Etanol ¿ héroe o villano para México? En México tendemos a simplificar explicaciones y a elegir héroes o villanos en todas las coyunturas que nos enfrentan a situaciones complejas. Durante las últimas semanas, en las que el tema preponderante en el debate político y en la agenda mediática ha sido el incremento en los precios del maíz y la tortilla, hemos hecho esto mismo. Ya elegimos al villano culpable de los males del país; funcionarios, medios de comunicación, y la opinión pública han explicado esta situación como el resultado directo del uso de etanol en el mundo, sobretodo en los Estados Unidos. El etanol se ha convertido en el “malo” en esta coyuntura, y además de un extenso número de artículos de opinión, reportajes, y caricaturas, empiezan a surgir términos pegajosos como el de la “etanoinflación”. Apuntar con el dedo al etanol como la causa única en el incremento del precio del maíz es una simplificación. Los precios internacionales de insumos como el maíz responden a múltiples factores, entre los cuales, efectivamente está el incremento en el uso de etanol, pero hay otros elementos más que intervienen en esta ecuación, como el aumento en el consumo de cárnicos a nivel mundial, el incremento de consumo de este grano en China, y desastres naturales en la producción de maíz, entre otros. Además, no podemos considerar sólo las condiciones internacionales sin dejar de voltear la mirada a las realidades de nuestro país que generan las condiciones para que se den situaciones como la que vivimos actualmente. En México, hace muchos años que desmantelamos el aparato productivo del maíz al de competir con agricultores de otros países subsidiados por sus gobiernos. El resultado es que nos hemos convertido en importadores de maíz y en exportadores de campesinos. Hoy somos dependientes del maíz importado (sobretodo el amarillo) y las vueltas de la historia nos han hecho pagar un alto precio por la ingenuidad de habernos creído país del primer mundo y haber dejado de poner atención al desarrollo de nuestro campo. En México el maíz es un asunto político y social, además de económico. En ese sentido, la autosuficiencia y un precio razonable son temas claves para la gobernabilidad del país. Si el precio de la tortilla sigue subiendo podríamos descubrir demasiado tarde, y por las peores razones, que el maíz es un tema de seguridad nacional. Estados Unidos ha establecido una política energética, que reiteró ayer el Presidente Bush en su Informe a la Nación, en donde ha determinado que deben incrementar el uso de combustibles alternativos lo que requerirá 35 billones de galones de estos combustibles para el año 2017 (cinco veces más de lo estimado actualmente). Así, ¿Por qué en vez de ver al incremento en la demanda por un combustible limpio como el etanol como una amenaza, no empezamos a verlo como una oportunidad para darle vuelta a la situación del campo mexicano? El etanol no solamente se produce de maíz sino de cualquier materia prima susceptible de ser fermentable, en este caso en México lo podemos producir, sin peligro de atentar contra la soberanía alimentaria, de la caña, sorgo dulce y remolacha tropical (de hecho el derivado de caña tiene mejor relación costoeficiencia que el de maíz). Hay múltiples estudios de expertos en el tema y de organismos como el Banco Interamericano de Desarrollo que muestran que en México existen las condiciones idóneas para producir etanol competitivo. Pocos lugares gozan de una combinación de suelo, clima, tierra disponible para desarrollarlos, y si además consideramos la ubicación privilegiada de vecindad con quien seguramente será uno de los mayores consumidores de este combustible, entonces podemos encontrar en los biocumbustibles una verdadera oportunidad para dar solución a parte de los problemas del sector agrícola del país, ya que además del enorme beneficio que reporta el desarrollo de los bioenergéticos desde el punto de vista económico y ambiental se derivan de ella otros beneficios colaterales muy importantes, especialmente en el ámbito social. En los últimos meses hemos leído en los diarios mexicanos que existen ya muchos inversionistas listos para iniciar el establecimiento de plantas de etanol en México. Actualmente planean hacerlo para exportarlo, sin embargo, si en México generamos la demanda de estos combustibles alternativos, bien podrían quedarse en nuestro país y así dotar a nuestras ciudades de gasolinas que generen menos emisiones contaminantes. La producción de etanol en nuestro campo representa una buena estrategia para transformar al sector agrícola, hacerlo más competitivo y fomentar el desarrollo nacional. Si bien no es una panacea, las soluciones que ofrece son estructurales y permanentes en las regiones de influencia en donde se establecieran las plantas de biocombustibles ya que traerían tecnificación, empleo rural estable, bien remunerado y sobretodo seguridad. Se habla de la construcción de entre 5 y 7 plantas de etanol, con capacidad aproximada de 150 millones de litros anuales cada una. Se calcula que esto generaría una inversión en toda la cadena del orden de US$ 700 millones, con un gran efecto multiplicador, así como de la creación de 150,000 empleos permanentes. Un incentivo fundamental para que esto logre ser una realidad es la aprobación de la Ley de Promoción y Desarrollo de Bioenergéticos que busca no sólo diversificar las fuentes energéticas del país, sino tener un impacto social al crear mejores condiciones de empleo y arraigo de los productores al campo. Esta Iniciativa, que entre otras cosas propone la oxigenación de las gasolinas de las 3 más grades ciudades del país con una mezcla del 6% de etanol en sustitución del MTBE, ya fue analizada y aprobada, prácticamente por unanimidad, por la Cámara de Diputados y posteriormente por la Cámara de Senadores (en donde fue analizada en 5 comisiones). Ahora, ya que se le hicieron algunos ajustes, está en espera de la aprobación de la Cámara de Diputados. Asimismo, el Presidente Felipe Calderón ha hablado del interés de su gobierno por impulsar el desarrollo de los bioenergéticos en México. Estamos a un paso de lograr que esta ley sea una realidad y con ello abra las puertas a enormes oportunidades de mejorar las condiciones de vida de millones de mexicanos en el campo, y también en las ciudades que respirarán un aire más limpio. No usemos a la coyuntura actual como pretexto. El mundo se mueve rápidamente y en México ya nos hemos quedado atrás. Voltemos a ver casos exitosos como el de Brasil que en los 70’s buscó reducir la dependencia de petróleo importado y en abril pasado logró la autosuficiencia petrolera y hoy es el mayor productor y exportador de etanol, asi como el mayor consumidor del combustible. Este éxito se debe a varios factores entre los que se encuentra una decidida acción gubernamental que definió un marco jurídico y políticas energéticas y agrícolas en un mismo sentido. México está llegando muy tarde al mundo de la bioenergía. Al ser un país petrolero nos hemos enfocado en la energía a base de hidrocarburos y no hay suficiente impulso a la generación de energías alternativas. Es evidente que la producción de etanol en México no puede darse inmediatamente, sin embargo, si no se generan las condiciones que promuevan su demanda no se puede iniciar la cadena productiva. Hoy mismo en la inauguración del Foro Económico Mundial de Davos se habló ya de la necesidad de tomar acciones conjuntas para prevenir las consecuencias del cambio climático como una de los puntos fundamentales en la agenda de este grupo. Esta conciencia y el movimiento hacia el uso de combustibles más limpios es clara a nivel mundial. En vez de ver al etanol y a las propuestas para incrementar su consumo como una amenaza, México debería de ver a esta coyuntura como una oportunidad. Tenemos que pensar en términos de largo plazo y con una visión más amplia que considere la realidad del mundo del que México es parte. México debería de verse como líder potencial en la carrera por desarrollar más y mejores alternativas al petróleo como el etanol. Isabel Gómez Macías es Presidenta de la Fundación Emisión, una asociación civil que trabaja para promover el uso de la bioenergía en nuestro país. Para mayor información: www.emision.org.mx Artículo para el Universal por: Isabel Gómez Macías Al inicio del tercer milenio casi todos los países contribuimos en mayor o menor medida al proceso de autodestrucción del planeta. Edificando nuestro bienestar, seguimos dañando trágicamente a la biosfera. En México, ante la evidencia del calentamiento global y sus efectos en el clima mundial, nos es imperativo contribuir activamente al esfuerzo multinacional por un planeta limpio y la supervivencia. En las últimas semanas se ha suscitado una gran polémica alrededor de la aprobación de la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos. Desafortunadamente la mala información y la escasez de conocimiento profundo sobre el tema es lo que ha desatado esta controversia. La fuerte oposición que se ha manifestado en contra del etanol nos da una idea clara de que a pesar que México está calificado, por el Banco Mundial, como uno de los países de América Latina que más contribuye a la contaminación del aire y al cambio climático, al emitir anualmente 512 millones de toneladas de CO2 (bióxido de carbono) ocupamos el lugar 14 en la emisión de bióxido de carbono a la atmósfera y genera 2 % de los gases de efecto invernadero que causan el calentamiento global. Durante los últimos 150 años el Co2 en la atmósfera se ha incrementado 70% y el metano 145% por el creciente consumo de combustibles fósiles, y ante esta preocupante realidad no nos decidimos a poner en marcha medidas que ayuden a reducir las emisiones de gases y a mitigar el daño hecho al planeta. Ninguna comunidad local o nacional puede fortalecer su desarrollo sin una visión capaz de sustentar la calidad y el acceso al aire, tierra y agua limpios. En una primera etapa conforme al artículo V de la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos el etanol sustituye al MTBE en una proporción del 6 %. El peligroso tóxico, MTBE, es derivado del petróleo e importado en su mayor parte a México, contamina aceleradamente los mantos de agua que consumimos. Por otro lado, el etanol no es tóxico, es seguro, renovable y de alto octanaje. Sus componentes se asimilan sin daños a la atmósfera, no contamina el agua y es el más sano de los aditivos oxigenantes. Contemplamos un México desarrollado con estándares de contaminación tan reducidos como los países más avanzados del mundo en donde la agricultura recobra su liderazgo en la creación de riqueza y bienestar a través de la adopción de nuevas tecnologías que permitan la producción y uso extensivo de bioenergéticos renovables y limpios. Ante la situación que enfrenta el campo mexicano, donde los insumos son costosos, la productividad es muy baja y la rentabilidad en los cultivos es casi nula. El etanol será un factor determinante en el desarrollo económico de este sector en México, ya que las tierras no rentables y las ociosas se reconvertirán a cultivos en los que se puedan establecer proyectos de Bioenergía, atendiendo aspectos hidráulicos, de desarrollo social y de viabilidad agro climática de los mismos, cuidando el uso eficiente del agua a través de la modernización del riego. Se ha comentado que la producción de etanol provoca un balance energético negativo, lo cual es totalmente falso, ya que las tecnologías utilizan los subproductos del proceso, como el bagazo de la caña y del sorgo, para generar la propia energía que se necesita en la elaboración de este biocombustible, obteniendo electricidad limpia y renovable. Así mismo el CO2 emitido se captura y se comercializa con la industria refresquera, cervecera, entre otras. Y por último, estas tecnologías autosuficientes utilizan también las vinazas, las cuales son tratadas convirtiéndolas en un biofertilizante que no contamina y se utiliza para fertilizar los cultivos de la planta de etanol, contribuyendo a la sustitución de importación de urea y otros agroquímicos que le darán mayor productividad al agro sin contaminarlo. Estamos en una coyuntura sin precedentes, la apertura del campo a esta nueva agro industria, que se desarrollará gracias a la Ley de Promoción y Desarrollo de los Bioenergéticos, brindará la oportunidad a nuestro país a hacerle frente a los grandes retos que se tienen en el sector. Los proyectos de las plantas de etanol utilizarán las tecnologías de punta que existen hoy en el mercado de bioenergéticos para lograr la mayor eficiencia y el cuidado del medio ambiente como premisa de sustentabilidad. La fuerte derrama económica que se captará necesariamente, por la inversión en los proyectos de plantas de etanol contribuirá a arraigar a los productores en sus regiones evitando la migración y mejorando su calidad de vida, siendo esto un factor determinante para detonar un desarrollo sustentable en el abandonado y marginado sector campesino Con el hecho de que el maíz se ha convertido en un grano altamente costoso y la tortilla en un artículo de “lujo”, las autoridades se han enfocado en proteger la seguridad alimentaria de la nación y el tema de la producción de biocombustibles a partir de granos es, actualmente, un tabú. Sin embargo esta preocupación es ficticia, la producción de etanol se llevará a cabo de cultivos como el sorgo dulce, la caña energética y la remolacha, cultivo completamente nuevo en el país, los cuales no atentan contra la soberanía alimentaria. Por último, una de las objeciones para la utilización del etanol como oxigentante de las gasolinas se debe, en parte, al desconocimiento de que la realización de las mezclas de etanol y gasolina son altamente costosas y que requieren de grandes inversiones, sin embargo, dicha idea es infundada ya que se puede añadir 94% de la gasolina en el camión cisterna de transporte y luego completarla mezclándole un 6% de etanol y la ventaja obvia de dicho proceso es que no requiere de cambios en la infraestructura de las refinerías de PEMEX.. Hoy tenemos el poder de escribir en el presente una nueva historia; no es la memoria del pasado sino la visión de lo que queremos lograr, es una narración del porvenir que depende de nuestra sabiduría para construir una civilización sustentable.