Boletín Constitucional Nº2

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CENTRO DE DERECHO PÚBLICO Y SOCIEDAD USS.
OBSERVATORIO CONSTITUCIONAL
BOLETÍN N° 2
QUÉ ES UNA CONSTITUCIÓN POLÍTICA
Texto jurídico y por sobre todo un código político, la constitución se encuentra no
solamente en la cúspide normativa, sino que en la base de la definición del poder
dentro de una sociedad. A partir del famoso fallo “Marbury v. Madison”, la Corte
Suprema declaró la inconstitucionalidad de una ley por vulnerar la Constitución. Se
impuso así la visión de un poder sobre otro, pero no solamente eso, además se
erigió al poder judicial como un primus inter pares, capaz de resolver en última
instancia los conflictos institucionales dentro de una democracia. Como lo hace
presente Gargarella “en dicha oportunidad se impuso la visión del chief justice
Marshall por sobre la del entonces presidente Thomas Jefferson, respecto de las
relaciones que debían prevalecer entre el poder político, el Poder Judicial y la
Constitución. Para Marshall, la decisión de la Corte representaba la última
instancia institucional respecto de los conflictos constitucionales que pudieran
surgir dentro de la comunidad”1. Por el contrario, para el ejecutivo de la época, no
le correspondía al Poder Judicial injerencia en la materia “el entonces presidente
Jefferson se mostraba hostil frente a la idea de la supremacía judicial y defendía
un papel más prominente de los poderes políticos en la definición y puesta en
práctica de la Constitución”2, sin que en consecuencia ningún poder, sea ejecutivo,
judicial o legislativo, pudiere atribuirse una superioridad
per se a la hora de
interpretar la Constitución.
Surge entonces la interrogante sobre qué hay en la Constitución Política que la
haga tan importante. Etimológicamente la palabra constitución tiene su raíz en la
expresión latina “statuere” y “statutum” que significan reglar, establecer, ordenar o
regular. Aristóteles utilizaba la palabra politeia para referirse a la constitución,
identificando con ello la forma en que se ordena y fundamenta el gobierno superior
Ciudadano, nacida bajo la revolución francesa en el año 1789, en su artículo 16
establecerá que “toda sociedad en la que no está asegurada la garantía de los
derechos y no está determinada la separación de los poderes no tiene
constitución”.
Sobre su origen, Andrés Bello expresaba en el año 1848 que “las constituciones
escritas tienen su causa, como todos los hechos. Esta causa puede estar en el
espíritu mismo de la sociedad, i la constitución será entonces la expresión, la
encarnación de ese espíritu; i puede estar en las ideas, en las pasiones, en los
intereses de partido, de una facción social; i entonces la constitución escrita no
representará otra cosa que las ideas, las pasiones, los intereses de un cierto
número de hombres que han emprendido organizar el poder público según sus
propias inspiraciones”3.
Para el profesor Carlos Fayt, “la Constitución es la ley primera, fundamental y
suprema de la organización política. Se nos presenta como resultado y
ordenamiento de los factores reales de poder; conjugando tres elementos
esenciales: los derechos individuales y sociales y sus defensas directas e
indirectas; un gobierno y su organización; y los fines y los medios del gobierno
instituido (…) Por su origen, es el resultado de los elementos históricos de un
pueblo determinado (…) Por su contenido, representa la síntesis de un orden
social deseable, resultante de las ideas económicas, políticas y sociales
dominantes que buscan realizarse de un modo determinado. La Constitución no
sólo contiene un orden creado, sino que crea un orden que deberá realizarse (…)
Es ley primera, porque ninguna le es anterior; fundamental, porque de ella derivan
y provienen todas las leyes; y suprema, por ser inviolable para todos los que
habitan el territorio sobre el que tiene imperio, debiendo conformarse a ella la
actividad del poder del Estado”4.
Profundizando lo anterior, el profesor Fernando Atria identificará la constitución
como una decisión del pueblo, pero no se trata de cualquier acto de expresión de
la soberanía popular, sino una “decisión fundante” conforme a la cual la
“constitución es una decisión fundamental sobre la identidad y forma de existencia
de una unidad política, es decir, lo que hace posible que una comunidad política
sea un agente político”5. Y en consecuencia lo que permite sostener la existencia
“crea instituciones en virtud de las cuales será después posible atribuirle otras
decisiones al pueblo”6
En fin, en STC 590-2007 el Tribunal Constitucional Chileno nos indicará que el
ordenamiento constitucional es un sistema normativo cuya función es regular los
poderes públicos; reconocer y asegurar derechos fundamentales; y fundamentar y
desarrollar la cohesión y equilibrio político-social. No en vano se identifica
jurídicamente la idea de constitución con la de un
estatuto del poder político
dotado de supremacía, precisamente bajo el sentido y alcance que ella crea y
limita el poder, estructurando la separación de poderes y los derechos
fundamentales.
De allí que es posible distinguir dos partes en toda constitución, la parte orgánica y
la parte dogmática. La primera se hace cargo de la organización del poder estatal
y separación de sus funciones, mediante atribuciones de competencias definidas y
un sistema de frenos y contrapesos que permita que ningún poder se encuentre
por encima de otro. La segunda nos habla de los valores y principios que expresan
la filosofía política y jurídica del constituyente, reconociendo no solamente el lugar
que ocupa la persona y sus derechos, sino que los deberes del Estado frente al
individuo
y
la
colectividad,
asegurando
así
derechos
fundamentales
incondicionados .
Por lo mismo, materias y contenidos como los indicados no pueden ser idealmente
el resultado de la imposición de unos pocos, sino del compromiso del conjunto de
la ciudadanía que consiente en el orden que los rige. Lo que se traduce en que se
entienda, desde antiguo, que deba ser el pueblo quien precisamente cree y se
otorgue dicha constitución como titular del poder constituyente originario.
La democracia como ideal permite que en un plano de igualdad todas las
personas tengan el derecho de participar en el gobierno de su país, sea
directamente o por medio de representantes elegidos en forma libre. Es la
voluntad del pueblo la base de la autoridad del poder público, la que se expresará
mediante elecciones por medio del sufragio universal. La base de la democracia
es el autogobierno del pueblo.
los ciudadanos. Heródoto, hacia el año 425 a. C, relacionaba la expresión
isonomía con el carácter igualitario de participación política de los ciudadanos, y
en consecuencia con la igualdad de derechos en esa esfera. Para el profesor
Oscar Godoy, “la evolución en el uso de los términos indica, entonces, que
originariamente la idea democrática se identificó con un nombre que ponía el
acento en la igual libertad de los hombres libres (isonomía) y luego, en una
segunda fase, se produjo un giro hacia la atribución del poder soberano a “los
más”, al plethos, que en rigor constituye el pueblo, el demos”7.
Con posterioridad, los contractualistas harán de esta idea de igualdad y libertad el
fundamento del poder político. El profesor Humberto Noguiera Alcalá indica que el
fundamento racional de la democracia es de tipo contractualista, así señala que
“John Locke es el primer autor moderno en utilizar la concepción contractualista
para fundar el poder en el consentimiento ciudadano, expresando que “todo
derecho del gobierno civil sobre los hombres deviene de un derecho previo
concedido a aquél, por los hombres libres reunidos para constituir, por
unanimidad, una sociedad civil que por mayoría autoriza al gobierno para proceder
en casos particulares. Sólo un gobierno que descanse sobre ese consentimiento
es libre; cualquier otro es despótico”8 .
Y prosigue el profesor Nogueira indicando que “Locke influyó fuertemente en
Rousseau, quien funda la concepción de la soberanía popular en su obra El
contrato social, y en Montesquieu, en su obra El espíritu de las leyes, quien
contribuiría a la teoría democrática con el principio de la separación de poderes, el
cual evita la concentración del poder en un solo detentador, con el consiguiente
riesgo de arbitrariedad y abuso de poder”9 .
Será entonces la constitución aquel instrumento jurídico que recoja de mejor forma
las ideas expuestas. En una primera etapa, durante el S. XVIII y S.XIX, mediante
un proceso de institucionalización del poder a través de una constitución escrita y
de base liberal, y posteriormente, durante el S.XX y S.XXI, en virtud de utilizar la
constitución como un mecanismo de profundización de la democracia, del Estado
de Derecho y del constitucionalismo social. Lo cual traerá como consecuencia una
integración del dualismo aparente entre una noción exclusivamente política de
constitución y una noción jurídica de la misma. El propio principio de supremacía
constitucional hará presente que la constitución política es una norma jurídica
vinculante, como señala el artículo 6° de la Constitución Política de la República,
en orden a que “los órganos del Estado deben someter su acción a la Constitución
y a las normas dictadas conforme a ella (…) Los preceptos de esta Constitución
obligan tanto a los titulares o integrantes de dichos órganos como a toda persona,
institución o grupo.
Lejos quedará aquella visión decimonónica que restaba todo valor jurídico a la
Constitución Política. Esa visión, se refleja por ejemplo en un antigua resolución
de la Corte Suprema, del año 1848, según la cual ninguna magistratura puede
declarar la inconstitucionalidad de una ley, en tanto “Ese poder, que por su
naturaleza, sería superior al legislador mismo, puesto que alcanzaría a anular sus
resoluciones, no existe en magistratura alguna, según nuestro sistema
constitucional”.
Comprender entonces el sentido y alcance de una constitución es particularmente
relevante, pero para ello no basta con situarnos en abstracto. Por el contrario,
resulta primordial un análisis de la historia de las constituciones y las ideas que
subyacen en las mismas. Fioravanti, en un libro cuyo título original era “Apuntes
de historia de las constituciones”, es uno de los autores que pone especial énfasis
en aquello, señala dicho autor que
“el objetivo final que ha animado nuestro
trabajo es, en síntesis, mostrar a los estudiantes la dimensión histórico-cultural del
derecho público moderno. Éste, en efecto, antes de ser estudiado como conjunto
de normas jurídicas más o menos sistemáticamente ordenadas, debe ser
entendido como producto de la historia. Y esto, sobre todo, en tiempos como los
actuales, en los que no falta quien quisiera reducir el mismo derecho público –
como el derecho en general– a pura técnica de mediación de intereses,
individuales y de grupo, públicos y privados, como tal “racional en sí” y por
consiguiente, privado de efectivo contenido histórico”.
Prosigue este autor indicando que por ello el derecho público, y por cierto el
constitucional por definición, “es fruto de elecciones que la historia de una
determinada sociedad ha impuesto (…) Así, con esta idea de fondo, hemos
centrado nuestra atención en los problemas del constitucionalismo moderno,
intentando mostrar –en la medida de lo posible- su raíz primera, que pensamos es
problemas del constitucionalismo moderno “son desde siempre –ayer y hoy- dos:
los derechos y la organización del poder”10.
Mayo, 2016
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