buzos — 4 de julio de 2016 46 www.buzos.com.mx LUDOVICO ARIOSTO POESÍA CANTO II 1 Injustísimo Amor, ¿por qué así avaro nuestros deseos concertar te antojas? ¿Por qué, pérfido, con placer tan caro en dos almas discorde amor alojas? No consientes que cruce el vado claro y al más ciego y mayor fondo me arrojas: dictas que a quien desea mi amor desame, y a aquel que me odia más, que adore y ame 2 Angélica a Reinaldo muestras bella cuando él todo fealdad cree ella que excede; cuando ella a él admiró y lo amaba ella, él a ella odió, cuanto odiar hombre puede. En vano hoy se atormenta y se querella; justo pago uno al otro así concede: lo odia ella, y el odio es de tal suerte que antes que a él querer, querría la muerte. 3 Gritó altivo Reinaldo al sarraceno: «Apéate, ladrón, de mi caballo, que ver lo mío no sufro en puño ajeno y sé hacerlo pagar al que en tal hallo. También que esta mujer me des te ordeno, que fuera fiarla a ti grosero fallo. Tan perfecto corcel, dama tan digna no es cosa que a ladrón el cielo asigna.» 4 «Mientes, si con ladrón mi honor laceras -no menos arrogante el moro bramaque quien dijese a ti que ladrón eras diría más verdad, según tu fama. Y ahora se verá quien es de veras más digno del corcel y de la dama; aunque hablas de ella cosa fidedigna, y es que en el mundo no hay cosa tan digna.» 5 Como suelen dos perros corajosos, o ya de envidia o ya de odio movidos, dentellando los dientes animosos con torvo gesto y más que ascua encendidos, venir a los mordiscos rabïosos con yertos cerros y ásperos aullidos; así al hierro entre injurias, mano a mano, llegaron el francés y el circasiano. www.buzos.com.mx 6 Éste a caballo, aquél a pie os le pinto, ¿creéis que al franco el árabe aventaje? Ni un punto éste, que en tal silla y cinto menos valió que un inexperto paje; porque el corcel por natural instinto no quiso hacer a su señor ultraje, y ni con brida ni aguijón fue el caso de que moviese a voluntad un paso. 7 Cuando mover lo cree, el bruto se arresta; y si aquietar lo quiere, o corre o trota; ya la cabeza bajo el pecho resta, ya piafa o entre coces se alborota. Viendo el sarraceno que el domar esta bestia soberbia era aquel día derrota, se apoya en el arzón, alza la nalga, y por el lado izquierdo descabalga. 8 Libre que el moro fue con ágil salto de la obstinada furia de Bayardo, dio al fin comienzo el formidable asalto de un par de caballeros tan gallardo. Tal ruge el hierro ya en bajo ya en alto, que es el martillo de Héifestos más tardo cuando en su fragua el deformado hijastro bate en el yunque el rayo del padrastro. 9 Muestran con golpe ya largo, ya escaso ser maestros supremos de la esgrima: ya se alzan, ya se aganchan si es el caso; ya se apartan, ya uno a otro se arrima; ya adelante, ya atrás vuelven el paso; paran, o esquivan golpe, si está encima; sobre sí giran, y donde uno cede el pie ya pone el otro en cuanto puede. 10 Reinaldo su tajante acero a peso descarga en la cabeza sarracena, mas toca en medio escudo, que es de hueso y malla de templado acero y buena. Deshácelo Fusberta, aunque era grueso, y gime el bosque de ello y de ello atruena: hueso y acero rompe el espadazo, y deja adormecido al moro el brazo. 11 En cuanto vio la tímida doncella salir del fiero golpe tanta ruina, del temor demudó la cara bella, cual reo que al suplicio se avecina; y juzga no esperar a más, que ella botín no quiere ser del que abomina, de aquel Reinaldo que ella tanto odiaba cuanto a ella él míseramente amaba. LUDOVICO ARIOSTO Poeta renacentista italiano (Reggio Emilia, 8 de septiembre de 1474–Ferrara, 6 de julio de 1533). Famoso por el gran poema caballeresco Orlando Furioso, planeado como una continuación del Orlando Enamorado de Matteo Maria Boiardo. Se trata de un poema muy extenso compuesto por cuarenta y seis cantos escritos en octavas (casi 40 mil versos); desde su enfoque heroico, posee una gran carga lírica y desbordante inventiva, narrando los eventos épicos entre los sarracenos y los cristianos en la época del emperador franco Carlomagno. El fragmento que presentamos corresponde al Canto II; Orlando acaba de regresar de regresar de sus aventuras por Oriente en custodia de la bella Angélica (de la que ha caído rendidamente enamorado), y se presenta en el campamento cristiano de los Pirineos, se halla allí Reinaldo, que disputa también por el amor de Angélica, muy a pesar de ella que lo odia a causa de haber bebido ambos de dos fuentes diversas: uno de la del Amor y la otra de la del Odio.