REFLEXIONES CATÓLICAS SOBRE LA BIBLIA Arquidiócesis de Miami - Ministerio de formación cristiana 28 de Julio de 2013 XVII Domingo de Tiempo Ordinario (Ciclo C) Lectura del santo Evangelio según San Lucas 11:1-13 Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.” Él les dijo: “Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.” Y les dijo: “Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.” Y, desde dentro, el otro le responde: “No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.” Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?” Comentario breve: Los que tienen fe oran. La oración es un ‘extra’ de la vida cristiana ni es periférica a ella. Es una característica básica e inherente de cada persona de fe. Los que tienen fe oran, porque ellos no simplemente creen en algo (una idea o causa), sino en Alguien en quien están personalmente relacionados. Más aun, las personas de fe esperan grandes cosas de Dios, porque están convencidos de que son verdaderamente escuchados por El quien su poder infinito es el amor. En el evangelio de hoy encontramos una tal persona de fe y oración confiada y creyente, Jesús de Nazaret. Jesús de veras creyó, y de manera tan total que se entrego completamente al Padre y al hacer la voluntad divina. El escritor de Hebreos (5:7) escribe de que, “En los días de su vida mortal, presentó ruegos y súplicas a aquel que podía salvarlo de la muerte; este fue su sacrificio, con grandes clamores y lágrimas, y fue escuchado por su religiosa sumisión.” Ciertamente, la primera vez que encontramos al adulto Jesús en el evangelio de Lucas, lo encontramos orando en el momento de su bautismo. Tan impresionados estaban sus discípulos al verlo en oración que le pidieron que les enseñaran a orar. En el evangelio de Lucas recibimos una versión del Padre Nuestro abreviada en comparación a la versión que más comúnmente conocemos de Mateo, pero incluye los mismos componentes esenciales. Y por lo cuanto en el evangelio de Mateo Jesús concluye su enseñanza sobre la oración con una enseñanza sobre la importancia del perdón, en Lucas Jesús enfatiza la importancia de orar con perseverancia y confianza. El toma imagines de la vida diaria para ilustrar la efectividad de la persistencia. Se requiere una búsqueda y deseo habitual que busca, toca a la puerta y pide, porque la fe es relación de confianza de uno al Otro. Se requiere entonces una certeza de que uno recibirá y encontrara, y de que las puertas serán abiertas. ¿Y porque es este el caso? Aquí encontramos una descripción de lo que Jesús pensaba sobre el Padre celestial: Dios es verdaderamente Padre, como los padres y madres terrenales, pero también muy diferente. Dios es el Padre y la Madre absoluto; uno dispuesto a responder a la oración, a dar dones generosamente, y uno deseoso por acudir a las necesidades de sus hijas e hijos. Sin embargo, es importante que también nos acerquemos a él libremente. Finalmente, hacia la conclusión de sus enseñanzas sobre la oración, Jesús le recuerda a sus discípulos que el don por excelencia, el Espíritu Santo, no es meramente algo, sino Alguien. El Espíritu Santo es “el Don que contiene todos los dones” porque el Espíritu es el don de Dios mismo a quien Dios está dispuesto dar a los que lo piden, buscan, y tocan a la puerta. Dios está dispuesto dar su propio corazón, su amor y darse a sí mismo como don. La oración no es un quid pro quo (‘una cosa por otra’), pero es una comunicación real personal. En esta semana de verano y del Tiempo Ordinario, este evangelio nos invita a una vida de oración genuina y fiel, confiando que hará un efecto profundo en nuestras vidas, y a través de nosotros, en las vidas de muchos. La lectura de hoy nos presenta tres ideas importantes: Jesús oró. También los que tienen fe oran. La fe no es basada meramente en una idea o en ritos; en vez, es primeramente y sobretodo una relación de amor y confianza y mutua auto-donación. Este evangelio destaca la importancia de la confianza, la certitud, y la perseverancia en la oración. De esa manera nos llama a la esperanza en El que tiene nuestro mejor bien en su corazón. La oración cristiana es un estilo de vida, vida en comunión y dialogo con Dios. El cristiano depende en la gracia y el poder de Dios. De todos los dones por los cuales podemos pedir, debemos pedir por los dones espirituales, más especialmente el Don de Dios mismo en su Espíritu Santo. Siéndoos ‘dotados’ con el Espíritu podemos en adelante ser una mayor bendición en las vidas de nuestros prójimos. Para la reflexión personal o comunitaria: Después de una pausa breve para reflexionar en silencio, comparta con otros sus ideas o sentimientos. ¿Cuál es mi experiencia de la oración? ¿Cómo comprendo y percibo la oración? ¿Rezo de corazón? ¿Qué puedo hacer hoy y en el futuro para crecer en la vida de oración, una vida consiente de la presencia de Dios, atento a la voz de Dios y a sus señales que me vienen de tantas diversas maneras? ¿Por cuales dones espirituales debo pedir para crecer como cristiano, para poder dar testimonio del mensaje del evangelio y ser una bendición en las vidas de demás? Lecturas recomendadas: Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 2566-67, 2700-58, 2777-2865