Jesús y su mensaje liberador Por: Dr. Angel L. Vélez Oyola 2 Yo puse las espinas en su rostro, los clavos en los pies y en ambas manos… después rompí a llorar amargamente la muerte irreparable de mi hermano. El oficio de cristiano es cosa maravillosa. Caray que hay que decir que en casa nació una rosa o que vino volando del oriente una nueva mariposa o que Dios y la verdad viven en todas las cosas. Saludos. Deseo agradecer la oportunidad que me brinda esta distinguida casa de altos estudios de presentar esta pequeña charla en el día de hoy. Como punto inicial debemos clarificar que esta charla no pretende realizar un análisis de exégesis, más bien auscultar el significado del mensaje liberador de Jesús para el regocijo de todos, como inspiración y modelo a seguir. Por esto quiero comenzar con una crónica de Facundo, cito: “Dicen que vino del desierto y que iluminó el pueblo en plena madrugada. 3 Dicen que las flores estallaban por donde pasaba, las casas embellecían, con los colores más amorosos…que el humo de la chimenea era perfumado. Que a su paso se abrían todas las ventanas y todos misteriosamente… cantaban la misma canción. Dicen que el comisario salió a la calle con el corazón en la mano para ofrecérselo a cualquiera… el que odiaba a todos. ¡Hay quien dice que todavía olía aquella vieja y lejana carpintería de la que habla el libro sagrado! ¡Ay quien asegura que era un ángel y es posible porque solo un ángel podía sacar peces de un rio seco y multiplicar los panes con una mirada! Dicen que se fue… caminando sobre las aguas. Tres años después los marineros nos contaron que del otro lado del mar no lo entendieron, por esto fue crucificado. ¡Yo solo sé que nada volvió a ser igual después de aquella noche en mi querido pueblo! En toda época tenemos una constante invitación a la conversión, es un hermoso recordatorio de cómo Dios nuestro Señor nos quiere, a todos y cada uno de nosotros, plenamente salvos, absolutamente santos. “Purifíquense de todas sus iniquidades, renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor”. 4 Hagamos un poco de historia en este extraordinario suceso de transformación. Jesús se transfiguró en el monte Tabor, que se encuentra en la baja Galilea. Este acontecimiento tuvo lugar, aproximadamente, un año antes de la Pasión de Cristo en la cruz. Jesús invitó a su transfiguración a Pedro, Santiago y Juan. Sus discípulos más cercanos. A ellos les dio este regalo, este don divino. Los tres evangelistas cuentan la escena con detalles muy significativos. Mateo, al describir al Maestro como más hermoso que el sol y revestido de luz, adopta un tono que era frecuente en las Escrituras. El sol y, sobre todo, la luz, son siempre indicio y reflejo de la presencia divina. Marcos no para mientes en la transfiguración del rostro; Mateo, sí; Lucas también, aunque no compara a Jesús con el sol. Marcos y Mateo coinciden la palabra elegida para señalar la transfiguración sufrida por Jesús: se “metamorfeseó”. Es una de las palabras que usa san Pablo para describir nuestra resurrección: significa un cambio profundo, un estado superior al de la tierra, una gloria celestial. Esta tuvo lugar mientras Jesús oraba, porque en la oración es cuando Dios se hace más presente. Los apóstoles vieron a Jesús con un resplandor que casi no se puede describir con palabras: su rostro brillaba como el sol y sus vestidos eran resplandecientes como la luz divina. Estaba contemplando a Dios, viéndole como era, y él hubiera querido quedarse ahí para siempre en su presencia. Los personajes que hablaban con Jesús eran Moisés y Elías. Moisés fue el que recibió la Ley de Dios en el Sinaí para el pueblo de Israel. Elías, por su parte, es el padre de los 5 profetas, respectivamente, que vienen a dar testimonio de Jesús, quien es el ejemplo de cumplimiento de todo lo que dicen la ley y los profetas. Entendía ahora Jesús que Moisés y Elías hubieran venido no para celebrar su triunfo, sino para animarle a la muerte. La luz que acababan de entrever no anulaba la sombra de la cruz, era sólo un viático para hacerla soportable. Por eso Pedro, Santiago y Juan bajaban con tanta alegría pero a la vez con el alma cargada de tristeza. La sombra de la humillación y el dolor seguía estando en el horizonte. Habla con sus discípulos de la propia muerte, la cual es simbolismo de amor; es hablar de la salvación de todos los hombres. Jesús transfigurado significa amor y salvación para todos nosotros. Seis días antes del día de la transfiguración, Jesús les había hablado acerca de su pasión, Muerte y Resurrección, pero ellos, sus discípulos, no habían entendido a qué se refería su maestro. Muchos años más tarde, san Pedro –uno de los tres testigos- recordará aún conmovido esta hora: Con nuestros ojos hemos visto su majestad. Porque recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando una voz desde el esplendor de la gloria, habló diciendo: este es mi amado Hijo, en quien tengo mi complacencia. Y esta voz la oímos nosotros enviada desde el cielo, estando con él en el monte santo (2 Pedro 1:16-19). Pero si en la vida de Jesús impresiona el hecho de que se encamine a la muerte con serenidad, que no la esquive, que no acepte cómodas componendas para seguir viviendo, más impresiona aún su seguridad de que el triunfo culminará su vida, porque esa muerte será provisional y pasajera. 6 Más aquí las cosas no son tan simples: Jesús descubre que, cuando habla a sus apóstoles de su muerte, éstos se entristecen o tratan de disuadirle de ese loco proyecto. La muerte la entiende, sí. Pero, en cambio, no parecen entender nada cuando les habla de que resucitará a los tres días. Esto no cabe en sus cabezas. Ellos creían, sí, como la mayoría de sus contemporáneos judíos, en una resurrección al final de los tiempos. Pero no podían imaginar que Jesús regresara a la vida tras la muerte, aunque habían visto cómo él era señor de la vida y de la muerte, ya que así lo había demostrado con el hijo de la viuda de Naín o con la pequeña de Jairo. Si moría ¿quién iba a resucitarle a él? Por eso Jesús decide anticiparles una hora de gloria, un relámpago de luz antes de que llegue la muerte, una especie de “anticipo” de la resurrección. La transfiguración fue una experiencia de amor. El amor siempre cambia a la persona: la ayuda a vivir, a esforzarse, a valorarse… y el aspecto de la persona que ama se vuelve más radiante. Es significativo que tanto el amor como la muerte transfiguren de manera especial a la persona. De ahí la importancia de la transfiguración para ayudarnos a encontrar la relación tan grande que existe entre el Tabor y la Gloria de Dios en la Cruz. Esta enseñanza nos confirma que todo sufrimiento asumido con amor transforma, ablanda, moldea, transfigura… graba, en el interior de la persona, en la imagen de Cristo. Esto me recuerda unas líneas de la obra de Julio Merodio Atance (Vivir en Cuaresma). Cito: 7 “Veré que el amor es mi raíz y mi fundamento. Sentiré de manera especial, su acogida de Padre y observaré el amor que recibo y el amor que doy para ir renovando esas zonas de mi interior que ido cayendo en la rutina para no comprometerme ni exigirme. Sé muy bien que el amor que recibo es el detonante del amor que doy, de tal manera que cuanto más amado me sienta por Dios, mucha más capacidad tendré de amar a los hermanos”. Termino la cita. Y es que Dios está, realmente, enamorado de nosotros; por eso nos envía tanto obsequios: cada palabra, cada gesto, cada flor… son detalle y una confirmación de su amor para con cada uno de sus hijos. El camino de la conversión que es la cuaresma, tiene como todo, un inicio; y tiene también un final feliz en la resurrección. La Cuaresma que ha comenzado hace una semana y que termina con la semana del Domingo de Ramos, que es cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, estaremos también en ese momento en el inicio de la Semana Santa, la cual acaba de terminar. Nosotros podríamos asustarnos al ver el programa de conversión que se nos propone y al darnos cuenta de lo que significa convertir la propia personalidad, convertir los propios sentimientos, convertir la propia inteligencia, convertir la propia voluntad, cambiar totalmente la propia existencia. En esta conversión se nos podría brindar un camino tan impracticable, una cumbre tan elevada, que en el corazón puede llegar a aparecer el miedo. 8 Uno que nos hace incapaces de poder transformar nuestra vida, un miedo que, incluso, nos puede hacer rebeldes contra las mismas necesidades de transformación. El camino de conversión es difícil, exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento a cuestionarnos y a enriquecernos. Hacia ese horizonte de dolor se encamina ahora Jesús. Sus años de predicación han terminado. Ha expuesto ya a los hombres su mensaje con palabras. Ahora ya no tiene más armas que las de su carne. Habrá que demostrar, en una última semana trágica, que todo lo que ha dicho es verdad. Será necesario dejar las palabras, para que se vea ya sólo el Verbo. Y Jesús se encamina hacia la muerte. Ya no es el muchacho que feliz, comenzó a predicar hace sólo dos años. ¡Cuánto ha envejecido en tan pocos meses! ¡Qué cruel ha sido su choque con la iniquidad humana! Este Jesús de ahora es el “Jesús del atardecer” al que rezaba santa Gertrudis. Es el que todos nos encontraremos en la frontera entre nuestra muerte y nuestra resurrección. Es al que hoy rezamos con la oración de la santa: ¡Oh, Jesús, amor mío del atardecer de mi vida! Alégrame con tu vista en la hora de mi partida. ¡Oh, Jesús del atardecer!, haz que duerma en ti un sueño tranquilo y que saboree el descanso que tú has preparado para los que te aman. 9 Hagamos de la vida un camino de enriquecimiento, un camino de encuentro más profundo con Cristo, un camino en el que al final, la cruz de Cristo haya tocado todos los resortes de nuestra personalidad. ¿Cuál es el mensaje liberador? 1. A seguir adelante aquí en la tierra, con la esperanza de que nos espera con su gloria en el cielo. 2. Pensar que Dios se ofrece a salvar a las almas y por esto Jesús sufrió y así se desprendió de su vida para salvarnos a todos por medio de la oración como lo hacía en oración al Padre. 3. Con la comprensión que el cielo es algo que todos tenemos a la mano en todos los días. 4. A vivir su mandato “amaos los unos a los otros como yo los he amado”. Quisiera compartir este pequeño cuento con todos ustedes: Dar fruto en abundancia “Cuentan que un hombre que acababa de conocer a Jesús de Nazaret quedó tan fascinado de su presencia que decidió buscar, por todos los caminos, a otros hombres que les hubiera pasado lo mismo que a él, para, junto a ellos, seguirle. Al ver a un anciano sentado al borde del camino le preguntó: -¿Ha visto pasar por aquí a algún cristiano? El anciano, encogiéndose de hombros, le contestó: -Depende del tipo de cristianos que busque. 10 -¡Perdone! –le dijo contrariado el joven-, es que soy nuevo en esto y no conozco los tipos que hay. Sólo conozco a Jesús. -Pues mire, amigo, los hay para todos los gustos: Hay cristianos de cumplo-miento, cristianos por tradición, por conveniencia, por comodidad… y hay otros que son cristianos auténticos. -¡Los auténticos! Esos son los que yo busco. ¡Los de verdad! -¡Vaya! –dijo el anciano, subiendo la voz-, esos son los más difíciles de encontrar. El joven, con impaciencia, le dijo: -¿Y cómo podré reconocerlos? El anciano, pausadamente, le contestó: -No se preocupe, amigo. No tendrá dificultad para reconocerlos. Un cristiano de verdad no puede pasar desapercibido. Lo conocerá por sus obras, pues allí donde va, siempre deja huella”. Nacemos para vivir eternamente en la gracia de Dios y lo podemos hacer porque podemos dejar nuestras propias huellas. Él nos brindará la transfiguración que nos llevará a la inmortalidad con su eterna bondad. Como dijo Mario Logo: Hice un acuerdo con la coexistencia pacífica con el tiempo; ni él me persigue ni yo huyo de él. Algún día nos encontraremos. Y yo les recuerdo en la gracia del Señor. Los invito a ser felices en la gracia del Señor. Muchas gracias.