Nosotros, las abejas de Europa La generación de la crisis necesita más solidaridad y menos estructuras rígidas. Solo así la UE podrá convertirse en un jardín en flor y con futuro, opinan Laura Picardo Costales y Javier Collado Ruano. Hace 25 años que cayó el muro de Berlín, pero todavía existe un muro cognitivo en nuestras mentes, que evita que las personas de cualquier parte de Europa puedan entenderse entre sí más allá de las fronteras nacionales. En este sentido todavía quedan importantes desafíos para la comunidad de estados de Europa: el elevado porcentaje de paro juvenil, la falta de solidaridad intercultural y las lógicas de mercado que actúan restringiendo la libertad son algunos de ellos. En conjunto, estos aspectos crean una crisis multidimensional que no solo se manifiesta en la calle sino también en nuestro pensamiento. Esta crisis nos separa y nos aleja de una nueva UE. Nosotros, la generación joven y moderna de Europa, necesitamos superarla. Debemos dejar atrás una Europa del fordismo y caminar hacia una Europa de la solidaridad. Apartarnos de la antigua e inflexible maquinaria estatal para acercarnos a una Europa en la que cada uno de los 28 estados sea una flor en todo su esplendor: Europa como un jardín dinámico y lleno de vida. A lo largo de su historia, la UE se ha ido forjando y ampliando mediante distintos tratados y acuerdos de integración de los estados miembros. En última instancia, se puede ver a Europa como una máquina con 28 partes diferentes. Como en toda máquina o cadena de trabajo, el producto final obtenido será defectuoso incluso aunque solo exista una parte de la cadena de trabajo que no sea funcional, independientemente de que lo sea el resto de las partes. Cada estado miembro cumple sus propias tareas y sigue una agenda política propia. Los estados individuales se encuentran incluso en visible competencia unos con otros y bajo una cierta supremacía de algunos países. Las oxidadas instituciones de Europa se devalúan debido a este concepto mecánico de la UE, puesto que ya no pueden dar respuesta a las dificultades políticas, sociales y económicas actuales. La generación joven de Europa no se siente identificada con las instituciones políticas y las medidas que adopta; la élite política se mueve y actúa de forma completamente alejada. Solo una pequeña parte de los jóvenes de los estados en crisis confían en la política. El miedo frente a un futuro incierto se ha convertido en un sentimiento generalizado. La brecha aumenta. La "generación de la crisis" se ve obligada a enfrentarse al difícil desafío de una transformación europea. Son los mismos jóvenes que deben derrumbar el muro cognitivo para promover la consolidación de una Europa solidaria y sostenible. Solo así la comunidad de estados podrá florecer como un jardín sano y plural; nosotros, los jóvenes, simbolizamos a las abejas que polinizan a las 28 flores de ese jardín, en el que se siembra la simiente de un nuevo sentimiento de comunidad. Mediante la polinización de las flores generamos nuevas identidades y al mismo tiempo una nueva identidad europea. Solo tendremos libertad en el momento que seamos capaces de movernos libre y sobre todo voluntariamente por el jardín Europeo; toda persona debe ser bienvenida y aceptada en cualquier país. Esta es la característica esencial para una solidaridad más fuerte. Solo mediante un sentimiento de solidaridad de este tipo podrá mantenerse la pluralidad de los estados miembros. Y es precisamente esta pluralidad la que confiere la belleza al jardín europeo; cada flor particular y por tanto cada país particular posee un carácter cultural, social e histórico propio del que todos los demás países también pueden beneficiarse.