Plagio.cl Despertando en ciudades ajenas Por DANIEL VILLALOBOS  Viajar es una gran cosa, si lo haces en la compañÃ-a correcta, con dinero en el bolsillo y en una buena época del año. Pero si te equivocas y todo sale mal, lo que terminas conociendo no es otra ciudad, sino el costado menos amable de ese viejo conocido que eres tú mismo.  Amanece en ParÃ-s –el ParÃ-s de los ’80- y la luz tiene ese tono ceniciento, ocre, maligno, de las urbes al despertar. Todo es feo. La pareja va en el taxi. Vienen del aeropuerto, están cansados, sucios, con el mal sabor de horas y horas en avión. Es un matrimonio de visita en ParÃ-s, pero el viaje es principalmente por negocios: él es un doctor rumbo a una conferencia y ambos quieren aprovechar el viaje para disfrutar los encantos de la Ciudad Luz. La pelÃ-cula se llama Búsqueda Frenética (Frantic) y fue el retorno a la primera división de Roman Polanski, un director que habÃ-a despuntado muy joven en los ’60, que habÃ-a conocido la gloria y la fama y que luego habÃ-a vivido el horror –el asesinato de su mujer a manos de la pandilla de Charles Manson- y la vergüenza –la acusación de estupro que le obligó a huir de Estados Unidos- en menos de siete años. Exiliado en Europa, convertido en una especie de paria dorado capaz de filmar joyas como Tess, Polanski estaba desaparecido en los ’80. HabÃ-a dirigido Piratas, una mugre con Walter Matthau y después de eso estaba en pausa. Hasta que reaparece con Búsqueda Frenética, una pelÃ-cula que jamás abandona ParÃ-s y sus alrededores, pero que parece estar sucediendo en muchos paÃ-ses al mismo tiempo. Pocas veces el cine ha evocado mejor la idea de lo cosmopolita entendido no en el sentido turÃ-stico-panfletario de una revista de modas, sino entendido como la sensación permanente de inestabilidad sobre el suelo que se pisa. Polanski, nada de tonto, sabÃ-a que el cine ya habÃ-a dado un maestro en el arte de la desorientación espacial y el caos psicológico y ese era Hitchcock. Por eso Búsqueda Frenética es también un bello salto adelante respecto al cine del inglés: porque donde los héroes hitchcockianos aprendÃ-an que nada es seguro, ni el pueblito donde crecimos ni la ciudad extranjera que visitamos, Polanski recargó aún más las tintas. El mundo es extraño y ajeno porque nosotros nunca dejamos de serlo tampoco. El doctor Richard Walker (caminante, en inglés) pierde a su esposa, pero también su propia identidad. Confundido con otros, escapando por una ciudad que no conoce, viendo amenaza y peligro en el mismo paisaje donde otros ven relajo y romance, Walker se deja acompañar por una muchacha tan perdida como él, pero feliz de perderse. Walker, interpretado por Harrison Ford en uno de los grandes aciertos de casting de la historia del cine, quiere encontrar a su mujer, pero sobre todo quiere recuperar el control. El equilibrio de su vida normal, la misma de la que planeaba escapar al principio del viaje y a la cual ahora sólo quiere volver. Walker terminará descubriendo al final de su periplo que ni él, ni su esposa ni la muchacha que le ayuda eran quienes parecÃ-an. Que todo es inestable y evanescente, que todo luce deformado tal como el lobby del hotel que Polanski filma con un gran angular que le vuelve un eco parisino del Overlook de El Resplandor. El mundo, en el universo de Polanski, es oscuro y amenazante, pero su mayor misterio no es la maldad o la muerte, sino la bondad humana. En medio del caos, confundido y asustado, lo que a Walker más le sorprende es la bondad de los extraños. No sabemos los motivos del mal, pero tampoco entendemos las razones del bien. Y en el corazón de una ciudad tan fotografiada y filmada que ya parecÃ-a muerta para el cine, Polanski y Ford se las arreglan para recordarnos que lo cotidiano nunca es tan simple, que lo extraño al final nunca es tan extraño y que un verdadero viaje es siempre un trauma privado y personal del que demoramos largo tiempo en recuperarnos. Y que lo demás es turismo o sea masturbación o sea tiempo perdido. http://plagio.cl/home Motorizado por Joomla! Generado: 25 November, 2016, 00:05