46 Tanya pasó la noche em um sillón muy cómodo, pero, de todas maneras, sintió um calambre em el cuello cuando la despertó uma sacudida em el hombro. Abrió los ojos y vio que Stefan la miraba em forma amenazadora. Cuánto hacía que estaba levantado, echando humor por lo que había sucedido hacía dos días, como para que sus rasgos traslucieran tanta ira? Estaba realmente furioso? -Puedo decir buenos días? –preguntó cautelosamente, sólo para que la levantaran del sillón y la sacudieran violentamente. -Te dijeron que había lobos es esta parte del país! –dijo Stefan em forma explosiva. -Sí y osos y ... -Sabes com qué rapidez um lobo puede hacerte pedazos? –fue la segunda exploción de Stefan, la que hizo tomar conciencia a Tanya. Dios, había olvidado lo de su hermano. Después de uma experiencia semejante, eso debió de ser lo único que Stefan había pensado cuando no pudieron encontrarla. -Lo siento, Stefan –dijo sinceramente; ni siquiera se le ocurrió pensar em mentir ahora.- Me estabas ignorando. Sólo quería tu atención y decirte que estaba equivocado. Hice que me besara otro hombre y no sentí nada. Sí que me importa quién me besa. El hecho de oír, aunque fuera de uma manera solapada, que ella lo deseaba, tuvo um efecto muy rápido em Stefan. Su furia, simplemente inducida por el miedo, sucumbió bajo esta excitación instantánea. Ya la estaba tomando de los hombros. Había estado a putno de volver a sacudirla. Sin embargo, la atrajo contra él y la besó em forma casi salvaje. Tanya no tuvo que preguntarse qué había originado esto. Su furia, por supuesto, o al menos eso era lo que suónía, después de tantas promesas apresuradas. Pero la lucha había terminado em cuanto a lo que a ella se refería. También había cesado su propia furia, com la cual se había dormido la noche anterior. Era verdaderamente sorprendente cómo el hecho de besarse podía, por um lado, calmarlos y, por otro, encenderlos de uma manera más placentera. Se vio atrapada de inmediato por esse placer. Comenzó a responder com su lengua a los besos profundos de Stefan. Le ayudó a que le quitara la blusa que él mismo había desabotonado. Su falda cayó a sus pies. No pareció estar sorprendido de que ahora estubiera desnuda, ya que se había quitado la ropa interior la noche anterior para dormir. Sólo se había dejado las prendas externas por uma cuestión de modestía, como lo hbaía hecho em el barco de vapor. Pero, probablemente, Stefan no reparara demasiado ene sto, no más de la atención que le había deparado últimamente. Pero, por el momento, tendría que aceptarlo, porque no tenía ninguna intención de detenerlo. Todo lo contrario. Em realidad, Tanya participó, ya que fue ella, esta vez, quien le fue llevando lentamente hacia la cama. Y uma vez allí, fue ella quien quien se aseguró de que el beso no se interrupiera mientras se acostaban, pausadamente, sobre el colchón. Tanya tenía qie preocuparse no sólo por alguna probable interrupción, la cual le traería de inmediato a sus cabales, sino también por esa maldita promesa que había hecho Stefan, que, de llegar a recordarla, pondría fin a todo esto más rápido que cualquier outra cosa. De manera que estaba ansiosa por mantener a Stefan em este estado de insensatez, inducido por la furia, y no le soltó la cabeza cuando comenzó a quitarse la ropa. Sólo cuando él estuvo tan desnudo como ella, Tanya se relajó lo suficiente como para gozar de lo que estaba sucediendo. Pero, de inmediato, se encontró outra vez envuelta em esa locura, em esse deseo puro y desenfrenado que clamaba ser saciado. Esta vez, fue ella quien no prestaba demasiada atención a todo loq ueél hacía. Estab tan concentrada em las sensaciones que sus manos provocaban em ella, a medida que la exploraban, com uma suavidad enloquecedora, desde el cuello hasta las ingles, que le llevó um instante darse cuenta de que ya no la estaba besando. De hecho, la estaba observando, em total fascinación. Cuando Tanya por fin abrió los ojos, él dejó de tocarla, sus miradas se enlazaron y descubrió que él no estaba enojado em lo más minimo. Tanya sintió uma profunda sensación de frustración y estalló: -Maldito seas, Stefan, no te calmes justo ahora ! para su total disgusto, Stefan de echó a reír y todavía estaba sonriendo cuando le preguntó: -Por qué? – se inclinó y le besó suavemente el labio inferior, que luego lamió com la lengua.- Piensas que no voy a seguir haciéndote el amor? –entre palabra y palabra, la mordisqueaba com los labios.- Recuerdalo, pequeña hurí. Me perteneciste, com el consentimiento de tu padre, desde el día em que naciste.- Le acarició los pechos de uma manera inconfundiblemente posesiva.- Eres la única mujer que fue verdaderamente mía. No volveré a poseerte em uma ataque de locura, Tanya. No lo había prometido? En realidad, no esperaría que respondiera a su pregunta em esse momento, o sí? Estaba tan abrumada por el placer extácito que sintió com esas palabras “perteneciste” y “verdaderamente mía” que tenía que devolverle parte de esse placer o iba a estallar. Le rodeó el cuello com el brazo y acercó su boca a la de él, penetrándola com la lengua hasta empujar com fuerza. Mientras tanto, com la otra mano buscó atrevidamente su órgano masculino, duro como el acero, y lo toc[o com la más suave de las caricias. Sus caricias inocentes hicienrton que Stefan gimiera desde lo profundo de su cuerpo, contorsionándose y suspirando de satisfacción. Ella le estaba haciendo el amor y él la dejaba. Y cuando Tanya pensó que no podía tolerarlo ni um minuto más, él la penetró com todo su calor. Pero, a diferencia de la otra vez, comenzó a moverse lentamente, sensualmente, prolongando deliberadamente esse éxtasis maravilloso. Luego empezó a empujar y a menear las caderas hasta lo profundo de sus entrañas y la llevó a um clímax desgarrador que le sacudió el cuerpo com violentas pulsaciones que continuaron hasta su empujón final, com menor fuerza después, para volver a estallar otra vez cuando Tanya sintió sus espasmos de calor. No quería que la realidad se inmiscuyera. La última vez no había sido placentero. Pero, obviamente, no podían quedarse allí para siempre, aferrados el uno al otro, como ella hubiera querido. Era la mañana. El resto de la gente ya estaría levantada, preparándose para la partida. Y Tanya todavía tenía que responder por el comportamiento tonto que la había enviado directamente a los brazos de los bandidos. De manera que com cierta sorpresa sintió que Stefan la besaba em la mejilla. -Quién te besó y no te hiso sentir nada? –le oyó preguntarpor simple curiosidad. Sin la menor culpa por la furia que le haría sentir a esse Adonis de cabellos dorados, dijo: -Vasili. –pero, de inmediato, lo exoneró agregando:- Pero se opuso a hacerlo, protestó todo el timepo y sólo accedió cuando le dije que le pediría a otro que me besara si él no lo hacía. Stefan se incorporó sobre um codo y la miró de manera incrédula. -Anduviste por ahí pidiendo besos? -Sólo para ver si tenías razón o no. -No podías deducir la respuesta a partir de la experiencia pasada? No permitió que este comentario la afligiera. Estaba demasiado satisfecha y ligeramente embriagada como paraq eu algo así la molestara em esse momento. -Odio desilucionarte, como sucedió com Vasili, ya que él también preguntó lo mismo, pero mi experiencia pasada no es tan grande y variada como ustedes dos piensan. Stefan sonrió. -Pensar que hace um instante estuve a punto de admitir, para mi próprio asombro, uma cierta gratitud por tu experiencia. Tanya sintió que se atragantaba, pero sabía a qué se refería y se sonrojó. -Eso no fue experiencia, eso fue puro instinto –le respondió. -No era mi intención insultarte, Tanya –dijo gentilmente. Ella lo sabía. Pero era exactamente eso lo que le resultaba sidícil de creer. Pero si este era le tipo de reacción que podía esperar de él cuando no estaba perturbado por la culpa, cosa que, ahora comprendía, había sucedido la última vez, tendría que lograr hacer el amor com más frecuencia. -No podriamos quedarnos aquí hoy para... explorar esta “gratitud’ que sientes más detenidamente? El se rió y se echó de espaldas y, como la tenía entre sus brazos, Tanya rodó com él. Le acarició la cabeza y, de esta manera, mantuvo su rostro contra su pecho. -Me gustaría tener más tiempo, pero mi padre está ansioso por nuestra llegada. Sabrás exactamente la hora em que deberíamos llegar y esta demora... -Le preocupará. –Tnya suspiró.- Comprendo. Le dio uma palmada em las nalgas y le dijo que se vistiera. Pero Tanya recibió cuatro besos más que la demoraron mientras intentaba cumplir com lo ordenado. Aparentemente, Stefan no podía quitarle las manos de encima esta mañana. Ella sentía lo mismo. Era tan inusual que e´l estuviera así. Y Tanya no podía ser más feliz. Cuando estaban listos para partir, Tanya aprovechó su estado de ánimo para preguntar: -De qué trataba esse comentario que hiciste sobre que pavel me había salvado de uma tunda? -Nada importante –contestó Stefan, pero le tomó el mentón com la mano y le dijo seriamente-: No vuelvas a ignorar las advertencias específicas, Tanya. La muchachja se sonrió, conciente de que ahi terminarían sus regaños. -Entonces, no vuelvas a ignorarme otra vez, Stefan. Cometo tonterías cuando me enojo. -Dios, quien no?