E N UNA NOCHE Noche de feria en Vélez, ciudad que como un dije prendió en la garganta de una sierra el español Martín Galeano en 1539. Hay trajín en la plaza, bajo las toldas de los juegos de azar y en las calles empinadas, de piedras en relieve, donde abre sus puertas el expendio de aguardiente "monito" y mazato veleño. Y en la plaza y las calles, sin descanso, quieto el cuerpo y agudo el grito, grupos de a cuatro campesinos cantan en cadencia alargada la copla regional. "¡ Ay . .. morena hermosa. .. a ... !" las mujeres, y en grupo separado los varones dan principio a la copla de manera galante: "¡ Ay. .. morena hermosa. .. a ... !" De entre el número de cantares que se pueden oír en una noche, suaves unos y tristes como el atardecer en una loma; otros de socarrona alegría como el espíritu del campesino, entresaco, para aumentar la colección que forma esta re\'ista en pro del arte colombiano, aquellos cuyo marcado tinte regional es garantía de que son fruto del lugar mismo donde se oyeron, y cuyas palabras, sencillas, de uso diario en el rancho y la montaña, sellan su identidad. (1) A lo más alto del árbol , ha sla 01 'ogollo subí; pero fu i tan desgraciado que ni an una flor cogí. La guayalJita madura, la que bola la pepita, queriéndole hacer un lance a la mejol' señorita. A YOS solito te quiero porque no sos revoltoso, no sos como los marranos que onde quiera encuentran pozo. AQUELLAS DE La viyü cla que aqu í suena ti ene cuerdas de yenado , y el mocito que la toca ti ene ojo::; ll.o enamorado. tan lejos que "ivimos, no ]lodernos saludar; lo ce rros tienen la culpa qui én los pudiera voltiw·. (:¿) ~\ y ! En veces la musa campesina está de guasa, y en su alegría juega hasta con el mismo sentimiento que antes la hizo sollozar: En lo mús alto del ciel o yo t'ide a la Maga¿ena cOIriiélldo 'e un plato e papas, tres curas y una rellena. Mu cha lústima le tengo a la nndel' parrandera, (¡lIe amallece al otro <.lía como ~'eA'lIlt en I)e ebrel'a. A bonitas he querido y a bOll itas he dejao me han dado con la dulcencia (3) que lwsta me han eII11Jalagao. Me ,"oy a poner de luto un a bata colorada, porrIlle se murió mi sueg ra , esa vieja condenada. A las mujeres quererlas, quererlas y más am~arlas , comerles si tienen qué y al mismo tiempo dejarlas. soy el tigre pintado, las piutas m:enuditas, soy el que me enamoro. la ' muchachas bonitas. (2) Esta copla, de tan hermoso sentimiento, me trae a la memoria una canción oída hace ya varios años en Nemocón, que lamenta la ausencia, mas en forma muy distinta; "Las niguas tienen la culpa-de que no te vaya a ver-las chiquitas duelen tanto-las grandes agüarapadas-y lo que más me calienta-SOD las uñas levantadas." (1) He conservado las palabras tal como se dicen en la región. (3) Obsérvese la mayor suavidad que esta palabra l'egional tiene sobre la castiza "dulcedumbre". Yo de yo de 170 ©Biblioteca Nacional de Colombia Senderos Llevado del encanto de estos cantares, sigo de grupo en grupo, elogio la buena voz de alguna campesina, la gracia de otra en la expresión, cuando un labriego que sigue con intriga mi labor de copista, me dice riéndose' "Copie ésta, sumercé, que le dedicá.mos": Qué bonilas on aquí pero todas son ajenas, el pobrecito de yo me consolaré con velas. (1.) Ah, ladino, en esa noche más busca el pasajero un cantar de amor que el amor mismo. Vuelve a reír el hombre y en seguida me da satisfacción : Quita peno el lale, late, no me \'engas a morder; (Itle yo Yengo a lo que yengo, no vengo a huscar mujer. La muerte. Cuántas veces y en qué diversa forma el cantar campesino se ha servido de su solemnidad, de su misterio, para valorar afectos, y sin embargo en pocas de ellas logró dar de manera tan completa la sensación de amor y de constancia como al decir: He de man(lar que me entierren sentado, cuando me muera, para que diga la gente: se murió 11em la espera. Una copla oí que me trajo el recuerdo de un rito, de una religión que por siglos siguieron los abuelos del que tal vez en una tarde y andando con la carga hacia su rancho, al llegar a la cumbre y ver de pronto un cordón de colinas que la distancia hace borrosas, un valle al fondo, un río, grandioso todo, quieto, lejano y grande, formó esta oración: Al sal ir la boca el mOll te se t1iü:,a la gileltiá, lllP acordé de ti, Dio mío, en esta profundiclá, Oración a la naturaleza, diosa del aborigen chibcha en lo que tiene de más saliente: el sol, el alto cerro, la cascada, la peña y la laguna. Santandereana es la villa donde se cantan las coplas y santandereano ha de ser el carácter de éstas. Echa la ruana al hombro, coge el tiple y dice lo que siente un caminante que llegó de esas breñas que rodean a Vélez, ~le pesa el habel' lJacido y el haber nacido pobre, pero me queda el consuelo del habe!' !lar ido un 11omhl'('. Ya amanece un nuevo día de la feria. De otra calle llega el eco fuerte y claro de un estribillo: Si le hace daÍlo qué comió. abiendo que el agua moja por<Jué no se arremangó. ]la Voy al hotel, pensando en lo imposible que será despertar para seguir la ruta muy temprano. Comprendo los perjuicios que de perder el tren han de seguirse, y escucho que alguien, el eco o la propia conciencia, me dice paso: Sabiendo que el agüa moja porqué no se arremangó. (4) Rastro del "vellas" por "verlas", antiguo GREGORIO HERNANDEZ DE ALBA 171 ©Biblioteca Nacional de Colombia