POSDATA: BUEN VIAJE Caldas, Colombia, 5 de octubre de 2004. Querida Marilú: Hace tiempo que no sé nada de usted. Esta es ya la décima carta que le escribo si mi memoria no me falla. Tengo tantas cosas en la cabeza que a veces siento como si se me fuera a quebrar, y entonces me recuesto y nomás descanso el tiempo que me permiten mis obligaciones. Espero que la dirección de allá que me dio sea la correcta, porque no veo otro modo de contactar con usted. Madre sigue en cama, a veces con vómitos y dolores en la panza. El doctor viene todas las mañanas a visitarla porque yo tengo que irme temprano a trabajar y apenas tengo tiempo de ocuparme de ella. Pero el doctor Quintanar es muy bueno y nos ayuda mucho. Le ha recetado a madre unas píldoras para el dolor que le han traído algunas mejorías. Se le han deshinchado mucho los tobillos. Ayer me dijo que se sentía algo más animada, así que por primera vez desde hace semanas fuimos a caminar por recomendación del doctor. Me dijo que un poco de sol le sentaría bien, y ciertamente así fue. Mi hija Ana María ha empezado ya a ir a la escuela, pero tiene que irse sola caminando todas las mañanas. Aún así ella vuelve siempre muy contenta. Es una niña tan buena. Ojalá estuviera usted aquí para compartir conmigo estos momentos y verla crecer. Desde que se marchó a España con don Juan me siento a veces sola y triste. Es difícil para mí mantener los gastos de la casa y ocuparme a la vez de madre y de Ana María. ¿Cómo están sus hijos Jaime y Rosita? Los echo casi tanto de menos como a usted. Cuando reciba esta carta, por favor no se demore demasiado en contestar. Espero tener noticias suyas pronto. Sepa usted que acá tiene su casa y que siempre será bienvenida. Un fuerte abrazo de su hermana que la quiere y la extraña. Daniela. Madrid, España, 20 de octubre de 2004. Querida hermanita: Cuando encontré esta mañana su carta entre el correo, destellos de luz brotaron de mi corazón. Este es el primer escrito suyo que recibo. Los otros nueve que dice haberme enviado quizá se hayan extraviado por el camino, pues nos separa tanta distancia... Tengo feas noticias que darle, hermana querida. Cuando dejé Caldas para venirme a España con Juan creí que hacía lo correcto. Parecía un buen hombre y yo solo pensaba en poder enviarles plata para que usted pudiera abarcar mejor los gastos de la casa. Un país como España se me figuró el mejor recurso para asegurarles un buen porvenir a Jaime y Rosita, de modo que cuando Juan me propuso esta idea no me demoré en aceptar. Pensé que sería un buen marido para mí y que podríamos vivir todos juntos en calma. Pero me equivoqué, Daniela. Juan no me quiere y tampoco acepta a mis hijos. No me permite salir de casa si no es con él. A veces me grita y me pega. Cuando llegamos a España todo empezó a ir mal, y yo me fui dando cuenta del infierno que me había comenzado a engullir. Apenas llevo acá cinco meses y ya no quiero continuar con esto. Juan solo me utiliza para que le prepare la comida y haga los quehaceres de la casa. Peor que a un perro me trata. Casi no lo conozco y no sé hasta dónde puede llegar. He visto cómo golpeaba a Jaime y a Rosita, y me he sentido cobarde por no haber hecho nada por ellos. Quiero que se los lleve, hermanita; quiero que mis hijos estén resguardados de este mal allá con usted. Sé que no puede venir acá, y yo he tratado de enviarle plata, pero Juan no me lo permite. No quiere que ni un céntimo de su salario vaya destinado a mi hermanita querida. Lo lamento, Daniela. Lamento haber sido tan ingenua. Espero reciba pronto esta carta y pueda darme alguna solución. Un fuerte beso a madre y a Ana María. Las quiero con todo mi corazón. Pensar en que ustedes están allá esperándome y preocupándose por mí me da fuerzas. Cuídense mucho. Marilú. Caldas, Colombia, 3 de noviembre de 2004. Querida Marilú: Al leer su carta se me saltaron las lágrimas. Yo no tengo plata ni medios para ir allá junto a usted, así que por favor, tiene que volver cuanto antes a Caldas. No dude que quiero ayudarla, Marilú, pero lo único que puedo decirle es que no desista, que sea fuerte y que vuelva a casa. Coja a Jaime y a Rosita y vuelva a casa. Las cartas llegan con demasiada lentitud, hermanita de mi corazón, y se me hielan las entrañas en la espera. Necesito saber que se encuentra bien. No quiero ni figurarme que le pueda suceder algo malo a usted, a Jaime o a Rosita. Cuando lea esta carta, por favor contésteme rápido. Es usted tan joven, Marilú, tan joven y buena... Un abrazo grande a mi hermanita del alma y mil besos de amor y de apoyo. Daniela. Madrid, España, 25 de noviembre de 2004. Querida Daniela: He escrito esta carta el mismo día en que llegó acá la suya, de modo que si se demora en llegar será únicamente por la tardanza del envío. Las disputas con Juan no cesan. El día de ayer revolví los cajones de su armario en busca de algún dinero que pudiera servirme, y no va a creer lo que encontré. Las nueve cartas que usted me había escrito estaban ahí, todas apiladas en un rincón. Él había recogido el correo y se había quedado con ellas, impidiéndome a mí durante tanto tiempo tener noticias de mi hermanita. He comprendido al fin que no quiero seguir en este lugar. No voy a permitir que este hombre malvado me trate así. Yo no soy un triste pañuelo que se tira a la basura después del primer uso. No me merezco esto, hermanita. Yo vine aquí con la mejor de las intenciones: por madre, por los chicos, por todos ustedes... Y me he hallado más sola y más pobre que nunca. La riqueza está allá, con mi familia, no con este hombre al que desconozco y tampoco se me antoja conocer más. Por todo esto me vuelvo a Caldas. Jaime, Rosita y yo cogeremos el vuelo más próximo que salga hacia Colombia. Pienso exigirle a Juan la plata, creo que la merezco. Tengo tantas ganas de abrazarla, hermanita... Gracias por darme fuerzas de gigante durante todo este tiempo. Me di cuenta de que son ustedes las joyas más preciadas, todo cuanto necesito. Marilú. Caldas, Colombia, 9 de diciembre de 2004. Querida hermanita: Me alegra tanto su decisión y me enorgullece tanto su fortaleza... Quizá esté usted ya de camino a Colombia cuando esta carta llegue a Madrid. En tal caso será recibida por el dueño de la casa, al que solo puedo enviar palabras de desprecio y decepción por tener un corazón tan mugriento y oscurecido. Le informo de que madre se viene encontrando mejor estos días. Le he transmitido noticias de su regreso y está más feliz que nunca. Todos ansiamos vehementemente su compañía. No le quepa jamás duda de que acá tiene siempre su humilde hogar. No será tan lujoso como las riquezas que hay en las Europas, pero le aseguro que en ningún lugar tendrá usted tan linda acogida como en nuestra pequeña Caldas. Buen viaje, hermanita del alma. La esperamos en casa. Daniela.