LUCAS 15: PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA y DE LA MONEDA PERDIDA PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA (15,1-7) 1 Todos los recaudadores y los descreídos se acercaban a Jesús para escucharle. 2 Pero los fariseos y los doctores de la ley lo criticaban diciendo: —Ése acoge a los descreídos y come con ellos. 3 Entonces, Jesús les propuso esta parábola: 4— ¿Quién de vosotros que tenga cien ovejas, y se le pierda una, no deja las noventa y nueve en el descampado y va en busca de la descarriada hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, ¿no la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, 6 y se vuelve a su casa y reúne a sus amigos y vecinos para decirles: Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido? 7 Os digo que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión. v. 1. Todos los recaudadores y los descreídos Esta misma combinación de dos categorías de personajes, que representaban dos estratos de la sociedad palestinense contemporánea, ya ha aparecido anteriormente en el curso de la narración: Lc 5,30. Con recaudadores y gente de esa ralea (Lucas 5:30) Los que anteriormente habían sido designados como «otros» aparecen aquí expresamente como «pecadores»; y a eso se refiere la frase que usamos en la traducción: «gente de esa ralea». Es interesante la yuxtaposición de esos dos grupos porque da una imagen de Jesús asociado con ciertos sectores de la sociedad palestinense que, por lo general, eran considerados como proscritos. En un contexto en el que se habla de «fariseos y doctores de la ley», lo primero que viene a la mente cuando se lee esa palabra: «pecadores», es lo que se dice en el cuarto Evangelio: «esa gentuza que no conoce la ley» (Jn 7,49-Pero esta multitud que no conoce de la ley, maldita es»), es decir, los que prescinden de la interpretación que daban los fariseos sobre la pureza ritual o las normas alimentarias (cf. Mc 7,1-12). Pero lo más probable es que haya que entender el término «pecadores» en un sentido más amplio, con referencia a dos grupos: a) los judíos que no eran muy observantes de las prescripciones mosaicas —en general, y sin restringir esa actitud a su rechazo de la interpretación farisea—, pero que podían arrepentirse y reconciliarse con Dios, y b) los paganos, a los que se consideraba a-nomoi ( = «sin-ley», «im-píos») y a-theoi ( = «sin-Dios», «a-teos», «in-fieles»), y que, según la literatura apocalíptica, tenían pocas esperanzas de salvación. 1 La yuxtaposición de estas dos denominaciones vuelve a aparecer en Lc 7,34 (= Mt 11,19); 15,1, e implícitamente en Lc 19,7. Sobre los «exactores de tributos» ver más abajo la nota exegética a Lc 3,12. En la tradición evangélica quedan asociados con diversas categorías de gente depravada; por ejemplo, con «ladrones, malhechores, adúlteros» (Lc 18,11), con «prostitutas» (Mt 21,32), con «paganos» (Mt 18,17). La mala reputación de los «recaudadores» no les venía de ser judíos que se comportaban como paganos, es decir, colaboracionistas con el invasor extranjero. En realidad, no estaban involucrados en la imposición directa de tributos; su mala fama se debía fundamentalmente a un comportamiento deshonesto y a la extorsión. Eso es lo que parece deducirse de la exhortación que les dirige el Bautista (Lc 3,12-13Vinieron también unos recaudadores de impuestos[d] para ser bautizados, y le dijeron: «Maestro, ¿qué haremos?». 13 «No exijan más de lo que se les ha ordenado», les respondió Juan. ) ; véase, a este propósito, el episodio de Zaqueo (Lc 19,1-10). Ese mismo descrédito aparece posteriormente en los escritos rabínicos, especialmente en los que tratan de los mókesin. Por tanto, si se asociaba a los «recaudadores» con «gente pecadora» era esencialmente por la carencia de escrúpulos que caracterizaba su actividad profesional. y Lc 7,34. Amigo de recaudadores de tributos y de pecadores El reproche se refiere indudablemente a la impresión que causaba el trato de Jesús con determinados sectores sociales de su tiempo; de manera especial se indica la reacción de los «estamentos oficiales» ante la conducta de Jesús. Su predicación de la sabiduría y de la libertad de los hijos del Reino no podía prescindir de ciertos estratos sociales generalmente despreciados por la sociedad contemporánea de Palestina. En el Evangelio según Lucas esas dos clases de personas tipifican a los marginados, a los escépticos, a los desaprensivos. Aquí concretamente acuden a escuchar a Jesús, como lo habían hecho antes con Juan, el Bautista (cf. Lc 3,12-13- Vinieron también unos publicanos para ser bautizados,e y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado); así forman el contrapunto con los fariseos y los doctores de la ley, empecinados en su «crítica». Sobre el significado de telonai, veamos la siguiente «nota» exegética a Lc 3,12. Recaudadores de tributos En este contexto, la designación se aplica a los judíos que tenían la responsabilidad de exigir el pago de los diversos gravámenes que Roma había impuesto sobre las diferentes regiones de Palestina. Estos telonai volverán a aparecer en la narración lucana en Lc 5,27 (Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme.) 29-30 (Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?); 7,29 (Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.).34 (Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.); 2 15,1; 18,10 (Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. Luc 18:11 ( El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ).13; cf. Lc 19,2(Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico),. En cuanto a la traducción de este término, ni «publicano» ni «recaudador» expresan con exactitud el significado de la palabra griega. Como designación técnica, telones se refiere al encargado de exigir el pago de los impuestos indirectos, como aranceles, precios al consumo, comisiones, aduanas, etc.; es decir, una persona encargada de la «exacción» de tributos . (En español es preciso utilizar la palabra «recaudador», aunque resulta inexacta, por carecer de otra más apropiada) La recaudación de impuestos en las provincias romanas, o sometidas a la dominación del Imperio, habían dependido, en épocas anteriores, de la societas publicanorum, un grupo de personas adineradas pertenecientes a la «clase ecuestre», que normalmente se aprovechaban de los recursos de las respectivas provincias, llevándolas incluso a la ruina económica. Pero C. Julio César les desposeyó de esa situación privilegiada. El sistema de recaudación de impuestos parece que se instauró en Palestina desde los tiempos de la conquista del territorio por Pompeyo (año 63 a. C); pero en el año 47 a. C, César modificó el procedimiento y redujo considerablemente las tasas, aparte de declarar los años sabáticos totalmente exentos de tributación. En el año 44 a. C, el propio César abolió el sistema tributario en Palestina, de modo que el oficio de recaudador desapareció por completo. Más adelante, en las regiones sujetas a un gobernador o a un procurador —entre ellas, Judea, Samaria e Idumea— los impuestos directos, es decir, los que afectaban a la renta y al patrimonio, se pagaban a los «recaudadores» (en griego: demosiónes [término jamás usado en el Nuevo Testamento], y en hebreo: gabbá'im), personas que, en el ejercicio de su cargo, dependían directamente de las fuerzas romanas de ocupación. Para el oficio de exigir el pago de los otros impuestos, como aranceles, precios al consumo, comisiones, aduanas, etc., se organizaba una subasta, y el cargo se concedía al mejor postor, que se convertía automáticamente en «exactor jefe» (arcbitelónés: Lc 19,2(Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico), y tenía sus propios agentes (en griego: telónai; en hebreo: mókesin) colocados, por lo general, en oficinas locales (telonia: cf. Lc 5,27 (Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme), por ejemplo, en Cafarnaún. Pero, en Galilea, tanto los «recaudadores» de impuestos como los encargados de la «exacción» de tributos estaban más libres del control romano, porque Herodes Antipas era el que llevaba prácticamente la administración de su tetrarquía. Los encargados de la recaudación tributaria, tanto directa como indirecta, eran frecuentemente los propios judíos, auténticos funcionarios del régimen, en directa dependencia de los ocupantes, y, en el caso de la exacción de impuestos indirectos, actuaban como verdaderos «colonos» de Roma. Como el «recaudador jefe» (arcbitelónés) tenía que pagar por anticipado al invasor la cantidad estipulada, eso llevaba a una situación en la que cada uno de ellos procuraba resarcirse no sólo de la cantidad ya depositada, sino también de los gastos que le causaba el desempeño de su función, más los intereses de sus gestiones. Todo eso hacía que el sistema de recaudación de tributos fuera uno de los más expuestos a toda clase de abusos y a la más notoria falta de escrúpulos. En algunas inscripciones griegas y arameas, que traen diversas listas de precios, pueden verse los esfuerzos de determinados gobernantes por erradicar o, al menos, poner freno a esa situación. El uso hiperbólico del adjetivo «todos» (pautes) queda expuesto en las «notas» exegéticas a Lc 3,16; 4,15(Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos. ); 9,1. 3 Ante toda la gente (Lc 3:16) El empleo de pasin (= «a todos», «a toda la gente») es exclusivo de Lucas; ni Marcos ni Mateo introducen ese detalle (cf. Mc 1,7; Mt 3,11; cf. Lc 7,29). La indicación forma parte de la concepción característica de Lucas, que pone un fuerte acento en el universalismo de la nueva forma de salvación que ahora se ofrece a la humanidad entera. Todos se hacían lenguas de él (Lc 4:15-Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado de todos.) Clara insistencia en el universalismo. Ese «todos» tiene que referirse a los que escuchaban su enseñanza; pero, en Lucas, es muy frecuente el énfasis en el carácter universal de la reacción de la gente a la actividad desplegada por Jesús (Lc 5,26; 7,16; 9,43; 18,43; 19,37). Exacción:nombre femenino Exigencia del pago de impuestos, multas, deudas, etc. = "el fiscal solicitó para el acusado una multa de mil pesos y ocho años de inhabilitación por delito de exacciones ilegales" Cobro injusto y violento. "someter a exacción" Lo criticaban La actitud es la misma que se describe en Lc 5,30 y que, más adelante, en Lc 19,7, repercutirá en todos los que acompañan a Jesús. El verbo en modo imperfecto diegongyzon subraya la continuidad de la acción; no es un acto, es una actitud de crítica. En los episodios anteriores, mientras Jesús sigue camino hacia Jerusalén, acompañado de una gran cantidad de gente (Lc 14,25 (Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: ), enuncia una serie de condiciones para ser discípulo suyo (Lc 14,26-35). Ahora se vuelve a los fariseos y a los doctores de la ley para contestar, precisamente con nuevas parábolas, a la actitud de estos personajes que le critican porque acoge a los pecadores —o 4 «descreídos»— y se sienta a comer con ellos (Lc 15,2). Las condiciones que Jesús establece como exigencias para el verdadero discípulo terminan con la parábola de la sal (Lc 14,34-35); a ésta se añaden otras tres sobre el sentimiento de alegría, al recuperar lo perdido (Lc 15), y el conjunto se completará ulteriormente con nuevas parábolas y recomendaciones (Lc 16,1-17,10), que dan otros perfiles a la condición del discípulo de Jesús. Las tres parábolas que constituyen el capítulo: la oveja perdida (vv. 4-7), la moneda extraviada (8-10) y el hijo pródigo (11-32), son tan especialmente características de la figura de Jesús, que esta parte de la narración lucana ha llegado a considerarse como el centro, «el corazón del tercer Evangelio». En su conjunto, dan un relieve particular a un tema tan querido de Lucas como es, por una parte, el amor y la misericordia de Dios con respecto a los pecadores y, por otra, la persistente llamada de Jesús al arrepentimiento y a la conversión. De hecho, la tonalidad de «alegría», constitutivo fundamental de las dos primeras parábolas, se refiere explícitamente al propio Dios en los versículos conclusivos de ambas narraciones (vv. 7 y 10). T. W. Manson (Los dichos de Jesús registrados en los Evangelios según San Mateo y San Lucas) denomina el conjunto de esta sección como «el Evangelio de los marginados», ya que parece tener como objetivo mostrar la cercanía y la misericordia de Dios para con los que, dentro del pueblo, cargan generalmente con el desprecio, e incluso la condena, por parte de sus semejantes. En las parábolas del capítulo 15 eso es evidente: el pastor que busca la oveja que se le ha perdido; la — ¿pobre?— mujer que no descansa hasta encontrar esa moneda que se le ha extraviado; el padre que espera contra toda esperanza la vuelta de su hijo pródigo. Pero el tema se alarga en los episodios siguientes: el administrador desaprensivo, el rico y Lázaro, los diez leprosos, el juez injusto y la pobre viuda, el fariseo y el publicano e incluso el encuentro con Zaqueo. Indudablemente, el capítulo 15 del Evangelio según Lucas es, desde el punto de vista literario, una verdadera obra de arte. Ahora bien: ¿podríamos determinar sus procedimientos de composición? Basta una lectura corrida para percibir espontáneamente cuatro secciones fundamentales: a) una introducción general (vv. 1-3); b) primera parábola: una oveja que se ha perdido (4-6); c) segunda parábola: el extravío de una moneda (8-9); d) tercera parábola: la pérdida de un hijo. El estrecho paralelismo entre las dos primeras contrasta con la elaboración literaria de la tercera, aunque todas tienen en común la centralidad del clima de «alegría» por la recuperación del objeto perdido 5 Desde el punto de vista de historia de las formas, no hay duda que el pasaje es una auténtica «parábola» o, en la terminología de R. Bultmann, una «semejanza». La «parábola» se introduce con una pregunta retórica y se completa con una aplicación de carácter práctico (v. 7). El marco narrativo de la parábola (vv. 1-2) introduce una situación dialéctica: Jesús, de camino hacia Jerusalén, se ve rodeado, por una parte, del deshecho de la sociedad palestinense contemporánea, «recaudadores y descreídos», que se acercan para escucharle (v. 1), y por otra, de los estratos más distinguidos de aquella misma sociedad, «los fariseos y los doctores de la ley», que critican su cercanía a los indeseables (v. 2). La situación es semejante a la que se había producido anteriormente, con motivo del llamamiento de Leví (Lc 5,29-32) El entusiasmo con el que un ganadero de clase media se decide a abandonar un hato de noventa y nueve cabezas, para ponerse en busca de la única que se le ha descarriado, es la base de la posterior alegría que se expresa en la celebración. Precioso símbolo de la misericordia de Dios, cuya iniciativa salvífica se manifiesta en el ministerio de Jesús volcado hacia los «pecadores» —«recaudadores y descreídos» (v. 1)-—, que son realmente los «extraviados». Con la narratividad de una «parábola» se expresa, en este momento del relato, la misma idea que ulteriormente le servirá a Jesús para definir su propio ministerio: «El Hijo de hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10). La aplicación de la parábola (v. 7) ensancha el horizonte estrecho del simbolismo específico para proyectarlo hacia una nueva dimensión: la «alegría» que se experimenta en el cielo. La razón de esa trascendencia no consiste precisamente en que la búsqueda ha sido fructífera, sino concretamente en la realidad de que «un pecador» —un «perdido»— ha llegado a la «conversión». La adición de este versículo a la parábola propiamente dicha subraya que el hecho de la conversión no es algo automático y puramente individual, sino que se produce por la generosa y benévola iniciativa del pastor. NOTAS EXEGÉTICAS: «El Dios que da la paz levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas, a nuestro Señor Jesús, por la sangre del pacto eterno» (Hebreos 13:20). «Antes eran ustedes como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al Pastor que cuida de sus vidas» (1 Pedro 2:25). «Como un pastor que cuida su rebaño, recoge los corderos en sus brazos; los lleva junto a su pecho, y guía con cuidado a las recién paridas» (Isaías 40:11). Tal vez más conocido es el siguiente versículo: «Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros» (Isaías 53:6) 6 Que tenga cien ovejas Ahí radica precisamente el sentido de la parábola: la categoría del pastor se mide por su decisión de ir en busca de esa única oveja que se le ha extraviado, aunque tenga que abandonar a las otras noventa y nueve. Pero también hay otro contraste con la parábola siguiente. Aquí se trata de un propietario que, aunque no es inmensamente rico, tiene su buena cantidad de ganado; mientras que, en la otra parábola, la protagonista es más bien pobre, ya que sólo tiene diez monedas. Se le pierda La pérdida de una de las reses no sólo provoca la ansiedad y la desazón del ganadero, sino que acrecienta su estima por la descarriada, hasta el punto de sacrificar el cuidado de las otras noventa y nueve para buscar y recuperar la que se le ha perdido. No deja las noventa y nueve en el descampado Lo que realmente deformaría el sentido de la parábola sería preguntarse por la verosimilitud de que un pastor pueda dejar a sus ovejas —unos animales tan ingenuos— en un descampado, es decir, sin su protección personal. En su versión correspondiente, Mateo sustituye ese «descampado» (eremos) por «el monte» (epi ta oré: Mt 18,12- ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las otras noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha perdido?). Tratándose de Palestina, cualquiera de esas dos localizaciones es perfectamente verosímil; de hecho, hoy día los beduinos, tanto de Jordania como de Israel, apacientan a sus rebaños en grandes extensiones, predominantemente rocosas, que van desde Belén hasta los límites del Mar Muerto. Toda esa comarca puede perfectamente denominarse: el «desierto» (descampado) o el «monte» (la montaña). NOTA: En tiempos recientes —hace sólo cuarenta años—, un cabrero llamado Muhammed edhDhib, que andaba buscando una de sus cabras por los riscos de la ribera nordoccidental del Mar Muerto, descubrió casualmente la gruta 1 de Qumrán, y eso sucedió en 1947. Y va en busca de la descarriada Cualidad típica de un pastor responsable. Cf. Ez 34,11-12(Sí, así ha dicho Dios el Señor: «Yo mismo voy a ir en busca de mis ovejas, y yo mismo las cuidaré, 12 tal y como las cuida el pastor cuando se halla entre sus ovejas esparcidas. Yo las rescataré de todos los lugares por los que fueron esparcidas aquel día nublado y oscuro. ).16 Buscaré a las ovejas perdidas, y devolveré al redil a las que perdieron el camino; les vendaré las patas a las ovejas lastimadas, y fortaleceré a las ovejas débiles. Seré justo con mis ovejas, pero eliminaré a las ovejas engordadas y rechonchas.; Jn 10, 11-12(Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. Pero el asalariado, el que no es el pastor ni el dueño de las ovejas, huye y abandona las ovejas cuando ve venir al lobo, y el lobo las arrebata y las dispersa.) Se supone, lógicamente, que un pastor que ama a su rebaño tiene que reaccionar de esa manera. Cf. Lc 19,10. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Hasta encontrarla La frase expresa la incansable tenacidad del pastor. La formulación positiva de Lucas contrasta con la de Mateo, que enuncia una mera hipótesis: «Y si llega a encontrarla...» (Mt 18,13). 7 v. 5. La carga sobre sus hombros Este detalle falta en la narración correspondiente de Mateo (Mt 18,13). Según J. Jeremías (Las parábolas de Jesús), esa acción era imprescindible, ya que una oveja descarriada debería de yacer exhausta e inerte, incapaz de andar por sí misma, aunque se la aguijonease con insistencia. También esto es posible; pero la parábola no va por ahí. El detalle es una expresión de cariño. Tal vez sea un toque literario del propio Lucas, inspirado en ciertas representaciones artísticas del antiguo Oriente sobre el tema del kriophoros, una figura conocida no sólo en el mundo cultural asirio, e incluso en Siria hacia los siglos x-v a. C , sino también en el arte griego contemporáneo, por ejemplo, Hermes Crióforo, donde se aprecian esculturas de pastores con ovejas sobre los hombros. Alegraos conmigo Invitación a compartir la alegría, porque la búsqueda se ha visto coronada por el éxito. El tema volverá a sonar, aunque con sus propias peculiaridades, en los siguientes vv. 9.22-24. Se toca una fibra que atraviesa las tres parábolas del capítulo. En el cielo Puede tratarse de una circunlocución(Expresar mediante un rodeo algo que se puede expresar en forma más breve), para expresar el nombre divino («Dios se alegrará más...»); en el v. 10, la fórmula es distinta («se alegran los ángeles de Dios»), pero sin variación del sentido y de la referencia a Dios. La aplicación de la parábola opera una transposición y ensancha el horizonte: la celebración jubilosa de aquí abajo alcanza al mismo cielo y al propio Dios. Y es natural; porque, de hecho, encontrar lo perdido es el resultado de una benévola iniciativa del amor de Dios, que busca al pecador descarriado. Noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión Si esos «noventa y nueve» hacen referencia implícita a «los fariseos y los doctores de la ley», la conclusión no puede ser más irónica; se trataría, entonces, de «noventa y nueve» que presumen de «justos». Pero posiblemente no es más que una de las típicas exageraciones de Lucas, aplicada aquí a la enorme satisfacción que se experimenta en el cielo —Dios mismo— cuando un pecador se convierte. Cf. Ez 18,23(¿Acaso me es placentero que el malvado muera? Más bien, quiero que se aparte de su maldad y que viva. Palabra de Dios el Señor.). La alegría que proporcionan noventa y nueve justos, que no tienen necesidad de convertirse, no tiene ni punto de comparación con el júbilo desbordante que embarga al propio Dios, cuando un pecador, un «descreído» —aunque no sea más que «uno»— se arrepiente de sus maldades. La buena noticia del amor de Dios hacia los pecadores, que es el núcleo de la proclamación de Jesús, es un aspecto favorito de la teología de Lucas, y aquí, «en esta parábola, alcanza su grado máximo de concentración». Nótese, finalmente, el contraste con la aplicación que cierra el pasaje de Mateo: «Pues lo mismo: es voluntad de vuestro Padre del cielo que no se pierda ni uno de esos pequeños» (Mt 18,14). El énfasis no está en la «alegría», sino en la «voluntad» salvífica del «Padre». PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA EN MATEO 12:12-14 ¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y una de ellas se pierde, ¿no deja las otras noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha perdido? Si llega a encontrarla, de cierto les digo que se regocijará más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se perdieron. Del mismo modo, el Padre de ustedes, que está en los cielos, no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños. 8 PARÁBOLA DE LA MONEDA PERDIDA (15,8-10) 8 O también, ¿qué mujer que tenga diez monedas, si pierde una de ellas, no enciende un candil, barre toda la casa y busca con sumo cuidado hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, ¿no reúne a sus amigas y vecinas para decirles: Alegraos conmigo, porque he encontrado la moneda que había perdido? 10 Os digo que, de la misma manera, hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se convierte. La segunda parábola de ese tríptico que Lucas introduce en su narración del viaje de Jesús a Jerusalén está en casi perfecto paralelismo con la precedente. Aquí se trata de una mujer que ha perdido una moneda y se pone a buscarla con el mayor esmero. Y cuando la encuentra, también ella reúne a sus amigas y vecinas, para que compartan su satisfacción por haber encontrado lo que se le había perdido (Le 15,8-9). Y también aquí, como apéndice de la parábola, se añade una aplicación de carácter práctico (v. 10) El mensaje de esta segunda parábola coincide, prácticamente, con el de la anterior. De hecho, sólo cambian los protagonistas y los respectivos objetos: en vez de un ganadero de clase media en lugar de las cien cabezas de ganado -> una mujer pobre -> una pequeña suma de diez monedas. Lo importante es que la figura de la mujer tipifica la iniciativa de Dios, que se afana insistentemente por encontrar al «descreído», al pecador, como se enuncia en el versículo introductorio (v. 2). La aplicación (v. 10), añadida al cuerpo narrativo, alegoriza el significado de la parábola, confiriéndole una dimensión trascendente: la «alegría», la celebración, no se agota en el mero círculo de lo humano, sino que trasciende hasta «los ángeles de Dios», es decir, hasta Dios mismo. Por consiguiente, ambas parábolas insisten en la misma idea: por la predicación de Jesús, la iniciativa salvífica y la benevolencia de Dios rebasan todas las fronteras humanas, incluso el alejamiento del pecador, al que buscan insistentemente para que se convierta. Si un pobre ser humano despliega tales energías para recobrar una pérdida de sus posesiones, ¿cuánto mayor será la actividad de Dios para recuperar lo que, por derecho, es inalienablemente suyo? Así es como, en el Evangelio según Lucas, Jesús responde a las críticas de los fariseos y de los doctores de la ley, que le echan en cara su familiaridad con la gente de más baja ralea. 9 NOTAS EXEGÉTICAS: Para apreciar todas las implicaciones sociales que podía comportar una actitud tan abierta como la de Jesús, en su trato con toda clase de personas, habría que estudiar con mucha mayor atención el ambiente de la sociedad contemporánea y el absoluto desprecio con que se trataba a gentes de esa ralea. Probablemente Lucas vivió una situación semejante en la sociedad de su tiempo, y esto nos puede dar la clave de las motivaciones que le llevaron a presentar a Jesús precisamente como lo ha hecho en su narración evangélica. La lectura de determinados pasajes del Evangelio según Lucas nos produce una sensación de que el autor muestra un interés particular por los más oprimidos y marginados, por los que constituyen el desecho de la sociedad. Que tenga diez monedas Literalmente: «teniendo diez dracmas». La antigua «dracma» era una moneda de plata, cuyo valor no se puede determinar más que comparativamente. Una drachme ática equivalía a un cuarto de siclo, patrón plata, moneda corriente en Palestina (cf. Flavio Josefo, Ant. III). En el ejército de Herodes el Grande, los soldados rasos cobraban ciento cincuenta dracmas, y los oficiales, naturalmente, una cantidad superior (cf. Flavio Josefo, Bell. I). Pero los soldados de Marco Antonio sólo percibían cien dracmas por cabeza, señal de la tacañería del jefe. En un tiempo, el valor adquisitivo de un dracma era considerable, tanto que llegaba para comprar una oveja; equivalía prácticamente al salario de una jornada. Sin embargo, en tiempos de Nerón, la drachme quedó sustituida por el denarius, con paridad monetaria; pero el denarius era la seismilésima parte de un «talento» (talanton) o la centésima parte de una «libra» o «mina» (mna). En cualquier caso, diez dracmas no era una suma importante de dinero. La palabra drachme no sale más que en este pasaje en todo el Nuevo Testamento. Enciende un candil, barre toda la casa y busca con sumo cuidado La búsqueda se desarrolla en tres tiempos: encender, barrer, revolver; no es una mera sucesividad de acciones, sino el signo de un incansable y denodado esfuerzo por recuperar la moneda. Se comprende la necesidad de un «candil», dado el tipo de construcción de las casas de Palestina, en las que, por lo general, no había ventanas. 10 Entre los ángeles de Dios Literalmente: «ante (enopion) los ángeles de Dios». Otra circunlocución (Expresión, por medio de un rodeo verbal, de algo que se habría podido decir con menos palabras o con una sola), para referirse al ámbito de la divinidad. El uso de la preposición enopion ( = «ante», «delante de») es característico de Lucas. La corte celeste se describe en los mismos términos que en Lc 12,8.9 (El que me confesare delante de los hombres Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.) La «alegría» rebasa la dimensión puramente humana. Por un pecador que se convierte Se repite sólo la primera parte del v. 7, omitiendo toda referencia a los otros (¿nueve justos que no tienen necesidad de conversión?) 11