ludovico ariosto

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buzos — 4 de julio de 2016
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LUDOVICO ARIOSTO
POESÍA
CANTO II
1
Injustísimo Amor, ¿por qué así avaro
nuestros deseos concertar te antojas?
¿Por qué, pérfido, con placer tan caro
en dos almas discorde amor alojas?
No consientes que cruce el vado claro
y al más ciego y mayor fondo me arrojas:
dictas que a quien desea mi amor desame,
y a aquel que me odia más, que adore y ame
2
Angélica a Reinaldo muestras bella
cuando él todo fealdad cree ella que excede;
cuando ella a él admiró y lo amaba ella,
él a ella odió, cuanto odiar hombre puede.
En vano hoy se atormenta y se querella;
justo pago uno al otro así concede:
lo odia ella, y el odio es de tal suerte
que antes que a él querer, querría la muerte.
3
Gritó altivo Reinaldo al sarraceno:
«Apéate, ladrón, de mi caballo,
que ver lo mío no sufro en puño ajeno
y sé hacerlo pagar al que en tal hallo.
También que esta mujer me des te ordeno,
que fuera fiarla a ti grosero fallo.
Tan perfecto corcel, dama tan digna
no es cosa que a ladrón el cielo asigna.»
4
«Mientes, si con ladrón mi honor laceras
-no menos arrogante el moro bramaque quien dijese a ti que ladrón eras
diría más verdad, según tu fama.
Y ahora se verá quien es de veras
más digno del corcel y de la dama;
aunque hablas de ella cosa fidedigna,
y es que en el mundo no hay cosa tan digna.»
5
Como suelen dos perros corajosos,
o ya de envidia o ya de odio movidos,
dentellando los dientes animosos
con torvo gesto y más que ascua encendidos,
venir a los mordiscos rabïosos
con yertos cerros y ásperos aullidos;
así al hierro entre injurias, mano a mano,
llegaron el francés y el circasiano.
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6
Éste a caballo, aquél a pie os le pinto,
¿creéis que al franco el árabe aventaje?
Ni un punto éste, que en tal silla y cinto
menos valió que un inexperto paje;
porque el corcel por natural instinto
no quiso hacer a su señor ultraje,
y ni con brida ni aguijón fue el caso
de que moviese a voluntad un paso.
7
Cuando mover lo cree, el bruto se arresta;
y si aquietar lo quiere, o corre o trota;
ya la cabeza bajo el pecho resta,
ya piafa o entre coces se alborota.
Viendo el sarraceno que el domar esta
bestia soberbia era aquel día derrota,
se apoya en el arzón, alza la nalga,
y por el lado izquierdo descabalga.
8
Libre que el moro fue con ágil salto
de la obstinada furia de Bayardo,
dio al fin comienzo el formidable asalto
de un par de caballeros tan gallardo.
Tal ruge el hierro ya en bajo ya en alto,
que es el martillo de Héifestos más tardo
cuando en su fragua el deformado hijastro
bate en el yunque el rayo del padrastro.
9
Muestran con golpe ya largo, ya escaso
ser maestros supremos de la esgrima:
ya se alzan, ya se aganchan si es el caso;
ya se apartan, ya uno a otro se arrima;
ya adelante, ya atrás vuelven el paso;
paran, o esquivan golpe, si está encima;
sobre sí giran, y donde uno cede
el pie ya pone el otro en cuanto puede.
10
Reinaldo su tajante acero a peso
descarga en la cabeza sarracena,
mas toca en medio escudo, que es de hueso
y malla de templado acero y buena.
Deshácelo Fusberta, aunque era grueso,
y gime el bosque de ello y de ello atruena:
hueso y acero rompe el espadazo,
y deja adormecido al moro el brazo.
11
En cuanto vio la tímida doncella
salir del fiero golpe tanta ruina,
del temor demudó la cara bella,
cual reo que al suplicio se avecina;
y juzga no esperar a más, que ella
botín no quiere ser del que abomina,
de aquel Reinaldo que ella tanto odiaba
cuanto a ella él míseramente amaba.
LUDOVICO ARIOSTO
Poeta renacentista italiano
(Reggio Emilia, 8 de septiembre
de 1474–Ferrara, 6 de julio de
1533).
Famoso por el gran poema
caballeresco Orlando Furioso, planeado como una
continuación del Orlando
Enamorado de Matteo Maria Boiardo. Se trata de un
poema muy extenso compuesto por cuarenta y seis
cantos escritos en octavas
(casi 40 mil versos); desde
su enfoque heroico, posee una gran carga lírica y
desbordante inventiva, narrando los eventos épicos
entre los sarracenos y los
cristianos en la época del
emperador franco Carlomagno. El fragmento que
presentamos corresponde
al Canto II; Orlando acaba
de regresar de regresar de
sus aventuras por Oriente en custodia de la bella
Angélica (de la que ha
caído rendidamente enamorado), y se presenta en
el campamento cristiano
de los Pirineos, se halla
allí Reinaldo, que disputa
también por el amor de
Angélica, muy a pesar de
ella que lo odia a causa de
haber bebido ambos de
dos fuentes diversas: uno
de la del Amor y la otra de
la del Odio.
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