el mismo punto de partida, este va proponiendo su punto de vista y

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ALFONSO CAMARGO M.
el mismo punto de partida, este va proponiendo su punto de vista y
refutando con argumentos válidos donde encuentra inconsistencias,
pero, donde ve un acuerdo lo acepta sin dificultad. Es decir, hay
una búsqueda sincera. Sabemos ciertamente que el debate es muy
particular por la “ausencia” de uno de los interlocutores. Locke ha
hablado definitivamente. Si se le hace ver una incoherencia, no la
puede enmendar, no se puede defender. En este sentido Leibniz
toma una posición a su favor. Pero también se reconoce que Locke
habla aquello que ha pensado y madurado. Luego, su palabra es
más que una opinión. Es una posición filosófica, y por ende, posee
argumentos que la sustentan. De aquí se puede concluir que los dos
tratados se ponen directamente a favor de la materia. No se trata
entonces de que el lector elija una de las dos posiciones filosóficas,
sino de acoger de los dos los auténticos aciertos. Es en este sentido
que se debe encomiar el trabajo ordenado que ha realizado Leibniz
sobre la materia “dada” por Locke.
Refiriéndonos ya concretamente al contenido en los dos autores
queremos tomar especialmente algunos puntos que nos parecen
importantes y que consignamos a manera de conclusiones. Primero
que todo, podemos decir que Leibniz, a diferencia de Locke, tiene en
cuenta además del aspecto lógico del lenguaje, la multiplicidad de
significados que pueden portar los signos. Para él también es importante el acuerdo entre los hablantes, pero sin perder la riqueza del
lenguaje. Es decir, el lenguaje figurado busca superar la “matematicidad” de los signos que usamos en el proceso, tanto del conocimiento
como de la comunicación.
Un segundo aspecto que merece ser resaltado es la dimensión social dada al lenguaje, tanto por Locke como por Leibniz. “Dios creó al
hombre para ser una creatura social” ha dicho Locke al comenzar su
libro sobre Las Palabras. Leibniz por su parte opina que “los hombres
mejores (...), se unirían entre sí para lograr sus fines más fácilmente”.
En la vida social del hombre el lenguaje ocupa un lugar preponderante. En esta dimensión social radica el valor del lenguaje y particularmente el lenguaje articulado. Las Palabras son vehículos de nuestros
conocimientos, de nuestras ideas, de la verdad y de todo aquello que
construye al hombre. Del buen uso del lenguaje depende también el
progreso de las ciencias, de todas las ciencias, y en definitiva el bienestar de los hombres.
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