La derrota alemana en Stalingrado. 1943 No podemos ni siquiera replegar nuestras posiciones, ya que los hombres caen agotados. Es el cuarto día que no han recibido nada para comer. ¿Qué podré responder, yo, comandante del ejército, si un soldado viene a mí para decirme: mi coronel-general, un trocito de pan, por favor? Ya nos hemos comido los últimos caballos. ¿Se habría podido imaginar usted a los soldados precipitándose sobre un viejo cadáver de caballo para cortarle la cabeza y devorar su cerebro crudo? ¿Cómo continuar combatiendo con soldados que no tienen ni siquiera ropas de invierno? ¿Quién ha sido el hombre que tomó la responsabilidad de declarar que era posible asegurar un reavituallamiento aéreo? Von Paulus, mariscal jefe de las tropas alemanas en la batalla de Stalingrado, 1943 "No sé si podré dirigirme a ti una vez más. Es necesario que esta carta llegue a tus manos y que lo sepas de una vez en caso alguna vez yo vuelva. He perdido las manos a comienzos de diciembre. En la mano izquierda me falta el dedo meñique, pero lo peor es que en la derecha se me han congelado los tres dedos del medio. Puedo coger el vaso con el pulgar y el meñique. Pero me encuentro más bien inútil, cuando a uno le faltan los dedos es cuando comprende para qué sirven incluso las cosas pequeñas. Kurt Hahnke (me parece que lo conoces desde que ibas al colegio en 1937), hace ocho días, en una pequeña calle ha tocado en el piano La Apasionada. No sucede esto todos los días: el piano estaba en la calle. Cada vez que pasaba un soldado tocaba un poco... ¿En qué parte del mundo se encuentran pianos por las calles?". Carta de un soldado alemán cercado en Stalingrado, enero de 1943