sumario EDITORIAL Poderoso caballero es Don Dinero Dentro de una visión del mundo basada casi exclusivamente en el dinero como es la que impera actualmente en nuestra sociedad, y especialmente en el sector de los servicios, este enfoque lleva muchos años siendo el predominante dentro de los servicios de salud. Esta aproximación economicista al campo de la salud en nuestro país se puede decir que ha fracasado rotundamente pues no ha obtenido los objetivos de contención y, ni mucho menos, de disminución del gasto, a pesar de la multitud de medidas que se han tomado y de los efectos no deseables que han producido. Aún siendo ésta una situación de fracaso evidente, cada día se le da más importancia al dinero, al gasto y a la rentabilidad dentro del Sistema Nacional de Salud (o de los Servicios de Salud Autonómicos). Esta situación propicia que los clínicos nos hagamos preguntas sobre el gasto como penúltimos responsables de éste, y que nos cuestionemos este enfoque. ¿El crecimiento del gasto en los servicios de salud es imparable o no?; al parecer hay diferentes opiniones respecto a este tema. Incluso algunas de ellas plantean que un aumento moderado del gasto no sólo es necesario sino que es conveniente. Por otro lado existe una presión enorme, diaria y continua, y que además va en aumento para que los médicos de familia tengamos más en cuenta el gasto que producimos, partiendo de la idea preconcebida de que gastamos mucho y mal (cosa nunca demostrada con carácter general). Pero, ¿hasta dónde puede llegar esa presión?, tendrá que llegar un momento en que se ponga un límite; sobre todo porque a partir de un cierto grado puede producir un efecto rebote, con la correspondiente inmunización y resistencia a toda medida que vaya en ese sentido (efecto que ya es más que probable que se esté produciendo). El ahorro (¿) y la rentabilidad en medicina no pueden ser valores absolutos; hay necesariamente que relacionarlos con la calidad de la atención que se presta, con la satisfacción y la accesibilidad de la población, con los problemas de salud más prevalentes, y sobre todo con las mejoras del nivel de salud de la población obtenido. Por lo tanto el médico de familia debe tratar de mantener un grado de equilibrio entre la necesidad de gestionar racionalmente los recursos y la atención que presta a sus pacientes. Probablemente ni siquiera los economistas querrían tener un médico de familia obsesionado con gastar poco dinero. El dinero, en sí mismo, no puede convertirse en la nueva lealtad básica de los profesionales de la salud; esa lealtad la debe seguir teniendo siempre el paciente, que es lo que la sociedad espera de nosotros y para eso nos forma. Si por el contrario la economía fuera el centro de nuestra actividad estaríamos cambiando el objetivo básico de nuestro ejercicio profesional. Por otro lado, no puede haber eficiencia (palabra mágica), si los servicios que prestamos son muy baratos pero de baja calidad, ya que no producirían los resultados esperados. Si la lealtad fundamental del médico de AP va a ser el gasto, el dinero, la economía, lógicamente sus motivaciones fundamentales van a cambiar en ese sentido, ¿es posible que así se esté promocionando que los médicos nos movamos más, e incluso exclusivamente, por motivaciones económicas? En ese sentido, el asociar directamente el menor gasto con incentivos económicos es un error, pues aparte de su discutible ética, va introduciendo dos ideas o conceptos diabólicos: 1º) Los médicos sólo son capaces de cambiar sus hábitos clínicos (de prescripción por ejemplo) por dinero. 2º) Esta puede ser la manera habitual de relación del Sistema Nacional de Salud con sus trabajadores. ¿Podría esto producir médicos interesados y peseteros, (no se como se dirá en euros) para todos en el siglo XXI? Si esto se sigue promocionando de esta forma desde múltiples ámbitos sociales, luego, la sociedad no se debería asombrar o quejarse de los resultados obtenidos; posiblemente serían médicos mercantilizados cuyo único estímulo profesional será el dinero, que como es esperable, y a la larga acabará dando lugar a múltiples efectos perversos e incluso el encarecimiento de la atención sanitaria. Aunque se me tache de ingenuo creo que aún existen muchos médicos de familia cuya principal motivación es mejorar la salud de los pacientes, haciendo las cosas bien, y con unas grandes cualidades como generosidad, entrega, y capacidad de sacrificio. ¿Nuestro país se puede permitir no estimular la persistencia de esos valores en la atención a la salud?, o poner en marcha estímulos económicos que hagan desaparecer poco a poco ese espíritu. No es mas cierto que tener muchos profesionales de esas características en AP resulta muy rentable y es un buen negocio para el SNS. El estímulo económico es importante, pero puede que para la mayoría de los médicos de familia españoles que MARZO 2001 147 sumario CENTRO DE SALUD trabajan en el sistema público no sea lo esencial, ya que es difícil pensar que estamos en esta profesión para hacernos ricos. Seis años de carrera más 3 de especialidad, para tener que hacer una oposición, y tener la suerte de tener una de las limitadas plazas fijas, y luego ejercer con una gran carga de trabajo, un alto nivel de responsabilidad, con un sueldo simplemente aceptable, y sin grandes posibilidades de promoción profesional, no parece ser el "negocio del siglo". Esta realidad debería trasmitir la sensación a los gestores de que no somos médicos de familia para ganar mucho dinero. Sin embargo, al tener un nivel de vida aceptable tampoco necesitamos las "propinas" para decidir qué es lo que más le conviene a nuestros pacientes. Esta podría ser la causa de los efectos limitados que se suelen obtener con estas medidas, por lo que deberían pensar en ello los gestores economicistas. Afortunadamente esta situación puede que sea la que defiende a nuestros pacientes de los efectos de estas medidas. Como es lógico podríamos preguntarnos ante la bonificación económica respecto al ahorro en la prescripción ¿Es posible una objeción de conciencia?, ya que estamos hablando indudablemente de problemas éticos que relacionan el dinero percibido por el profesional frente a las necesidades del enfermo. Probablemente el médico debería defender con sus decisiones al paciente de aquel ahorro económico que por inadecuado pueda poner en riesgo su salud; pues podría entrar dentro de lo posible que para cumplir los objetivos de ahorro un determinado profesional deje de prescribir alguna medicación o examen complementario necesario pero caro; y siendo esto negativo lo peor es que este proceder inadecuado no se puede detec- 148 MARZO 2001 tar o corregir (no está prevista ninguna medida de control en ese sentido). Se dirá desde las instituciones sanitarias: "todo esto entra dentro de la responsabilidad ética y profesional individual del médico de familia", que siendo cierto no las puede eximir de la responsabilidad de los resultados que se puedan derivar (incluidos los legales ante posibles conflictos), puesto que en realidad no están velando porque los asegurados reciban la mejor atención posible, sino la atención más barata. Probablemente este problema tiene que tener otra aproximación, que contemple la formación adecuada de los profesionales (pregrado, postgrado y formación continuada) a la que tan poco proclive se muestra el SNS, y la implicación voluntaria de los médicos. En general, los médicos no somos tontos y sabemos que los recursos son limitados, sabemos la importancia cuantitativa que tienen, que lo que se gaste por un lado se está detrayendo de otro, e incluso estamos dispuestos a mejorar como profesionales para hacerlo mejor. Pero para ello hablemos de otros muchos aspectos y no sólo de dinero. Por cierto y hablando de dinero ¿cómo es posible que el precio de muchos nuevos fármacos esté alrededor de 1.000 pesetas (6 euros) por comprimido o cápsula? José Saura Llamas Especialista en Medicina Familiar y Comunitaria Programa EMCA - Murcia Centro de Salud Bº del Carmen - Murcia