ALGUNAS NOTAS SOBRE DIÁLOGO SOCIAL EN SEGURIDAD SOCIAL Hugo Barretto Ghione I. Concepto de Diálogo Social y condiciones para su ejercicio II. El diálogo social en el advenimiento de la seguridad social III. Participación y solidaridad como sustento del diálogo en seguridad social I. Concepto de Diálogo Social y condiciones para su ejercicio 1. Diálogo social comporta un enunciado de reciente aparición, en tanto en el pasado lo usual era la referencia a la “concertación social” o al “pacto social” entre organizaciones representativas de trabajadores y empleadores y el Estado. La OIT lo incluye como componente de primer orden del concepto de trabajo decente, y recientemente como parte del programa para “superar la pobreza mediante el trabajo”1. Ermida Uriarte2 advierte que en el lenguaje común, en el político y en diversos documentos internacionales se supone su contenido pero no se lo define: en definitiva, el diálogo social puede traducirse en un simple “intercambio de impresiones”. Ciertamente, la ausencia de una noción precisa de diálogo social permite incluir en el mismo a “todas las formas de relación entre actores, distintas al conflicto abierto” parece concluir el autor. 2. Así, puede decirse que diálogo social aparece como una expresión más general en comparación con las anteriores, en tanto no prejuzga sobre su resultado, no refiere a un producto (como sí lo hacía el término “concertación”, “convenio” o “pacto”) sino que se presenta como un procedimiento para encarar la comunicación entre los actores sociales. Esta distinción que parece estar en el trasfondo de la expresión, se denota también en la designación de los partícipes, denominados ahora como interlocutores, en Memoria del Director General a la 91º reunión de la Conferencia internacional del Trabajo Ermida Uriarte, Oscar. “Diálogo social: teoría y práctica”. En revista Derecho Laboral T. XLIV Nº 209 Pág. 60 1 2 desmedro de los aspectos sustantivos o materiales, si se tiene en cuenta que los términos tradicionalmente empleados en el ámbito de las relaciones laborales eran “organizaciones de trabajadores” o de “empleadores”, o directamente “sindicatos” y “empresarios”. 3. ¿ es entonces “diálogo social” una expresión débil, destinada a designar una etapa histórica signada por la falta de contenidos predeterminados y el énfasis en los procedimientos? 4. Es cierto que el enunciado “diálogo social” revela un origen procedimental mas que sustantivo, de atención mayor a las formas que a los contenidos, de privilegiar la argumentación y el debate en la construcción de las voluntades, lo cual lo vincula en forma inequívoca con corrientes de la teoría social y la filosofía actual como lo son la ética del discurso, la búsqueda de los consensos, la democracia deliberativa y la ética comunicativa. 5. Pese a esta aparente levedad del término (no impone los acuerdos ni refiere a los productos de la negociación) naturalmente que estas consideraciones no obran de ningún modo en descrédito ni pretenden desvalorar el fenómeno del diálogo social, ni de los procedimientos comunicativos entre los actores. Es bien sabida y amarga la experiencia de los países del cono sur en cuanto a los padecimientos sufridos a consecuencia de la interrupción de los procedimientos democráticos (y del diálogo social, diríamos ahora) como para desconocer la fundamental importancia que tiene la libertad de expresión y de comunicación entre los actores del mundo del trabajo, y particularmente entre las organizaciones de trabajadores. Por ello más que desvalorar el diálogo social, lo que se subraya es la índole omnicomprensiva de diversas prácticas que llevan a cabo los actores, que pueden tender también a diversos resultados. 6. En esta dirección de asignar un contenido variado al término, la OIT ha expresado que el diálogo social comprende todo tipo de negociaciones y consultas o aún el mero intercambio de información entre representantes de Gobiernos, Empleadores y Trabajadores sobre cuestiones de interés común relativas a políticas económicas y sociales. Así, diálogo resulta el género que comprende un conjunto de prácticas específicas tales como: a) la información, dato básico o punto de partida de todo entendimiento; b) la consulta, como parte de un proceso que conduce a la adopción de decisiones; c) la negociación, tipo predominante de diálogo y que en materia laboral se define en los términos del Convenio Internacional del Trabajo núm. 154; y d) la concertación política, entendido como procedimiento de búsqueda del consenso social en los grandes temas nacionales (empleo, salario, reforma del Estado, seguridad social, etc). 7. El diálogo social, de acuerdo a las tradiciones, las prácticas y las condiciones nacionales, puede estar institucionalizado o comportar un ejercicio puntual referido a un tema específico y coyuntural. Ejemplos del primer tipo lo encontramos con la creación de organismos de diálogo, consulta y negociación permanentes, como ocurre en el Uruguay con el Banco de Previsión Social en seguridad social, o los foros consultivos nacionales en los países integrantes del MERCOSUR. Por otra parte, el diálogo también puede expresarse desde el nivel “micro” de la empresa al más amplio, nacional o aún regional. 8. Dependiendo de la índole de los temas abordados, el diálogo social tendrá diversos actores participantes (organizaciones políticas, cooperativismo, pymes, consumidores, organizaciones de mujeres, de desempleados, agricultores, etc) En la faz laboral, son actores y partícipes del diálogo las organizaciones de trabajadores y de empleadores. En seguridad social, sin embargo, además de los actores tradicionales del mundo del trabajo, podemos encontrar que las organizaciones de jubilados y pensionistas desempeñan un papel relevante e insoslayable para caracterizar el modelo de diálogo en la materia, a tal punto que integran los organismos centrales de gestión de los sistemas, o son consultados o ejercen incidencia como grupo de presión. 9. El papel del Estado, en cambio, es diversificado. En principio, y en materia laboral y de seguridad social, debe desempeñar un rol de promotor del diálogo social: tratándose de un derecho fundamental, puede hacerlo a través de su política legislativa (creando ámbitos de consulta y negociación), o concomitantemente puede tomar medidas a efectos de facilitar la organización de los actores, tal como prescribe el art. 57 de la Constitución uruguaya en relación a la promoción de los sindicatos. Amén de ese papel de promoción del diálogo social como mecanismo democrático, que permite la expresión de los colectivos de personas con intereses específicos, el Estado tiene también el papel de protagonista. En concreto, es también empleador, y como tal, actor de la negociación colectiva y más en general, de las relaciones laborales en su conjunto, de acuerdo a los términos del Convenio Internacional núm. 151. 10. Para la OIT el diálogo social desempeña un papel fundamental, definitorio del organismo, a tal punto que su composición tripartita tiene antecedentes directos en la comisión que elaboró al constitución en los trabajos previos a la concertación del Tratado de Versailles. Desarrollos actualizados de la doctrina de la OIT, como el trabajo decente, tienen en el diálogo social uno de sus principales componentes. El nexo más claro entre diálogo social y seguridad social lo plantea la OIT cuando expresa que el concepto de trabajo decente es la síntesis de los cuatro objetivos básicos del organismo, como lo son la protección social y el diálogo social, además de los derechos en el trabajo y el ingreso y el empleo. Presupuestos, ventajas y contenido 11. El sustento del diálogo son los actores que lo protagonizan. El equilibrio y representatividad de las organizaciones se asienta en la libertad sindical, un derecho que potencia otros derechos, o “derecho para”3 a diferencia del Estado liberal, que solo conocía los “derechos de”4. En concreto, la libertad sindical conforma un haz multifacético que comprende el derecho a constituir y organizar sindicatos, al libre funcionamiento y la autonomía, al derecho de huelga y negociación, a la protección de la actividad sindical, etc. 12. Pero no debe dejar de repararse que los derechos humanos son interdependientes, por lo cual si bien la libertad sindical es indispensable para el diálogo democrático, lo es igualmente y coadyuva a su goce el derecho a la libertad de expresión y de pensamiento, la libertad de reunión y de asociación. La teoría social ha establecido los presupuestos inexcusables del diálogo y la comunicación, indicando que son sus reglas básicas a) la inclusión de todos los sujetos con capacidad para participar en condiciones de simetría; b) la igualdad de oportunidades para expresarse y garantías suficientes para contribuir y poner de manifiesto los argumentos propios; c) el acceso y derecho a la participación sin ningún tipo de coacción. El cuadro de presupuestos de la participación y el diálogo no quedaría completo si no se mencionara la necesidad de contar con organizaciones representativas, lo que asegura la capacidad de tomar decisiones y el compromiso para cumplir lo pactado. Los derechos sociales, y en particular la libertad sindical, tienen la característica de ser “derechos para obtener otros derechos”, según la formulación de Umberto Romagnoli, o sea, derechos que permiten la mejora en el ejercicio de otros derechos, como el salario, las condiciones de empleo, etc. 4 Los “derechos de” son identificados con las libertades políticas básicas de los seres humanos, típicas del Estado liberal: libre expresión del pensamiento, de reunión, asociación, etc. 3 13. Una particularidad y una demanda del diálogo es la capacidad técnica que deberán desplegar los actores en escenarios y en temáticas especialmente complejas. La intervención en debates sobre asuntos de interés para la sociedad en su conjunto imponen la ampliación de los conocimientos, de la vigencia del derecho a la información y la capacidad de formular propuestas pertinentes. La formación de los interlocutores parece esencial para asegurar un diálogo fecundo y eficaz, para lo cual han cobrado importancia las entidades de formación de los actores y aún la cooperación que pueda prestar el Estado para operar en contextos de diálogo en procesos acelerados y globales de transformación. La seguridad social es justamente un buen ejemplo de un asunto que demanda conocimientos y actualización constante en materia demográfica, financiera, jurídica, sanitaria, etc. El diálogo social sin formación de los actores se transforma simplemente en un intercambio telegráfico de opiniones sin posibilidad de obtener síntesis significativas. 14. Tratándose de un tema de importancia central, la seguridad social requiere que dependiendo del nivel de institucionalidad que presente, se cuente con mecanismos aptos para debatir y resolver las posiciones encontradas que a menudo presentan los actores. El establecimiento de procedimientos adaptados a las condiciones nacionales es un presupuesto esencial del diálogo, sobre todo si se repara en que la seguridad social convoca a actores con intereses muchas veces confrontados o con concepciones diversas del orden social. 15. Por otra parte, y según se verá, la seguridad social resulta una confluencia de temas con vinculaciones múltiples en el plano político, económico y social, y esa conjunción hace que su tratamiento sea progresivamente más complejo y afecte una serie de políticas que exceden en mucho el tradicional marco previsional. Si el diálogo social es un instrumento para abordar cuestiones amplias en materia de política económica y social, quizá la seguridad social sea el asunto que convoque con mayor facilidad la panoplia más amplia de temas que pueda concebirse. En concreto, el diálogo social sobre seguridad social no puede prescindir de temas tales como el empleo y el salario, pero también la reforma del Estado, la igualdad de género, la formación profesional, la salud laboral y la imposición tributaria. 16. Las ventajas de la adopción del diálogo social como procedimiento para operar los cambios parecen bastante obvias. El diálogo democratiza la formulación de las políticas económicas y sociales, legitima y las hace “propias” de los actores, y disminuye el nivel de conflictividad en períodos de crisis o de transición económica. Por su misma naturaleza, el diálogo hace centro en la cooperación social más que en la confrontación lisa y llana. 17. Por último, el diálogo social introduce inevitablemente una mirada social en las políticas económicas y sociales, perspectiva que muchas veces quedaría al margen si solo se mantuviera a cargo de los actores gubernamentales. II. El diálogo social en el advenimiento de la seguridad social 18. La seguridad social es el instrumento más avanzado de respuesta de los individuos y las sociedades a las situaciones de necesidad fundadas en contingencias tan variopintas como las derivadas del desempleo, la vejez, la enfermedad, el accidente de trabajo y la maternidad. Su evolución histórica denota tanto el aumento de los márgenes de solidaridad como de eficacia en las soluciones (expresada como “principio de suficiencia” en seguridad social) y en la cobertura de los riesgos (expresada como “principio de universalidad objetiva”). El surgimiento temprano y concomitante del sindicalismo, el mutualismo y el cooperativismo como respuestas autónomas a la “cuestión social” en la segunda mitad del siglo XIX, muestra a los primeros intentos de cobertura colectiva de los riesgos como situadas en el contexto de la ruptura del dogma del Estado liberal clásico, que hubo de dejar su tradicional prescindencia del fenómeno social para involucrarse fuertemente en la peripecia del hombre como ser social y sometido a diversidad de riesgos. La seguridad social también se vincula, por tanto, por los sustentos ideológicos de ese quiebre del Estado liberal, como fueron los socialismos de diferente signo, la doctrina social de la Iglesia, y el intervencionismo legislativo, pilares a su modo y según las circunstancias nacionales, del Estado del Bienestar tal como se le conocerá bien entrado el siglo XX. 19. Superadas en parte las formas inespecíficas de cobertura de los riesgos (como el ahorro individual, por ejemplo), fue el seguro social el estadio inmediato anterior a los modernos sistemas de seguridad social, con la particularidad que entre los aspectos comunes que presentaron y que sirven de nexo, se encuentra justamente la participación de los actores y consiguientemente las formas de intercambio y cogestión que hoy categorizaríamos como modalidades de diálogo social. Como es sabido, los seguros sociales bismarkianos se organizaron en forma independiente para cada riesgo y para cada sector de actividad, con coberturas diversificadas y muchas veces superpuestas, pero también con participación estrecha de los empresarios y trabajadores en la gestión y financiación de esos sistemas parciales de cobertura. El aspecto participativo fue por tanto una de las herencias del seguro social, que la unificación y homogeneización institucional producto del aprendizaje posterior (informe Beveridge de por medio), no modificaron sino que adaptaron a los nuevos tiempos y circunstancias. III. Participación y solidaridad como sustento del diálogo en seguridad social 20. La seguridad social es participativa por definición. No se trata de un dato o modalidad de gestión, sino de un principio de la disciplina, con la importancia decisiva que tienen los principios cuando pretende definirse una materia, en tanto contribuyen a estructurarla, normarla y dotarla de una singularidad propia. 21. La participación es directa, sin intermediación estatal alguna. Existe una batería de fundamentos para esta aseveración, de los cuales se destaca a) que los contribuyentes y quienes tienen un derecho subjetivo son quienes están interesados inevitablemente en la gestión y el futuro del sistema; y b) que la participación permite el consenso social, condición indispensable para la estabilidad y previsibilidad del sistema a largo plazo, que es el término en que debe pensarse la seguridad social. La participación y el diálogo social constituyen la esencia de la idea de seguridad social, seguramente la invención mas importante de la cultura jurídica del siglo XX, según expreso el insigne prof. Paul Durand. 22. Se trata además de un elemento que entra en diálogo con otros principios del sistema. El principio de la participación tiene estrecha vinculación con el de solidaridad en su faz intergeneracional y financiera. Participación y solidaridad son valores indisociables de la seguridad social y no es concebible un sistema sin la coexistencia y el “camino de doble tránsito” que significan. Si se repara por un momento en estas reflexiones, podrá advertirse como la participación y la solidaridad son pilares de la seguridad social que trascienden la mera apelación al imperativo del diálogo social, con lo cual parecería que la simple perspectiva del diálogo resulta estrecha. Son mecanismos, en definitiva, que la sociedad ha adoptado para dar respuesta a las contingencias que afectan a las personas para asegurar la mejor calidad de vida posible de acuerdo a la dignidad de todos los seres humanos. Por ello la cobertura de las contingencias o riesgos, el alcance y la índole de las prestaciones y el modo de financiarlas no constituyen elementos definitivos sino que se construyen a través de la participación y el diálogo en su dimensión más rica, como lo es la negociación entre los actores representativos de los intereses involucrados, una apertura hacia la asunción de compromisos adoptados responsablemente por los actores en el ejercicio de sus derechos individuales y colectivos.