafío actual es hacer operante una idea que en 2 la nueva historia social chilena se ha relevado con mucha potencia: aquella idea que afirma que a partir del presente es posible influir en la construcción del futuro. Un futuro abierto, hoy más que nunca, a las propuestas y configuraciones que deben provenir desde la historiografía. Todo apunta al parecer, y una apuesta abierta, a que estamos en presencia de cambios históricos que han engendrado una historiografía coherente y adaptada a la magnitud de esas transformaciones, el hecho de poder abordarla constituye de suyo un avance importante en la formación historiográfica, en este nuevo marco de referencias, de quienes buscan una mejor preparación en la disciplina LA PRESENCIA DE LA NUEVA HISTORIA SOCIAL. Siempre desde una perspectiva conclusiva y considerando la importancia que ha tenido en los últimos 20 años la nueva historia social chilena, es necesario poner atención en ella y observar algunas de las características de este grupo de historiadores, lo que nos puede llevar a comprender más a fondo su sentido de identidad y lo novedoso dentro del panorama historiográfico chileno. Esta se constituyó en la década de los 80 y tiene como denominador común el hecho de estar formada por historiadores que, en uno u otro sentido, fueron víctimas de persecuciones de parte de la dictadura militar instaurada en Chile en 1973. El origen, perspectiva teórica y desarrollo de esta corriente es desigual y diverso, sin embargo sus componentes, -que van desde núcleos formado al alero de estudios universitarios comunes, en centro de investigación y estudios oficiales y no oficiales en Chile y en el exterior, pasando por el trabajo ligado a la profesión en organizaciones no gubernamentales con trabajo en terreno en poblaciones y federaciones de trabajadores-, se sienten identificado por dos planteamientos básicos. Primero la necesidad de criticar y superar, desde un punto vista teórico y práctico el ciclo del movimiento social y popular clausurado con el golpe de Estado. Y en segundo lugar colocar al centro de su trabajo de investigación histórica a los sectores subalternos de la sociedad y los movimientos sociales derivados de estos, superando en esto a los historiadores marxistas de la primera mitad del siglo XX que habían puesto el grueso de su mirada en el proletariado industrial y minero. Muchos de ellos realizan su reflexión a partir de la ruptura con su propia militancia política, y con las bases teóricas hegemónicas de la misma hasta la segunda mitad de los años setenta que era el marxismo. Hay entonces un impulso político inicial marcado por la adhesión pasada a un ideario e imaginario común de izquierda y al mismo tiempo un reconocimiento de que la producción historiográfica de corte marxista clásico había adolecido de enorme vacíos e insuficiencias. Dentro de estas críticas a los historiadores marxistas de la primera hora, la más relevante apunta al hecho de exagerar una visión que se concentraba en los aspectos estructurales generales de la historia, casi de manera abstracta, descuidando y dejando fuera de estudio aquellos aspectos histórico concretos y múltiples, que requerían ser analizados con todo el rigor y saber acumulado que la disciplina podía ofrecer hasta ese momento. Desde el punto de vista de que hacer científico los historiadores de la corriente de la nueva historia tratan de superar la relación sujeto objeto en el proceso de conocimiento y le otorgan al sujeto popular propiedades que van más allá del actuar socialmente, la 3 capacidad de también producir conocimientos, con los cuales el historiador se relaciona, en una nueva mirada de sujeto a sujeto: una gama enorme de sujetos populares se encontrarán entonces disponibles para esta nueva forma de abordar la investigación histórica. Una opción epistemológica de esta naturaleza implicaba también un método adecuado y esto no fue otro que la investigación acuciosa y rigurosa de las fuentes, la acumulación y análisis de datos, de la información serial, cualitativa y cuantitativa, pero sin caer en el positivismo y en la narración, puesto que el punto de partida lo constituía un correcto hacer científico. La gran mayoría de los historiadores de la nueva historia social, una vez que se aflojaron los vínculos entre ellos a principios del 2000, consolidaron sus posiciones en el mundo académico, y se hizo evidente una brecha entre aquellos que postulaban una visión de la historiografía en tanto disciplina permitía los espacios fundamentales para seguir estudiando la historia, de todos los sectores sociales, realidades particulares e interdependientes incluidas, y aquellos que postulaban la necesidad de continuar trabajando en la idea de la formulación historiografía ligada a la vida, allí donde se construye el conocimiento, para lo que es necesario una “ciencia popular”, que sitúa al “bajo pueblo”, su acción y los historiadores que han optado por esa causa, como actores fundamentales de la evolución histórica de Chile . Mediante la ciencia popular lo que se busca es que se cuestionen las condiciones históricas que configuraron las situaciones actuales, de forma que se puedan encauzar procesos, colectivamente pensados, que generen las situaciones futuras deseadas. El historiador toma sus conocimientos y sus herramientas en la búsqueda de este trasfondo social, en el que subyace todo conocimiento. En este sentido la visión de la historiografía como una ciencia popular abre una polémica, con los otros exponentes de la nueva historia social, que aún no se cierra, y que deja abierta interrogantes que probablemente influirán en el futuro singular y colectivo de los historiadores que adhieren a esta tendencia: preguntas tales como ¿La formulación de la historia en tanto ciencia popular significado un corte epistemológico en la disciplina? Y en el caso que haya sido así ¿Cuáles están siendo los resultados de las investigaciones, en cantidad y calidad, realizadas al alero de esta nueva ciencia popular?2 Y desde ahí comenzar a distinguir si efectivamente nos encontramos ante una transición en la transición -como postula la nueva historia social, en su deriva última de ciencia popular-, dentro de la cual se rechazan los modelos preestablecidos y verdades dadas y consagradas, y se avanza hacia la reconstrucción social de la realidad, y por lo tanto del conocimiento, a partir de todos y con todos. BIBLIOGRAFÍA Grez, Sergio. “Escribir la historia de los sectores populares. ¿Con o sin la política incluida? A propósito de dos miradas a la historia social (Chile, siglo XIX)”, en Política, Vol. 44, Santiago, 2005, págs. 17-31. (Versión digital en www.sepiensa.cl) 2 En una reseña de la Católica sobre los trabajos del Colectivo Arriba Quemando el Sol, se le califica como no historia. 4 Moulián E., Luis. “Balance historiográfico sobre los últimos 30 años de la historia de Chile”, en Luis Vitale et. al. Para recuperar la memoria histórica. Frei, Allende y Pinochet. CESOC Ediciones, Santiago, 1999, pp. 43-110. Ossandón M., Luis. “Historia Social, nuevamente”. Introducción a Colectivo Oficios Varios. Arriba quemando el sol. Estudios de Historia Social Chilena: Experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía (1830-1940). LOM Ediciones, Santiago, 2004, pp. 5-16. Salazar, Gabriel. Labradores, peones y proletarios: Formación y crisis de la sociedad popular chilena del siglo XIX, SUR Ediciones, Santiago, 1985. Introducción, pp. 7-20. (Versión digital en www.memoriachilena.cl) ______________ La historia desde abajo y desde dentro. Facultad de Artes. Universidad de Chile. Departamento de Teoría de las Artes, Santiago, 2003. Leer “Historiografía y dictadura en Chile: Búsqueda, dispersión, identidad” (pp. 97-144), y “La nueva historia y los nuevos movimientos sociales” (pp. 415-432). Salinas, Augusto. “La historia como dedicación”, en Mapocho, nº 35, DIBAM, Primer semestre de 1994, pp. 201-229. Taller de Ciencias Sociales Luis Vitale. Historia Sociopolítica del Concepción Contemporáneo. Memoria, identidad y territorio. Colección Historia Vital. Universidad ARCIS-Ediciones Escaparate, Concepción, 2006. Véase la introducción “Hacia una Historia Sociopolítica Regional” (pp. 7-16), y el artículo de José Luis Cifuentes, “Memoria, identidad y proyecto. Nuestra historia en tiempo presente” (pp. 17-38). Vargas, Juan Eduardo. “¿Se puede enseñar a ser historiador?”, en Anales del Instituto de Chile. Vol. XXIV, nº 2. Estudios, Santiago, 2004, pp. 283-308. Villalobos, Sergio. “Introducción para una nueva historia”, en Historia del Pueblo Chileno. Tomo I. Empresa Editora Zig-Zag-Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, Santiago, 1983 (1980), pp. 42-51. 5