Juan Diego Flórez y Lucy Crowe en Orphée ed Eurydice Foto: Bill Cooper Ópera en Inglaterra por Eduardo Benarroch Orphée et Eurydice en Londres Septiembre 23. Muy de vez en cuando, la Royal Opera House presenta espectáculos para un público diferente al normal: el que no va a ver trillados repartos de mediocres producciones o títulos que no merecen ser repuestos. Las obras de Gluck no son vistas con frecuencia en esta casa, pero a pesar de no ser conocidas, llenan el teatro y han sido siempre presentadas en forma impecable. Quizás esto decida a las autoridades responsables a poner más títulos de este compositor tan importante para el género operístico. La última vez que se había visto una obra de Gluck fue en 2007, Iphigénie en Tauride, con elenco y puestas espectaculares. Y esto había sido justo, después de todo este es el compositor que influenció a Mozart con varios títulos como La rencontre ímprevu (Mozart uso el género en Die Entführung aus dem Serail), y no hay que olvidar que Gluck también compuso La clemenza di Tito e Il rè pastore. Para esta premiere de la versión francesa, se contó con un reparto excepcional, mas un director y orquesta ideales, y una puesta sencilla con coreografía moderna. Nada se puso en el medio para distraer la atención del espectador de lo que realmente valía la pena: la obra de arte. John Fulljames usó decorados simples de Conor Murphy, la orquesta ubicada en el centro del escenario usaba un ascensor para subirla o bajarla de nivel de acuerdo a noviembre-diciembre 2015 la escena, permitiendo que el foso orquestal fuera usado para el público. Los tres personajes se movieron con sutileza y con delicadeza. Amour, cantado admirablemente por Amanda Forsythe, estaba vestida de lamé plateado y con un escote profundo. Se movió con desparpajo y confianza haciendo de este rol algo mucho más interesante que lo visto en otras ocasiones. Lucy Crowe presentó una Eurydice dulce, suave, pero también determinada. La escena con un Orphée que no la mira y no le habla fue un doble tormento, y de paso también para el público que deseaba ayudar a los dos personajes. Crowe posee una voz casi lírica, de registro agudo impecable y de bello color. De Juan Diego Flórez poco se puede agregar a lo que ya se sabe: es un cantante fabuloso, de registro limpio, emisión clarísima y una seguridad aplastante. En esta ocasión, se agregó un ingrediente no siempre presente: drama. Flórez se movió con soltura, con pasión, convenciendo con su sonido plañidero a las Furias. En esta versión para París abundan los ballets, confiados a la Compañía Hofesh Shechter. Este director israelí residente en Londres creó una coreografía con movimientos originales, modernos, semi rituales y también inesperados. Por momentos parecía estar viendo la música misma con movimientos que comenzaban por una sección para ser tomados desde el comienzo por otra sección como si fuera un canon. Nada hubo de aburrido con estos movimientos siempre atentos a la música. Por su parte, John Eliot Gardiner dirigió una versión ágil, transparente, simplemente deliciosa en cuanto a sonidos producido por los English Baroque Soloists con el Monteverdi Choir. o pro ópera