Síndrome de dolor pélvico crónico en el varón Definición El síndrome de dolor pélvico crónico en el varón se define como un dolor, presión o malestar de carácter crónico que se localiza en la pelvis, el perineo o los genitales masculinos, presenta una duración superior a 3 meses y no es debido a causas de sencilla explicación (infección, neoplasia o anomalía estructural). Este trastorno se denomina también prostatodinia y prostatitis no bacteriana (abacteriana) crónica, aunque no está claro de qué modo se relacionan los síntomas con la próstata. Resultados clínicos Este síndrome, por definición, afecta únicamente a varones. Sus síntomas habituales son dolor o malestar en el perineo, el área suprapúbica, el pene y los testículos, así como disuria y dolor al eyacular; los pacientes pueden presentar también síntomas urinarios, tanto de índole obstructiva (chorro lento e intermitente) como irritativa (aumento de la frecuencia urinaria o urgencia miccional), siendo frecuente además la disfunción sexual. Los síntomas sistémicos comprenden la mialgia, artralgia y cansancio inexplicable. Algunos pacientes pueden sufrir una variante de la cistitis intersticial o síndrome doloroso vesical, con predominancia de dolor en la vejiga asociado a problemas de evacuación. Caracterización epidemiológica Los estudios basados en autoinformes indican que el 0,5 % de los varones reciben este diagnóstico, mientras que las evaluaciones sintomáticas de la población general apuntan a una incidencia de los síntomas en varones que oscila entre el 2,7 % y el 6,3 %. El síndrome se diagnostica por lo general en la etapa transcurrida de la juventud a la mediana edad, si bien es prevalente en todas las fases de la vida. Son comunes los rebrotes de los síntomas, que se intensifican durante horas, días o semanas, y frecuentemente se presentan las comorbilidades de depresión, estrés y trastornos ansiosos. Caracterización fisiopatológica Todavía no se conocen por completo las características fisiopatológicas de la dolencia, que probablemente constituya un proceso complejo y multifactorial que acaba por producir un síndrome neuropático y/o miálgico de carácter crónico. Se cree que son iniciadores de este trastorno las infecciones (incluidas las producidas por enfermedades de transmisión sexual y tal vez virus y microorganismos no cultivables), traumatismos (incluidas perineales y uretrales), un aumento de la actividad neurológica, inflamación no derivada de infecciones (autoinmunitaria o neurogénica), evacuación disfuncional y disfunción del suelo pélvico o espasmo de los músculos de este; en varones genética y/o anatómicamente susceptibles, tales iniciadores pueden causar dolor neuropático y neuromuscular crónico. Diagnóstico La realización de un estudio pormenorizado de la historia del paciente, una exploración física y pruebas de laboratorio deberían descartar diagnósticos que puedan inducir a confusión. Las siguientes medidas resultan de utilidad: análisis o cultivos de orina y, para determinados pacientes, pruebas urodinámicas, cistoscopia y estudios mediante imágenes de la porción inferior de las vías urinarias o de la pelvis. Opciones de tratamiento El tratamiento suele ser multimodal y debe personalizarse con arreglo al fenotipo clínico del paciente, evaluando y abordando el impacto que ejercen el dolor y su tratamiento en la función sexual. Como medidas conservadoras existen la termoterapia local, la práctica de ejercicio de bajo impacto (caminatas, natación, estiramientos y yoga), modificaciones de la dieta y el estilo de vida y fisioterapia. Los tratamientos médicos pueden ser la administración, en calidad de ensayo, de antibióticos, bloqueantes alfaadrenérgicos, antiinflamatorios, relajantes musculares y preparados herbarios. Para tratar la sensación dolorosa se emplean medicamentos contra el dolor neuropático como antidepresivos tricíclicos o gabapentinoides; los opiáceos constituyen, por lo común, una de las últimas alternativas médicas. En el caso de aquellos pacientes que presenten puntos de dolor definidos y localizados, pueden resultar útiles los procedimientos de intervención en el dolor, como la inyección directa de anestesia local, y para pacientes que presenten un fenotipo de cistitis intersticial o dolor vesicular está indicada la aplicación de un tratamiento dirigido a la vejiga. A la hora de adquirir técnicas que sirvan al paciente para afrontar el dolor, es posible que la psicoterapia (sobre todo la terapia cognitivoconductual) resulte de utilidad. Se recomienda evitar la cirugía a menos que esté indicada específicamente (p. ej., una obstrucción uretral o del cuello vesical). Referencias [1] Anothaisintawee T, Attia J, Nickel, JC, Thammakraisorn S, Numthavaj P, McEvoy M, Thakkinstian A. Management of chronic prostatitis/chronic pelvic pain syndrome: : a systematic review and network meta-analysis. JAMA 2011;305:78–86. 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