Guía 17

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GUÍA No. 17
MEDITACIÓN DE DOS BANDERAS
REFLEXIONES PREVIAS
A esta altura de los Ejercicios abiertos, sobre todo después de las contemplaciones
del llamamiento del Rey eternal y de la Encamación, Nacimiento y Vida de Jesús en
Nazaret, ¿estás sintiendo que «el mismo Criador y Señor se comunica» contigo y te va
«abrazando en su amor y alabanza»? ¿Has Experimentado algunas mociones con las que la
unción del Espíritu Santo te va disponiendo «por la vía que mejor podrás servirle adelante»
(EE 15)? ¿Descubres en ti un deseo sincero y eficaz de «buscar y hallar la voluntad divina
en la disposición de tu vida» (EE 1)? ¿Te estás esforzando por quitar afecciones
desordenadas que has ido descubriendo durante estos meses, para que no obstaculicen ni
distorsionen tu discernimiento y puedas ordenar tu vida movido «por el amor que
desciende de arriba»" (EE 184)? Estas y otras preguntas semejantes puedes hacerte antes
de pasar a la siguiente etapa de la experiencia, que es la elección o la reforma de vida.
La pedagogía ignaciana, después de las contemplaciones de la vida de Jesús en
Nazaret y del episodio del templo, presentadas como dos «ejemplos que nuestro Señor nos
ha dado» de posibles proyectos de seguimiento, nos invita a que, «juntamente
contemplando su vida», comencemos a «investigar y a demandar en qué vida o estado de
nosotros se quiere servir su divina Majestad» (EE 135).
Obviamente, esta invitación va dirigida en concreto a quien durante los Ejercicios
busca hacer elección de su estado de vida, y el texto prosigue con un «preámbulo para
considerar estados». Sin embargo, quienes solamente están haciendo estos Ejercicios con
el propósito de «ordenar la vida» para mejorar la calidad de su seguimiento de Jesús y de
su servicio al Reino, también deben comenzar a «investigar y demandar» cómo se quiere
servir de ellos el Señor en este momento de su vida; cómo ser mejores seguidores y
colaboradores suyos en el servicio de la fe y la promoción de la justicia, que son «la
aplicación actual de la Fórmula del Instituto y del carisma de N.P. San Ignacio y expresan
nuestra misión hoy»1.
Pongamos atención al lenguaje ignaciano en este momento. La “disposición” a la
acción del Espíritu Santo se encarece reiteradamente: Dios nuestro Señor «nos dispone»,
debemos «disponer nuestra vida», «preparar y disponer el ánima», «disponernos para venir
en perfección por el camino que Dios nuestro Señor nos diere para elegir». Todas estas
expresiones contienen una actitud y un firme propósito, motivados por el afecto.
Seguramente cada uno de nosotros tenemos que preguntamos si nuestro modo de proceder
y el trabajo que estamos realizando actualmente, son nuestro más auténtico seguimiento y
nuestro mejor servicio de compañeros de Jesús, «como lo fue San Ignacio: Ignacio, que
suplicaba insistentemente a la Virgen Santísima que «le pusiera con su hijo»2.
1
2
CG 33, d.1, 38.
CG 32, d.2, 1; cf Autobiografía, 96.
2
Cuando llegue el momento propicio para hacer la elección o reforma de vida, más
adelante (EE. 169-189, Guía No. 20), el texto de los Ejercicios nos indicará el objeto
posible de dicha elección, sus tiempos y modos de hacerla. Por el momento el preámbulo,
nos pide algo previo: examinar y disponer el sujeto que se prepara a discernir, para ver
qué tan “dispuestos” nos encontramos para emprender un discernimiento auténtico y una
sana elección de la voluntad de Dios sobre nosotros hoy. Tal es el sentido de este tríptico
de las Dos Banderas, Tres binarios y Tres maneras de humildad. Una especie de “test”,
para acondicionamos, nosotros mismos, antes de iniciar el discernimiento.
FIN QUE SE PRETENDE
«Y así, para alguna introducción dello, en el primer ejercicio siguiente
veremos la intención de Cristo nuestro Señor y, por el contrario, la del enemigo de
natura humana» (EE 135).
Vamos a examinar, en primer lugar, nuestra inteligencia de la fe: ¿qué tan
auténticamente evangélica es la imagen de Jesús que tenemos delante cuando nos
disponemos a buscar la mejor manera de seguirlo y servirle? ¿Es nuestro modo de
pensar el mismo de Jesús (cf 1 Co 2, 16)? ¿Tenemos el «sensus Christi» de que
hablaba con tanta insistencia el P. Arrupe? ¿O hemos acomodado el seguimiento de
Jesús a nuestra medida, a un Jesús que hacemos «venir derecho a nuestras afecciones
desordenadas» (EE 169)?
Leamos lo que escribe el P. General Kolvenbach a este respecto:
«…merecen una mención particular dos características de la oración de la Compañía hoy.
La primera se refiere a la adhesión personal a Cristo o al amor personal de Cristo. La
Congregación General 31 ha consagrado a esta adhesión mucha atención, recomendando
que «todos cultiven sin descanso y sin interrupción una íntima amistad con Cristo (d.16,
8)…La otra característica que es preciso mencionar se refiere a la irrupción del pobre en la
Iglesia; es él el que interpela a la Compañía de Jesús para seguir las huellas de Cristo que
predicó la Buena Noticia a los pobres, empezando por ser pobre El mismo (CG 32, d.2,
28). Son, sobre todo, las cartas que provienen de países donde la miseria y la injusticia son
más flagrantes, las que se interrogan sobre el rostro de Cristo contemplado en nuestra
oración personal. ¿Es realmente el Cristo entero? ¿No será nuestra oración la del “segundo
binario” (EE 154), que busca siempre conciliar el rostro de Cristo con las cosas que no
quiere dejar, «de manera que allí venga Dios donde él quiere»? Sólo cuando la
contemplación nos identifica con Cristo pobre, que se ha identificado a Sí mismo con los
más desprovistos, se realizan las opciones necesarias en nuestro modo y estilo de vida, en
nuestras solidaridades y nuestras preferencias apostólicas» (CG 32, d.4, 46-47)3.
Nos examinamos sobre los engaños con los que el mal espíritu puede haber logrado
falsear el seguimiento del auténtico Jesús del Evangelio, induciéndonos a conciliar su
seguimiento con la codicia de riquezas, la seducción del prestigio, la ambición del poder.
Y pedimos la gracia de reconocer «la vida verdadera que muestra Cristo nuestro Señor».
3
KOLVENBACH, PETER-HANS, S.J., «La vida según el Espíritu en la Compañía», Selecciones de Escritos
del P. Peter-Hans Kolvenbach, editado por la Provincia de España de la Compañía de Jesús, pp.81-82.
3
Es un tiempo fuerte de discernimiento que está íntimamente relacionado con las
Reglas de discreción de espíritus, especialmente de la segunda Semana (EE 328-336). En
el fondo se trata de discernir entre lo verdadero y real, y lo que es aparente y falso.
Esta meditación va también en la línea de las preocupaciones de Pablo (cf 2 Co 11
y Gl 1): que los cristianos, engañados por Satanás, acepten otro Jesús, un Evangelio y un
espíritu diferentes del que él les predicó; y que lo hagan tan tranquilamente, «dándole la
vuelta a la buena noticia del Mesías». De ahí que los llame a examinarse: «pónganse a
prueba a ver si se mantienen en la fe, sométanse a examen. ¿No tienen conciencia de que
el Mesías Jesús está entre ustedes? A ver si es que no pasan el examen» (2 Co 13, 5-6).
El discernimiento hay que hacerlo según la manera de discernir de Jesús. En él se
da el prototipo de toda búsqueda cristiana. Debemos correr la carrera que tenemos por
delante con la mirada puesta en Jesús, «pues de él procede nuestra fe y él es quien la
perfecciona» (Heb 12, 2). Por eso la primera tarea es preguntarnos cuáles son los criterios
y valores con los que él buscó la voluntad de su Padre y que nos propone a nosotros para
adelantar nuestros discernimientos. Jon Sobrino escribe sobre este tema:
«Si el ser cristiano es llegar a ser hijos en el Hijo, entonces el discernimiento cristiano ha
de tener una estructura semejante a la de Jesús, lo cual solo se logra en su seguimiento. Lo
único que hay que aclarar y no presuponer es en qué consiste el discernimiento de Jesús
para que nuestro seguimiento pueda ser en verdad discernimiento. [No se está insinuando]
una imitación mecánica del proceso de Jesús, pues ello –además de ser imposible- sería
negar la necesidad del discernimiento en la actualidad. Este es el momento de apelar al
Espíritu de Jesús, en el cual se debe seguir discerniendo. Lo que hay que aclarar es que ese
Espíritu sea en verdad el de Jesús y no se presuponga… nos reducimos a la estructura del
discernimiento de Jesús, lo cual es propiamente aquello que debemos proseguir, mientras
que las soluciones concretas a nuestros discernimientos no podrán ni deberán ser idénticas
a las de Jesús. De Jesús aprendemos no tanto las respuestas a nuestros discernimientos,
sino más fundamentalmente aprendemos cómo hay que aprender a discernir. Y esto lo
aprendemos no tanto al analizar la psicología interna de Jesús en el proceso de discernir,
sino a partir de las opciones y objetivaciones históricas que tomó Jesús. Ese discernimiento
realizado de Jesús supone un cauce de discernimiento, que es lo que nosotros propiamente
deberemos proseguir4.
GRACIA QUE SE QUIERE ALCANZAR
«Será aquí pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo, y ayuda para
dellos me guardar; y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y
verdadero capitán, y gracia para le imitar» (EE 139).
Pedimos lucidez para detectar el mal espíritu que insensiblemente nos tienta y
«echando redes y cadenas», se infiltra furtivamente y distorsiona nuestra imagen de Jesús.
Pedimos también luz para conocer más íntimamente al Jesús del Evangelio. Juntamente
demandamos gracia para guardamos de «los engaños del mal caudillo» y para adherimos a
4
SOBRINO, JON, S.J., «El seguimiento de Jesús como discernimiento», CONCILIUM, 139 (1978), 516-529.
La cita se encuentra en pp. 518 y 521-522.
4
«la vida verdadera» que nos enseña el Señor. Vida verdadera, en la que consiste la genuina
realización y felicidad como personas nuevas del Reino. Esta petición tiene parentesco con
la del triple coloquio de la primera Semana: «pedir conocimiento del mundo, para que,
aborreciendo, aparte de mí las cosas mundanas y vanas» (EE 63).
Esta gracia que pedimos al comienzo de la oración, se transforma, en el triple
coloquio (EE 147), en una ardiente petición a nuestra Señora, al Hijo y al Padre, de «ser
puestos con el Hijo en suma pobreza, oprobios e injurias»…por más en ellas le imitar»,
acogidos debajo de su bandera.
TEXTO IGNACIANO
La meditación contiene muchos elementos de contemplación y de parábola
ignaciana. Vemos con la vista imaginativa las figuras del mal caudillo y del sumo y
verdadero capitán, con sus rasgos propios: simulación y ficción, vanidad y poder, en el
enemigo de natura humana; gracia, pobreza y humildad, en Jesús. Escuchamos las
proclamas de ambos y las instrucciones que imparten a sus colaboradores. Miramos lo que
hacen que es “convocar” y “enviar” a cumplir una tarea. Las Dos Banderas son también
como una parábola que ayuda a conocer y comprender mejor la vida verdadera que
enseña Jesús, su intención y su estrategia (EE 136-148).
Reflexionemos seriamente sobre los tres “escalones” con que tienta y engaña el
enemigo: codicia de riquezas, vano honor del mundo, crecida soberbia (EE 142). Y sobre
los escalones por los que Jesús nos conduce a la «vida verdadera»: pobreza espiritual, -y
actual, si su divina majestad fuere servida y los quisiese elegir-, deseo de oprobios y
menosprecios, sencillez y humildad: «de manera que sean tres escalones: el primero,
pobreza contra riqueza; el segundo, oprobio o menosprecio contra el honor mundano; el
tercero, humildad contra la soberbia» (EE 146). El seguimiento de Jesús, para ser
auténtico, nos exige liberarnos de los engaños del enemigo de natura humana y desear y
pedir la vida verdadera que nos ofrece. La oblación que hicimos en la meditación del
Reino (Cf EE 96-98), se completa ahora con una pregunta muy seria y muy sincera: ¿cuál
es la calidad actual de mi seguimiento de Jesús?
Dos campos, dos ciudades, dos caudillos, dos amores, se disputan el corazón de
todos los hombres: hay que ir «por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados
ni personas algunas en particular». La voluntad de conquistar todo el mundo y todos los
enemigos, manifestada en el ejercicio del rey (EE 91-98), se reitera y se desarrolla en esta
meditación que ofrece una luz para contemplar el mundo y la historia con la mirada y con
la intención de Jesús:
«La imaginación aporta su contribución valiosísima, ¡mas no por eso debe pensarse que se
trata de un combate y de un lugar imaginarios! Jerusalén y Babilonia hacen parte de la
historia, como dato de fe procedente de la memoria de la Iglesia, traído ahora a la
consideración del ejercitante para su contemplación. En toda la humanidad pervive una
imagen arquetípica de confrontación entre dos campos, desarrollada por autores
espirituales y profanos, desde donde le llega a Ignacio, a quien le gusta presentar las cosas
por contrastes y confrontación como ayuda para ver más claro. Un párrafo de la «Leyenda
áurea» que Ignacio leyó en Loyola, dice, hablando de Agustín: “escribió sobre dos
ciudades, Jerusalén y Babilonia, y de sus reyes respectivos; porque Cristo es llamado Rey
de Jerusalén, y el diablo, rey de Babilonia. Estas dos ciudades, son construidas, dice él, por
dos amores: porque es el amor de sí, que crece hasta el desprecio de Dios, el que construye
5
la ciudad del diablo, y es el amor de Dios, que crece hasta el desprecio de sí, el que
construye la ciudad de Dios”»5.
El enemigo conquista engañando, echando redes y cadenas, se disfraza de «ángel
de luz» (cf. 2 Co 11, 14-15; EE. 332). Cristo nuestro Señor, en cambio, “esparce” su
mensaje persuadiendo, encomendando «a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada
envía... que a todos quieran ayudar en traerlos... a deseos...»
San Ignacio nos traza en este ejercicio una visión global de la vida de Jesús desde
la perspectiva de su intención, es decir, de su estilo de vida y modo de realizar la misión,
de sus criterios y valores. Jesús es presentado como el Rey y el Capitán, bajo cuyo
estandarte militamos; como el Camino, la Verdad y la Vida, «en lugar humilde hermoso y
gracioso»6.
Dos mentalidades aparecen retratadas, que se repiten en todas las épocas y que
influyen también implacablemente en nuestro tiempo sobre las personas, las sociedades,
los sistemas. Es el mundo de todos los tiempos, descrito por Juan: «nada de lo que el
mundo ofrece viene del Padre, sino del mundo mismo. Y esto es lo que el mundo ofrece:
los malos deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos y el
orgullo de las riquezas. Pero el mundo se va acabando, con todos sus malos deseos; en
cambio, el que hace la voluntad de Dios vive para siempre» (1 Jn 2, 16-17).
Nuestra tarea va a consistir en preguntarnos sobre lo que implica seguir a Jesús y
dónde nos encontramos: ¿cuáles han sido mis “Babilonias”?; ¿Dónde está mi actual
“Babilonia”? O sea, mis relaciones, mis deseos e intenciones, mis espacios, mis cosas…
¿Dónde se asienta el mal espíritu? Descubrir también “mis Jerusalenes”. ¿En dónde se da
una y otra bandera? Porque los campos se detectan, pero no se separan. Nos movemos en
un mundo ambiguo que nos ofrece otros criterios y nos puede inducir engañosamente a un
falso seguimiento. Y en ese mundo debemos vivir, pero con los criterios y valores de
Jesús, con el «sensus Christi».
El sumo y verdadero capitán evoca al Jesús de la deliberación de San Ignacio sobre
la pobreza y al de su Diario Espiritual:
- «1ª. La Compañía toma mayores fuerzas espirituales y mayor devoción asimilando y
viendo al Hijo de la Virgen, nuestro Criador y Señor, tanto pobre y en tantas
adversidades»;
- «2ª. Parece que con mayor afecto se une [la Compañía] con la Iglesia, seyendo uniformes
en no tener cosa alguna, considerando en el sacramento a Cristo pobre»;
- 12. «Esta [pobreza] tomando nuestro común Señor Jesú para sí, mostró la misma a sus
apóstoles y discípulos queridos, invíandolos a predicar»;
- «13. Esta [pobreza] eligiendo todos diez [compañeros], nemine discrepante [por absoluta
unanimidad], tomamos por cabeza al mismo Jesú, nuestro Criador y Señor, para ir debajo
de su bandera para predicar y exhortar, que es nuestra profesión»7.
5
Cita tomada de un texto inédito de Iván Restrepo, S.J., sobre las Dos Banderas.
La Vulgata dice: «Conspicari Christum in amaeno campo iuxta Hierosolymam, humili quidem constitutum
loco, sed valde spetiosum forma et aspecto summe amabilem».
7
MI, Const. I, 78-83. En Obras de San Ignacio, BAC, 5ª edición, pp.336-338.
6
6
«Al preparar del altar, veniendo en pensamiento Jesú un moverme a seguirle,
pareciéndome internamente, seyendo él la cabeza (o caudillo) de la Compañía, ser mayor
argumento para ir en toda pobreza que todas las otras razones humanas... y pareciéndome
en alguna manera ser (obra) de la Santísima Trinidad el mostrarse o el sentirse de Jesú,
veniendo en memoria cuando el Padre me puso con el Hijo»8.
La meditación se emparenta con la temática bíblica de los profetas, que denuncian
el derroche, la injusticia, la opresión de parte de los poderosos y su desprecio del pobre; y
ensalzan al justo y humilde que «hizo justicia a pobres e indigentes» y por eso conoció a
Dios y sintonizó con él (cf Jer 22,13-19; Is l, 10-19; 58, 1-12; Am 4, 1; 5, 7-15 y 21-24;
6, 1-11; 8, 4-8).
Su inspiración bíblica es deudora también del Evangelio: bienaventuranzas,
parábola del sembrador, del rico necio (Lc 12, 3ss), del trigo que crece con la cizaña.
Igualmente se inspira en Pablo, en su instrucción a Timoteo sobre el peligro de las
riquezas: «los que quieren hacerse ricos caen en tentaciones, trampas y mil afanes
insensatos y funestos que hunden a los hombres en la ruina y en la perdición; porque raíz
de todos los males es el amor al dinero; por esta ansia algunos se desviaron de la fe y se
ocasionaron mil tormentos» (1 Ti 6, 6ss.). Finalmente, presta del Apocalipsis, y de la
teología de Juan la lucha entre Jerusalén y Babilonia, la luz y las tinieblas, la verdad y la
mentira, la vida y la muerte.
Suma pobreza espiritual: cabe entenderla como la opción por ser voluntariamente
pobres: «bienaventurados los que eligen ser pobres». Opción que es la primera de las
bienaventuranzas y la puerta de entrada al Reino. Sobre ella no cabe discernimiento porque
es condición imprescindible para el seguimiento de Jesús: «vende todo lo que tienes y
repártelo a los pobres, que Dios será tu riqueza; y ven, sígueme a mí» (Lc 18, 22).
Es la pobreza evangélica que Jesús proclama en el sermón de la montaña,
sintetizada en cuatro actitudes: renunciar a acumular riquezas, ser generosos, romper con
el dios dinero y confiar en la providencia (cf Mt 6, 19-34; Lc 6, 30, 35-38). Pobreza
evangélica, que es un bien esencial del Reino, para luchar por erradicar la pobreza-miseria.
Los que eligen ser pobres y seguir a un Jesús pobre «que trabaja en Nazaret, que en su vida
pública se identifica con los pobres, que simpatiza cordialmente con ellos y que sale al
paso de sus necesidades; de un Cristo, en fin, generoso en ponerse al servicio de los
pobres»9, deben estar dispuestos a ser perseguidos por la justicia del Reino; a seguir al
Señor también en la descalificación, el desprecio, la humillación, los oprobios y aun la
muerte. «Dichosos ustedes cuando los odien los hombres y los expulsen y los insulten y
difundan mala fama de ustedes por causa de este hombre. Alégrense ese día y salten de
gozo» (Lc 5, 22-23).
La suma pobreza espiritual conlleva un cambio de lugar social: «asumir la causa
de los pobres» como si fuese su propia causa, la causa misma de Cristo 10. Este cambio nos
capacita para mirar y discernir todo desde la perspectiva de los pobres, como Jesús.
Así se expresó el P. General Kolvenbach, al presentar el estado de la Compañía a la
Congregación de Provinciales reunida en Loyola en septiembre de 1990:
8
Diario Espiritual, [66], 23 de febrero de 1544.
CG 32, d.12, 4.
10
Cf Puebla, Mensaje a los Pueblos de América Latina.
9
7
«El interés por los problemas sociales y económicos y por los necesarios cambios de
estructura social no debe nunca estar ausente; deberíamos colocar a todos nuestros
estudiantes ante el desafío de utilizar la opción por los pobres como un criterio decisivo, no
tomando ninguna decisión importante sin pensar antes qué impacto tendrá sobre los más
humildes de la sociedad. Esto comporta serias consecuencias sobre el programa de
estudios, el desarrollo del pensamiento crítico y la adhesión a los valores…»11.
Suma pobreza actual: es la concreción de la opción por la pobreza espiritual en una
condición de vida pobre, semejante a la de Jesús. Pero la condición y el grado de esa
pobreza actual - que se desea intensamente por «más parecer e imitar» a Jesús-; así como
el grado de humillaciones y oprobios, se supeditan a las exigencias del Reino y al don que
cada uno reciba del Señor. Es, por lo tanto, objeto de un discernimiento, pendiente de que
«su divina majestad sea servido», de que Dios nuestro Señor «me quisiese elegir y
recibir». De mi parte, quiero y elijo estar lo más cerca posible de la condición de vida y del
modo de proceder de Jesús pobre, servidor de los pobres; pero me entrego al servicio del
Reino y su justicia, con plena disponibilidad a lo que el Señor disponga.
El Padre General reflexiona en su homilía sobre las bienaventuranzas:
«Esta es la llamada del Rey Eternal, nuestra única bienaventuranza (EE 91)…Los
Ejercicios, al proponer, para seguir al Maestro (EE 98), la más grande pobreza del
discípulo, no imponen ningún modelo fijo, ni excluyen ninguna condición de vida o de
trabajo de la posibilidad de ser verdaderamente pobre, artífice de la paz, perseguido por la
justicia del Reino»12.
También en una conversación con los jesuitas en Fordham, les decía:
«Hombres de la Encarnación, tal como quiere San Ignacio que seamos, deberíamos
soportar las tensiones de la Encarnación. Y así en la segunda Semana de Ejercicios,
inmediatamente nos presenta la tensión de nuestra propia vida, cuando por una parte
pedimos suma pobreza espiritual, y por otra decimos al Señor: “ahora, la forma de cumplir
este deseo, es cosa tuya”, y cada año en Ejercicios nos planteamos esta tensión. Esto es lo
que sucedió en Montmartre, cuando Ignacio y sus compañeros decidieron entregarlo todo,
pero al mismo tiempo mantuvieron tenso su espíritu apostólico ante la realidad de que no
todo se puede realizar aquí y ahora»13.
San Ignacio desenmascara aquí la dinámica del pecado que se inicia en la opción
por la riqueza y el bienestar que ella proporciona. La codicia de tener más y más bienes, se
nos vuelve una necesidad, y nos lleva a desentendernos progresivamente de los pobres y
de la solidaridad con sus necesidades. Llegamos con facilidad a una alianza más o menos
explícita con grupos poderosos, aceptamos las reglas de juego que nos impone la
contracultura de una sociedad de bienestar y consumo, buscamos un tipo de prestigio y de
reconocimiento social que lleva a competir, a desplazar a otros, a triunfar por lo que
tenemos, sabemos o dominamos14.
11
«De Statu Societatis», Discurso del P. General, Loyola, 20 septiembre 1990. Información S.J., n. 23, enerofebrero 1991.
12
Documentos de la CG 33. Homilía en la Basílica de San Pedro, 15 octubre 1983, pp.123-126, n. 170.
13
Información S.J., n.95, Enero 1985, pp.11-12.
14
Reflexión tomada de ENRIQUE GUTIÉRREZ, S.J., «Apuntes para dirigir Ejercicios de mes», manuscritos
personales, México, 1987.
8
FUENTES DE ORACIÓN PARA LA SEMANA
Textos bíblicos
Mt 4, 1-11; Mc 1, 12-13; Lc 4, 1-13: la prueba de Jesús en el desierto
Mt 20, 20-28: petición de la madre de los Zebedeos; instrucción de Jesús sobre el servicio
y la humildad; cf Mc l0, 35-45; Lc 22, 24-30, sobre el mismo tema
1 Co l, 18-29: la cruz, subversión de valores
2 Co 11, l-4 y 13-14; Gl 1, 6-10: engaño de aceptar un Jesús diferente
1 Ti 6, 6-12: raíz de todos los males es el amor al dinero
2 Co capítulos 8 y 9, sobre la generosidad en la colecta para la comunidad de Jerusalén
Textos de la Compañía
Constituciones, Examen, 101: vestirse de la librea de Jesucristo.
SUGERENCIA PARA DISTRIBUIR LA SEMANA
Al considerar la importancia que da San Ignacio a esta meditación, a la que asigna
cuatro momentos en la experiencia de los Ejercicios completos: «este ejercicio se hará a
media noche, y después otra vez a la mañana, y se harán dos repeticiones deste mismo, a la
hora de misa y a la hora de vísperas...» (EE 148), ¿no sería conveniente dedicarle toda la
semana? Los tres escalones de cada estrategia pueden muy bien proporcionar seis temas de
oración y examen para estos días.
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