Flores pánicas José Falconi I Las noches del amor en sus rodillas guarda la niña olor de yerbabuena, sus breves senos en la noche buena edulcoradas mentas amarillas. Con sus delirios y sus ironías, sin vencedor porque los dos perdemos en un juego amoroso en que sabemos el dulce gusto de las sodomías. Y la noche nos tiene desvelados: te vienes sin piedad sobre mi boca, en mis nerviosos labios acallados. Y la sombra al pasar nos repetía: «En el amor hay una loba loca que se asombra y padece en alegría». II ¿Habrá en tu desnudez nomenclaturas del júbilo sagrado y celestial? Edifica tus fábulas oscuras y líricas con esta idea cordial. El cuerpo laminado por la daga que forjo uncido al sueño abrumador como una extraña flor adamascada en la sábana, rojo aparador. En mis viajeros huesos hacia el polvo —en breves calaveras atajadas— lleve mi amor espinas y rescoldo. Lleve sol a la cama más nocturna; cama que arde de noche1, amor: tajada mi piel gemela por la daga diurna. 1 Mínimo homenaje a Ricardo Garibay III (A la manera de Daniel Robles Sasso) Bríndame bruna copa de ceniza, bríndame más: un pan desorbitado, el lecho demencial en que insumisa eres río de vidrio maculado. Bríndame la narcosis de tu enagua, la sed de sedes del amor solar; por esta sed nupcial no pasa el agua, pasa un estropajo ácido y molar. Pasas ya cabalgando en el espejo, pasa mi calavera con tu enagua, pasa el dios diminuto en que me alejo, pasa la rosa con su espina en oro, pasa mi cuerpo trasmutado en agua, pasa el asombro; narcotizado oro. IV Embriaguez de cenizas nunca ïdas, tu piel ajena de canción delira, mano que enciende su lejana ira: copas vacías del amor tullidas. Flor pánica la mano a media noche, acariciando moscas insumisas. Flor pánica. Rodillas en las misas sobre viejos osarios. El reproche de osamentas convertidas cenizas en el espasmo vegetal. Los óxidos de un sol de alambre que tu piel eriza. Los óxidos de Dios en dos caídos de las pánicas flores de tu risa. Mirad las iras idas de los idos. V De la noche que lenta se retira quedan vestigios de uranografías, de celestes y ocultas geografías aromas en tu cuerpo que transpira. Entrar con la frescura de la tarde en el misterio de este viaje ästral. Carne oculta, ánima en sangre, Mistral ¿qué secreto lunar de noche ärde? ¿Lluvia? ¿Viento de anís? ¿Perito en lunas? Polvo en que me detengo. Quemadura de hembra bajo la piel. Eco y silencio donde mi sueño anida en sus alturas; su Bécquer: subterránea agricultura tan esquirla de mínimo misterio. VI Asmática mujer de chocolate, brizna eléctrica soba tu cadera bajo la matemática escalera cuando el delirio de tu mano abate. Polvo de oro tu lengua vagabunda humedece los labios de la tarde, gato garduño2 ya mi cuerpo ärde la poesía feraz, manca, errabunda. Alacrana de fraguas y alacenas, acechadora giras desquiciada bajo un ramo de nubes-­‐azucenas como quien baila en huesos de la luna después del postre de exquisita triada: tu cuerpo, mi cuerpo… aquella duna. 2 y lorquiano. VII Siete veces besados por la muerte, dejando astillas en el blues que incendias, sobre los territorios de mi angustia como cristales van tus pies de nieve. Triste amante para incendiar mis llagas y sentir los dolores de enlutadas ponzoñas. Si te vas, belleza en llamas, mi amor en sombras oscurece salas en que Dios nos visita junto al viento3, cuando el otoño va quebrando hüesos en su exacto, fatal advenimiento que el amor en su anhelo ata y desata. Amor, estoy besando tus tobillos y beso si la pisas dulce grama. 3 Verso de Raúl Garduño VIII Sobre cuerpos oscuros bruscas llamas, mortajas que quisiera de diamantes, las mujeres de pálido semblante —en sus ojos olvidos que me talas—. Acude Amor a darme la congoja de espejos en sepelios taciturnos, ¿qué mar encierra en espejos diürnos el árbol que murió hoja tras hoja? Harina y nube y sangre derramada y Dios se arrima a tu blancura intensa y ráfaga de sal en la cascada salaz aglomerándose en tu pelo. Sí, fruta del alba, llovizna airada, cabe su sombra, Amor, de ti me encelo. IX Éste es mi cuerpo, manantial del agua, y en mis ojos dormitan dagas claras. Ya cenizas, el árbol que tú amaras de muertes subterráneas es la suma. Fue tu piel en mi piel región de espuma aniquilada en altas marejadas. Fue música de sal, bebida amada bajo el diluvio de la lluvia oscura. Cifra, fruto-­‐metal, el amuleto es mi osamenta. Cabe el sol doliente, besa la luz al pairo del desierto. De polo a polo de tu cuerpo incierto camina por la línea evanescente; se yergue enamorado mi esqueleto. X Se refleja mi cuerpo, mi memoria, en el espejo que entramó tu ausencia. Danzante de mi oscura residencia, giré en tu cabellera giratoria. Mi cuerpo, territorio de tu historia, helada luz devino. Mi conciencia, piedra rota, dolor, sin la presencia de tu callada sombra transitoria. Metálico diluvio, frío en que ahoga aquel deseo que con mi amor azoga, hazte en mis labios sed, para que sientas vaga tristeza de dolientes besos y la música de íntimas tormentas. ¡Sé uva madurando entre mis hüesos! XI Frágil marfil desnudo en los cristales, eres la sangre deshelada en rosa arcana por oscura y luminosa como inefable risa de metales. Hay guitarras y pétalos dormidos en tu cuerpo, fatales testimonios en tus ojos. Heridas de insomnios y nuestra angustia ardiendo entre los dos. El sueño deambuló por los pasillos de sombra, astilla, carne lacerada ensanchando sus velas, sus anillos. Tu pie sobre mis labios borra el mundo, cubre la densidad de mi deseo y provoca el destino en que me hundo. XII ¿Amor, me oyes?: vuela-­‐sueña-­‐reposa en el canto fugaz de mi palabra4 con sol y neblinas de mar. Espósame. Flagela mi cuerpo y que se abra al jazmín y la escama del deseo. En la ritual costumbre de tu fiesta soy mano esclava. El amor paladeo, las finas lumbres y espesa uva quieta que a veces pasa por mis labios lenta como quetzal de humo en blancos prados o como vino que al beberse mienta el pez de azúcar y de luz —tu lengua— y eriza un corazón enamorado: fruto del fuego húmedo, sin mengua. 4 Verso de José Falconi Castellanos. José Falconi(Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1953) es poeta, narrador y guionista de radio y televisión. Actualmente es conductor de los programas de radio Boca de Cien Labios y Andante y Expresivo, del Sistema de Radio y Televisión Mexiquense. Ha obtenido el Premio Bellas Artes Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer; el Premio Estatal de Poesía (Chiapas); Premio de Poesía Ciudad de México;Premio Estatal Alejandro Ariceaga para Primera Novela. Obra poética publicada: Cercadas palabras (1979), Donde los podemos observar (coautor, 1982), Escribo un árbol (1991), La manzana que soltó la luna (1997), Reprensión del monte (1997), Corazón del sueño (1998) y Corazón del sueño (2007).