OBLIGACIONES Y OPORTUNIDADES En los asientos escolares, aprendemos a admirar a los hombres que vencieron los peligros del mundo. Los libros de Historia hablan sobre esto todo el tiempo. Los programas de televisión y las revistas exaltan el estilo de vida de individuos ricos y famosos. Patrones de comportamiento que se califican como modelos de éxito. No hubo ninguna modificación en el transcurso de los siglos. Se nos hace extraño cuando descubrimos que muchos de esos personajes eran personas infelices y, a pesar de la glória, tenían un enorme vacío dentro de sí. La gran batalla de la vida, la jornada interna que libramos para iluminar nuestras propias sombras, nunca le interesó a mucha gente. Como consecuencia natural de ese patrón milenario, somos dominados por un tipo de pensamiento nocivo sin darnos cuenta. El fracaso es interpretado como algo aterrador, por la absurda sensación de humillación y derrota en la cual lo traducimos. Inconscientemente, vivimos para huir del fracaso, no para evolucionar. El fracaso es visto como una derrota, no como una etapa de aprendizaje. Tenemos miedo de ir hondo, de osar en hacer lo impensable. Dejamos para vivir lo mejor de la vida más tarde. Acabamos por sentir culpa de aquello que posponemos. De allí nace el vacío y la ansiedad que sentimos y no sabemos explicar. Envueltos en las obligaciones para no fracasar, desperdiciamos las oportunidades de evolución. Una está contenida en la otra, como hermanas siamesas. Ellas están en todo lugar, disponibles a cualquier momento. Basta estar entero, basta crearlas”. “No obstante, somos bombardeados por el propio cerebro con pensamientos estandarizados y pre programados de conflicto y de miedo. Peor, creemos que esas ideas fueron creadas por nosotros y nos protegen. Ellas surgen sin que las llamemos. Están con nosotros desde siempre, por esto las consideramos familiares y no las notamos. En verdad, son pensamientos que nacieron con nosotros, pero que no fueron creados por nosotros. Son como hierbas dañinas, que brotan sin que las hayamos plantado; de nada sirve podarlas, ellas volverán a surgir. Es necesario que las arranquemos de raíz y, en seguida, plantemos flores en su lugar”. “Dicen los especialistas que al cambiar la manera cómo lidiamos con nuestros pensamientos, podemos modificar las ramificaciones neuronales del cerebro e invertir la interpretación negativa del sufrimiento, mostrada en primer plano, la cual tiende a dominar y direccionar nuestros sentimientos hacia el lado sombrío de la vida. Parafraseando un término actual, es posible una actualización del software, el cerebro”. “Hoy, se recomienda en los consultorios médicos el autoconocimiento, la meditación y el yoga, como maneras de mantener la mente sana y el cuerpo saludable, reforzando el sistema inmunológico y evitando dolencias originarias de la frustración, de la agresividad y del estrés; alejando la tristeza y trayendo la alegría, por el simple hecho de estar en paz consigo mismo. Una novedad para la ciencia, una práctica antigua del budismo”. “¿Imprevistos suceden? Siempre. Serán días desagradables o lindas lecciones evolutivas. La elección será siempre tuya”. “Vivimos a la expectativa del desastre. Y créelo, lo peor nunca sucede, pero desperdiciamos lo mejor de la existencia por temerlo. En suma, perdemos noches de sueño, apavorados por un monstruo que, en verdad, nunca estuvo debajo de nuestra cama”. Volvió a beber un sorbo de agua y explicó: “En el mismo compás, estamos condicionados a interpretar las obligaciones como situaciones desagradables cuando, en realidad, todos los momentos contienen encantadoras oportunidades de transformación e iluminación. Depende de la cantidad de amor con el que se vive”. “¿Cuántos portales se cierran por tratar como obligación las mejores oportunidades de vida? Llamamos obligación a toda situación en la cual nos falta amor para abrigarla en el corazón. Pasamos todos los días frente al jardín secreto y no lo vemos”.