R 50 F 411 T 13 - Poder Judicial de la Provincia de Santa Fe

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SALA CIVIL PRIMERA
Resolución N°: 50
Folio: 411
Tomo: 13
En la ciudad de Santa Fe, a los 19 días del mes de Abril del año dos mil trece, se reunió en
Acuerdo Ordinario la Sala Primera de la Cámara de Apelación en lo Civil y Comercial de
Santa Fe, integrada por los Dres. Edgardo I. Saux, Abraham L. Vargas y Estela Aletti de
Tarchini, para resolver el recurso de apelación extraordinaria interpuesto por la actora (v.
fs. 184/189 vto.) contra la sentencia de fecha 19.06.2012 (v. fs. 168/181) dictada por el
Tribunal de Responsabilidad Extracontractual N° 1, Primera Secretaría, en los autos
caratulados “FRANCO, GRACIELA IGNACIA C/ LENCINA, GUILLERMO
DANIEL S/ DAÑOS Y PERJUICIOS” (Expte. Sala I N° 198 – Año 2012). Acto
seguido el Tribunal estableció el orden de votación conforme con el estudio de los autos
-Saux, Vargas y Aletti de Tarchini- y se planteó para resolver las siguientes cuestiones:
1era.: ¿Corresponde la apertura de la instancia?
2da.: ¿Encuentran sustento las causales de impugnación invocadas?
3era.: ¿Qué pronunciamiento corresponde dictarse?
Determinado el orden de votación en cuya virtud éstos pasan a estudio, a la primer
cuestión, el Dr. Saux dijo:
Mediante resolución glosada a fojas 191 a 193 vta. de autos, el Tribunal Colegiado
de Responsabilidad Extracontractual n° 1 de esta ciudad de Santa Fe concedió el recurso de
apelación extraordinaria que la parte actora, mediante su representación letrada,
oportunamente articulara contra la sentencia definitiva expedida por dicho órgano
jurisdiccional de anterior instancia a fojas 168 a 181, mediante la cual se acogiera de
manera sólo parcial la pretensión contenida en la demanda, imponiéndose las costas del
juicio –atento al resultado del mismo- en un 10% a la demandada y en el 90% restante a la
propia actora, ahora recurrente.
Para abrir la vía impugnativa extraordinaria no constitucional propuesta a fojas
184/189 vta. por la actora, el Tribunal a quo, además de evaluar la reunión de las
condiciones de admisibilidad formal del planteo, estimó que podría haberse materializado
un supuesto de apartamiento de las formas sustanciales con afectación del derecho de
defensa en juicio (art. 42 inciso 1° de la Ley Orgánica de los Tribunales), en la medida en
que el fallo que resolviera la cuestión sustancial debatida en autos, al estimar que no estaba
probada la relación causal entre el hecho (accidente de tránsito) y las lesiones y
consecuente incapacidad sufrida por la actora, tuvo en consideración prueba documental
obrante a fojas 12 a 14 (historia clínica relacionada con la cirugía a la cual fuera sometida
la actora algunos meses después del episodio), en la que habría un posible error en la
correlación de las fechas (se alude en algunas de dichas constancias al 7 de enero de 2.008,
lo que precedería temporalmente al accidente) cuando la práctica médica en cuestión se
habría materializado el 7 de octubre de ese mismo año, vale decir, unos siete meses
después; y además no se habría aludido a otros elementos de prueba incorporados a la causa
que acreditarían ese vínculo causal debitado, como el informe de “Play Televisión” de fojas
145 que menciona que como resultas de la colisión hubo lesionados, y el testimonio de
Andrea Giudicatti sobre el origen y la evolución de las dolencias de la accionante en
relación con las potenciales secuales del accidente.
Al respecto, y sin perjuicio de la evaluación pormenorizada que de tales extremos se
haga en la consideración de los agravios, no se advierten razones para modificar la decisión
del Tribunal de anterior instancia en orden a la existencia de razones que, en una primaria y
liminar apreciación, justifican la apertura del recurso, por lo cual voto, en esta primera
cuestión, por la afirmativa.
El Dr. Vargas expresó, a su vez, iguales razones en parecidos términos y votó, por
lo tanto, en igual sentido.
La Dra. Aletti de Tarchini expresó, a su vez, iguales razones en parecidos términos
y votó, por lo tanto, en igual sentido.
A la segunda cuestión, el Dr. Saux dijo:
En una sucinta reseña de los hechos y de la causa –consignada a los fines de dar
autosuficiencia a este pronunciamiento ad quem-, cabe iterar que la accionante demanda
por los daños patrimoniales y personales (y, en relación con éstos, el daño derivado de la
incapacidad que dice se derivara de las lesiones en su hombro derecho que atribuye
causalmente al accidente de tránsito en el que fuera protagonista, y al daño moral inherente
a los padecimientos relacionados con dicha lesión y con esa incapacidad) que se derivaran
del accidente automovilístico que protagonizara, junto con el demandado, el día 1° de
marzo de 2.008, en una intersección de calles dentro del éjido urbano de la ciudad de
Esperanza, Provincia de Santa Fe, ocasión en la cual la reclamante, al comando del
automóvil de su propiedad (Renault 11 dominio RLT-960), arribando a la bocacalle desde
la derecha (y, por ende, con prioridad de paso conforme a las normas regulatorias de la
circulación vehicular), entró en contacto con el vehículo de propiedad y conducido por el
demandado Guillermo Daniel Lencina (VW Gol dominio TLM-178), impactando la parte
frontal del Renault contra el lateral derecho de este último, y determinando que el VW
volcara sobre su costado izquierdo quedando sobre la ochava nor-oeste de dicha
intersección.
En el relato de la actora, el automóvil conducido por el demandado apareció en la
bocacalle con velocidad excesiva y se interpuso delante del suyo que ya la transponía, no
respetando ni las pautas legales vinculadas a la velocidad de circulación en zonas urbanas y
menos en el cruce de calles, y además tampoco la que le imponía ceder al paso a quien
circulaba, a velocidad precaucional, por su derecha.
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Menciona que como consecuencia del impacto su vehículo sufrió deterioros en su
estructura (que debió reparar erogando de su propio patrimonio lo correspondiente), pero
que, fundamentalmente (a nivel cuantitativo en la pretensión de la demanda), el monto mas
relevante se vincula con las lesiones que se derivaran de la colisión, consistentes en
“traumatismo de cráneo con cefaleas”, traumatismo en columna cervical “en latigazo” con
mareos y parestesias en miembros superiores, y “traumatismo en hombro derecho con
secuela de tendinitis, determinante de una ulterior cirugía con cicatriz de 6 cms. en cara
externa, queloide, retráctil y dolorosa” (ver fojas 18). Dichas lesiones le habrían
determinado una incapacidad permanente y definitiva del 14% . Y en virtud de todo ello
reclama una indemnización de $ 107.980,- (a la fecha de la demanda, que data de mayo de
2.010), integrada por $ 3.980,- por reparaciones a su vehículo; $ 84.000,- por incapacidad;
$ 15.000,- por daño moral y $ 5.000,- por gastos médicos no documentados.
Contestada la demanda por la aseguradora de la parte demandada citada en garantía
y declarada rebelde la primera, y sustanciada la causa, se arriba, luego de la audiencia de
vista de causa, a la sentencia definitiva glosada a fojas 168 a 181 de autos.
En la misma, y por las razones que el Tribunal a quo expone como fundamentos de
su decisión, se concluye en que en la mecánica del accidente hay concurrencia de culpas
entre ambos conductores (en la parte actora, por no haber podido tener el dominio
suficiente sobre su conducido y asumir el rol de embistente, y en la demandada por no
haber respetado la prioridad de paso que por aparecer por la derecha favorecía a la
accionante), atribuyéndose en consecuencia a nivel causal un 60% a la demandada y un
40% a la propia actora.
Pero a partir de allí, el único rubro al cual se hace lugar –parcialmente, y en
proporción a dicha asignación de culpas- es el vinculado a la reparación del automotor de la
reclamante, estimándose que las lesiones que se sindican como derivadas del evento no se
prueba que tengan origen causal en el mismo. Para ello, se considera que “…ningún
elemento concurre en autos que permita establecer razonablemente una conexión causal
entre la lesión apuntada y el siniestro acaecido el 01 de marzo de 2.008”. Se hace referencia
al respecto que ni de la denuncia del siniestro ante el seguro hecha por la actora ni de la
correspondiente al demandado (fojas 151 y 152) surge que del evento hayan derivado
lesiones para los conductores; que de la constancia policial de fojas 130 acompañada por
ambas partes se desprende que no hubo lesionados ni ninguno tenía signos de ebriedad; que
de ninguno de los certificados médicos acompañados se puede inferir con certeza que la
cirugía a la cual comprobadamente fuera sometida la actora en su hombro derecho –y el
consecuente grado de incapacidad que de ello se deriva, tal como incluso lo ilustra la
pericia médica traumatológica de fojas 119 a 124 vta.- tenía relación causal directa con el
accidente de marras (salvo el informe del Médico Dr. Ignacio R. Biancucci que luego de
mas de un año del hecho supuestamente lesivo alude a referencias que le habría hecho la
propia paciente), y, fundamentalmente, que de las constancias de fojas 12 y ss.
(relacionadas a la operación a la que habría sido sometida la actora en su hombro derecho),
se derivaría que la misma ingresó al Sanatorio Santa Fe de esta ciudad para tal cometido el
día 7.1.08, vale decir, dos meses antes del siniestro. De todo ello las sentenciantes
concluyen en que la invocada incapacidad laboral, el daño moral inherente a la misma y los
gastos médicos no documentados que integran la mayor parte –a nivel cuantitativo- de la
pretensión contenida en la demanda, no debían tener acogida, por lo que los rechaza,
imponiendo las costas del juicio, en función de la suerte de cada ítem reclamado, en un
90% a la propia actora y en un 10% a la demandada.
Contra ese fallo se articula, por la actora, el recurso de apelación extraordinaria, que
se fundamenta en el escrito de fojas 184 a 189.
En el mismo, luego de la enunciación de los recaudos de admisibilidad formal del
planteo (que el propio Tribunal a quo estima satisfechos al conceder la vía recursiva), la
agraviada postula como causal de procedencia del remedio extraordinario no constitucional
que articula la de apartamiento de las formas sustanciales de la causa con afectación del
derecho de defensa en juicio (art. 42 LOT, inciso 1°), la que determinaría que la sentencia
expedida por al Tribunal Colegiado sea arbitraria. Esa disfunción la predica en relación
con dos ítems: a) La contradicción interna del acto sentencial con inequívocas constancias
de la propia causa –específicamente, en orden al rechazo de la indemnización por
incapacidad sobreviviente, daño moral por la misma y gastos médicos no documentados-; y
b) la omisión de tratamiento de prueba relevante para la decisión del litigio, pero ya
vinculada a lo que sería la mecánica del accidente y no a las secuelas personales del mismo
para la accionante.
Respecto de lo primero, dice la apelante que la sentencia omite evaluar elementos de
prueba que vinculan causalmente el accidente con las lesiones comprobadas en la actora.
Para ello, alude a que dentro de las preguntas que se le formularan al Perito Ingeniero
Mecánico figura el “efecto latigazo” producido por el impacto; y que en el oficio
respondido por la empresa periodística “Play televisión” de la ciudad de Esperanza, y que
obra glosado a fojas 145, surge que en el siniestro “resultaron lesionados ambos
conductores”. Agrega que el testimonio de Andrea Giudicatti de fojas 170/171 refiere a la
secuencia de los dolores y molestias que padeciera Graciela Franco luego de la colisión, y
que culminaran con la cirugía en su hombro a la que debió ser sometida unos meses mas
tarde ya en la ciudad de Santa Fe. Y consigna que la fecha de ingreso al nosocomio para
dicha práctica quirúrgica no es la del 7.01.08 (como erróneamente figura en algun sector de
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la historia clínica), sino la del 7.10.08, como se desprende de otras referencias del mismo
documento, y como lo admitiera el médico interviniente en la cirugía (Dr. Gamboz) en la
audiencia de vista de causa. De allí deriva que desvincular causalmente las lesiones del
accidente configura un error de apreciación probatoria, y que a su vez genera el indebido
rechazo no sólo del rubro correspondiente a la incapacidad padecida, sino también al daño
moral y a los gastos no documentados.
En orden a lo segundo, se menciona que el fallo no tuvo en cuenta los efectos de
“ficta confessio” propios de la incontestación de la demanda por parte del codemandado
Lencina, lo cual debería haber tenido incidencia en el reconocimiento de su propia culpa a
nivel de incidencia causal en la mecánica del accidente.
Concedido –conforme lo hemos mencionado supra- el recurso de apelación
extraordinaria por parte del Tribunal Colegiado de anterior instancia, a fojas 205/206
presenta, ya en esta sede revisora, el memorial facultativo –que contempla el artículo 569
del CPCyC- la parte demandada.
Así las cosas, y aun alterando en el análisis de los agravios el modo en el cual son
propuestos al fundarlos, entiendo que el sindicado como “b” no debe tener acogida, en la
medida en que la sentencia hace mención a los efectos de la incontestación de la demanda
por parte del codemandado Lencina (que fuera oportunamente declarado rebelde), tal como
se aprecia a fojas 172 vta./173 de autos dentro del tratamiento del acápite “II” del decisorio,
y, correctamente (y con cita de doctrina judicial afín) se expide señalando que el puro
efecto de la confesión ficta no puede resultar determinante para la suerte del juicio, en la
medida en que no se apoye o se contradiga con otros elementos de prueba incorporados a la
causa, criterio que esta Sala reiteradamente ha hecho operativo (ver, entre otros, fallo del
21.10.10, “Berga c/ Balestriere”, Protocolo Unico, tomo 8, folio 497). Para el caso, y en
cuanto concierne como prueba relevante en orden a la mecánica del accidente, la pericial
técnica de fojas 108 a 114, es altamente ilustrativa sobre el tema, singularmente en punto al
rol activo de embistente que en el mismo le cupiera al automóvil conducido por la actora.
Hecha esta salvedad, y asumido a partir de allí que los agravios de la recurrente
apuntan ya no a la atribución de culpas y responsabilidades en la genética de la colisión,
sino al desconocimiento de la prueba fehaciente de la relación causal entre el accidente y
las lesiones invocadas -e incluso, probadas- por la actora, cabe centrar allí el análisis del
contexto probatorio, de modo tal de evaluar si la conclusión a la cual arribara la sentencia
puesta en crisis es correcto o erróneo.
Hay varias referencias de rango probatorio relacionadas con la cuestión.
Por una parte, a fojas 6 obra copia del informe médico –privado- expedido el 20 de
mayo de 2.009, elaborado por el Dr. Ignacio Biancucci, en el cual dicho profesional relata
que la actora presenta “secuelas de traumatismo en cráneo, columna cervical y hombro
derecho”, que según ella le relata (el certificado data nada menos que de 15 meses después
del evento), se habrían derivado del accidente de tránsito en el cual fuera protagonista.
Obviamente, dicho elemento de prueba puede tener incidencia en relación con las dolencias
de la accionante, pero por su distancia temporal con el accidente en sí, es de muy relativa
incidencia en orden a la debitada conexión causal entre hecho y daño.
A fojas 8 obra copia simple de las constancias expedidas por el centro de
especialidades médicas de Esperanza en fecha 26 de marzo de 2.009 (mas de un año
después del hecho), en el que se dice que desde el 7 de mayo de 2.008 (mas de dos meses
de pasado el evento) y hasta el 26 de junio de 2.008 la actora fue tratada allí por “síndrome
doloroso en hombro derecho”; y por el Centro Médico de Santa Fe (en 6 de mayo de 2.009,
vale decir, catorce meses después del accidente), donde se alude también a dolores en esa
zona corporal.
A fojas 12 y ss. obra la prueba documental que, a raíz de la apreciación que de la
misma se hiciera, probablemente generara la apertura del recurso por parte del Tribunal a
quo. En ellas figura el parte de operaciones, la hoja de anestesia y la epicresis vinculadas a
la cirugía del hombro derecho a la cual fuera sometida la actora. En la primera de ellas
figura (en anverso y reverso) como fecha de la práctica el 7.10.08, mientras que en la
segunda (fojas 13 y 14), se consigna “7.1.08”. Ello llevó a interpretar, por parte del
Tribunal, que dicha práctica médica habría precedido en el tiempo al accidente. Al respecto,
es probable que esta segunda atestación haya obedecido a un error material del personal
médico que confeccionara la historia clínica, ya que la secuencia temporal de dichos
elementos probatorios indica, por lógica, que la fecha correcta era la primera, y por ende
esa conclusión podría resultar errónea. No obstante ello, si bien dicho material resulta apto
para acreditar la existencia de la operación (como lo constata además la pericia médica de
fojas 119 a 124 vta., en la cual además se aprecia en fotos hasta la existencia de la cicatriz),
no tiene similar potencialidad para lo dubitado: que la patología evidenciada por la actora
tuviera efectivamente origen causal en el accidente.
Por su parte, a fojas 119 a 124 luce agregada la pericia traumatológica, la cual
ilustra sobre el cuadro diagnóstico y el grado de incapacidad que sufre la periciada, pero
sobre la etiología causal del cuadro –luego quirúrgico- refiere sólo que la historia clínica
del Sanatorio donde fuera intervenida alude a “lesión traumática de hombro derecho”, sin
aclarar –quizás no se pudiera técnicamente hacerlo- su opinión personal sobre el tema.
A fojas 129 se agrega copia de la certificación policial del accidente, donde se alude
a que “… oficiado el Médico de Policía en turno, previo examen de los intervinientes,
diagnosticó en ambos no LESIONES y no EBRIEDAD”.
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A fojas 145 se agrega un informe de la empresa periodística “Play televisión” de la
ciudad de Esperanza, según el cual como consecuencia del accidente del cual se da sucinta
información, “… los conductores sufrieron lesiones de menor consideración”. Más allá de
que no se expliciten las mismas, resulta claro que la fuerza de convicción del informe
policial resulta mas atendible que la del mero parte periodístico.
A fojas 151 y 152 constan sendas denuncias del siniestro hechas por ambos
conductores
(paradójicamente,
asegurados
en
la
misma
Compañía),
constancia
confeccionada dos días después del evento (lo cual permitiría suponer que, de mediar
alguna dolencia derivada de la colisión, la hubieran mencionado), y en la cual nada se dice
en orden a ningún tipo de afectación personal sufrida por los protagonistas de la misma. Y,
atendiendo a la que corresponde a la actora (cuya firma aparece al pié en el formulario de
fojas 152/vta.), tal referencia ausente deviene francamente inconciliable con el cuadro que
se describe en la demanda, según el cual en el accidente Franco sufrió “traumatismo de
cráneo con cefaleas”, “traumatismo en latigazo en columna cervical con mareos y
parestesias en miembros superiores”, y “traumatismo en hombro derecho con tendinitis”.
Alguien con ese cuadro desde ya que lo declara al seguro, y además resulta difícilmente
concebible que no se lo manifieste al médico policial que lo ausculta luego del hecho.
Por último, a fojas 163 se agrega copia de la resonancia magnética de hombro
derecho practicada en el “Centro de Tecnología Diagnóstica” de esta ciudad de Santa Fe en
la persona de la accionante, en fecha 14 de setiembre de 2.008 (mas de seis meses después
del accidente, y unos días antes de la cirugía), la cual, aún en lenguaje técnico, arroja
relevante información sobre la cuestión controvertida. En lo que a ello concierne, se
informa que en el tendón supraespinoso (del hombro respectivo) se advierte
“engrosamiento y alteración de la señal”, traduciendo “una franca tendinitis”, “aunque sin
rupturas fibrilares”. El tendón infraespinoso “insinúa una leve tendinopatía”, pero también
“sin rupturas fibrilares”. Lo mismo sucede con el tendón subescapular. Se agrega que “..se
insinúan leves cambios artróficos acromioclaviculares con osteofitosis marginal superior y
ligera desalineación facetaria”, aludiéndose “…a un borde anterior francamente ganchoso,
el cual suele vincularse con el desarrollo de tendinopatías del manguito rotador”. Ahora
bien, sin pretender incursionar en conocimientos médicos científicos que obviamente
escapan al ámbito propio de lo jurídico, máximas de experiencia permiten entender que
patologías como la descripta no indican de manera clara un origen traumático (sí podria
haberlo si hubiera ruptura fibrilar de los tendones), siendo que la tendinitis, como proceso
claramente inflamatorio, y los componentes artróficos detectados, pueden obedecer a
causas orgánicas o funcionales del miembro afectado.
La sentencia impugnada –fojas 179 vta.- transcribe el informe del médico Dr.
Ignacio Biancucci, quien para determinar el origen traumático de la lesión alude a lo que a
él le refiriera la propia actora; y similar condicionante se deriva del testimonio de Andrea
Giudicatti –ver también transcripción de sus dichos efectuada en la sentencia a fojas 170
vta./171-, quien igualmente alude a lo que la actora la relatara en orden al origen de sus
dolencias. En ambos casos se dice lo que la actora les mencionó, pero ello no conlleva a
detectar en esos aportes una referencia objetiva que les confiera especial atendibilidad mas
allá de que no haya razones para dubitar de lo que ellos relatan.
Incluso en el testimonio de Biancucci –ver referencia a fojas 179 vta. dentro del
contexto de la sentencia apelada-, el deponente expresa que Graciela Franco
inmediatamente después del accidente habría concurrido al SAMCO de la ciudad de
Esperanza, pero sin que obre en autos constancia alguna de tal extremo, ni del cuadro que,
eventualmente, podría entonces haberse diagnosticado, lo cual, de existir, hubiera
seguramente configurado una prueba relevante en relación con la proximidad temporal
entre el hecho y la consulta.
En definitiva: la demanda alude a secuelas traumáticas importantes en la accionante
derivadas del accidente –que indudablemente ocurrió-. Se habla de traumatismo craneano,
de afectación de la columna cervical “en latigazo”, y de lesión en el hombro derecho.
Pero tales lesiones no las constata el médico policial que interviene, ni las declara la
reclamante en su relato del accidente hecho ante su aseguradora. Recién varios meses
después aparecen constancias médicas de tratamiento, que culminan con una cirugía en el
hombro llevada a cabo casi ocho meses mas tarde, y que se vincula con un proceso de
tendinopatía con componentes artrósicos en la articulación del hombro, que nada indica que
deba obedecer a una génesis traumática.
Está claro que, como le correspondía en sustento de su pretensión, la actora probó la
existencia del hecho (el accidente), y la existencia de daños materiales vinculados a él (el
costo de reparación de su vehículo, parcialmente reconocido por la sentencia en función de
la asignación de concurrencia de culpas), así como daños personales (la cirugía en su
hombro y la eventual incapacidad parcial y permanente de que de ello se deriva, no así lo
relacionado al invocado traumatismo craneano ni de columna cervical), pero lo que no
logra demostrar (al menos, en mi punto de vista) es el nexo causal adecuado entre aquello y
esto, vale decir, que la tendinopatía del manguito rotador de su hombro derecho, con
componentes artrósicos (por lo cual fue operada), efectivamente haya sido una secuela del
impacto que supuestamente sufriera en la colisión del 1° de marzo de 2.008.
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Y la carga probatoria de tal extremo la incumbía a ella, ya que no hay allí
presunciones legales ni jurisprudenciales de causalidad que generen una alteración del
“onus probandi”.
Como consecuencia de todo lo expuesto, y sin perjuicio de que la sentencia a qua,
como consecuencia de constancias contradictorias en la historia clínica, pudo haber sido
inducida a un error al entender que la cirugía había sido previa al hecho lesivo (cuando en
realidad fue casi ocho meses posterior), de igual modo no se alcanza a avizorar que esa
carga de demostrar el efectivo y fehaciente vínculo causal entre el accidente y la
incapacidad aparezca como satisfecha, y con ello no resulta procedente indemnizar las
consecuencias de esa incapacidad, ni el daño moral relacionado a la misma, ni los gastos
médicos no documentados.
Como colofón de estas consideraciones, a la cuestión bajo análisis voto entonces por
la negativa.
A la segunda cuestión, el Dr. Vargas (en disidencia) dijo:
Con el mayor de los respetos por la solidez argumentativa del voto del estimado
colega preopinante, en este excepcional caso voy a permitirme disentir con algunos de sus
fundamentos y, consecuentemente, con la solución que se propone.
A tales fines y dando aquí por reproducida la excelente relación de los antecedentes
fácticos y jurídicos que efectúa el Vocal de esta Sala, Dr. Edgardo Ignacio Saux, he de
hacer las siguientes consideraciones:
1. Estimo configurada la causal de procedencia del recurso de apelación
extraordinaria deducido por la representación letrada de la actora en tanto tengo para mí
que el producto sentencial de la anterior instancia adolece de algunos vicios (en particular,
adelanto, prescindencia de valoración de prueba decisiva para la solución del pleito, falta
parcial de fundamentación y autocontradicción en su discurso) que inficcionan las formas
sustanciales previstas a nivel constitucional y legal (en normas con contenido procesal) con
afectación del derecho de defensa en juicio (rectius: derecho a la tutela judicial efectiva y a
un proceso judicial con las debidas garantías convencionales, constitucionales, legales y
jurisprudenciales) de la accionante.
En efecto, se pregona en la sentencia bajo revisión que “ningún elemento concurre
en autos que permita establecer razonablemente una conexión causal entre la lesión
apuntada y el siniestro acaecido el 01 de marzo de 2008” y se hace foco después en torno a
que “de la denuncia de siniestro formulada por el demandado en fecha 03 de marzo de
2008 (fs. 151) no surge la existencia de lesionados como así tampoco de la denuncia
efectuada por ante dicha compañía aseguradora por la señora franco en idéntica fecha (fs.
152) …” a lo que se agrega que “de la constancia policial acompañada … resulta
claramente …” que el oficial médico de policía diagnosticó en ambos partícipes del
siniestro “no lesiones” (fs. 129); a lo que se adita que “ninguno de los certificados médicos
ni estudios realizados” permite inferir “de ninguna manera que tales lesiones tuvieron
origen en el siniestro acaecido que dieran lugar a estas actuaciones, ni una sola de ellas data
de una fecha siquiera cercana …” (ver fs. 179 y vta.).
1.1. Por el contrario, a mi modesto y seguramente discutible juicio, entiendo que el
Tribunal de la anterior instancia ha prescindido y/o valorado erróneamente elementos de
prueba decisivos a la hora de estimar la acreditación de la adecuada relación causal entre el
siniestro y los daños personales padecidos singularmente en el hombro de la actora, Sra.
Graciela Ignacia Franco.
Desde esa perspectiva debo señalar (a contrario de lo sostenido por mi distinguido
colega preopinante) que el hecho que en las “denuncias del siniestro” que la actora
efectuara por ante la compañía aseguradora (ver fs. 96 y vta. y 152 y vta.) no conste bajo su
firma de la aseveración de que en ese momento padecía de secuelas físicas derivadas del
accidente de tránsito no necesariamente implica que no las tuviera o, aún, que éstas no
pudieran manifestarse con posterioridad a las primeras 72 horas en que legalmente se
exige que se efectúe el mencionado acto administrativo a los fines de mantener la cobertura
del seguro preindicado.
Nótese que, como bien indica el apoderado de la accionante, al estar asegurados los
automotores circulantes en la misma compañía (Instituto Autárquico Provincial del Seguro
de Entre Ríos) no fueron ni la Sra. Graciela Ignacia Franco ni el Sr. Guillermo Daniel
Lencina quienes confeccionaron los formularios de fs. 96 y vta. y 152 y vta., sino sendos
empleados de la persona jurídica antes citada (aquí citada en garantía) que, precisamente,
es quien luego va a negar todo tipo de reconocimiento tanto a los daños patrimoniales
como a los personales de la actora (ver todas las negativas genéricas y específicas de la
contestación de la demanda por parte de la citada en garantía de fs. 45/48).
En particular, a fs. 96 y 151/152 vta. se observa claramente que lo que se le hizo
firmar a la Sra. Graciela Ignacia Franco (dicho sea de paso y sin que ello implique
menoscabo personal alguno sino que sólo se hace para valorar en su justa dimensión su
“inocencia jurídica” ante la estructura de una aseguradora, debe recordarse que la Sra.
Franco trabaja como empleada doméstica en un convento -ver testimonial de la Sra. Andrea
Giudicatti reseñada en la sentencia de Primera Instancia a fs. 171-) fueron “formularios
preimpresos predispuestos por la compañía aseguradora”.
Específicamente el obrante a fs. 196 ni siquiera posee un ítem como para que la
denunciante invoque daños o secuelas “físicas” derivadas del accidente y, por su parte, el
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de fs. 152 y vta., si bien contiene un capítulo especial relativo a “lesiones”, refiere sólo a
las ocasionadas respecto de “terceros” (ver Anexo 2).
Es por ello que luce para mí suficientemente clara la razón por la cual estos
formularios preimpresos no contienen ninguna aseveración de la actora en torno a la
patología interna a su hombro que luego se le desarrollaría y agravaría con el correr de los
días.
Es por ello que no puedo -respetuosamente- coincidir con mi distinguido colega en
cuanto entiende que si la señora Franco hubiera sufrido (como lo manifiesta en la demanda)
traumatismo de cráneo con cefaleas, latigazo en columna cervical con mareos y parestesias
en miembros superiores con más traumatismo en hombro derecho con tendinitis “desde ya
que lo declara el seguro, y además resulta difícilmente concebible que no se lo manifieste al
médico policial que lo ausculta luego del hecho”.
1.2. Respecto de los “formularios de denuncia de siniestro” predispuestos y
llenados unilateralmente por la compañía aseguradora y personal de ésta,
respectivamente ya me expedí, a lo que debo aditar ahora que también por máximas de la
experiencia (y a ésto ya lo he dicho en otras sentencias de esta misma Sala Primera) tengo
para mí de muy escaso valor convictivo al examen médico que realiza los funcionarios
profesionales de la policía en turno como el que obra enunciado a fs. 129; es que, lo
reitero aquí, todos sabemos (y hemos tenido experiencias personales al respecto) que el
médico de policía en la generalidad de los casos oficia más como un “interrogador” que un
“examinador” en relación a las víctimas de un accidente de tránsito.
Y no puede ser de otra manera desde el momento que médico de policía no cuenta
con la aparatología ni con los exámenes auxiliares necesarios como para saber, a simple
vista, que hay o no, por ejemplo, “lesiones internas” (tal este caso, donde estamos
hablando de una “tendinitis en el hombro”). Podría abundar sobre este informe
administrativo, pero por ahora estimo suficiente señalar que donde el médico policial dice o
diagnostica que ambos colisionantes no tienen lesiones, debería leerse -en mi modesto
entender- que “no tienen lesiones externas visualizables al simple, provisorio,
rudimentario y escasamente profesional examen” allí realizado en las también precarias
condiciones que brinda una oficina médica desprovista de la más mínima estructura
sanitaria que podría brindar, por ejemplo, cualquier efector de la salud público o privado
(hospitales o sanatorios).
2. Ahora bien, sentado que para mí los formularios de denuncia de siniestro
confeccionados nada menos que por la demandada (citada en garantía) no pueden
perjudicar la posición procesal de la actora, resta ahora fundar por qué sostengo que, a
contrario de lo afirmado en la sentencia de primera instancia, de las propias constancias de
la causa surge que la señora Franco ha levantado la carga procesal que le incumbía,
particularizar aquí en torno al nexo causal adecuado entre el siniestro y los daños físicos
padecidos.
En efecto, hemos visto que el accidente se produjo el 01 de marzo del año 2008;
pues bien, según el testimonio de Andrea Giudicatti “Refirió que Graciela tuvo un
accidente y que ella misma se lo comunicó al día siguiente. Le contó que fue a la nochecita
un día sábado, un muchacho en una esquina intentó pasar, le dijo que venía él muy fuerte,
y que el chico como que la rozó a ella y a raíz de eso, él tumbó. Que ella al día siguiente
todavía estaba muy nerviosa. Preguntada si sabe si sufrió lesiones a raíz de ese accidente,
contestó que Graciela estaba nerviosa, como contracturada, a los pocos días le comenzó a
decir del dolor en el brazo, que le recomendó que se hiciera controlar por si había tenido
algún golpe. Ella trabaja, utiliza mucho el trabajo físico trabaja en el Convento Cristo
Rey, donde hace la limpieza, y reparaciones. Actualmente sigue trabajando allí. Ella
después del accidente, comenzó a tener dificultad para hacer sus tareas, sentía dolor en los
brazos, tuvo que ir a hacerse ver porque primero pensó que el dolor iba a desaparecer,
que era solo muscular, pero no fue así. Que Graciela estuvo un tiempo con tarea pasiva,
luego con licencia, ahora retornó a la actividad pero no hace todo, tiene ciertas
limitaciones, que todo esto por lo que ella se lo contó. Posteriormente al accidente se hizo
control médico en Esperanza, no recuerda bien con qué médico, cree que le hicieron
infiltraciones en el brazo derecho, pero no le encuentran bien el problema y le parece que
tomaba alguna pastilla para el dolor. En ese momento su trabajo no lo podía realizar
como antes, ella va a un médico clínico porque no queda convencida con el otro médico, le
hace una ecografía, o algo así, y éste médico le aconseja que vaya a un especialista, cree
que por la Obra Social el no podía tratarla, entonces vino a Santa Fe. El médico de acá,
cree que fue a los 6 meses del accidente, le hace estudios, una resonancia, aconseja
cirugía y se la hace. Ella dice que después de la cirugía tiene una mejoría, pero que ese
brazo no le quedó con la misma movilidad, que no puede levantar cosas pesadas, tiene
ciertas limitaciones …” (v. fojas 171 y vta.).
Dicho testimonio no fue tachado, impugnado o cuestionado ni por el demandado ni
por la compañía de seguros citada en garantía y, si bien han sido transcriptos por el tribunal
a quo en su sentencia (ver fs. 171 y vta.), directamente no sólo que omitió valorarlo
(conforme las reglas de la sana crítica y en relación a los hechos controvertidos, en
particular, insisto, respecto de las secuelas físicas del accidente en relación a la actora) sino
que además “prescinde del mismo (y de otras pruebas a mi juicio decisivas)” al señalar
que “ningún elemento concurre en autos que permite establecer una conexión causal entre
la lesión apuntada y el siniestro” (ver fs. 179).
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Tomo: 13
Coherentemente, la actora acompañó un certificado médico emitido por el Dr.
Alfredo Gamboz (ver fs. 8 y su reconocimiento en la audiencia de vista de causa a fs. 167)
donde el galeno citado señala que la Sra. Graciela Franco fue asistida por él en el Centro de
Especialidades Médicas “desde el día 07.05.08 hasta el día 26.6.08” por haber manifestado
“síndrome doloroso hombro derecho”.
Pero no terminan aquí las pruebas esenciales no valoradas por el tribunal a quo sino
que, además, en la historia clínica que en fotocopia luce agregada a fs. 13 y vta., se destaca
claramente que, el día 7.10.08 cuando la Sra. Franco ingresó para que le practiquen la
operación a que se refiriera en el voto preopinante, ésta manifestó a los médicos y éstos
“tomaron nota” de que la misma padecía “dolor del hombro derecho … de 5 meses de
evolución ...”.
O sea, el accidente ocurrió el 1° de marzo de 2008 y los dolores se intensificaron en
el hombro de la actora hacia el mes de mayo del citado año, en un todo coincidente con la
declaración testimonial de la Sra. Giudicatti, a lo que luego debe agregarse también como
prueba corroborante, lo que señala el profesional médico que también testificó en la
causa, Dr. Ignacio Román Biancucci (ver fs. 161 vta.), más allá de que el informe que
éste emitió en 20.5.2009 tiene una enorme distancia temporal con la fecha del accidente.
3. Sin perjuicio de lo anteriormente expuesto, advierto que a las falencias apuntadas
(prescindencia de la valoración de prueba decisiva a la solución de la causa y
autocontradicción en el discurso sentencial de la anterior instancia) se suma el escaso
interés de todos los sujetos procesales involucrados por acceder a la “verdad jurídica
objetiva” en relación al nexo causal al que venimos refiriendo como presupuesto de la
procedencia (o improcedencia) de la responsabilidad civil en conflicto.
En efecto, ambas partes ofrecieron la pericial médica para que se determine no
sólo la entidad de las lesiones físicas invocadas sino, fundamentalmente, su “origen” (ver
fs. 22 y 47 vta.).
Sin embargo, a poco que se lee la pericia producida a fs. 119/124 vta., se advierte no
sólo su insuficiencia científico técnica (aspecto sobre el cual prefiero no abundar por no ser
pertinente, pero que destaca a todas luces por su propio contenido, entre otros detalles,
porque el perito médico para investigar la etiología de las lesiones sólo se basa en lo que le
“manifiesta la periciada” -ver fs. 119 vta.-, en un examen físico totalmente superficial
-siendo que estamos hablando de “lesiones internas al hombro”- y, finalmente, en una
resonancia magnética del hombro con más la historia clínica que le fueron suministradas
por la propia peritada, sin que de su parte tuviera la iniciativa de realizar otros estudios
complementarios, asistido por la debida tecnología-) sino, fundamentalmente, que el
perito omitió responder al principal “punto de pericia” que ahora nos interesa: el número
1 donde se le pidió que explicara “el origen” (rectius: el famoso nexo causal) de las
lesiones traumatológicas que indudablemente padece la Sra. Franco.
Insólitamente, el perito respondió cuáles son las lesiones que “la periciada presenta
en la actualidad” (ver fs. 123 vta.).
Tal alevosa falencia en la actividad del auxiliar de justicia convocado por el
Tribunal y las partes para dilucidar quizás el aspecto central más importante de la litis, no
fue subsanado por la actividad partiva (a través de los correspondientes pedidos de
ampliación del dictamen pericial o de explicaciones, etc.) u oficiosa del Tribunal a quo (sea
en ese momento pidiéndole explicaciones o ampliaciones, o bien, más adelante,
convocándolo al perito a la audiencia de vista de causa).
4. Estas falencias obligan a que los integrantes de este Tribunal de Alzada tengamos
que efectuar análisis no ya a partir de la “prueba” elemental y correspondiente (la pericial
médica) sino, con base en “máximas de la experiencia” (que, por naturaleza, son variables,
contingentes y de inferior valor convictivo).
Desde tal perspectiva mi distinguido y estimado colega preopinante entiende que
una patología como la que dice padecer la actora “no indica de manera clara un origen
traumático (sí podría haberlo si hubiera ruptura fibrilar de los tendones), siendo que la
tendinitis, como proceso claramente inflamatorio, y los componentes artróficos detectados,
pueden obedecer a causas orgánicas o funcionales del miembro afectado”.
Nuevamente con el debido respeto por la fundada opinión aludida he de permitirme
discrepar en un tema harto opinable (y para el cual, reitero, ambos no contamos con una
“pericial” esclarecedora).
Precisamente, tengo para mi -por “máximas de la experiencia”- que las lesiones en
articulaciones y tendones no necesariamente tienen que derivar en una “ruptura fibrilar”
como para que reconozcan su origen en un evento traumático.
Antes bien, todos quienes somos aficionados o practicamos algún deporte sabemos
(de allí lo de máximas de la experiencia) que un “evento traumático” (v.gr. un golpe, un
mal movimiento, un foul en el futbol, etc.) puede producir -en muchos casos- una
“distensión” en los “ligamentos” o “tendones” o aún en las fibras musculares sin que,
necesariamente, se llegue a un “desgarro” o “ruptura” de tales partes de la anatomía
humana.
Por tanto, del “latigazo” que dice haber sufrido la actora como consecuencia del
accidente de tránsito bien pudo derivar como un “daño personal” una “tendinitis” en su
hombro derecho que fue un proceso inflamatorio que se fue acentuando con los días
(singularmente con posterioridad a las 72 horas posteriores al accidente) y que la limitó
funcionalmente al punto de ser necesaria la intervención quirúrgica de mención luego de su
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peregrinar por varios médicos y de ser sometida a varios tratamientos que no dieron los
resultados esperados.
5. De todas maneras (y tenga o no validez la especulación apuntada -sustentada en
“máximas de la experiencia”-), todas las defecciones apuntadas coadyuvan a fortalecer mi
perspectiva inicial en relación a que la sentencia de la anterior instancia sub examine
adolece de vicios que la inficcionan como acto procesal válido (en particular, reitero una
vez más, prescindencia de la valoración de prueba decisiva para la solución del pleito y
autocontradicción argumentativa), con lo cual se configura la causal prevista en el inciso 1
del art. 42 de la Ley Orgánica de Tribunales invocada por la recurrente como causal de
procedencia de su recurso de apelación extraordinario.
Por todo lo expuesto y conforme lo ordena el artículo 570 CPCyC, cuanto
correspondería, a mi juicio, sería que este Tribunal anule la sentencia venida en revisión y,
remita el expediente al tribunal que legalmente corresponda a los fines que se celebre nueva
audiencia de vista de causa y, posteriormente, se dicte nueva sentencia de primera instancia
en este proceso. Conforme el resultado de la incidencia recursiva, las costas por lo actuado
en esta instancia se imponen a la citada en garantía (arg. Art. 251 CPCyC).
Así voto.
A la segunda cuestión, la Dra. Aletti de Tarchini expresó, a su vez, iguales
razones que el Dr. Saux, en parecidos términos y votó, por lo tanto, en igual sentido.
A la tercer cuestión, los Dres. Saux y Aletti de Tarchini, por mayoría,
manifestaron sucesivamente que, de acuerdo a lo manifestado, cuanto corresponde es
rechazar, con costas, el recurso de apelación extraordinaria interpuesto por la parte actora
contra la sentencia definitiva dictada por el Tribunal Colegiado de Responsabilidad
Extracontractual n° 1 de esta ciudad, confirmándose en todas sus partes dicho
pronunciamiento.
A la tercer cuestión, el Dr. Vargas (en disidencia) dijo:
Por todo lo expuesto y conforme lo ordena el artículo 570 CPCyC, cuanto
correspondería, a mi juicio, sería que este Tribunal anule la sentencia venida en revisión y,
remita el expediente al tribunal que legalmente corresponda a los fines que se celebre nueva
audiencia de vista de causa y, posteriormente, se dicte nueva sentencia de primera instancia
en este proceso. Conforme el resultado de la incidencia recursiva, las costas por lo actuado
en esta instancia se imponen a la citada en garantía (arg. Art. 251 CPCyC).
Por todo ello, la SALA PRIMERA DE LA CAMARA DE APELACION EN LO
CIVIL Y COMERCIAL DE SANTA FE, por mayoría, RESUELVE: 1) Rechazar, con
costas a la recurrente, el planteo impugnativo extraordinario y no constitucional articulado
por la actora contra la sentencia definitiva dictada a fojas 168 a 181 de autos por el Tribunal
Colegiado de Responsabilidad Extracontractual n° 1 de esta ciudad de Santa Fe, el que se
confirma en todas sus partes. 2) Los honorarios de Alzada se liquidarán en la proporción
establecida en el artículo 19 de la ley 6.767, modificada por la Ley 12.851, oportunidad en
que se correrá vista a la Caja Forense.
Concluido el acuerdo, firmaron los Señores Jueces de Cámara por ante mí, que
certifico.
Insértese, hágase saber, bajen.
SAUX
VARGAS
(En disidencia)
PENNA
(Secretaria)
ALETTI DE TARCHINI
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