Oración de la tarde: Con y como Zaqueo Dispongo de unos minutos para contemplar al Señor y para poderle escuchar, ahora cuando ya va a terminar el día. Con todo lo que agradezco y también lo que me ocupa y me preocupa. Con lo que me inquieta y lo que me ilusiona. Sintiendo muy cerca de mí a aquellos a quienes más amo y a tanta gente con la que me relaciono. Con todo mi bagaje, aquí vengo a estar un rato con el Señor, en su intimidad. Tal vez sea el mejor momento del día, antes de entrar en la etapa de descanso. Y hoy quiero recordar a Zaqueo, aquel hombre que no tuvo miedo de presentarse ante Jesús, de buscarlo, de mostrarle su verdad, su pequeñez y su fragilidad, diciendo solamente: Aquí estoy, Señor. Un hombre bajito, nos dice Lucas 19, 1-10), intentaba ver quién era Jesús. Seguro que aquel fue el mejor intento de su vida. Y yo, ¿puedo afirmar que conozco a Jesús? O tal vez deba reconocer que me paso la vida intentando saber quién es Jesús, qué significa en mi vida pero todavía no lo sé. Es muy importante, para cualquier creyente, aclarar siempre ese deseo de ver quién es Jesús y no dar por sentado que ya lo sabe. Jesús ha querido hoy hospedarse en mi casa. Como para Zaqueo, para mí también esto es motivo de una gran alegría. Él ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido y yo reconozco que con frecuencia ando perdido. No sabemos si Zaqueo siguió a Jesús con sus discípulos. Lo que sí sabemos es que ese día la salvación entró en su casa y que esa salvación pasó por su bolsillo. Y Zaqueo llegó a más allá de la justicia porque dejó entrar en su vida la causa de los pobres. Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres. Mi mayor deseo sigue siendo conocer mejor a Jesús para más amarlo y seguirlo. Hoy me ha dado la oportunidad y quiero agradecérserlo. Señor, gracias porque la salvación ha entrado hoy en mi casa. Has encontrado mucho desorden, y que mis cosas no andan del todo bien, porque soy pequeño de corazón y espíritu, como Zaqueo. Ven, Señor, de nuevo mañana y dispón de todo lo que soy y de todo lo que tengo. Quiero ofrecértelo todo y dártelo todo en señal de gratitud. Porque estoy en deuda contigo, y con tus preferidos, los más pobres. Reconozco que no he sido lo que esperabas de mí y que me falta conocerte mucho más. Por eso, Señor mío, quiero decirte, como Zaqueo, nuevamente: concédeme una noche de descanso para recuperar mis fuerzas y poder recibirte mañana nuevamente, y para atenderte mejor que hoy. Amén