ES30 DE ABRIL DEL 2011 12 Texto José Andrés Rodríguez ANTHONY MARSLAND KELVIN MURRAY AMANTES A LARGO PLAZO 13 EN FAMILIA Los amantes que entregan parte de su vida a una persona emparejada se ahorran los problemas de la vida cotidiana pero se conforman con vivir una relación en la clandestinidad. ¿Cuáles son las ventajas y las desventajas de ser un amante a largo plazo? “En 1990 yo tenía 20 años y estudiaba danza. Él también era bailarín. Me gustó desde el primer día que lo vi. Conectaba con su pasión por la danza. Nos liamos y estuvimos juntos un par de años. Él no es de Catalunya, así que tenía que volver a su ciudad de vez en cuando y, además, ambos viajábamos mucho. La relación fue muy bien. Hasta que me enteré de que tenía pareja”. Entonces, Jana decidió romper. Pero a principios del 2004 se reencontraron. “Él ya estaba casado y con dos hijos. Yo lo sabía, pero decidí estar con él. Fue una relación muy pasional. Estuvimos juntos unos dos años y nos veíamos una vez por semana. Nunca me prometió que dejaría a su mujer. Yo sabía que nuestra relación tenía fecha de caducidad”. Según algunos estudios, en parejas que llevan más de diez años, un 60% de los hombres y un 40% de las mujeres han sido infieles. Y, para que haya infieles, tiene que haber amantes. ¿Qué ocurre con las personas que por elección, por vocación o porque no tienen más remedio se convierten en el otro o la otra durante un tiempo? Pongamos, por ejemplo, un año como mínimo. Amantes a largo plazo, pues, serían los que prolongan este tipo de relación, aunque sea con altibajos, durante un año como mínimo. “En esa relación, aparte del sexual hay un componente afectivo. Y, en mayor o menor medida y aunque sea de un modo implícito o explícito, hay un deseo de mantener la relación”, señala Antoni Bolinches, psicólogo, terapeuta de pareja y autor del libro Amor al segundo intento. ¿Qué lleva a una persona a convertirse en la amante de otra que tiene pareja durante uno, tres o veinte años? Quizás amor, quizás sexo, quizás la necesidad de un poco de emoción en su vida, quizás algunas carencias personales o quizás un poco de todo. A veces, los amantes lo son sin saber que lo son. Es el caso de Jana que, en la primera etapa de su relación, no sabía que el hombre con el que salía estaba emparejado. O lo son a pesar de que no quieren serlo. Sandra estuvo con un hombre casado y padre de tres hijos durante cuatro años y medio. “Yo era bastante más joven que él. Él siempre me decía que dejaría a su mujer. Pero yo no entendía que no fuera feliz con ella pero que se acostaran y que nunca se decidiera a dejarla. Y, además, que me dijera que me quería y que no podía vivir sin mí”. O son amantes encantados de serlo. José Antonio fue, durante tres años, el amante de una compañera de trabajo. “Nunca le pedí que dejara a su marido. Ella es la persona que más me ha querido en mi vida. Estábamos enamorados. Y yo estaba encantado de ser el amante”. Aunque, sólo al principio, “porque pasados un par de años sí que empecé a desear, en el fondo, que dejara a su marido”. Y es que el estado civil de amante tiene sus ventajas, pero también sus desventajas. Para Norberto Ferrer, psiquiatra y psicoanalista, “una relación de amantes puede aportar prácticamente sólo momentos de placer, de juego, de escaso compromiso”. No hay que preocuparse ni de llevar a los niños al colegio, ni de la factura del gas, ni de alimentar con cariño y comunicación una relación diaria. Puede ser una forma de vivir una relación para quienes tienen miedo al compromiso. Y hay tiempo libre para otras relaciones. “Muchas personas prefieren ser el amante porque, en el fondo, no quieren o no se atreven a tener una relación de pareja –explica Eva Font, psicoanalista del Espacio Psicoanalítico de Barcelona–. Ser el amante te coloca en una situación privilegiada sabes que eres hay A quien porque el objeto de deseo de le gusta otra persona”. Sandra, mantener aunque sufrió mucho siendo la amante, acepel morbo ta: “me gustó la mirada de una que él posó sobre mí. relación Era la primera vez que oculta un hombre me miraba El deseo, cuando en realidad se quiere el afecto, puede ser una prisión de verdad, aunque resultara ser un egoísta”. Cultivar el deseo entre dos personas que son pareja durante mucho tiempo no siempre es fácil. Antoni Bolinches señala que es más sencillo que el deseo se mantenga entre los amantes porque “a menos frecuencia, más deseo. La pareja es el mejor escenario para el afecto, pero no es tan bueno para el deseo”. Y no hay que olvidar que la clandestinidad siempre tiene su puntito de morbo. Cristina se ve con un hombre casado desde hace unos siete años. “Siempre que nos encontramos es como volver a empezar. Él es de fuera de España y, por trabajo, coincidimos en algún que otro congreso dos o tres veces al año. Nunca sabemos si va a pasar algo o no. Y ese juego me gusta”. En la otra cara de la moneda, ser amante no es únicamente ser el objeto de deseo. Es sentirse, a veces, un segundo plato. No es sólo compartir los momentos más divertidos, es esperar una llamada todo el día. Y el deseo, cuando en realidad lo que se quiere es afecto, puede ser una verdadera prisión. Sobre todo cuando el amante empezó jugando por sexo y acabó sufriendo por amor. Cristina lo vio venir: “Podía quedarme muy colgada. Pero a pesar de que nos veíamos poco, me colgué de él al principio y lo pasé muy mal. Para poner distancia, le dije que la nuestra era una relación puramente sexual. Él se quedó de piedra. Mi coartada mental era pensar que yo no era la única amante, porque si éramos sólo él y yo me haría plantearme qué representábamos el uno para el otro”. Y el amante, aunque se sabe deseado, también sabe que no es el único. José Antonio asegura: “Nunca estaba celoso porque sabía que ella me deseaba a mí, y no a su marido”. ¿A pesar de que durmiera con él y, de vez en cuando, tuvieran sexo? “Pues sí”. Otros no lo llevan de una forma tan relajada. Como Jana: “Yo estaba enamorada, y nunca quise preguntarle si él lo estaba”. O como Sandra: “Yo quería ser la mujer oficial. Aunque él me dijera que era más importante que su mujer y me prometiera que iba a dejarla”. Las promesas... abren la puerta a posibles y maravillosos futuros. Pero muchas veces se hacen en momentos de pasión y se van olvidando como un eco. Muchos amantes viven aferrados a la esperanza de que el infiel dejará a su pareja. Una espera con la angustia de estar, quizás, esperan- œ ES30 DE ABRIL DEL 2011 muchos son del mismo círculo social y coinciden en otros momentos un amante puede ayudar a veces a estabilizar a una pareja do para nada y dejando pasar otros trenes. La imposibilidad de construir más proyecto vital que aguardar la siguiente cita furtiva. Sentir que, como amante, no es en realidad más que el cómodo paraíso que otro ha alquilado para soportar su vida. Esperar, esperar y esperar “siempre según su disponibilidad”, recuerda Sandra. Esperar una llamada, esperar en una anónima habitación de hotel, esperar que tome una decisión. Esperar lo que muchas veces no llega para luego añorar lo que podría haber sido. “Yo le digo que si hubiéramos vivido cerca habríamos sido pareja”, asegura Cristina. Y confiesa que, tras cada encuentro, “me quedo algo tocada, aunque para desdramatizar nos decimos en broma: ‘Hasta el próximo año a la misma hora’”. œ Un amante se doctora en el difícil arte de la paciencia. Hasta que esta se acaba. Como explica Norberto Ferrer, “los problemas empiezan cuando llegan las demandas. El amante quiere más y el otro no puede o no quiere dárselo”. Y para sostener el deseo del amante sin perder la estabilidad de la pareja, el infiel “engaña y, muchas veces, se engaña. No quiere perder ni lo uno ni lo otro porque ambas relaciones le ayudan a mantener su equilibrio psíquico. Y el amante aguanta idealizando una solución que no llega. Suelen ser personas con problemas con el duelo, con la separación. Recuerdo el caso de una mujer que decía que estaba segura de que él dejaría a su esposa porque ella le aguantaba muchas más cosas. Tomaba ese aguantar más como una prueba de amor”. 14 Y muchas veces para seguir aguantando y esperando hay que realizar auténticos malabarismos psicológicos. Por ejemplo, para sortear la posible culpabilidad. El amante contribuye a un engaño, aunque no sea el que engaña. Y, más delicado todavía, muchos amantes pertenecen al círculo social de la persona con la que se relacionan. A veces, son amigos, compañeros de trabajo, el padre o la madre con quien se coincide a la puerta de la escuela... Jana recuerda que “alguna vez iba a comer a casa de él, con su mujer y sus hijos. Lo pasaba fatal”. Y, para evitar posibles encontronazos con la culpabilidad, Cristina asegura: “Nunca le pregunto por su familia. Hablábamos de casi todo, pero nunca de sus hijos y no he querido ver ninguna foto de ellos”. ¿Y entre los amantes a largo plazo, hay diferencias entre hombres y mujeres? Antoni Bolinches considera que las mujeres suelen tener más esperanzas y desear más que el infiel deje a su pareja. En cambio, los hombres se encuentran más a gusto con ese papel, menos comprometido. “La mujer necesita más requisitos afectivos para seguir en esa relación y el hombre está más a gusto en lo sexual aventurero”. De la misma opinión es Norberto Ferrer, que considera “que para el hombre es más fácil separar lo sexual de lo afectivo”. En cuanto al cliché de que los hombres se buscan amantes más jóvenes, Antoni Bolinches cree “que sí que se cumple. También ocurre que muchas mujeres amantes consideran que el hombre con el que se ven es su pareja. Y los hombres amantes no viven tanto la relación de infidelidad así”. Aunque añade que cada vez con más frecuencia la mujer adopta patrones tradicionalmente masculinos. Una persona conoce a otra. Se entera antes o después de que tiene pareja pero decide continuar con la relación. Se convierte en amante. Mala pata. Pasa el tiempo y pasa página de esa relación. Conoce a otra persona. También tiene pareja y también transige con ser amante. ¿Mala suerte? Nueva página... y lo mismo. “Entonces ya no podemos hablar de mala suerte, sino de un patrón que se repite”, señala Eva Font. ¿Hay algún rasgo común entre quienes acumulan un currículum sentimental de personas emparejadas? “Hay personas que para desear y sentirse deseadas necesitan que haya un tercero en discordia. No pueden desear a personas solteras porque, en este caso, se verían abocadas a una relación de verdad. Eligen a personas que, por lo menos en algo, desean o están unidas a otros. De este modo siempre falta algo, siempre se puede desear algo. El triángulo alimenta el deseo”. Aunque suene paradójico, un amante “puede 15 EN FAMILIA ayudar a estabilizar la pareja”, opina Antoni Bolinches, “pues el infiel tiene la estabilidad con su pareja que necesita el adulto y la aventura que le pide su niño interior”. Y puede producirse una curiosa reacción en la pareja oficial. Cuando José Antonio empezó su relación, “el marido de ella no le hacía ni caso. Apenas tenían sexo y sólo hablaban del día a día. Nada de cariño ni de deseo”. Pero cuando el marido se enteró de que su mujer buscaba fuera lo que no tenía en casa, “cambió casi de la noche a la mañana. Le dio un ataque de celos y le prometió que las cosas serían diferentes. Durante un tiempo fue atento y cariñoso. Aunque a los pocos meses todo volvía a ser igual”. Algunos amantes lo son hasta el final de sus días. Pero, la mayoría de las veces, la relación acaba antes de que eso suceda. “Al principio, todo era maravilloso y emocionante”, explica José Antonio. Pero cuando uno es amante a largo plazo no puede evitar que la rutina y la cotidianidad empiecen a colarse en su relación. José Antonio se cansó después de tres años. “Cambiamos conversión a parejas de corto recorrido Hay relaciones de amantes que se convierten en relaciones oficiales. Por ejemplo, el infiel se decide a dejar a su pareja. O el infiel es pillado in fraganti y decide caer en la red que le proporciona el otro. Como señala Antoni Bolinches, “en muchas ocasiones, el hombre, cuando rompe con su pareja porque le han pillado, se va con la amante como un recurso, no como una decisión”. En todo caso, cuando una relación de amantes se convierte en la oficial puede ser que, por fin, se convierta en una pareja sin trampa ni cartón. O puede que esas dos personas sólo funcionaran como amantes. Norberto Ferrer señala que es muy posible “que esa nueva relación no funcione porque se basaba en la clandestinidad y el deseo se generaba gracias a los escasos encuentros. Y ahora cambian las reglas de juego”. Sin olvidar que el que fue infiel una vez, ¿por qué no podría volver a serlo? juntos. Acababa dándole consejos para arreglar su matrimonio. Tras romper nos quedamos fatal, pero, desde el principio, yo sabía que esa relación no iba a durar”. Sandra se cansó de esperar y esperar: “El día de mi cumpleaños tomé la decisión de cortar definitivamente. Él tenía que venir a la fiesta que estaba organizando y me llamó al mediodía para decirme que estaba cansado. Se lo dije muy claro: lo nuestro se había acabado”. Hace unos meses, Cristina volvió a encontrarse en Barcelona con el hombre con el que coincide de congreso en congreso. “El plan parecía el de otras veces que nos vemos en Barcelona: cena, copas y a mi casa a hacer el amor. Pero me dijo que prefería ir directamente a casa, a ver la tele un rato en el sofá. Me quedé de piedra, porque yo, con él, ahora sólo quiero sexo, no jugar a ser su mujercita. Así que no creo que vayamos a vernos de nuevo”. Y Jana decidió poner punto y final a su relación porque conoció a otra persona y no quería ser infiel: “A pesar de que lo pasé muy mal, no me arrepiento de lo que he vivido. Prefiero el dolor a no jugar”. s