Domingo 27º tiempo ordinario, ciclo C CRISTO EN LOS POBRES Y EN LOS PEQUEÑOS por ANTONI POU, monje de Montserrat Señor, danos más fe. [...] Los apóstoles hacen esta petición después de que Jesús les haya hablado de la necesidad del perdón: Si tu hermano te hace una ofensa, repréndelo y, si se arrepiente, perdónalo. Y si te ofende siete veces al día y siete veces vuelve para decirte: «Me arrepiento», tú lo tienes que perdonar. Es entonces que los apóstoles dijeron al Señor: Danos más fe. Así, pues, esta fe está relacionada con la eficacia del perdón. No es evidente que, perdonando, el otro ya no nos hará daño nunca más, pero es necesario perdonar para dar la oportunidad de que las cosas puedan cambiar. Sin perdón no es posible la transformación, ya sea personal, familiar o política. La fe en el Dios del perdón hace milagros: reconstruye familias, renueva las amistades, derriba murallas de separación, arranca de raíz las plantas de la discordia, estabiliza las naciones heridas por una larga historia de injusticias, de odios y de conflictos, para la espiral de la violencia. [...] ¿Os pasado alguna vez que, yendo de viaje a algún sitio lejano, habéis necesitado la ayuda de alguien que os ha hecho algún favor desinteresadamente, a quien no se lo podéis devolver, y que cuando le habéis dado las gracias efusivamente, os ha respondido: «No hay de qué, he hecho lo que tenía que hacer... cualquiera hubiera hecho lo mismo»? Son frases que nos hacen pensar... ¿seguro que cualquiera hubiera hecho lo mismo? Y ahora nos respondemos... no. Ese hombre o esa mujer era una buena persona y por eso ha hecho lo que creía que tenía que hacer... pero no todo el mundo es así, no todo el mundo tiene esa conciencia, esa exigencia interna. Y en ese momento experimentamos la vivencia de la gratuidad y de la bondad extendida por todas partes, escondida en el corazón de las personas que quizás menos habríamos pensado por su aspecto y nos preguntamos... ¿yo hubiera hecho lo mismo? Cuando recibimos un favor inesperado, gratuito, que no pide nada a cambio, si tenemos el corazón en buena salud, si somos tierra buena, es como si se sembrara en nuestro interior una semilla de bondad que nos predispone a ser también bueno con el otro, sea quien sea, sólo porque es alguien como yo que en algún momento u otro necesita de los demás. Todos necesitamos, para vivir, el amor desinteresado de los demás. Cuando la gratuidad, la capacidad de hacer un favor, el saberse poner en el lugar del otro, el voluntariado, van desapareciendo, es como si nuestro mundo se contaminara u en nuestro aire comenzara a faltar el oxígeno. Así como nuestra tierra necesita de los árboles para poder respirar, nuestro mundo necesita hombres y mujeres de fa en el Dios del amor gratuito para poder acoger la civilización del amor. En el árbol dela cruz Jesús nos da el oxígeno del amor gratuito. él quiso hacerse esclavo por todos nosotros, sembrando su palabra por los campos de Galilea, lavándonos los pies y preparándonos la nesa con el pan y el vino de la eucaristía, sin esperar el agradecinmiento e nadie. Sólo “hizo lo que tenía que hacer” porque tenía confianza y mucha fe en el Dios del perdón y del amor gratuito. MONESTIR DE SANT PERE DE LES PUEL·LES