La peor forma de ignorancia Fernando Pascual 29-11-2009 La ignorancia nos toca un poco a todos. Conocemos algunas cosas e ignoramos otras. Por eso entre los hombres hay ciencia y hay ignorancia, como recordaba Platón hace muchos siglos. Pero existe una forma de ignorancia sumamente peligrosa: la de quien cree saber cuando en realidad no sabe o sabe mal. Es la ignorancia de quien siente que con leer algunas novelas ya conoce cómo se vivía en la Edad Media. Es la ignorancia de quien devora miles de páginas de prensa o de internet para estudiar un tema “de punta” como si bastase con esos instrumentos de información para conocer la verdad. Es la ignorancia de quien sin verdadera ciencia se lanza a hablar sobre todo y recibe aplausos y reconocimientos, mientras son despreciados como ignorantes o retrógrados quienes critican sus errores. Es la ignorancia de quien tiene una profunda capacidad creativa y una reflexión potente y aguda, pero basa más sus ideas en intuiciones que en un estudio atento de las cosas, de los hombres, de la historia. La peor forma de ignorancia, lo explicaba también Platón (al repetir seguramente una enseñanza de Sócrates), es creer saber cuando no se sabe. Porque un enfermo que no reconoce su enfermedad no pide medicinas. Porque un ignorante que no advierte sus errores no es capaz de iniciar un camino sincero y enriquecedor de búsqueda de la verdad. ¿Es posible curarse de un mal tan profundo? A veces, sí. Basta un poco de humildad ante un contratiempo, un amigo que quite la venda de los ojos, una grieta en el propio sistema de convicciones, para iniciar la cura. Basta... aunque cueste mucho. Cuesta, sí, pero vale la pena. No hay mejor dolor que el que nos arranca de engaños profundos, casi hipnóticos, y nos lleva a abrir los ojos de la cara y del corazón a tantos amigos sinceros que pueden llevarnos, poco a poco, al encuentro profundo y saludable de la verdad.