EL PROBLEMA DE LA ÉTICA a) La crítica a las éticas materiales

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EL PROBLEMA DE LA ÉTICA
a) La crítica a las éticas materiales
Kant distingue un uso teórico y un uso práctico de la razón. El uso práctico, que estudiará
en dos obras (Fundamentación de la metafísica de las costumbres y Crítica de la razón
práctica), se relaciona con el ámbito de la acción moral. A través del análisis del uso práctico
de la razón, Kant responde a la pregunta ¿qué debo hacer?, que era una de las cuatro
preguntas fundamentales de la filosofía.
El filósofo alemán consideró que la universalidad era un requisito fundamental de la
moralidad. Un principio moral solo puede ser legítimo si es válido para todo ser humano.
Esta universalidad de la moral solo puede lograrse si su fundamento es la razón, dado que la
razón es siempre una y la misma en todos los seres humanos. Por el contrario, si la moral se
basa en los sentimientos nunca podrá ser una moral universal. El planteamiento kantiano en
este punto es, pues, diametralmente opuesto al de Hume y su ética emotivista.
La teoría ética kantiana es de una gran originalidad. Mientras que todas las éticas
anteriores en la historia de la filosofía habían sido éticas materiales, Kant formula la primera
ética formal. Para entender correctamente el alcance y sentido de esta novedad es necesario
aclarar qué es una ética material y por qué nuestro pensador las consideró incorrectas.
Las éticas materiales se llaman así porque tienen contenido material. ¿Cuál es este
contenido? Es doble. Por un lado, establecen un fin último para la vida humana (sea la
felicidad, el placer, la unión con Dios…). Por otro, proporcionan una serie de normas de
conducta que si se respetan o cumplen permitirán alcanzar aquel fin establecido previamente
(actuar siguiendo un término medio, cumplir los preceptos de la ley natural...). Por lo tanto, el
bien supremo y las normas concretas constituyen la materia de la ética.
Kant consideró que las éticas materiales tenían tres defectos o errores:
1º. Son empíricas y, por tanto, a-posteriori. Para determinar en qué consiste el bien
supremo es necesario haber tenido experiencia de unos y otros y así poder valorar cuál de
entre todos ellos puede considerarse superior a los demás. Igualmente, para asegurar que el
cumplimiento de una acción o norma conduce a un determinado fin se necesita constatarlo en
la práctica. Pero como Kant quiere establecer una moral universal, rechaza estos
planteamientos, pues de la experiencia no puede derivarse nada universal y necesario. Una
ética fundamentada en la experiencia nunca podrá tener principios universales.
2º. Sus preceptos son hipotéticos o condicionales: Además de proponer distintos fines,
entre los que no hay posibilidad de ponerse de acuerdo, lo que pone de manifiesto su falta de
universalidad, las éticas materiales, al estar basadas en la experiencia, carecen de la necesidad
y universalidad necesaria de la que deben gozar las leyes morales. Dicho de otro modo, las
normas que proponen tienen un carácter hipotético, condicional: si quieres alcanzar la
felicidad (algo distinto para cada sistema) has de comportarte de acuerdo con esta norma. Al
estar sometida la norma a una condición solo tiene valor si se acepta dicha condición, lo que
además de significar que se actúa por un interés, implica que la validez de la norma para
conseguir el fin que se propone solo puede ser comprobada experimentalmente, por lo que
tampoco puede tener carácter universal y necesario.
3º Son heterónomas: El hombre recibe la ley moral desde fuera de la razón, por lo
que en realidad no está actuando libremente, perdiendo así la capacidad de
autodeterminación de su conducta, la autonomía de la voluntad. Sin libertad no puede
haber propiamente moralidad. Por eso, ¿qué valor puede tener una norma moral que no es
universal ni necesaria, cuyo cumplimiento está sometido a la consecución de un objetivo o
un interés externo a la propia razón, y que propone al hombre renunciar a la libertad, a la
autonomía de su voluntad?
La solución a los problemas o deficiencias de las éticas materiales consistirá en
proponer una ética formal, es decir, una ética vacía de contenido, que no proponga ningún
fin supremo o último y tampoco establezca normas concretas de acción. En definitiva, una
ética que no establezca lo que se debe hacer, sino solo cómo se debe obrar. Una ética
centrada no en la materia o contenido de las acciones, sino en su forma. La ética formal, al
proceder así, es a-priori, compuesta de imperativos categóricos y autónoma.
b) La ética del deber: el imperativo categórico
Una vez que la moral ha sido desprovista de todo contenido, surge la pregunta sobre
cómo distinguir las acciones moralmente buenas de las que no lo son. Kant indica que la
clave está en la buena voluntad. Una acción realizada con buena voluntad siempre será
moralmente correcta con independencia absoluta de las consecuencias que de ella se
deriven. Para aclarar qué entiende Kant por buena voluntad es necesario relacionar esta
idea con otro concepto fundamental de su pensamiento ético: la idea del deber. Lo que
determina el valor moral de una acción no es su contenido, lo que se hace, sino el modo en
que se hace. Una acción será moralmente buena si es hecha por deber. ¿Y qué es obrar
por deber?: obrar por respeto a la ley moral que la voluntad se da a sí misma.
En relación con el deber las acciones humanas pueden clasificarse en tres grupos:
1º. Acciones contrarias al deber: Aquellas en las que el individuo conoce su obligación
moral y sin embargo realiza lo contrario de lo que esta prescribe. Son acciones claramente
inmorales (por ejemplo, robar, asesinar, mentir…)
2º. Acciones conforme al deber: Son aquellas en las que el individuo conoce su
obligación moral y la realiza, pero por un motivo ajeno al propio deber. En este caso puede
ocurrir que se actúe por algún interés particular y esa actuación coincida con la ley moral,
pero, en realidad, no son acciones con valor moral, dado que se hacen con un fin o interés
egoísta. Son acciones legales, pero no moralmente buenas. (por ejemplo, ayudar a una
persona para obtener una recompensa, no robar por miedo a ser descubierto…)
3º. Acciones por deber: Son aquellas en las que el individuo conoce su obligación moral
y cumple con ella simplemente porque esa es su obligación, sin atender a ningún otro tipo
de consideración. Estas son las únicas acciones con valor moral, según Kant, aunque no
necesariamente sean legales (de ahí que se hable a veces del rigorismo de la ética
kantiana). En resumen, obro "por deber", cuando mi actuación no persigue ningún interés
particular, ni es el resultado de una inclinación o un deseo, sino que está motivada
solamente por respeto a la ley moral, independientemente de que mi actuación pueda tener
consecuencias positivas o negativas para mi persona. Aún en el caso de que una acción
hecha por deber tuviese consecuencias negativas para la propia persona o para otras, ese
hecho en nada afectaría a su valor moral. Seguiría siendo una acción intachable desde una
perspectiva moral.
La ley moral se basa en la noción de deber; y en la medida en que la ley moral pretende
regular nuestra conducta ha de contener alguna orden o algún mandato. Pero como la ley
moral es universal y necesaria la orden o mandato que contengan ha de ser categórico, es
decir, no puede estar sometido a ninguna condición (no puede ser hipotético). A la fórmula
en la que se expresa ese mandato u orden de la ley moral la llamará Kant imperativo
categórico. Ahora bien, como la ley moral no puede contener nada empírico, el imperativo
categórico en que se expresa tampoco podrá tener ningún contenido empírico, sino sólo la
forma pura de la moralidad. Kant da tres definiciones distintas del imperativo categórico:
1.-"Obra sólo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne en
ley universal”
2.-"Obra como si la máxima de acción hubiera de convertirse por tu voluntad en ley
universal de la naturaleza”
3.-"Obra de tal manera que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de
cualquier otro, siempre como un fin y nunca como un medio".
Ninguna de estas formulaciones contiene nada empírico, sino sólo la forma de la
moralidad. No nos dice cómo tenemos que comportarnos concretamente, ni nos da ninguna
norma, ni nos propone ningún fin interesado. Al mismo tiempo, contiene una exigencia de
universalidad y necesidad, pero garantizando la autodeterminación de la voluntad, su
autonomía, su libertad. La voluntad, en efecto, no queda determinada por ningún elemento
empírico, por lo que es libre, y el imperativo por el que se regula no contiene ninguna
norma concreta de conducta, por lo que la voluntad tendrá que darse a sí misma la norma
de conducta, por lo que es autónoma.
c) Los postulados de la razón práctica: libertad, inmortalidad y existencia de Dios
La tercera de las preguntas de la filosofía tiene que ver con la esperanza del ser
humano: “¿qué me cabe esperar?”. La Crítica de la razón pura concluyó con la
afirmación de que no es posible lograr un conocimiento científico de la metafísica, es
decir, de Dios, del alma y del mundo como totalidad. Sin embargo, Kant rehabilitó algunas
de estas ideas al afirmar que son postulados de la razón práctica imprescindibles para
dotar de sentido a la moral. Un postulado es un principio que se da por válido aun cuando
no se pueda demostrar, porque resulta necesario suponerlo para dar sentido a otras
afirmaciones que sí han sido demostradas.
La libertad humana: La exigencia del postulado de la libertad está en la base misma de
la moralidad. Sin libertad no hay moralidad. Si la razón práctica no es autónoma para
darse a sí misma la ley moral, entonces no podría hablarse de dimensión moral en el
hombre.
La inmortalidad del alma: Afirmar la inmortalidad del alma tiene su fundamento en la
necesidad de que el ser humano logre completar la tarea que la moral le encomienda.
Alcanzar la perfección moral, que Kant denomina voluntad santa, es una tarea que
desborda la duración de la vida. Por eso, si la tarea que la moralidad plantea al ser humano
debe ser acabada, ello será solo posible en la vida eterna que será proporcionada por un
alma inmortal.
La existencia de Dios: Dado que virtud y felicidad no siempre coinciden (actuar por
deber puede apartar al hombre con frecuencia de la felicidad), hay que aceptar que obtener
la felicidad será posible solo si existe un ser omnipotente y omnisciente que recompense al
alma inmortal en la medida de su virtud. Por lo tanto, es la existencia de Dios la que puede
garantizar el cumplimiento de la esperanza humana.
Kant al restituir así a Dios y al alma humana no pretendió afirmar que se pueda lograr
conocimiento sobre estas realidades nouménicas. A lo que aspira es a una fe racional. Se
trata de una esperanza, no de un conocimiento, pero de una esperanza basada en
argumentos racionales…
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